Rio de Janeiro, 07 de junio de 2021
Querida Cristina Duba,
Hablar de amor, sobre lo nuevo en el amor, en los tiempos actuales me llevó a pensar en el discurso capitalista, en el ascenso del objeto a al zenit social, como nos lo recordó Miller. Confinados, el amor quedó todavía más restringido a las aplicaciones (apps) de encuentros, a la búsqueda del par perfecto. En la época de los excesos, el amor de transferencia se establece sobre la égida de un amor a-mas (de-más). En las plataformas digitales encontramos parejas y si no funciona, le doy “match” a otro. Pero para eso, es necesario una forma de poder medirlos. Se evita el amor sin igual, “el amor que no se mide” y se busca por la medida del amor. Es en esta vertiente que entiendo lo que Laurent cita en su texto sobre “el no creer en las historias de amor”.
Lacan escribe en Otros escritos que basta el establecimiento de la contingencia “para que se conquiste un esbozo de lo que deberá ser completado para demostrar esa relación como imposible” (LACAN, 2003 p.537). La contingencia de un encuentro que establece la relación sexual no real. Miller escribe al lado de este párrafo la palabra amor. Los analistas también caemos en las redes, una novedad que trajo desafíos y que nos coloca también disponibles en las plataformas. Pero el psicoanálisis no puede quedarse en la sección “self-help” del mercado común, necesita dar ese paso, el pas-de-sans. No propongo que pensemos en una nueva transferencia, pero sí en lo nuevo en el amor, el amor que implica la demonstración de la relación como imposible. ¿Cómo hacer del encuentro virtual un nuevo encuentro, un encuentro contingente, que posibilita una invención?
Rio de Janeiro, 20 de junio de 2021
Apreciado Leonardo Miranda,
Usted plantea una cuestión fundamental para los analistas en los tiempos actuales: “¿cómo hacer del encuentro virtual un nuevo encuentro, un encuentro contingente, que posibilita una invención?”.
Continúo con su pregunta: ¿cómo responder a la contingencia de la pandemia, por ejemplo, que nos sorprendió y nos forzó a lidiar con las sesiones virtuales, no solo de forma eventual, sino constante, rutinaria? ¿Cómo pensar el amor y su variante, el amor de transferencia, en esa modalidad de encuentros virtuales que fuimos llevados a sostener, impedidos, por la pandemia, de realizar encuentros presenciales? Usted evoca el mercado en que somos colocados en las plataformas contemporáneas del amor: en lugar de “el amor que no se mide”, a la busca del amor a medida, cuando el psicoanálisis nos enseña que el amor solo se realiza a partir de la inexistencia de la relación sexual, de la pérdida del objeto absoluto del amor, que nos destina a objetos siempre substitutos, marcados por la pérdida, siempre fuera de una cierta medida. Si el amor es, entonces, “dar lo que no [se] tiene”, ante las plataformas digitales, el sujeto eventualmente se atrapa en sus elecciones, pero continúa susceptible a las flechas reales del amor, que hacen que los encuentros sucedan y, a partir de esa fisura fundamental, sigue creando nuevas formas de hablar del amor, de escribir el amor y de reinventar el amor de transferencia en el análisis.
¿Esas vicisitudes, por tanto, determinarán lo nuevo en la transferencia? Reducido a la presencia de la voz, de la imagen, ante ese real, el analista tendrá que hacer un giro, porque el amor de transferencia ya se está volteando, él se hace, se recrea, produce nuevas formas de hacerse presente, forzadas por el real en juego. Como usted dice, en el departamento “self help” del mercado común no encaja el psicoanálisis, él fracasa, sin ceremonias, en poner la máquina a andar, lo que permite el psicoanálisis facilitar paradójicamente, al acoger las invenciones amorosas, renunciando al bien-estar ante lo imposible de una época.
Rio de Janeiro, 03 de julio de 2021
Querida Cristina,
Leo su pregunta sobre lo nuevo en la transferencia y me viene a la memoria otro texto de Laurent, en el cual él escribe: “si la escritura era el lenguaje de lo ausente, como dice Freud, el chat, el e-mail, los juegos on-line, el Facebook, el WhatsApp y el Instagram son el lenguaje del exceso-de-presencia del Otro de la civilización Una y digital”. Pensando en esta lectura de Laurent y en la enseñanza de Lacan, y partiendo de la premisa de que el deseo del analista es lo que podrá sustentar nuestra práctica, remota o no, ¿podemos pensar en esa práctica como vaciamiento de este “exceso-de-presencia del Otro”?
En el momento en que “el sistema falla”, pasando por la vía del amor, se recurre al psicoanálisis y toca al analista responder con su deseo. ¿Será que incluso con todo el intento de estar conectados podemos permitirnos encontrarnos con la soledad que hay en cada uno y que no se conecta? ¿Cómo amar el inconsciente en nuestro tiempo?
Rio de Janeiro, 04 de julio de 2021
Apreciado Leonardo,
Concuerdo con usted, en los e-mails y en lo online, en general, parece que el Otro desborda y las fallas también aparecen. Justo ahí. No solamente: sin el tiempo de espera cotidianamente soportado en la realidad, un nuevo tipo de urgencia, de dificultad de sostener un tiempo para comprender, aparece. El erómenos no responde con la rapidez inmediata, no hace coincidir su palabra con el tiempo del medio de transporte… el amante hace proliferar sus cartas de amor, sus demandas, las palabras que tocan mal el objeto de amor. Las fallas de conexión dan pruebas de la soledad de cada uno y de lo inconsciente de estos nuevos tiempos. ¿La máquina vuelve a asombrar y sorprender? No es raro que un enigma se nos ponga delante cuando ocurre la sorpresa de la falla de la máquina justamente en ciertos momentos justos en la sesión, por ejemplo…