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¡ME DIVIERTO!

SALA: NO HAY PERSONAS MAYORES
¡ME DIVIERTO!

“Tengo siempre cinco años” (Jacques Lacan)

“Todos saben que soy alegre, hasta dicen que chiquilín: me divierto. […] Es verdad. No

soy triste. O más exactamente, tengo una sola tristeza, en lo que me ha sido trazado

como carrera, y es que haya cada vez menos personas a quienes les pueda decir las

razones de mi alegría, cuando las tengo”. (Lacan, J., “Alocución sobre las psicosis del

niño”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 383)

Relatores: Alessandra Pecego (EBP) y Flory Kruger (EOL)

Participantes: Adriana Dolengiewich (Mendoza), Alejandro Góngora (Santiago de Chile), Fernanda Carvalho (São Paulo), Giselle Cardozo (Caracas), Guacira Cavalcante (Salvador), Ishtar Rincón (Maracaibo), Jussara Jovita da Rosa (Florianópolis), Livia Beatriz Pereira (Rio de Janeiro), Martina González Arufe (Buenos Aires), Sebastián Zurita (Buenos Aires), Violeta Paolini (Bariloche), Yndira Parra (Maracaibo).

El niño estremecíose en el despegue, alegre de reírse para sí, comodísimo, en un gesto de hojas al caer. La vida podía rayar a veces en una verdad extraordinaria. Incluso amarrarse el cinturón volvíase fuerte agasajo, de protección, y luego otra vez sentido de esperanza: en lo no sabido, en lo restante. Tal crecer y relajarse —cierto como el acto de respirar— o de huir por entre el espacio en blanco.
“Las márgenes de la alegría”, de Guimarães Rosa

1. El niño, el goce y la alegría

Este informe es el resultado de una investigación realizada por 12 miembros de las 3 Escuelas de Latinoamérica, la NEL, la EBP y la EOL. El conjunto de los textos aquí analizados, nos permitirá extraer puntos en común y profundizar la siguiente frase de J. Lacan, propuesta para la realización de este trabajo:

“Tengo siempre cinco años”. “Todos saben que soy alegre, hasta dicen que chiquilín: me divierto. […] Es verdad. No soy triste. O más exactamente, tengo una sola tristeza, en lo que me ha sido trazado como carrera, y es que haya cada vez menos personas a quienes les pueda decir las razones de mi alegría, cuando las tengo”.[i]

Esta frase de Lacan: “yo tengo siempre cinco años” no remite a una infantilización ingenua, sino a una orientación ética que atraviesa su enseñanza: la de sostener el factor infantil como una dimensión estructural del sujeto.

Esta posición, que está articulada con el tema del XII ENAPOL “Hablar con el niño”, moviliza una serie de interrogantes clínicos, teóricos y políticos sobre el estatuto del niño, del goce, del trauma y de la alegría, en relación con la experiencia analítica.

El niño no es un sujeto de la cronología, sino una figura estructural: un modo de estar atravesado por lalengua, por la demanda y por el goce.

Si exploramos el concepto de “adultus” desde su etimología,- término que bien podría reemplazar al título que nos convoca, “personas mayores”- y lo contraponemos a lo “adulterado”, podemos deducir que en el psicoanálisis no hay completud, no hay adultez plena.

El niño es “el padre del hombre”, decía Freud, indicando que el fundamento de la neurosis es infantil. La castración, como operación estructurante, marca esa adulteración constitutiva.

En el proceso de un análisis, el sujeto regresa a esa posición infantil, donde la demanda y el deseo se funden en una exigencia sin mediaciones. De tal modo que lo infantil no es un estadío a superar, sino una condición que persiste como un modo de gozar y de habitar el lenguaje.

2- Trauma, lalengua y el goce

En consonancia con esta tesis estructural, se sitúa el trauma inaugural como un acontecimiento de goce: el momento en que el significante toca el cuerpo y lo mortifica. Esa experiencia no se borra, sino que funda una relación sintomática con el goce que persiste en la vida del sujeto. Siguiendo esta línea, vemos cómo el niño reaparece como punto de fijación del goce, y cómo un análisis puede conducir a la disyunción del sujeto con ese objeto que lo fija. El niño es el punto de anudamiento entre cuerpo, goce y significante.

Lo que encontramos en la clínica actual, articulando estos tres conceptos, son niños desbordados y adultos desorientados, una época en la que la función paterna está debilitada, y el niño queda muchas veces como amo, objeto de un Otro que no sabe qué hacer.

Época de caída de los ideales donde los niños muchas veces se encuentran solos frente al goce y donde los adultos no encarnan funciones de límite o transmisión.

Este tipo de desarreglos dentro de la estructura familiar, son los que producen variados síntomas en los niños y efectos de extravío en los adultos.

