(1966) De nuestros antecedentes. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg. 59 – 66

“No es pues ceder a un efecto de perspectiva el ver aquí ese primer delineamiento de lo imaginario, cuyas letras asociadas con las de lo simbólico y las de lo real, vendrán a adornar mucho más tarde, justo antes del discurso de Roma, los potes, para siempre vacíos por ser todos simbólicos, con que haremos nuestra triaca para resolver los azoros de la cogitación psicoanalítica”. Pg. 62

(1956) El seminario sobre ”La carta robada”. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg. 5 – 55

“Sin duda sabemos la importancia de las impregnaciones imaginarias (Prägung) en esas parcializaciones de la alternativa simbólica que dan a la cadena significante su andadura. Pero adelantamos que es la ley propia de esta cadena lo que rige los efectos psicoanalíticos determinantes para el sujeto: tales como la preclusión (forclusión, Verwerfung), la represión (Verdrängung), la denegación (Verneinung) misma – precisando con el acento que conviene que esos efectos siguen tan fielmente el desplazamiento (Enstellung) del significante que los factores imaginarios, a pesar de su inercia, sólo hacen en ellos el papel de sombras y reflejos”. Pg.5

(1936) Más allá del “principio de realidad”. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg. 67-85

“Tal es la descripción fenomenológica que se puede dar de lo que ocurre en la serie de experiencias que forman un psicoanálisis. Trabajo de ilusionista, se nos podría decir, si no tuviera un fruto, justamente a disolución de una ilusión. En cambio, su acción terapéutica se debe definir esencialmente como un doble movimiento mediante el cual la imagen, primera difusa y quebrada, es regresivamente asimilada a lo real, es decir, restaurada en su realidad propia. Una acción que da testimonio de la eficacia de esa realidad”. Pg. 79

(1948) La agresividad en psicoanálisis. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg.94-116

“Y con todo, repitámoslo, esta imago no se revela sino en la medida en que nuestra actitud ofrece al sujeto el espejo puro de una superficie sin accidentes”. Pg.102

(1949) El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg 86-93

“Basta comprender el estadio del espejo como una identificación en el sentido pleno que el análisis da a este término: a saber, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen, cuya predestinación a este efecto de fase está suficientemente indicada por el uso, en la teoría, del término antiguo de imago”. Pg. 87

(1946) Acerca de la causalidad psíquica. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg. 142- 183

“Le da fundamento a una forma de causalidad, que es la causalidad psíquica misma: la identificación; ésta es un fenómeno irreductible, y la imago es esa forma definible en el complejo espacio-temporal imaginario que tiene por función realizar la identificación resolutiva de una fase psíquica, esto es, una metamorfosis de las relaciones del individuo con su semejante”. Pg. 178

(1945) El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg. 187 – 203

“Del mismo modo que, para recordarlo en efecto, el “yo” (“je”) psicológico se desprende de un transitivismo especular indeterminado, por el complemento de una tendencia despertada como celos, el “yo” de que se trata aquí se define por la subjetivación de una competencia con el otro en la función el tiempo lógico”. Pg. 197

(1959) Introducción teórica de las funciones del psicoanálisis en criminología. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg 117 – 141

“En la confesión que recibimos del neurótico o el perverso, del inefable goce que encuentran perdiéndose en la imagen fascinante, podemos medir el poder de un hedonismo que habrá de introducirnos en las ambiguas relaciones entre la realidad y el placer. Y si al referirnos a estos dos grandes principios describimos el sentido de un desarrollo normativo ¿cómo no sentirse embargado de la importancia d e las funciones fantasmáticas en los motivos de ese progreso, y de cuan cautiva sigue la vida humana de la ilusión narcisista, acerca de la cual sabemos que teje sus más “reales” coordenadas?”. Pg. 140

(1953) Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicioanálisis. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg 227 – 310

“(…). No se adentra por él el sujeto en una desposesión más y más grande de ese ser de sí mismo con respecto al cual, a fuerza de pinturas sinceras que no por ello dejan menos incoherente la idea, de rectificaciones que no llegan a desprender su esencia, de apuntalamientos y de defensas que no impiden a su estatua tambalearse, de abrazos narcisistas que se hacen soplo al animarlo, acaba por reconocer que ese ser no fue nunca sino su obra en lo imaginario y que esa obra defrauda en él toda certidumbre?”. Pg. 239

(1955) Variantes de la cura-tipo. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg 311 – 348

“La condición imaginaria en que desemboca el capítulo precedente no ha de comprenderse sino como una condición ideal. Pero si se conviene en que pertenecer a lo imaginario no quiere decir que sea ilusoria, digamos que ser tomada como ideal, no la hace por ello más desreal. Pues un punto ideal, incluso una solución llamada en matemáticas “imaginaria”, al dar el pivote de transformación, el nudo de convergencia de figuras o de funciones enteramente determinadas en los real, son plenamente parte constituyente suya”. Pg. 336

“Pero aparte de que los efectos de captura de lo imaginario son extremadamente difíciles de objetivar en un discurso verdadero, al que oponen en lo cotidiano su obstáculo mayor,   lo cual amenaza constantemente al análisis con constituir una mala ciencia, en la incertidumbre en que permanece de sus límites en lo real, esa ciencia, incluso suponiéndola correcta, es solo de una asistencia engañosa en la acción del analista, pues sólo incumbe a su depósito, pro no a su resorte”. Pg. 343 – 344

(1954) Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg.356 – 383

“Pero queda a discreción de ustedes dárselo a entender interpelándolo en el lugar imaginario en que se sitúa: será según que ustedes puedan o no enlazar ese equívoco en el punto de su discurso con que haya venido a tropezar su palabra”. Pg. 359 – 360

(1954) Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg 366 – 383

“Podríamos decir que el sentimiento de déja vu sale al encuentro de la alucinación errática, que es el eco imaginario que surge en respuesta a un punto de la realidad que pertenece al límite donde ha sido cercenado de lo simbólico”. Pg. 376

(1953) La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg 384 – 418

“Escurriremos el bulto de lo simbólico por medio del cual la falta real paga el precio de la tentación imaginaria? ¿Desviaremos nuestro estudio de lo que sucede con la ley cuando, por haber sido intolerable a una fidelidad del sujeto, fue desconocida por él ya cuando era todavía ignorada, y del imperativo si, por haberse presentado a él en la impostura, es refutado en su fuero antes de ser discernido: es decir, de los resortes que, en la malla rota de la cadena simbólica, hacen subir desde lo imaginario esa figura obscena y feroz en la que es preciso ver la significación verdadera del superyo”. Pg. 416

(1956) Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg 441 – 472

“Y puede decirse que al insistir en que el análisis de las neurosis fuese siempre referido al nudo del Edipo, no apuntaba a ninguna otra cosa sino a asegurar lo imaginario en su concatenación simbólica…”Pg. 446

(1957) El psicoanálisis y su enseñanza. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg 419 – 440

“Por eso es un error considerar esas respuestas como simplemente ilusoorias. Incluso imaginarias sólo lo son en la medida en que la verdad hace aparecer en ellas su estructura de ficción”. Pg. 432 – 433

(1957) La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires.2001. Pg 473 – 509

“Así es como Freud hizo entrar al yo en su doctrina. Freud definió el yo por resistencias que le son propias. Son de naturaleza imaginaria en el sentido de los señuelos coaptativos, cuyo ejemplo nos ofrece la etología de los comportamientos animales del pavoneo y del combate. Freud mostró su reducción en el hombre a la relación narcisista, de la que yo proseguí la elaboración en el estadio del espejo”. Pg. 500 – 501

(1957 – 1958) De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires. 2001. Pg. 513 – 564

“Para ello, la relación polar por la que la imagen especular (de la relación narcisista) está ligada como unificante al conjunto de elementos imaginarios llamado de cuerpo fragmentado, proporciona una pareja que no está solamente preparada por una conveniencia natural de desarrollo y de estructura para servir e homólogo a la relación simbólica Madre-Niño. La pareja imaginaria del estadio del espejo, por l que manifiesta de contranatura, si hay que referirla a una prematuración específica del nacimiento en el hombre, resulta ser adecuada, para dar al triangulo imaginario la base que la relación simbólica pueda en cierto modo recubrir”. Pg. 533 – 534

(1958) La dirección de la cura y los principios de su poder. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires. 2001. Pg 565 – 626

“Siendo desconocida, y por buenos motivos, la naturaleza de la incorporación simbólica, y estando excluido que se consume cualquier cosa real en el análisis, aparecerá en los puntos de referencia elementales de mi enseñanza, que no podrá reconocerse ya nada que no sea imaginario en lo que se produce”. Pg. 588

(1960) Observación sobre el informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura de la personalidad”. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires. 2001. Pg 627 – 664

“Sería un error creer que el gran Otro del discurso pueda estar ausente de ninguna distancia tomada por el sujeto en su relación con el otro, que se opone a aquel como el pequeño, por ser el de la díada imaginaria”. Pg 657

(1958) La significación del falo. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires. 2001. Pg 665 – 675

“(…) Es sabido que Freud especifica bajo este término la primera maduración genital: en cuanto que por una parte se caracteriza por la dominación imaginaria del atributo fálico, y por el goce masturbatorio (…)”. Pg. 666

(1959) En memoria de Ernest Jones: sobre su teoría del simbolismo. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires. 2001. Pg 676 – 695

“Claro que el individuo humano no deja de presentar alguna complacencia en esa fragmentación de sus imágenes – y la bipolaridad del autismo corporal a la que favorece el privilegio de la imagen especular, dto biológico, se prestará principalmente a que es implicación de su deseo en el significante tome la forma narcisista” Pg. 689

(1966) De un silabario a posteriori. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires. 2001. Pg 696 – 703

“La resistencia de la que hablamos está en lo imaginario. Y fue al haberle dado, desde nuestros primeros pasos en el psicoanálisis, en el estadio del espejo, su estatuto, como pudimos después dar correctamente su lugar al simbolismo.

Es efectivamente de lo imaginario, es cosa sabida desde siempre, de donde proceden las confusiones en lo simbólico, pero el error, no menos secular, es querer poner remedio a esto por una crítica de la representación, cuando lo imaginario sigue siendo prevalente en ella. Es de esto por cierto de lo que Jones sigue siendo tributario: al definir el símbolo como “idea” de lo concreto, consciente ya en que no sea sino una figura.

Su prejuicio es baconiano. Recibimos su marca en la escuela, donde nos enseñan que la vertiente decisiva de la ciencia es el recurso al sensorium, calificado de eperimental.

