João Pessoa, 28 de marzo de 2021.

Querido Romildo,

Frente a la desolación de los tiempos actuales, el tema de la X ENAPOL ha sido motivo de aliento y nos convoca a decir un poco más sobre la respuesta del psicoanálisis a los impasses de la civilización desde el camino que se abre con “lo nuevo en el amor”.

Creo que tu eres alguien que puede decirnos una palabra más sobre la actualidad de Freud al verificar, en su malestar, la extrañeza de este mandato exigido por la llamada vida civilizadora: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Lacan ya nos advertía que este camino puede ser el más cruel, porque la consecuencia del mandamiento mencionado es la presencia del goce maligno, de ese “mal profundo que habita en el prójimo” que “también habita en mí”.

Entonces, Romildo, ¿sería el goce nocivo el verdadero problema de este precepto del amor al prójimo, que tal vez hoy sea revestido con la idea de un humanismo universal?

Una vez tu articulaste el amor al prójimo a la noción freudiana de “narcisismo de las pequeñas diferencias”. En otras palabras … ¡cuéntanos un poco más sobre esta relación!

Después de todo, ¿hay un lugar para el amor en tiempos de “racismo moderno”, donde prevalece la “pasión odiosa”? ¿Qué puede hacer un psicoanalista con eso?

Con cariño

Cleide Monteiro

Río de Janeiro, 4 de abril de 2021.

Querida Cleide,

Gracias por abrir este diálogo conmigo.

Justo en el primer párrafo de su carta, me llamó la atención la palabra «desolación», que bien podría traducir el hilflosigkeit freudiano.

Ella arrastra igualmente consigo la soledad, el abandono y la angustia. Como cuando se habla de un paisaje desolado. Nuestro Brumadinho, por ejemplo, donde la naturaleza ya no se muestra variada y viva después de la gran destrucción, y el rojo que cubrió el antiguo verde parece indicar que el planeta se ha vuelto del revés. Como un guante o un calcetín enrollado.

¿Será el amor capaz de detener esta vertiginosa caída que nos amenaza a todos? Es una pregunta muy antigua, que no siempre se refería a mantener el planeta en buenas condiciones, y que recorrió la historia de las religiones en una tentativa, sobre todo en el cristianismo, de encontrar el equilibrio ideal en el ágape, un banquete en el que es el amor el que crearía igualdad y estabilidad. Quizás corresponda exactamente a lo que tu llamaste en tu carta “humanismo universal”. Si nos detenemos un poco más atentamente en esta expresión, veremos que “humanismo” y “universales” en rigor son excluyentes. Es poco probable que el amor logre esta hazaña, si entendemos el amor en su cara narcisista, que incluye amar al prójimo como a uno mismo. Pero … ¿hay otra?

En esta última pregunta está el desafío que justifica o no la existencia del psicoanálisis en el mundo: solo tiene derecho a existir si tiene siempre en el horizonte la hipótesis de “un amor más digno”, según la expresión de Lacan.

Un beso

Romildo do Rêgo Barros

João Pessoa, 6 de abril de 2021.

Querido Romildo,

La paloma correo electrónico envió su tan esperada respuesta a mis inquietudes.

Del hilflosigkeit freudiano al real sin ley lacaniano, nos sorprendió una máquina mortal (Covid-19) cuyo efecto, en el ser humano, fue otra pandemia promovida por las burbujas de sentido que ocultan lo real y propagan los signos de un goce extraño.

Sin renunciar a lo real, que no tiene nada de viral, hay un camino de “amor más digno”, como nos recuerdas con Lacan. Aquí con mis botones, esa expresión siempre es muy enigmática. El «amor más digno», dice Laurent, «es esa articulación de esa locura que siempre está al borde de las cuestiones del amor». Recuerda que en lo digno hay das Ding. El amor sería elevar un objeto a la posición de La Cosa.

Miller, en Comandatuba, propone que pensemos el amor como condición para hacer existir el inconsciente primario como saber; es el amor el que puede mediar entre los Unos-solos. Si un psicoanálisis demanda amar su inconsciente, él nos dice, no demanda que el psicoanalista ame los efectos de verdad del inconsciente. ¿Qué amor cabe al psicoanalista en el ejercicio de su práctica? ¿Cuáles son las implicaciones para su lugar en la civilización cuando se guía por la afirmación de que «el inconsciente es la política»?

En fin, mi querido, son provocaciones impulsadas por el deseo de escucharte siempre…

Es un gran placer tenerte como compañero en este intercambio de cartas.

Fuerte abrazo

Cleide Monteiro

Río de Janeiro, 16 de abril de 2021.

Querida Cleide,

La dificultad de la expresión “un amor más digno” que tu señalas está, me parece, en la dificultad misma de definir la dignidad. Y si, por otro lado, el otro elemento de la expresión, el amor, tampoco tiene una definición universal, la expresión siempre merece ser aclarada.

Para Kant, la dignidad tiene que ver con una hipotética singularidad del ser humano. Si bien las cosas pueden tener un precio, y en este sentido son intercambiables, son medios para obtener otra cosa, el ser humano es un fin en sí mismo y debe ser tratado en consecuencia.

Esta definición, que es formalmente perfecta, es, como sabemos, impugnada cotidianamente por prácticas, colectivas e individuales, en las que los seres humanos son considerados por otros seres humanos como cosas y, por tanto, tienen precio.

Ahora una mayor dignidad para el amor, deseada por Lacan, no podría ser la búsqueda de una mayor idealización, sino, al contrario, una cierta degradación, una búsqueda de aquello que la idealización justamente esconde. Poner esa paradoja en práctica es la función del psicoanálisis en el mundo (a diferencia de la estrategia perversa, claro) y su contribución a los pactos que permiten la vida civilizada.

Un beso

Romildo do Rêgo Barros

Traducción: Carolina Vignoli
Revisión: Silvina Rojas