En este contexto, el psicoanálisis tiene la responsabilidad de ofrecer un lugar donde se posibilite una invención subjetiva, un lazo con el Otro que no se sostenga ni en la moral ni en el diagnóstico, sino en el deseo.

3- La alegría como prueba del deseo

La dimensión de la alegría, lejos de situarse como simple afecto, se presenta como un efecto de saber hacer con el goce. La alegría para Lacan, es una consecuencia del acto analítico, de la subversión del sentido y de la relación viva con la lalengua.

Freud, también vincula la alegría con la liberación de lo reprimido y con un retorno lúdico a las formas primeras del lenguaje. Lacan se pregunta, “¿Qué alegría encontramos en aquello que constituye nuestro trabajo?” y la vincula con la transmisión del deseo, tanto en la práctica analítica como también en la enseñanza. No hay alegría sin goce, pero tampoco sin el trabajo de subjetivación que lo relanza.

4- El síntoma como invención singular.

La clínica del pase, permite observar cómo el transcurso de un análisis modifica la posición del sujeto en relación con su síntoma y su goce. No se trata en el análisis, de eliminar al niño, sino de producir una separación respecto de su lugar en el fantasma. El final del análisis no borra el pasado, sino que produce una travesía del niño, una relectura del goce que lo anudaba y una invención respecto de su síntoma que permita alojarlo de otra manera.

Esta invención no pasa por la comprensión, sino por una operación con lalengua, que permite a cada uno asumir su singularidad en el decir. Allí se juega la alegría como efecto del encuentro con una satisfacción que no es del orden del sentido.

El atravesamiento del fantasma no es la abolición del niño, sino su separación respecto al lugar imaginario que ocupaba; es la verificación de la mentira contenida en la estructura fantasmática que lo sostenía como verdad.
Los testimonios de pase, transmiten la experiencia que cada analizante pudo atravesar en su análisis, revelan narrativas inéditas y los diversos modos que cada uno encontró para tratar con lo real en juego.

Surge la pregunta: ¿Cómo encontrar la satisfacción y la alegría, como la que expresa Lacan en la cita, cuando el niño que se presenta al análisis es el del trauma?

Al hacer un breve relevamiento sobre los testimonios de análisis, lo que encontramos son escenas, pasajes, significantes de una vivencia infantil marcada por dificultades, por la angustia y el terror.

Recordemos el testimonio de Silvia Salman y su relato acerca del daño materno, provocador de un síntoma que perduraba desde la infancia, una anorexia como marca de la relación madre e hija y que circunscribía el cortocircuito entre el objeto oral y la demanda.

O, aún más, el pase de María Cristina Giraldo[ii], donde describe los intentos del Otro materno para suprimir su goce autoerótico – el de chuparse los dedos para dormir – inmovilizando sus brazos.

Podemos encontrar pases que traen explícitamente recuerdos del niño como síntoma de la pareja parental, como el caso de Graciela Brodsky[iii], la hija única, “ser la única”, pero también ser “la excluida de la fiesta alegre de los padres” y, por eso, del goce del Otro.

O el de Débora Rabinovich[iv], que en medio de la querella de la pareja, para negar la existencia de otra mujer, pasó a sostener un “no se” que la acompañó toda la vida.

También podemos recordar las experiencias traumáticas que incluyen lo real del cuerpo y las intervenciones en la infancia, tratadas en los testimonios de Ram Mandil[v] (EBP), con lo insoportable de un cuerpo con un “saco vacío”, o en el cuerpo sometido a diversas internaciones desde los tres años y medio, como en el caso de Sergio Laia[vi] (EBP).

En todos estos testimonios encontramos las soluciones, las salidas singulares, los circuitos pulsionales, que demuestran lo que un análisis pudo en su límite.

Miller, en “Cómo terminan los análisis”, dirá que, en verdad, con frecuencia, lo que observamos en el pase es la tragedia”, pero también hay la comedia encubierta. La tragedia estaba antes, y el pase solo tendrá sentido si la tragedia queda en el pasado, para que allí se pueda inventar, alegremente, una pequeña comedia. Con lo peor, hay que producir la risa.[vii]
Estos testimonios de los AE, así lo demuestran, ya que han podido encontrar soluciones que les posibilitó recuperar, en lugar de la angustia, un tipo de alegría infantil.

Con esto, finalmente, sostenemos la hipótesis de la alegría del niño al final del análisis cuando se verifica el pasaje de un inconsciente transferencial producido en análisis a un inconsciente real en el que “se extingue el sentido de la verdad y la mentira”[viii].

Lacan nos asegura el encuentro con una satisfacción que marca el final. La alegría frente a la transformación del síntoma, que posibilita una nueva solución: la de saber hacer con él.
Entonces podemos decir que la alegría del niño, aquella que Lacan, el chiquillo de cinco años, pudo encontrar, esa alegría es recuperada a través de nuestro trabajo como analistas.