No es de ninguna manera que lo imaginario sea para nosotros lo ilusorio. Bien al contrario le damos su función de real al fundarlo en lo biológico: o sea, lo hemos visto más arriba en el I.R.M., efecto innato de la imago, manifiesto en todas las formas de ceremonia sexual”. Pg. 701 -702

(1958) Juventid de Gide, o la letra y el deseo. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires. 2001. Pg 719 – 743

“En este terreno Jean Delay ha sabido percibir en la construcción de André Gide la pieza esencial, aquella mediante la cual la fabricación de la máscara abierta a un desdoblamiento cuya repercusión hasta el infinito agota la imagen de André Walter (en el primero de los dos volúmenes) encuentra la dimensión de la persona en la que se convierte André Gide, para hacernos entender que en ninguna otra parte si no es en esta máscara se ofrece a nosotros el secreto del deseo y con él el secreto de toda nobleza”. Pg 737

(1963) Kant con Sade. Siglo Veintiuno Ed. Buenos Aires. 2001. Pg 744 – 770

“El derecho al goce, si fuera reconocido, relegaría a una era desde ese momento caduca la denominación del principio del placer. Al enunciarlo, Sade hace deslizarse para cada uno con una fractura imperceptible el eje antiguo de la ética: que no es otra cosa que el egoísmo de la felicidad.

Del cual no puede decirse que toda referencia a él esté extinta en Kant por la familiaridad misma con que le hace compañía, y más aún por los retoños suyos que capta uno en las exigencia con que arguye tanto por una retribución en el más allá como por un progreso aquí abajo.

Déjese entrever otra felicidad cuyo nombre dijimos primero, y el estatuto del deseo cambia, imponiendo que se le reexamine”. Pg 765

Apertura del Seminario

“Consideremos ahora la noción de sujeto. Cuando se la introduce, se introduce el sí mismo. El hombre que les habla es un hombre como los démas: Hace uso del mal lenguaje. El sí mismo está entonces cuestionado.

Así, Freud sabe desde el comienzo que sólo si se progresará en el análisis de los neuróticos. La importancia creciente actualmente atribuida a la contratransferencia implica el reconocimiento de que, en el análisis no sólo está el paciente. Hay dos; y no solamente dos.

Fenomenológicamente, la situación analítica es una estructura. Es decir que sólo gracias a ella son aislables, separables, ciertos fenómenos. Es otra estructura, la de la subjetividad, la que se crea en los hombres la idea de que pueden comprenderse a sí mismos. (p. 13)

***

“Freud introdujo el deternimisno peculiar de esta estructura. De allí la ambigüedad presente por doquier en su obra. ¿El sueño, por ejemplo, es deseo o reconcimiento del deseo? O más aún, el ego es, por un lado, un huevo vacío diferenciado en su superficie por el contacto con el mundo de la percepción, pero es también cada vez que nos topamos con él, quien dice «no» o yo (moi), yo (je), quien habla a los otros, quien se expresa en diferentes registros.

El super-ego es una ley sin sentido aun cuando no tiene más fundamento que el lenguaje. Si digo «tú irás hacia la derecha»; es para permitir al otro acordar su lenguaje con el mío.

Pienso en lo que está pensando en el momento en que le hablo. Este esfuerzo por encontrar un acuerdo constituye la comunicación propia del lenguaje. Este tú es tan fundamental que su intervención es previa a la conciencia. Por ejemplo, la censura, que es intencional, actúa antes que la conciencia, funciona vigilante.  no es una señal, sino una refencia al otro, es orden y amor.

Del mismo modo, el ideal del yo es un organismo de defensa perpetuado por el yo para prolongar la satisfacción del sujeto. Pero es también la función más deprimente en el sentido psiquiátrico del término.

El id no es reducible a un puro dato objetivo, a las pulsiones del sujeto. Nunca un análisis culminó en la determinación de tal o cual índice de agresividad o erotismo. El punto al cual conduce el progreso de análisis, el punto extremo de la dialéctica del reconocimiento existencial, es: Tú eres esto. Este ideal, de hecho, nunca es alcanzado. ” (p. 13-14)

Parte 2. Capítulo I.

“La inter-acción imaginaria entre analizado y analista es entonces algo que deberemos tener en cuenta. (…) ¿Pero, basta afirmar que se trata de una relación entre dos indivíduos? Podemos percibir aquí el callejón sin salida hacia el cual se ven empujadas actualmente las teorías de la técnica.

Por el momento no puedo decirles más, aun cuando, quienes están familiarizados con este tipo de seminario deben, sin duda, comprender que, sin que intervenga un tercer elemento, no existe two bodies` psychology. Si se toma la palabra tal como se debe, como perspectiva central, la experiencia analítica debe formularse en una relación de tres, y no de dos. ”(p. 25)

Parte 3. Capítulo I.

“(…) que el sujeto reviva, rememore, en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su existencia, no es en sí tan importante. Lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos.” (p. 28)

***

“¿Ven ustedes adónde arribamos? En la concepción misma de Freud, arribamos a la idea de que se trata de la lectura, de la traducción calificada, experimentada, del criptograma que representa lo que el sujeto posee actualmente en su conciencia -¿qué dire?, ¿de él mismo? No solamente de él mismo- de él mismo y de todo, es decir del conjunto de su sistema.”(p.28)

Parte 4. Capítulo I.

“Hay quienes efectivamente consideran el análisis como una especie de descarga homeopática, por parte del sujeto, de su aprehensión fantasmática del mundo. Según ellos, en el interior de la experiencia actual que transcurre en el consultorio, esta aprehensión fantasmática debe, poco a poco, reducirse, transformarse, equilibrarse en cierta relación con lo real. El acento está puesto allí, pueden verlo claramente con otros autores que Freud, en la transformación de la relación fantasmática en una relación que se llama, sin ir más lejos, real.” (p. 29)

“¿Cómo la práctica instituida por Freud ha llegado a transformarse en un manejo de la relación analista-analizado en un sentido que acabo de comunicarles?, es ésta la pregunta fundamental que encontraremos en el transcurso del estudio que intentamos.

Esta transformación es consecuencia del modo en que fueron acogidas, adoptadas, manejadas, las nociones que Freud introdujo en el período inmediatamente ulterior al de los Escritos Técnicos, a saber las tres instancias. Entre las tres, es el ego la primera en cobrar importancia. Todo el desarrollo de la técnica analítica gira, desde entonces, en torno a la concepción del ego, es allí donde radica la causa de todas las dificultades planteadas por la elaboración teórica de este desarrollo práctico.” (p. 30)

***

“La técnica no vale, no puede valer sino en la medida en que comprendemos dónde esta la cuestión fundamental para el analista que la adopta. Pues bien, señalemos en primer término, que escuchamos hablar del ego como si fuera un aliado del analista, y no solamente un aliado, sino como si fuese la única fuente de conocimiento. Suele escribirse que sólo conocemos el ego. Anna Freud, Fenichel, casi todos los que han escrito sobre análisis a partir de 1920, repiten: No nos dirigimos sino al yo, no tenemos comunicación sino con el yo y todo debe pasar por el yo.

Por el contrario, desde otro ángulo, todo el progreso de esta psicología del yo puede resumirse en los siguientes términos: El yo está estructurado exactamente como un síntoma. No es más que un síntoma privilegiado en el interior del sujeto. Es el síntoma humano por excelencia, la enfermedad mental del hombre.” (p.31-32)

***

“¿Qué es el ego? Aquello en lo que el sujeto está capturado, más allá del sentido de las palabras, es algo muy distinto: El lenguaje, cuyo papel es formador, fundamental en su historia.” (p.33)

Parte 5. Capítulo I.

“El absurdo fundamental del comportamiento humano sólo puede comprenderse en función de ese sistema –como acertadamente la ha denominado Melanie Klein, sin saber, como siempre, lo que decía- llamado yo humano, a saber, esa serie de defensas, negaciones, barreras, inhibiciones, fantasmas fundamentales que orientan y dirigen al sujeto. Pues bien, nuestra concepción teórica de nuestra técnica, aunque no coincida exactamente con lo que hacemos, no por ello deja de estructurar, de motiva, lo más trivial de nuestras intervenciones sobre los denominados pacientes.

En efecto, he aquí lo grave. Porque efectivamente nos permitimos –nos permitimos las cosas sin saberlo, tal como el análisis lo ha revelado- hacer intervenir nuestro ego en el análisis. Puesto que se sostiene que se trata de obtener una re-adaptación del paciente a lo real, sería preciso saber si es el ego del analista el que da la medida de lo real.

Con toda seguridad, no basta para que nuestro ego entre en juego, que tengamos una cierta concepción del ego, cual un elefante en el bazar de nuestra relación con el paciente. Sin embargo, cierto modo de concebir la función del ego en el análisis no deja de tener relación con cierta práctica del análisis que podemos calificar de nefasta” (p.34)

Parte 4. Capítulo II.

“Desde el origen, desde las primeras investigaciones de Freud, la resistencia está vinculada a la noción de ego. Pero, cuando leemos en el texto de los studien ciertas frases sorprendentes, donde no sólo se considera el ego como tal, si no el ego como representante de la masa ideacional, nos damos cuenta que la noción de ego deja vislumbrar ya en Freud, todos los problemas que ahora nos plantea. Casi diría que es una noción con efecto rectroactivo. Cuando se leen estas primeras cosas a la luz de lo que desde entonces se ha desarrollado en torno al ego, todas las formulaciones, incluso las más recientes, parecen enmascarar en lugar de evidenciar.

En esta fórmula, la masa ideacional, no pueden ustedes dejar de percibir algo que se asemeja singularmente a una fórmula que he podido darles, a saber que la contratransferencia no es sino la función del ego del analista, lo que denominaba la suma de los prejuicios del analista. Asimismo, encontramos en el paciente una organización completa de certidumbres, creencias, coordenadas, referencias, que constituyen, hablando estrictamente, lo que Freud llamaba desde el comienzo un sistema ideacional, y que abreviando podemos llamar aquí el sistema.

¿Proviene la resistencia únicamente de allí? Cuando, en el límite de ese campo de la palabra que es justamente la masa ideacional del yo, les representaba el montante de silencio tras el cual una palabra distinta reaparece, aquella que se trata de reconquistar en el inconsciente ya que ella es esa parte del sujeto separada de su historia: ¿Acaso está allí la resistencia? ¿Es, sí o no, pura y simplemente la organización del yo lo que constituye, como tal, la resistencia? ¿Es esto lo que dificulta el acceso al contenido del inconsciente en sentido radial, para emplear el término de Freud? Hénos, aquí ante una pregunta muy simple, demasiado simple, y como tal insoluble.” (p.43-44)

Parte 5. Capítulo II.

“Estamos aquí para ver qué significa la evocación de la noción de ego de punta a punta de la obra de Freud. Es imposible comprender lo que representa esta noción, tal como empezó a surgir en los trabajos de 1920, en los estudios sobre la psicología del grupo y Das Ich un das Es, si se empieza mezclando todo en una suma general con el pretexto de que se trata de aprehender una cierta vertiente del psiquismo. El ego, en la obra de Freud, no es en absoluto esto. Cumple un papel funcional vinculado a necesidades técnicas” (p.45)

Parte 1. Capítulo III.

