No hay y hay personas mayores…[1]
Luisa Aragón[2]
Cada dos años, el ENAPOL nos invita al trabajo con un título provocador que interpreta la vigencia del psicoanálisis frente a los discursos actuales que rigen la civilización produciendo efectos en la subjetividad y en el lazo social. El argumento del XII ENAPOL y uno de sus ejes de trabajo retornan a la Alocución sobre las psicosis del niño para resaltar la agudeza con la que Lacan se anticipó e interrogó las consecuencias que extraeríamos de un “término como el del niño generalizado”.[3]
En una época planetaria, caracterizada por el aumento vertiginoso y las incidencias del discurso capitalista, ligado al progreso de la ciencia y la tecnología, que toma distancia de la tradición, Lacan nos dirige una pregunta como interpretación: frente a la segregación ¿cómo vamos a responder los psicoanalistas?[4]
Cerca del final de este mismo texto, Lacan introduce la frase enigmática No hay personas mayores, que no se reduce a la distinción evolutiva. El No hay da cuenta de las coordenadas de una época que elimina las diferencias, en la que se impone una relación de simetría entre el niño y el adulto, lo que plantea grandes desafíos para nuestra práctica.
Para el psicoanálisis el niño es un adulto en ciernes. No hay que confundir al adulto con las personas grandes, como las llama Laurent. Un análisis nos enseña que la adultez no es un punto de llegada, que en un sujeto siempre habrá algo adulterado más allá de la edad.
Si nos orientamos por la vía del Hay, en la perspectiva de la clínica del fin de análisis, “comprometerse en una experiencia analítica, sea cual sea la edad del analizante, es hacerse responsable de la lectura”[5] de las marcas de la lengua y de las palabras con las que el sujeto ha sido hablado, cuya sonoridad ha resonado y percutido en su cuerpo como un tambor. Cito a Silvia Salman: “Saber leer ese factor infantil es asunto de personas mayores ”.[6]
Para que el dispositivo analítico se instale hay que consentir a que al hablar algo del goce se pierda. Si algo nos permite separar al niño de la persona mayor, es la responsabilidad con la que cada uno ha asumido la relación con su modalidad singular de goce y con la castración, con eso que faltará siempre y que es correlativa a la relación sexual que no hay.
Ir más allá de la infancia, tal y como la entendemos desde el psicoanálisis, supone un forzamiento al no querer saber nada de eso, para que pueda advenir una nueva relación con la marca traumática que haría posible nuevas formas de arreglo con lo real, y por lo tanto con el amor, el deseo y el goce.
¿La posición analítica implicaría asumir una posición análoga a la de una persona mayor? El deseo del analista apunta a producir la diferencia absoluta. El deseo del analista, como señala Silvia Salman “que en su fundamento es persona mayor, está allí para animar en cada analizante esa nueva lectura, que por su parte él mismo ha podido hacer de eso que habitaba en el germen de su posición”.[7]
El XII ENAPOL, será la ocasión para seguir preguntándonos si por efecto de ¡Hablar con el niño! ¿Se deviene verdaderamente una persona mayor?[8]
[1] Texto presentado en la Preparatoria de la NEL, en 12/04/25.
[2] Miembro NEL/AMP
[3] Lacan, J., Alocución sobre las psicosis del niño, en: Otros escritos, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 389.
[4] Ibíd., p. 283.
[5] Salman, S., El factor infantil y las personas mayores, en Textos sobre los ejes XI Jornadas de la NEL, Lo insoportable de la infancia, 2020, Inédito.
[6] Ídem.
[7] Ídem.
[8] Laurent, E., Las personas grandes y el niño, en Psicoanálisis con niños, Centro pequeño Hans, Asociado al Instituto del Campo Freudiano, Atuel, Buenos Aires, 1998, p. 21.