6- Un real que no envejece

La frase “no hay personas mayores” puede leerse también como una afirmación sobre la atemporalidad del inconsciente. Las huellas de la castración y del trauma no esperan la adultez para expresarse: están siempre activas. Por eso, lo infantil no es lo que se supera, sino lo que retorna como marca, como resto, como nudo.

Conclusión

La frase “no hay personas mayores” debe leerse como una provocación y como una orientación. Provocación porque subvierte los ideales de maduración, de normalización, de evolución lineal del sujeto; y orientación porque invita a escuchar al sujeto en su dimensión más radical: la de su goce, su singularidad, su modo de hablar y ser hablado por lalengua.

En este sentido, el psicoanálisis no busca curar ni educar, sino alojar la palabra del sujeto, allí donde no hay sentido, incluso, donde hay puro equívoco. La alegría, entonces, es el signo de que esa operación fue posible: que el sujeto logró separar su ser del sentido del Otro, que pudo asumir su modo de gozar, que pudo construir un estilo propio.

Lo infantil, entendido como estructura, no se supera ni se educa: se asume, se reinscribe, se aloja de otro modo. El análisis permite este pasaje del niño como síntoma, al niño como causa, como punto de invención. Y eso produce, en efecto, alegría.

La apuesta del psicoanálisis, en tiempos de declinación de los ideales, de extravío de las funciones simbólicas y de nuevas configuraciones familiares, es sostener la escucha del sujeto, promover la invención singular, alojar el goce sin moral y sin pedagogía. Y hacerlo con alegría.

Así, podemos afirmar que “no hay personas mayores” porque no hay final definitivo para el sujeto del inconsciente: hay, sí, una posibilidad de reinvención, de alojamiento, de saber hacer. Y esa posibilidad es la que sostiene nuestra práctica.

La alegría, entonces, no es solo un afecto, sino la señal de que el sujeto ha logrado hacer algo con su goce, transformar el síntoma en sinthome, y encontrar una vía singular de satisfacción. Es la alegría del que ha atravesado su fantasma y ha podido alojar al niño sin quedar capturado por él.

El psicoanálisis, no busca curar al niño, sino hablar con él, abrirle un espacio donde su goce tenga lugar, donde su palabra pueda ser escuchada, donde su invención sea posible. Esta es la apuesta ética que articula esta investigación y que el discurso analítico tiene como tarea sostener.

 


Bibliografía

Brousse, M.H. (2017). “Violencias en las familias. Pegar y ser pegado”. Bitácora Lacaniana, revista de la NEL. Grama ediciones.

Fryd, A. (2019). “El muro del Infantilismo” en El factor infantil N° 26. Grama Ediciones.

Lacan, J. (2008). El Seminario, Libro 4 “La relación de Objeto” (1956-57). Paidós.

Lacan, J. (2008). El Seminario, Libro 17 “El reverso del psicoanálisis” (1969-70). Paidós.

Lacan, J. (2007). El Seminario, Libro 20 “Aun” (1972-73). Paidós.

Laurent, E. (2006). “Los signos del goce”. Buenos Aires: Paidós.

Laurent, E. (2015). “Patologías de la identificación”.

Miller, J.-A. (2010). “La fuga del sentido”. En Revista Lacaniana.

Miller, J.-A. (2005). “Cómo terminan los análisis”.

Paolini, V., Zurita, S., Parra, Y., Dolengiewich, A., Carvalho, F., Cardozo, G., Cavalcante, G., Rincón, I., Jovita da Rosa, J., Pereira, L., Gonzalez Arufe, M., Góngora, A. Textos presentados en el marco del Grupo de Investigación del XII ENAPOL. (2025).

[i] Lacan J.  “Alocución sobre las psicosis del niño”. Otros Escritos.

[ii] Primeiro testemunho de Maria Cristina Giraldo: A voz opaca.

[iii] Primeiro testemunho de Graciela Brodsky. In: “A ordem simbólica no século XXI – coletânea de textos do VIII congresso mundial de psicanálise – AMP. Rio de Janeiro, Subversos, 2013.

[iv] Testemunho de Debora Rabinovich. In: Revista Lacaniana de Psicoanálisis. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ano XIII, número 25, 2018.

[v] Testemunho de Ram Mandil. In: “Aposta no passe”. Rio de Janeiro: Contra capa, 2018

[vi] Testemunho de Sergio Laia. In: “Aposta no passe”. Rio de Janeiro: Contra capa, 2018.

7 MILLER, J-A. “Cómo terminan los análisis: Paradojas del passe.” Olivos: Grama ediciones, 2022. p.145.

[viii] MILLER, J-A… [ et al]. “Aposta no passe”. Rio de Janeiro: Contra capa, 2018, p. 77.