“Nunca dijimos que el analista jamás debe experimentar sentimientos frente a su paciente. Pero debe saber, no sólo no ceder a ellos, ponerlos en su lugar, sino usarlos adecuadamente en su técnica.” (p.57)

***

“El analista se cree autorizado a hacerlo que llamaría una interpretación de ego a ego, o de igual a igual -si me permiten el juego de palabras- Dicho de otro modo, una interpretación cuyo fundamento y mecanismos en nada pueden distinguirse de la proyección.

Cuando digo proyección, no hablo de proyección errónea. Entiendan bien lo que les estoy explicando. Hay una fórmula que, antes de ser analista, yo había colocado –usando mis escasos dones psicológicos- en la base de la pequeña brújula que utilizaba para evaluar ciertas situaciones. Me decía gustosamente: Los sentimientos son siempre recíprocos. A pesar de las apariencias, esto es absolutamente verdadero. Desde el momento en que se pone a dos sujetos en el mismo campo –digo dos, no tres- los sentimientos son siempre recíprocos.” (p.58)

***

“Conviene abstenerse de esta interpretación de la defensa que llamo de ego a ego, fuera cual fuese su eventual valor. En las interpretaciones de la defensa es necesario siempre al menos un tercer término.” (p.59)

Parte 2. Capítulo III.

“Esto nos permitirá evocar cierto número de problemas, en particular el que evocó Anzieu hace un momento ¿de dónde proviene esta resistencia? Hemos visto que no hay en los Studien über Histerie ningún texto que permita considerar que, en tanto tal, ella provenga del proceso secundario, cuya introducción es una etapa tan importante en el pensamiento de Freud. Cuando llegamos a 1915, año en el que Freud publica Die Verdrägung –primer estudio de los que ulteriormente se reagruparán en los registros metapsicológicos-, la resistencia, por cierto, es concebida como algo que se produce del lado de lo consciente, pero cuya identidad se regula esencialmente por su distancia. Por lo tanto, es allí aún visible el vínculo de la resistencia con el contenido del inconsciente mismo. Hasta una época posterior a la de este artículo, que forma parte del período intermedio de Freud, esto se conserva así.” (p.60-61)

Capítulo IV.

[Citas y comentarios de Lacan sobre la histeria acerca de la relación entre la resistencia y transferencia]

Estudiemos un complejo patógeno a veces muy aparente y veces casi imperceptible…Yo traduciría más bien –o bien aparente como síntoma o bien imposible de aprehender, no manifiesto– ya que se trata del modo en que se traduce el complejo, y es de la traducción del complejo de la que decimos si es aparente o imperceptible. No es lo mismo decir que es el complejo quien es aparente o imperceptible. Hay en la traducción francesa un desplazamiento que basta para producir una vacilación. Continúo: …desde su manifestación en lo que consciente hasta sus raíces en el inconsciente, llegamos enseguida a una región donde la resistencia se hace sentir en forma tan neta que la asociación que entonces surge lleva su marca –la de esta resitencia- y se nos presenta como un compromiso entre las exigencias de esta resistencia y la del trabajo de investigación. No es exactamente la asociación que entonces surge, Nächste Einfall, la asociación más cercana, más próxima, pero en fin, el sentido está conservado. La experiencia –he aquí el punto capital- muestra que es aquí donde surge la transferencia. Cuando algo en los elementos del complejo (en su contenido) es susceptible de vincularse con la persona del médico, la transferencia se produce, proporciona la idea siguiente, y se manifiesta en forma de resistencia, de una detención de las asociaciones por ejemplo. Experiencias semejantes nos enseñan que la idea de transferencia llegó a ser preferida a todas las otras asociaciones factibles de deslizarse hasta lo consciente, justamente porque satisfacía a la resistencia. Esta última parte de la frase está subrayada por Freud. Un hecho de este tipo se reproduce un número incalculable de veces durante un psicoanálisis. Toda vez que nos acercamos al complejo pátogeno, es primero la parte del complejo que puede convertirse en transferencia la que es impulsada hacia lo consciente, y aquella que el paciente se empecina en defender con la mayor tenacidad.

Los elementos a destacar en este párrafo son los siguientes.

Primero, llegamos enseguida a una región donde la resistencia se hace sentir en forma neta. Esta resistencia emana del proceso mismo del discurso, de su aproximación, si me permiten la expresión. En segundo lugar, la experiencia muestra que es aquí donde surge la transferencia. En tercer lugar, la transferencia se produce justamente satisfacía a la resistencia. En cuarto lugar, un hecho de este tipo se reproduce un número incalculable de veces en el transcurso de un psicoanálisis. Se trata sin duda de un fenómeno perceptible en el análisis. Y esa parte del complejo que se manifestó en forma de transferencia resulta impulsada hacia lo consciente en ese momento. El paciente se empecina en defenderla con la mayor tenacidad.

Aparece aquí una nota que destaca el fenómeno en juego, fenómeno, en efecto observable a veces con extraordinaria pureza. Esta nota coincide con una observación que emana de otro texto de Freud: Cuando el paciente calla es muy probable que el silenciamiento de su discurso se deba a la aparición de algún pensamiento referido al analista.

Un manejo técnico frecuente, pero que no obstante hemos enseñado a nuestros alumnos a medir, a refrenar, traduce esto en una pregunta tipo: ¿Sin duda tiene usted alguna idea que se relaciona conmigo? A veces, esta solicitación cristaliza los discursos del paciente en algunos comentarios concernientes al aspecto, al rostro, o al mobiliario del analista, o bien al modo en que el analista lo recibió ese día, etc. Este manejo no carece de fundamento. Algo de este orden puede ocupar la mente del paciente en ese momento y, al así focalizar sus asociaciones pueden obtenerse múltiples cosas. Pero se observa a veces un fenómeno infinitamente más puro.

En ciertos casos, en el momento en que parece dispuesto a formular algo más autentico, más candente que lo que ha conseguido hasta entonces alcanzar, el sujeto se interrumpe y emite un enunciado que puede ser éste: Súbitamente me doy cuenta de su presencia.

Esto es algo que me ocurrió más de una vez, y que los analistas fácilmente pueden corroborar. Este fenómeno se establece en conexión con la manifestación concreta de la resistencia que interviene con la trama misma de nuestra experiencia en función de la transferencia. Si adquiere un valor selectivo, es porque el sujeto mismo lo siente entonces como un viraje brusco, un giro súbito que le hace pasar de una vertiente a otra del discurso, de un acento a otro de la función de la palabra. (p. 68-69-70-71)

***

“(…)La resistencia es un fenómeno que Freud localiza en la experiencia analítica. (…)

El movimiento a través del cual el sujeto se confiesa, aparece un fenómeno que es resistencia .Cuando esta resistencia se vuelve demasiado fuerte, surge la transferencia.” (p.71-72)

***

“Henos aquí ante un fenómeno en el que captamos un nudo en este desarrollo, una conexión, una presión originaria o, más bien, y hablando estrictamente, una resistencia. Vemos producirse, un cierto punto de esta resistencia, lo que Freud llama la transferencia, es decir la actualización de la persona del analista. Señalé antes, extrayéndolo de mi experiencia, que el sujeto la experimenta, en el punto más sensible me parece-, más significativo del fenómeno, como la brusca percepción de algo que no es tan fácil de definir, la presencia.

Es éste un sentimiento que no experimentamos constantemente. Sin duda, estamos influenciados por todo tipo de presencias, y nuestro mundo sólo obtiene su consistencia, su densidad, su estabilidad vivida, en la medida en que, de algún modo, las tenemos en cuenta; pero no nos percatamos de ellas en tanto tales. Se dan cuenta claramente que se trata de un sentimiento que diré tendemos incesantemente a borrar de la vida.

No sería fácil vivir si, en todo momento, tuviésemos el sentimiento de la presencia, con todo el misterio que ella entraña. Es un misterio que mantenemos a distancia, y que, por así decirlo, nos hemos acostumbrado. ” (p.73)

***

“Nociones como el yo y el ello, que ciertas manipulaciones nos han acostumbrado a plantear de manera masiva, quizá no sean simplemente un par contrastante. Es preciso aquí montar una estereoscopia un poco más compleja.” (p.73)

***

“-La resistencia tiene presentación transferencial-” (p.79)

***

“He aquí entonces a donde quería yo llegar a través de estos ejemplos: En la medida en que el reconocimiento del ser no culmina, la palabra fluye enteramente hacia la vertiente a través de la cual se engancha al otro.

No es ajeno a la esencia de la palabra, si se me permite la expresión, engancharse al otro. La palabra es sin duda mediación entre el sujeto y el otro, e implica la realización en la mediación misma. Un elemento esencial de la realización del otro es que la palabra puede unirnos a él. Es esto sobre todo lo que les he enseñado hasta ahora, que es ésta la dimensión en la que nos desplazamos constantemente.

Pero existe otra faceta de la palabra que es revelación.

Revelación, y no expresión: El inconsciente sólo se expresa mediante una deformación, Entstellung, distorsión, transposición.

Este último verano escribí Función y campo de la palabra y del lenguaje sin emplear allí adrede el término expresión pues toda la obra de Freud se despliega en el sentido de la revelación no en el de la expresión. La revelación es el resorte último de lo que buscamos en la experiencia analítica.

La resistencia se produce en el momento en que la palabra de revelación no se dice –como escribe curiosamente Sterba al final de un artículo execrable, pero muy cándido, que centra toda la experiencia analítica en torno al desdoblamiento del ego, una de cuyas mitades debe acudir en nuestra ayuda contra la otra- en el momento en que el sujeto no encuentra ya salida. Se engancha al otro porque lo que es impulsado hacia la palabra no accedió a ella. El advenimiento inconcluso de la palabra, en la medida en que algo puede quizá volverla fundamentalmente imposible, es el punto pivote donde la palabra, en el análisis, fluye por entero hacia su primera vertiente y se reduce a su función de relación con el otro. Si la palabra funciona entonces como mediación es porque no ha culminado como revelación

El problema consiste siempre en saber a qué nivel se produce el enganche del otro. Hay que ser un imbécil –como sólo se puede serlo a través de cierto modo de teorizar, dogmatizar y enrolarse en la técnica analítica- para afirmar, como lo hizo alguien un día, que una de las condiciones previas al tratamiento analítico era ¿qué?: que el sujeto tuviera cierta realización del otro en tanto tal. ¡Por supuesto, pícaro! Pero se trata de saber a qué nivel se ha realizado este otro, a qué distancia está de ese otro.

En el transcurso de la experiencia analítica esta distancia varía incesantemente. ¡Qué estupidez pretender considerarla un cierto estadio del sujeto!.

Partiendo de la misma inspiración Piaget habla de la noción egocéntrica del mundo del niño. ¡Como si sobre este tema los adultos pudieran acaso dar clase a los niños! ¡Quisiera saber qué pesa más en la balanza del Señor como aprehensión mejor del otro, Piaget, en su posición de profesor y a su edad, o bien la que tiene el niño! Vemos a este niño prodigiosamente abierto hacia todo lo que el adulto le aporta como sentido del mundo. ¿Pensamos alguna vez acaso en lo que signifca, en lo que se refiere al sentimiento del otro, esta prodigiosa permeabilidad del niño frete a todo lo que sea mito, leyenda, cuento de hadas, historia, esa facilidad para dejarse invadir por los relatos? ¿Se piensa acaso que esto es compatible con los jueguecitos de cubos mediante los cuales Piaget nos demuestra que el niño accede a un conocimiento copernicano del mundo?

Se trata de saber cómo, en determinado momento, asoma hacia el otro ese sentimiento tan misterioso de la presencia. Quizás está integro a aquello de lo cual Freud nos habla en la Dinámica de la transferencia, es decir a todas las estructuras previas, no sólo de la vida amorosa del sujeto, sino de su organización del mundo.

Si tuviese que aislar la primera inflexión de la palabra, el momento primero en que toda la realización de la verdad del sujeto se marca en su curva, el nivel primero en el que la captación del otro asume su función, lo haría mediante una fórmula que me dio alguien, aquí presente, a quien controlo. Le pregunté un día: ¿En qué punto está su sujeto respecto a usted esta semana? Me respondió entonces con una expresión que coincide exactamente con lo que intenta situar en esta inflexión: Me tomó como testigo.

Poco después aparecerá la seducción. Y más adelante aún, el intento de captar al otro en un juego donde la palabra adquiere incluso –la experiencia analítica nos lo ha demostrado- una función más simbólica, una satisfacción instintiva más profunda. Sin tomar en cuenta el término último: desorganización total de la función de la palabra en los fenómenos de transferencia, situación en la que el sujeto –señala Freud- se libera totalmente y consigue hacer exactamente lo que le da la gana.

En resumidas cuentas, ¿no nos conduce esta consideración al punto del que partí en mi trabajo sobre las funciones de la palabra? A saber, a la oposición entre palabra vacía y palabra plena; palabra plena en tanto que realiza la verdad del sujeto, palabra vacía en relación a lo que él tiene que hacer hic et nunc con su analista, situación en la que el sujeto se extravía en las maquinaciones del sistema del lenguaje, en el laberinto de los sistemas de referencia que le ofrece el sistema cultural en el que participa en mayor o menor grado. Una amplia gama de realizaciones de la palabra se despliega entre estos dos extremos.

Esta perspectiva nos conduce exactamente al siguiente punto: La resistencia de la que hablamos proyecta sus resultados sobre el sistema del yo, en tanto el sistema del yo no puede ni siquiera concebirse sin el sistema –si así puede decirse- del otro. El yo es referencial al otro. El yo se constituye en relación al otro. Le es correlativo. El nivel en que es vivido el otro sitúa el nivel exacto en el que, literalmente, el yo existe para el sujeto.

En efecto, la resistencia se encarna en el sistema del yo y del otro. Allí es donde surge en tal o cual momento del análisis. Pero parte de otro lado, a saber, de la impotencia del sujeto para llegar hasta el final en el ámbito de la realización de su verdad. Según un modo más o menos definido sin duda para tal o cual sujeto en función de las fijaciones de su carácter y estructura, el acto de la palabra siempre viene a proyectarse a determinado nivel, en determinado estilo de la relación con el otro.

A partir de aquí, observen ustedes lo paradójica que es la posición del analista. Es en el momento en que la palabra del sujeto es más plena cuando yo, analista, podría intervenir. ¿Pero sobre qué intervendría?: sobre su discurso. Ahora bien, cuanto más íntimo le es al sujeto su discurso, más me centro yo sobre este discurso, más me siento llevado, yo también, a aferrarme al otro, es decir, hacer lo que siempre se hace en ese famoso análisis de las resistencias, buscar el más allá del discurso, más allá, piénsenlo bien, que no se encuentra en ningún sitio; más allá que el sujeto debe realizar, pero que justamente no ha realizado y que está entonces constituido por mis propias proyecciones, en el nivel en que el sujeto lo realiza en ese momento.

La última vez, señalé los peligros de las interpretaciones o imputaciones intencionales que, verificadas o no, susceptibles o no de verificación, no son a decir verdad más verificables que cualquier otro sistema de proyecciones. Allí está la dificultad del análisis.

Cuando decimos que interpretamos las resistencias nos topamos con esta dificultad: ¿Cómo operar en esa interpsicología, del ego y del alter-ego, a la que nos reduce la degradación misma del proceso de la palabra? En otros términos ¿cuáles son las relaciones posibles entre esa intervención de la palabra que es la interpretación y el nivel del ego en tanto que siempre supone correlativamente al analizado y al analista? ¿Qué podemos hacer para aún manejar válidamente la palabra en la experiencia analítica, cuando su función se ha orientado en el sentido del otro hasta un punto tal que ha dejado de ser mediación, para ser sólo violencia implícita, reducción del otro, a una función correlativa del yo del sujeto?

Se dan cuenta ustedes de la naturaleza oscilante de este problema. Nos conduce nuevamente a esta pregunta: ¿qué significa ese apoyo tomado en el otro? ¿Por qué el otro se vuelve cada vez realmente menos otro cuando más asume exclusivamente esta función correlativa del yo del sujeto?

Se dan cuenta ustedes de la naturaleza oscilante de este problema. Nos conduce nuevamente a esta pregunta: ¿qué significa ese apoyo tomado en el otro?¿Porqué el otro se vuelve cada vez realmente menos otro cuanto más asume exclusivamente esta función de apoyo?

En el análisis se trata de salir de este círculo vicioso. ¿Pero no estamos acaso aún más profundamente atrapados en él en tanto la historia de la técnica muestra que se ha puesto siempre y cada vez más el énfasis en el aspecto yoico de las resistencias? El mismo problema puede también formularse de otro modo: ¿Por qué el sujeto cuanto más se afirma como yo, más se aliena?

Volvemos así a la pregunta de la sesión anterior: ¿Quién es pues, aquel que busca reconocerse más allá del yo?” (p. 82-83-84-85-86)

Capítulo V.

“La totalidad de este desarrollo consistió en mostrarles que el fenómeno principal de la transferencia surge de lo que llamaría en el fondo del movimiento de la resistencia. Aislé ese momento, enmascarado en la teoría analítica, en el que la resistencia, en su fundamento más esencial, se manifiesta por movimiento de báscula de la palabra hacia la presencia del oyente, de ese testigo que es el analista. El momento em que El sujeto se interrumpe es, comúnmente, el momento más significativo de su aproximación a la verdad. Captamos aqui la resistência em estado puro, la que culmina en el sentimiento, frecuentemente teñido de angustia, de la presencia del analista.

Les enseñé también que la pregunta del analista cuando el sujeto se interrumpe –esa pregunta que por haberles sido indicada por Freud, se convirtió para muchos en algo casi automático: ¿No está usted pensando en algo que me concierne, a mí, analista?- no es sino un activismo que cristaliza la orientación del discurso hacia el analista. Esta cristalización sólo pone de manifiesto lo siguiente: el discurso del sujeto en la medida en que no alcanza esa palabra plena en la que debería revelarse su fundamento inconsciente, se dirige entonces al analista, está hecha para interesarle, y encuentra su soporte en esa forma alienada del ser que llamamos ego.”(p.87-88)

Parte 1. Capítulo V.

“La relación del ego con el otro, la relación del sujeto con ese otro mismo, con ese semejante en relación al cual se ha constituido de entrada, una estructura esencial de la constitución humana.

Es a partir de esta función imaginaria que podemos concebir y explicar lo que es el análisis. No hablo del ego en la psicología, donde es función de síntesis, sino del ego en el análisis, función dinámica. El ego se manifiesta aqui como defensa, negativa. En él está inscrita toda la historia de las sucesivas oposiciones que el sujeto ha manifestado ante la integración de lo que, más tarde y sólo más tarde, se llamará en la teoría, sus pulsiones más profundas y desconocidas. En otros términos, en esos momentos de resistencias, tan bien señalados por Freud, captamos lo que el movimiento mismo de la experiencia analítica aísla como función fundamental del ego, el desconocimiento.”(p.88)

***

“Este momento, revelador, de la relación fundamental entre resistencia y dinámica de la experiencia analítica, nos conduce pues a un interrogante que puede polarizarse entre estos dos términos: el ego, la palabra.” (p.89)

Parte 2. Capítulo V.

“Hoy no creo poder introducir más que el problema del ego y la palabra, partiendo por supuesto del modo en que se revela en nuestra experiencia.

Sólo podemos plantear este problema a partir del punto que ha alcanzado su formulación. No podemos hace como si la teoría freudiana del ego no existiese. Freud opuso al ego el ello, y esta teoría impregna nuestras concepciones teóricas sobre un texto llamado la Verneinung.” (p.91)

Verneinung significa, como me lo señaló hace un momento Hyppolite, denegación y no negación, como se lo ha traducido en francés. Así es como lo he evocado siempre, cada vez que en mis seminarios tuve la oportunidad.

El texto es de 1925. Es posterior a la publicación de los artículos vinculados a la psicología del yo y su relación con el ello. En particular es posterior al artículo Das I ch und das Es. Freud vuelve a examinar allí la relación, siempre presente en él, entre el ego y la manifestación hablada del sujeto en la sesión.

***

“Nuestra experiência no consiste en un toqueteo afectivo. No tenemos que provocar en el sujeto esas reapariciones de experiencias más o menos evanescentes, confusas, donde residiría la magia toda del psicoanálisis. ” (p.92)

Parte 3. Capítulo V.

“Esto nos permite criticar a la vez la ambigüedad siempre mantenida en torno a la famosa oposición entre lo intelectual y lo afectivo; como si lo afectivo fuese algo así como una coloración, una cualidad inefable que debiera buscarse en sí misma, independientemente de la piel vaciada que sería la realización puramente intelectual de una relación del sujeto. Esta concepción que conduce al análisis por curiosos caminos es pueril. El más mínimo sentimiento peculiar –incluso extraño- que el sujeto acuse en el texto de la sesión, es calificado como un éxito sensacional. Esto se desprende de este malentendido fundamental.

Lo afectivo no es una densidad especial que faltaria a la elaboración intelectual. No se sitúa en un más allá mítico de la producción del símbolo , anterior a la formulación discursiva. Sólo esto puede permitirnos de entrada, no digo situar, pero sí aprehender en qué consiste la plena realización de la palabra.” (p.95)

Parte 4. Capítulo V.

“Si ustedes profundizan esta particular polarización, les resultará mucho más fácil abordar ese fenómeno ambiguo denominado «déjà vu», que sitúa entre esos dos modos de relación: lo reconocido y lo visto. En el caso del «déjà vu» algo es llevado a su límite último en el mundo exterior y surge con una pre-significación especial. La ilusión retrospectiva remite ese percepto, dotado de una cualidad original, al dominio del «déjà vu». Freud no nos habla de otra cosa cuando afirma que toda prueba del mundo externo se refiere implícitamente a algo que ya había sido percibido en el pasado. Esto se aplica al infinito: de cierto modo cualquier percepto implica necesariamente una referencia a un percepto anterior.

Somos así llevado al nivel de lo imaginario en tanto tal, al nivel de la imagen modelo de la forma originaria. No se trata de lo reconocido simbolizado y verbalizado, sino más bien de los problemas evocados por la teoría platónica, no de la rememoración sino de la reminiscencia.” (p.97-98)

***

“(…) que el sujeto, en su manifestación, a través de esa forma especial que es la producción de un discurso organizado, en la que está siempre sometido a ese proceso que se denomina la denegación y en el que la integración de su ego culmina, no puede reflejar su relación fundamental con su yo ideal más que en forma invertida.” (p.100)

Capítulo VI.

“Ha dado hoy, al seminario que juntos continuaremos, el título de Análisis del discurso y análisis del yo, pero no puedo prometer, en una sola sesión, cumplir con un título tan ambicioso. Pretendo así sustituir oponiendo ambos términos, la oposición clásica entre análisis del material y análisis de las resistencias.” (p.103)

Parte 1. Capítulo VI.

“Por supuesto que es con el yo del sujeto, con sus limitaciones, sus defensas, su carácter, con lo que tenemos que vérnosla. Tenemos que hacerlo avanzar. ¿Pero cuál es la función que cumple en esta operación? Toda la literatura analítica está enredada en torno a su definición exacta.

Las elaboraciones recientes que consideran al yo del analizado como aliado del analista en la Gran Obra analítica implican contradicciones severas.

En efecto, es muy difícil definir al yo como una función autónoma, y al mismo tiempo como un maestro en errores, sede de la ilusión lugar de una pasión que le es propia y que conduce esencialmente al desconocimiento; salvo que se desemboque en la noción, no sólo de bipolaridad o bifuncionamiento del yo, sino estrictamente hablando, de splitting, distinción radical entre dos yo. Función de desconocimiento; esto es el yo en el análisis, como lo es también, por otra parte, en una gran tradición filosófica.

Hay párrafos en el libro de Anna Freud, el yo y los mecanismos de defensa, donde se tiene la impresión, siempre y cuando se venza el lenguaje a veces desconcertante por su estilo cosista, de que habla del yo en el estilo de comprensión que intentamos mantener aquí. Al mismo tiempo tenemos la impresión de que ella habla del hombrecito –que- está en el hombre, que tendría una vida autónoma en el sujeto y que estaría allí para defenderlo –Padre, cuidado a la derecha, Padre cuidado a la izquierda– contra lo que puede acometerlo tanto desde fuera como desde dentro. Si consideramos su libro como una descripción moralista, entonces ella sin duda alguna habla del yo como sede de cierto número de pasiones, en un estilo que no es indigno de lo que La Rochefaucauld señala como las astucias incansables del amor propio.

La función dinámica del yo en el diálogo analítico, por no haber sido rigurosamente situada, sigue siendo pues hasta hoy profundamente contradictoria, y ello se manifiesta cada vez que abordamos los principios de la técnica.

Creo que muchos de ustedes han leído este libro de Anna Freud. Es muy instructivo, y ciertamente pueden detectarse en él, pues es suficiente riguroso, los puntos en que aparecen los errores de su demostración, más patentes aún en los ejemplos que nos ofrece.

Examinen los pasajes en que intenta definir la función del yo. En el análisis, afirma, el yo sólo se manifiesta a través de sus defensas, vale decir en tanto se opone al trabajo analítico. ¿Significa esto que todo lo que se opone al trabajo analítico es defensa del yo? En otro lugar Anna Freud reconoce que esta concepción no puede sostenerse y que existen otros elementos de resistencia distintos a las defensas del yo. ¿No es así como he empezado a abordar el problema con ustedes? Muchos de los problemas aquí abordados figuran en este libro, es preciso leerlo a lápiz en mano, pues tiene un valor de legado, verdaderamente bien transmitido, de la última elaboración de Freud en lo que concierne al yo. ” (p.104-105)

***

“Ana Freud empezó por interpretar la relación analítica según el prototipo de la relación dual, que es la relación del sujeto con su madre. De inmediato se encontró en una posición que, no sólo se estancaba, sino que era perfectamente estéril. ¿Qué es lo que ella llama haber analizado la defensa contra los afectos? Según este texto no parece que pueda verse allí sino su propia comprensión. No podía progresar por ese camino. Debería haber establecido la distinción entre la interpretación dual, en la cual el analista entra en una rivalidad yo a yo con el analizado, y la interpretación que progresa en el sentido de la estructuración simbólica del sujeto, la cual ha de situarse más allá de la estructura actual de su yo.” (p.107-108)

***

“En suma, todo el desarrollo del psicoanálisis consistió en la valoración sucesiva de cada una de las tensiones implicadas en ese sistema triangular. Esto sólo nos obliga ya a ver en é algo muy diferente a ese bloque masivo que se resume en la fórmula clásica: Atracción sexual hacia la madre, rivalidad con el padre.

Conocen el carácter profundamente disimétrico –desde el origen- de cada una de las relaciones duales que comprende la estructura edípica. La relación que une al suejto con su madre es distinta de la que lo vincula al padre, la relación narcisista o imaginaria con el padre es distinta de la relación simbólica, y también de la relación que debemos llmar real: la cual es, respecto a la arquitectura que nos interesa en el análisis, residual.

Todo esto muestra suficientemente la complejidad de la estructura, y que no es inconcebible que otra línea de investigación nos permita elaborar el mito edípico superando lo hecho hasta ahora.” (109)

Capítulo VII.

“(…) lo imaginário, lo simbólico y lo real.

Nada puede comprenderse de la técnica y la experiencia freudianas sin estos tres sistemas de referencia.” (p. 119)

***

“Cuántas veces advertí a quienes están en control conmigo cuando me dicen: Creí entender que él quería decir esto o aquello, les advertí que una de las cosas que más debemos evitar es precisamente comprender demasiado, comprender más lo que hay en el discurso del sujeto. No es lo mismo interpretar que imaginar comprender. Es exactamente lo contrario, Incluso diría que las puertas de la comprensión analítica se abren en base a un cierto rechazo de la comprensión.” (p.120)

***

“Todo gira en torno a lo que la Srta. Gélinier le pareció singular, paradójico, contradictorio, respecto a la función del ego: demasiado desarrollado traba todo desarrollo, pero al desarrollarse vuelve a abrir las puertas de la realidad. ¿Cómo es posible que el desarrollo del ego vuelva abrir las puertas de la realidad? ¿Cuál es la función propia de la interpretación kleniana, cuyas características son las de una intrusión, un enchapado del sujeto? Estas son las cuestiones que hoy tendremos que precisar.

Ya han debido darse cuenta que, en el caso de este joven sujeto, real, imaginario y simbólico están allí perceptibles, aflorantes. Les enseñé a identificar lo simbólico con el lenguaje: ahora bien, ¿no es precisamente en la medida en que, digamos, Melanie Klein habla, que algo sucede? Por otra parte, ¿Cuándo Melanie Klein nos dice que los objetos se constituyen mediante juegos de proyecciones, introyecciones expulsiones, reintroyecciones de los objetos malos; cuando nos dice que el sujeto, quien ha proyectado su sadismo, lo ve retornar desde esos objetos, y en consecuencia se halla bloqueado por un temor ansioso, no sienten ustedes que nos hallamos en el dominio de lo imaginario?.

Todo el problema reside entonces en la articulación de lo simbólico y lo imaginario en la constitución de lo real” (p.120-121)

Parte 1. Capítulo VII.

“He señalado a menudo que el estadio del espejo no es simplemente un momento del desarrollo. Cumple también una función ejemplar porque nos revela algunas de las relaciones del sujeto con su imagen en tanto Urbild del yo.” (p.121)

***

“Las imágenes ópticas presentan variedades singulares; algunas son puramente subjetivas, son las llamadas virtuales; otras son reales, es decir que se comportan en ciertos aspectos como objetos y pueden ser consideradas como tales. Pero aún más peculiar: Podemos producir imágenes virtuales de esos objetos que son las imágenes reales. En este caso, el objeto que es la imagen real recibe, con justa razón, el nombre de objeto virtual.

Todavía hay algo aún más sorprenderte: la óptica se apoya, totalmente, en una teoría matemática sin la cual es absolutamente imposible estructurarla. Para que haya óptica es preciso que a cada punto dado en el espacio real le corresponda un punto, y sólo uno, en otro espacio imaginario. Es ésta la hipótesis estructural fundamental. Parece muy simple, pero sin ella no puede escribirse ecuación alguna, ni simbolizarse nada podrían hacer en óptica si ella no existiese.

Allí también espacio real y espacio imaginario se confunden. Esto no impide que deban pensarse como diferentes. En materia de óptica, encontramos muchas oportunidades para entrenarnos en ciertas distinciones que muestran hasta qué punto es importante el resorte simbólico en la manifestación de un fenómeno.

Por otro lado, en óptica existen una serie de fenómenos que podemos considerar como totalmente reales puesto que es la experiencia quien nos guía en esta materia y, sin embargo, la subjetividad está constantemente comprometida. Cuando ustedes ven un arco iris ven algo totalmente subjetivo. Lo ven a cierta distancia destacándose sobre el paisaje. El no está allí. Se trata de un fenómeno subjetivo. Sin embargo, gracias a uma cámara fotográfica pueden registralo objetivamente. ¿Qué es entonces? Ya no sabemos muy bien -¿verdad?- dónde se encuentra lo subjetivo y dónde se encuentra lo objetivo. ¿No será más bien que estamos aconstumbrados, en nuestras cortas entendederas, a establecer una distinción demasiado somera entre lo objetivo y lo subjetivo? ¿Tal vez la cámara fotográfica no sea más que un aparato subjetivo, enteramente construido con ayuda de una x y una y que habitan el mismo territorio que el sujeto, es decir del lenguaje? ” (p.124-125)

***

“Um espejo esférico produce una imagen real. A cada punto de un rayo luminoso proveniente de un punto cualquiera de un objeto situado a cierta distancia -preferentemente en el plano del centro de la esfera- le corresponde en el mismo plano, por convergencia de los rayos reflejados sobre la superficie de la esfera, otro punto luminosos: se produce entonces una imagen real del objeto.

Lamento no haber podido traer hoy ni el caldero, ni los aparatos de experiencia. Tendrán que imaginárselos.

Supongan que esto sea una caja, hueca por este lado, y que está colocada sobre una base, en el centro de la semiesfera. Sobre la caja pondrán un florero, real. Debajo hay un ramillete de flores. ¿Qué sucede entonces?

El ramillete se refleja en las superficie esférica, para aparecer en el punto luminoso simétrico. Dada la propiedad de la superficie esférica, todos los rayos que emanan de un punto dado aparecen en el mismo punto simétrico; con todos los rayos ocurre lo mismo. Se forma así una imagen real. Observen que en mi esquema los rayos no se cruzan por completo, pero así sucede también en la realidad, y en todos los instrumentos de óptica: obtenemos sólo una aproximación. Más allá del ojo, los rayos continúan su trayectoria, y vuelven a divergir. Pero, aparece características de los rayos que impresionan un ojo en forma convergente es la de producir una imagen real. Convergen cuando llegan al ojo, divergen cuando se alejan de él. Si los rayos impresionan al ojo en sentido contrario, se forma entonces una imagen virtual. Es lo que sucede cuando miran una imagen en el espejo: la ven allí donde no está. Aquí, por el contrario, ustedes la ven donde ella está, siempre y cuando el ojo de ustedes se encuentre en el campo de los rayos que ya se han cruzado en el punto correspondiente.

En ese momento, no ven el ramillete real, que está oculto, verán aparecer, si están en el campo adecuado, un curiosísimo ramillete imaginario, que se forma justamente en el cuello del florero. Como sus ojos deben desplazarse linealmente en el mismo plano, tendrán una sensación de realidad sintiendo, al mismo tiempo, que hay algo extraño, confuso, porque los rayos no se cruzan bien. Cuanto más lejos estén, más influirá el paralaje, y más completa será la ilusión.

Es éste un apólogo que nos resultará de gran utilidad. Claro que este esquema no pretende abordar nada que tenga una relación substancial con lo que manipulamos en análisis: las relaciones llamadas reales u objetivas, o las relaciones imaginarias. Sin embargo, nos permite ilustrar, de modo particularmente sencillo, el resultado de la estrecha intrincación del mundo imaginario y del mundo real en la economía psíquica; verán ahora de qué modo. ” (p.125-126-127)

Parte 2. Capítulo VII.

“En efecto, el dominio propio del yo primitivo, Ur –Ich o Lust-Ich, se constituye por clivaje, por distinción respecto al mundo exterior: loque está includo en el exterior se distinguee de lo que se ha rechazado mediante los procesos de exclusión, Aufstossung, y de proyección. De allí que, sin duda, las concepciones analíticas del estadio primitivo de la formación del yo, colocaron en primer plano esas nociones que son las de continente y contenido. Por este motivo la relación entre el florero y las flores que contiene puede servir como metáfora, y de las más preciosas.

Saben que su proceso de maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado su historia, integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo. Pero antes de este momento, aunque en forma correlativa con él, el sujeto toma conciencia de su cuerpo como totalidad. Insisto en este punto en mi teoría del estadio del espejo: la sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real. Esta formación se desvincula así del proceso mismo de la maduración, y no se confunde con él. El sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico, y esta anticipación dará su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor efectivo.

«Es ésta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez primera, experimenta que él se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro de lo que él es: dimensión esencial de lo humano, que estructura el conjunto de su vida fantasmática. »

En el origen suponemos todos los ellos, objetos, instintos, deseos, tendencias, etc. Se trata pues de la realidad pura y simple, que en nada se delimita, que no puede ser aún objeto de definición alguna; que no es ni buena ni mala, sino a la vez caótica y absoluta, originaria. Freud se refiere a este nivel en Die Verneinung cuando habla de los juicios de existencia: o bien es o bien no es. Aquí es donde la imagen del cuerpo ofrece al sujeto la primera forma que le permite ubicar lo que es lo que no es del yo. Pues bien, digamos que la imagen del cuerpo –si la situamos en nuestro esquema- es como el florero imaginario que contiene el ramillete de flores real. Así es como podemos representarnos, antes del nacimiento del yo y su surgimiento, al sujeto.

Se dan cuenta, sin duda, que estoy esquematizado, pero el desarrollo de una metáfora, de un dispositivo para pensar, exige primero entender para qué sirve. Verán que este dispositivo posee una capacidad de maniobra tal que es posible imprimirle cualquier tipo de movimiento. Pueden invertir las condiciones de la experiencia: el florero podría estar abajo y las flores arriba. Pueden, según su capricho, hacer imaginario lo que es real, siempre y cuando conserven la relación entre los signos, + – + ó – + -.

Para que la ilusión se produzca, para que se constituya, ante el ojo que mira, un mundo donde lo imaginario pueda incluir lo real y, a la vez, formularlo; donde lo real pueda incluir y, a la vez, situar lo imaginario, es preciso, ya lo he dicho, cumplir con una condición: el ojo debe ocupar cierta posición, debe estar en el interior del cono.

Si está fuera de este cono, no verá ya lo que es imaginario, por la sencilla razón de que nada proveniente del cono de emisión le impactará. Verá las cosas tal como son, en su estado real, al desnudo, es decir el interior del mecanismo y, según los casos, un pobre florero vacío o bien unas desoladas flores.

Me dirán: No somos un ojo, ¿qúe significa este ojo que se pasea de un lado al otro?

La caja representa el cuerpo de ustedes. El ramillete son los instintos y los deseos, los objetos de deseo se pasean. ¿y qué es el caldero? Tal vea córtex. ¿Por qué no? Sería divertido: hablaremos de ello otro día.

El ojo de ustedes no se pasea en medio de todo esto, está fijado allí , como un pequeño apéndice titilante del córtex. Entonces, ¿por qué les cuento que se pasea,y que es función de su posición que el dispositivo funciona o no?

Como sucede con frecuencia, el ojo es aquí el símbolo del sujeto. Toda la ciencia se basa en la reducción del sujeto a un ojo, por eso está proyectada ante ustedes, es decir objetivada; les explicaré en otra oportunidad este punto. Hubo un año en que alguien había traído en una construcción muy buena de la teoría de los instintos, la más paradójica que yo jamás haya oído, en la cual se intificaban los instintos. Al final, ni uno quedaba en pie; en ese sentido era una demostración útil. Sería preciso, para reducirnos por un instante a no ser sino un ojo, que nos situásemos en la posición del sabio que decretar que él sólo es un ojo, y colocar un letrero en la puerta: No molestar al experimentador. No ocurren así las cosas en la vida pues no somos un ojo. ¿Qué significa entonces este ojo que está aquí?

Significa que, en la relación entre lo imaginario y lo real, y en la constitución del mundo que de ella resulta, todo depende de la situación del sujeto. La situación del sujeto –deben saberlo ya que se lo repito- está caracterizada esencialmente por su lugar en el mundo simbólico; dicho de otro modo, en el mundo de la palabra” (p.127-128-129-130)

Parte 3. Capítulo VII.

“Debemos tomar el texto de Melanie Klein como lo que es, el informa de una experiencia.” (p.130)

“Diferentes objetos del mundo exterior, más neutralizados, se constituirán en equivalentes de los primeros, vinculándose a ellos por una ecuación –lo subrayo- imaginaria. De este modo la ecuación simbólica que volvemos a descubrir entre estos objetos surge de un mecanismo alternativo de expulsión e introyección, de proyección y absorción, vale decir de un juego imaginario.

Precisamente es este juego el que trato de simbolizar en mi esquema por las inclusiones imaginarias de objetos reales, o inversamente por las capturas en el interior de un ámbito real de objetos imaginarios.

En Dick, observamos un esbozo de imaginarización, si puedo decirlo así del mundo exterior. Está ahí, a punto de aflorar, pero está tan sólo preparado.

Dick juega con el continente y con el contenido De modo natural ya he entificado ciertos objetos, por ejemplo el trenecito, ciertas tendencias, incluso ciertas personas; él mismo es el trenecito en relación a su padre que es el tren grande. Por otra parte, hecho sorprendente, el número de objetos que son para él significativos es extremadamente reducido; reducido a los signos mínimos que permiten expresar el adentro y el afuera, el contenido y el continente. Así, el espacio negro es inmediatamente asimilado al interior del cuerpo de la madre en el cual se refugia. Lo que no se produce es el juego libre, la conjunción entre las diferentes formas, imaginaria y real de los objetos.

Así, cuando busca refugio en el interior vacío y negro del cuerpo materno, los objetos no están allí, para gran sorpresa de la señorita Gélinier. Por la sencilla razón de que en su caso, el ramillete y el florero no pueden estar allí al mismo tiempo. Esta es la clave.

El asombro de la señorita Gélinier se debe a que, para Melanie Klein, todo está en un plano de igual realidad –de un real reality como dice- lo cual, en efecto, no permite concebir la disociación de los diferentes sets de objetos primitivos. Sucede que para Melanie Klein, no hay teoría de lo imaginario, ni teoría del ego. Somos nosotros quienes debemos introducir estas nociones y comprender que si una parte de la realidad es imaginaria la otra es real; o inversamente, si una es real la otra se convierte en imaginaria. Comprendemos entonces por qué, al comienzo, la conjunción de las diferentes partes, de los diferentes sets, no puede lograrse nunca.” (p.132-133)

***

“La introyección es siempre introyección de la palabra del otro, lo que introduce una dimensión muy diferente a la de proyección. Mediante esta distinción podrán separar lo que pertenece a la función superyó. Su distinción no es gratuita en la teoría psicoanalítica, y no por nada se admite que el superyó, el superyó auténtico, es una introyección secundaria respecto a la función del ego ideal.” (p.133)

***

“Vuelvo al caso descrito por Melanie Klein.

El niño está allí. Dispone de cierta cantidad de registros significativos. Melanie Klein –podemos seguirla en este punto- hace hincapié en la gran estrechez de uno de ellos: el registro imaginario. Normalmente las posibilidades de juego, de transposición imaginaria son las que permiten que se realice la valorización progresiva de los objetos en el plano comúnmente denominado afectivo, mediante una multiplicación de los engranajes, un despliegue en abanico de todas las ecuaciones imaginarias que permiten al ser humano ser el único, entre los animales, que posee un número casi infinito de objetos a su disposición; objetos marcados con valor de Gestalt en su Umwelt, objetos delimitados en sus formas. Melanie Klein subraya la pobreza del mundo imaginario y, al mismo tiempo, la imposibilidad de este niño de establecer una relación efectiva con los objetos en tanto estructuras. Correlación que es importante aprehender.

Si resumimos ahora todo lo que describe Melanie Klein acerca de la actitud de este niño, el punto significativo es simplemente éste: no dirige ningún llamado.

El llamado, les recomiendo retengan esta noción. Ustedes pensarán: Por supuesto, el Dr. Lacan ya va a empezar otra vez con el lenguaje. Pero este niño ya tiene un sistema de lenguaje suficiente. La prueba está en que juega con él. Incluso lo utiliza para dirigir um juego de oposición contra los intentos de intrusión de los adultos. Por ejemplo, se comporta en una forma que en el texto es denominada negativista. Cuando su madre le propone una palabra que él es capaz de reproducir correctamente, la reproduce de modo ininteligible, deformado, o inservible. Volvemos a encontrar aquí la distinción necesaria entre negativismo y denegación, como nos ha recordado Hyppolite, demostrando así no sólo su gran cultura, sino también que ha visto enfermos. Dick utiliza el lenguaje en forma propiamente negativista.

En consecuencia, al introducir el llamado no introduzco indirectamente el lenguaje. Más aún, diría que no sólo no es el lenguaje, sino que ni siquiera es un nivel superior al lenguaje. Si se habla de niveles, estaría más bien por debajo del lenguaje.

No tienen más que observar un animal doméstico para ver cómo un ser desprovisto del lenguaje es totalmente capaz de dirigir llamados; llamado para atraer la atención de ustedes hacia algo que, en cierto sentido, le falta. Al llamado humano le está reservado un desarrollo ulterior, más rico, precisamente porque se produce un ser que ya adquirió el nivel del lenguaje” (p133-134-135)

***

“Con Dick estamos a nivel de llamado. El llamado cobra su valor en el interior del sistema ya adquirido del lenguaje. Ahora bien, ocurre que este niño no pronuncia ningún llamado. El sistema por el que el sujeto llega a situarse en el lenguaje está interrumpido a nivel de la palabra. El lenguaje y la palabra no son lo mismo: este niño hasta cierto punto es dueño del lenguaje, pero no habla. Es un sujeto que está allí y que, literalmente, no responde.

La palabra no le ha llegado. El lenguaje no se ha enlazado a su sistema imaginario, cuyo registro es extremadamente pobre: valorización de los trenes, de las manijas de las puertas, del lugar negro. Sus facultades, no de comunicación, sino de expresión están limitadas a esto. Para él lo real y lo imaginario son equivalentes.

Melanie Klein debe entonces renunciar aquí a toda técnica. Tiene un material mínimo. ” (p.135-136-137)

***

“¿Por quéhablaren este caso de desarrollodel ego? Esto es confundir como siempre ego y sujeto” (p.138)

***

“Nos sentimos siempre horriblemente embarullados pues distinguimos mal entre imaginario, simbólico y real.

Quiero ahora señalarles lo siguiente. Cuando Melanie Klein le transmite el esquema del Edipo, la relación imaginaria que vive el sujeto, aunque extremadamente pobre, es ya suficientemente compleja como para que pueda afirmarse que el niño tiene su propio mundo. Pero, para nosotros, este real primitivo es literalmente inefable. Mientras no nos diga algo acerca de él, no tenemos ningún medio para penetrarlo, salvo mediante extrapolaciones simbólicas que constituyen la ambigüedad de todos los sistemas como el de M. Klein; ella nos dice, por ejemplo, que en el interior del imperio materno, el sujeto está allí con todos sus hermanos, incluyendo también el pene del padre, etc. ¿En serio?

No importa, porque podemos captar en todo caso cómo este mundo se pone en movimiento, cómo imaginario y real comienzan a estructurarse, cómo se desarrollan las cargas sucesivas que delimitan la variedad de los objetos humanos, es decir nombrarles. Todo este proceso encuentra su punto de partida en este primer fresco constituido por una palabra significativa, que formula una estructura fundamental que, en la ley de la palabra, humaniza al hombre.” (p.138-139)

***

“A partir del caso de Dick, y utilizando las categorías de lo real, lo simbólico y lo imaginario, demostré cómo es posible que un sujeto que dispone de todos los elementos

del lenguaje, que tiene la posibilidad de realizar desplazamientos imaginarios que le permitirían estructurar su mundo, no estuviese en lo real. ¿Por qué no lo está? Únicamente porque las cosas no han aparecido en cierto orden. La figura en su conjunto está dislocada. Imposible darle a ese conjunto el más mínimo desarrollo.

¿Se trata acaso de desarrollo del ego? Vuelvan al texto de Melanie Klein. Ella dice que el ego se ha desarrollado demasiado precozmente, de modo tal que el niño mantiene una relación demasiado real con la realidad porque lo imaginario no puede introducirse; luego, en la segunda parte de su frase, dice que es el ego quien detiene el desarrollo. Esto quiere decir, sencillamente, que no puede utilizarse, en forma valedera, el ego como aparato en la estructuración del mundo exterior. Por una sencilla razón: dada la mala posición del ojo, el ego pura y simplemente no aparece.

Supongamos que el florero sea virtual. El florero no aparece y el sujeto permanece en una realidad reducida, con un bagaje imaginario también reducido.

Deben comprender cuál es el resorte de esta observación: la virtud de la palabra, en tanto el acto de la palabra es funcionamiento coordinado con un sistema simbólico ya establecido, típico y significativo.” (p.140)

Capítulo VIII.

“Ahora bien, pueden darse cuenta claramente de la distancia que existe entre la resistencia –que separa al sujeto de la palabra plena que el análisis espera de él, y que está en función de esa inflexión ansiógena que constituye en su modo más radical, a nivel de intercambio simbólico la transferencia- y ese fenómeno que manejamos técnicamente en el análisis, y que nos parece el resorte energético, como dice Freud, de la transferencia, a saber el amor.

En observaciones sobre el amor de transferencia, Freud no vacila en aplicar a la transferencia el nombre de amor. Tampoco elude Freud el fenómeno amoroso, pasional, en su sentido más concreto, pues hasta llega a decir que no hay, entre la transferencia y lo que en la vida llamamos amor, ninguna distinción verdaderamente esencial. La estructura de ese fenómeno artificial que es la transferencia y la del fenómeno espontáneo que llamamos amor y, muy precisamente, amor-pasión, son en el plano psíquico equivalentes.

No hay por parte de Freud evitación alguna del fenómeno, ninguna tentativa de disolver lo escabroso en algo que sería del orden del simbolismo, en el sentido en que se lo entiende habitualmente: lo ilusorio, lo irreal. La transferencia es el amor.

Nuestras reuniones girarán ahora en torno al amor de transferencia, con lo cual pondremos término al estudio de los Escritos Técnicos. Esto nos llevará al corazón de esa otra noción, que aquí intento introducir, y sin la cual no es posible efectuar una justa repartición de lo que manejamos en nuestra experiencia: la función de lo imaginario.

No crean que esta función de lo imaginario está ausente de los textos de Freud. Así como tampoco está ausente la función simbólica. Simplemente Freud n ola colocó en primer plano, ni la destacó en todos los puntos en que puede hallársela. Cuando estudiemos Introducción al narcisismo, verán que, para designar la diferencia entre la demencia precoz, esquizofrenia, psicosis y neurosis, la única definición que Freud mismo encuentra es la siguiente, que quizá resultará sorprendente para algunos de ustedes. También el histérico o el neurótico obsesivo al igual que el psicótico, en tanto la influencia de la enfermedad los domina, pierden su relación con la realidad y, sin embargo, el análisis nos demuestra que han roto su relación erótica con las personas y las cosas. La conservan en su fantasma, esto es, han sustituido los objetos reales por otros imaginarios basados en recuerdos o han mezclado ambos –recuerden nuestro esquema de la vez pasada- y, por otro lado, han renunciado a realizar los actos motores necesarios para la consecución de sus fines con tales objetos. Sólo a este estado podemos denominar con propiedad «introversión» de la libido, concepto utilizado diferentemente. Parece haber retirado realmente su libido de las personas y cosas del mundo exterior, sin haberlas sustituido por otras en sus fantasmas. Ello significa que, en efecto, recrea ese mundo imaginativo. Cuando en algún caso hallamos tal sustitución, es siempre de carácter secundario y corresponde a una tentativa de curación que quiere volver a llevar la libido a su objeto.

Entramos aquí en la distinción esencial que debe efectuarse entre neurosis y psicosis, en cuanto al funcionamiento de lo imaginario;” (p.142-143)

Parte 2. Capítulo VIII.

“Si la palabra alucinación significa algo, es ese sentimiento de realidad. En la alucinación hay algo que el paciete asume, verdaderamente como real.

Saben ustedes cuán problemático sigue siendo esto, incluso en una psicosis alucinatoria…; en esto radia el problema de la psicosis”. p. 163

***

Al comienzo, tal como usted lo describió, cuando quería alcanzar un objeto no podía asirlo más que con un único gesto. Si ese gesto fallaba, debía volver a empezar desde el principio. Por lo tanto controla la adaptación visual, pero sufre perturbaciones de la noción de distancia. Este niño salvaje puede –como un animalito bien organizado- atrapar lo que desea. Pero si hay fallo o lapsus del acto, sólo puede corregir volviendo a empezar todo. En consecuencia, podemos decir que en este niño no parece haber ni un déficit ni un retraso ligado al sistema piramidal, nos hallamos ante manifestaciones de las fallas de las funciones de síntesis del yo, en el sentido en que entendemos el yo en la teoría psicoanalítica.

La ausencia de atención, la agitación inarticulada que usted también notó al comienzo, deben igualmente ser referidas a desfallecimientos de las funciones del yo. Es además preciso observar que, en ciertos aspectos, la teoría psicoanalítica llega a hacer de la función del dormir una función del yo.

(…). No dejo de vincular directamente la atipia de su dormir con el carácter anómalo de su desarrollo, cuyo retraso se sitúa precisamente en el plano de lo imaginario, en el plano del yo como función imaginaria. Esta observación nos muestra que, a partir de un tal retraso del desarrollo imaginario, aparecen perturbaciones de ciertas funciones, aparentemente inferiores a lo que podemos llamar el nivel superestructural.

En la relación entre la maduración estrictamente sensoriomotriz y las funciones de dominio imaginario en el sujeto radica el enorme interés de este caso. Todo el problema reside ahí. Se trata de saber en qué medida esta articulación es la que está en juego en la esquizofrenia.

Según nuestra inclinación, y en función de cómo cada uno de nosotros concibe la esquizofrenia, su mecanismo, su resorte esencial, podremos o no situar este caso en el marco de una afección esquizofrénica.

Ciertamente no se trata de una esquizofrenia en el sentido de un estado, en la medida en que usted nos muestra su significación y movilidad. Pero hay allí una estructura esquizofrénica de relación con el mundo y un conjunto de fenómenos que, eventualmente podríamos vincular con la serie catatónica. No hay ningún síntoma de ello en sentido estricto, sólo podemos pues situar el caso en este cuadro –como lo hace Lang- para situarlo de modo aproximativo. Pero ciertas deficiencias, ciertas carencias de adaptación humana, abren hacia algo que más tarde, analógicamente, se presentará como una esquizofrenia.

(…). Que se trata de fenómenos de orden psicótico o más exactamente, de fenómenos que pueden culminar en una psicosis, no me cabe duda.” P-164, 165, 166

Parte 1. Capítulo IX.

“Nos hemos visto llevados a enfatizar esa faz de la resistencia que se sitúa en el mismo nivel de la emisión de la palabra. La palabra puede expresar el ser del sujeto, pero, hasta cierto punto, nunca lo logra. Ha llegado ahora el momento de formular esta pregunta: ¿Cómo se sitúan, respecto a la palabra, todos esos efectos, todas esas referencias imaginarias habitualmente evocadas cuando quiere definirse la acción de la transferencia en la experiencia analítica? Ustedes se han dado cuenta claramente que todo esto no es obvio.

La palabra plena es la que apunta, la que forma la verdad tal y como ella se establece en el reconocimiento del uno por el otro. La palabra plena es la palabra que hace acto. Tras su emergencia, uno de los sujetos ya no es lo que era antes. Por ello, esta dimensión no puede ser eludida en la experiencia analítica” p.167-168

***

“Debe existir pues algo diferente del adoctrinamiento que explique la eficacia de las intervenciones del analista. Es lo que la experiencia demostró como eficaz en la acción de la transferencia…en la acción de la transferencia.

Aquí empieza la opacidad, finalmente, ¿qué es la transferencia?

La transferencia eficaz de la que hablamos es, simplemente, en su esencia, el acto de la palabra. Cada vez que un hombre habla a otro de modo auténtico y pleno hay, en el sentido propio del término, transferencia, transferencia simbólica: algo sucede que cambia la naturaleza de los dos seres que están presentes.

Sin embargo, esta es una transferencia diferente a la que se presentó primero en el análisis, no sólo como problema, sino como obstáculo. En efecto, esta función debe situarse en el plano imaginario. Para precisarla se forjaron las funciones que ustedes conocen, repetición de las antiguas situaciones, repetición inconsciente, puesta en acto de la reintegración de la historia –historia en el sentido opuesto al que yo promuevo, ya que se trata aquí de una reintegración imaginaria: la situación pasada solo es vivida en el presente, a pesar del sujeto, en la medida en que la dimensión histórica es para él desconocida –observen bien que no dije inconsciente. Todas estas nociones son introducidas para definir lo que observamos, y adquieren valor a partir de la comprobación empírica que tienen asegurada. Pero no por ello revelan la razón, la función, la significación de lo que observamos en lo real.” P.170

***

“No podemos dejar de ver que uno de los problemas más importantes de la teoría analítica consiste en saber cuál es la relación existente entre los vínculos de transferencia y las características positivas, o negativas de la relación amorosa.

(…). En suma, este asunto está a la orden del día desde los años 20 más o menos (…). Desde esa época, nunca se hizo otra cosa más que interrogarse sobre la utilidad de la función de la transferencia en el manejo que hacemos de la subjetividad de nuestro paciente. Hemos aislado incluso algo que llega al punto de llamarse no sólo neurosis de transferencia –etiqueta nosológica que designa lo que afecta al sujeto – sino neurosis secundaria, neurosis artificial, actualización en la transferencia, neurosis que anuda en los hilos a la persona imaginaria del analista.” P.171-172

***

“Las opiniones que se manifiestan en las discusiones acerca de la naturaleza del vínculo imaginario establecido en la transferencia tienen una íntima relación con la noción de la relación objetal.

Esta última noción está ahora en el primer plano de la elaboración analítica. Pero ustedes saben cuán vacilante es también la teoría sobre este punto.” p. 172-173

***

“Es así como, desde siempre, la cuestión del amor de transferencia ha estado ligada, demasiado estrechamente, a la elaboración analítica de la noción de amor. No se trata del amor en tanto Eros – presencia universal del poder de vinculación entre los sujetos, subyacente a toda la realidad en la que el análisis se desplaza- sino del amor-pasión, tal como concretamente lo vive el sujeto, cual si fuese una catástrofe psicológica. Saben que se plantea entonces la cuestión de saber cómo está vinculado este amor-pasión en su fundamento, con la relación analítica.” P.173-174

***

“El amor imaginario participa en el fondo de la ilusión (…) ¿qué es este amor que interviene como resorte imaginario en el análisis? (…)

Pues bien, para nosotros se trata de localizar la estructura que articula la relación narcisista, la función del amor en su generalidad y la transferencia en su eficacia práctica” p.174

***

“Prefiero dejar, a la noción de transferencia, su totalidad empírica, señalando que es plurivalente y que interviene a la vez en varios registros: en el simbólico, en el imaginario y en el real.” p.175

Parte 2. Capítulo IX.

“Por este hecho, Freud es llevado a concebir el narcisismo como un proceso secundario. Una unidad comparable al yo no existe en el origen, nicht von Anfang, no está presente desde el comienzo en el individuo, y el Ich debe desarrollarse, entwickeln werden. En cambio las pulsiones autoeróticas están allí desde el comienzo.

Quienes ya están iniciados en mi enseñanza, verán que esta idea confirma la utilidad de mi concepción del estadio del espejo. El Urbild, unidad comparable al yo, se constituye en un momento determinado de la historia del sujeto, a partir del cual el yo empieza a adquirir sus funciones. Vale decir que el yo humano se constituye sobre el fundamento de la relación imaginaria. La función del yo –escribe Freud- debe tener eine neue psichiche…Gestalt. En el desarrollo del psiquismo aparece algo nuevo, cuya función es dar forma al narcisismo. ¿No es esto acaso marcar el origen imaginario de la función del yo?

En las dos o tres próximas conferencias, explicaré con mayor precisión qué utilización, a la vez limitada y múltiple, debe hacerse del estadio del espejo. Les enseñaré, por primera vez siguiendo los textos de Freud, que en ese estadio están implicados dos registros. Finalmente, si la vez pasada señalé que la función imaginaria contenía la pluralidad de las vivencias del individuo, demostraré que no podemos limitarla sólo a esto, a causa de la necesidad de distinguir entre neurosis y psicosis.” P.178

Parte 3. Capítulo IX.

“Para Freud se trata de captar la diferencia de estructura existente entre la retracción de la realidad que observamos en la neurosis y la que observamos en la psicosis. Una de las principales distinciones se establece de modo sorprendente, al menos para quienes no mantienen un contacto estrecho con estos problemas.

En el desconocimiento, la negativa, la barrera que el neurótico opone a la realidad, comprobamos que recurre a la fantasía. Hay aquí función y en el vocabulario de Freud, esto no puede remitir sino al registro imaginario. Sabemos hasta qué punto las personas y las cosas del entorno del neurótico cambian totalmente de valor, y lo hacen en relación a una función que nada nos impide llamar imaginaria, sin ir más allá de su uso común en el lenguaje. Imaginaria se refiere aquí, primero, ala relación del sujeto con sus identificaciones formadoras, este es el pleno sentido del término imagen en análisis; segundo, a la relación del sujeto con lo real, cuya característica es la de ser ilusoria: es este el aspecto de la función imaginaria destacado más frecuentemente.

Ahora bien, con razón o sin ella, poco importa por el momento, Freud señala que en la psicosis no sucede nada semejante. Cuando el sujeto psicótico pierde la realización de lo real no vuelve a encontrar ninguna sustitución imaginaria. Esto es lo que lo distingue del neurótico.

A primera vista esta concepción puede ser extraordinaria. Se dan cuenta que es preciso avanzar aquí un paso en la conceptualización para seguir el razonamiento de Freud. Una de las conceptualizaciones más difundidas es que el sujeto delirante sueña, que está plenamente en lo imaginario. Es preciso entonces que, en la concepción del Freud, la función de lo imaginario no sea la función de lo irreal, Si no, no se comprendería por qué Freud negaría al psicótico el acceso a lo imaginario. Y como por lo general sabe lo que dice, deberemos intentar elaborar qué es lo que quiere decir sobre este punto.

Esto nos introducirá en una elaboración coherente de las relaciones entre lo imaginario y lo simbólico, puesto que es uno de los puntos sobre los que Freud fundamenta más categóricamente esta diferencia de estructura. Cuando el psicótico reconstruye su mundo ¿qué es lo primero que catectiza? Verán por qué vía, inesperada para muchos de ustedes, nos internaremos; lo primero que catectiza son las palabras. No pueden dejar de reconocer aquí la categoría de lo simbólico.

Penetremos más a fondo en lo que esta crítica esboza. Veremos que la estructura propia del psicótico podría situarse en un irreal simbólico, o en un simbólico marcado de irreal.

La función de lo imaginario está en un lugar muy diferente.

Espero que empiecen a percibir la diferencia existente entre Freud y Jung en la aprehensión de la posición de las psicosis. Para Jung, los dos dominios –lo simbólico y lo imaginario- están en ellas completamente confundidos; mientras que una de las primeras articulaciones que el artículo de Freud permite destacar es la estricta distinción entre ambos.” P.180-181

Parte 1. Capítulo X.

“¿Cuál es el resorte concreto que determina la puesta en funcionamiento de la inmensa maquinaria sexual? ¿Cuál es su desencadénate, tal como lo expresa Tinbergen después de Lorenz? No es la realidad del compañero sexual, la particularidad de un individuo, sino algo que tiene una estrecha relación con lo que acabo de llamar el tipo: a saber, una imagen.

Los etólogos demuestran cómo existe, en el funcionamiento de los mecanismos de pareo, el predominio de una imagen que aparece en forma de fenotipo transitorio, por modificaciones de su aspecto exterior, cuya aparición sirve como señal –como señal construida, es decir, como Gestalt– y pone en marcha los comportamientos de la reproducción. El embrague mecánico del instinto sexual esta cristalizado entonces, esencialmente, en base a una relación de imágenes, en base a una relación –llego aquí al término que esperan- imaginaria. Este es el marco de referencia en el cual debemos articular las Libido-Triebe y las Ich Triebe.

La pulsión libidinal está centrada en la función de lo imaginario.

Esto no quiere decir, como una transposición idealista y moralizante de la doctrina analítica quiso hacerlo creer, que el sujeto progresa en los imaginario hacia un estado ideal de genitalidad que sería la sanción, y el resorte último del establecimiento de lo real.” P.188

***

“¿Hacia dónde apunto? A coincidir con esa experiencia fundamental que nos aporta la elaboración actual acerca del ciclo del comportamiento sexual, que muestra que en él, el sujeto es esencialmente engañadizo.

Por ejemplo, es preciso que el picón macho adquiera bellos colores, en el vientre o en la espalda, para que comience la danza de copulación con la hembra. Pero podemos muy bien hacer una figura que, aunque poco pulida, tenga exactamente el mismo efecto sobre la hembra, a condición de que lleve ciertas marcas: Merkzeichen. Los comportamientos sexuales son especialmente engañadizos. Es esta una enseñanza importante para elaborar, nosotros, la estructura de las perversiones y las neurosis.” P.189

Parte 2. Capítulo X.

[ Comentarios de Lacan sobre el esquema óptico]

Punto 2

Desde el principio (P.190) hasta iniciar Respuesta a una intervención del Dr. Granoff…(P.194)

“Puesto que hemos llegado hasta aquí, voy a introducir un complemento en el esquema que les presenté en el cursillo sobre la tópica de lo imaginario.

Les indiqué que este modelo está en la línea misma de los modelos de Freud, Freud explica en varios sitios, especialmente en la Traumdeutung y el Abriss que las instancias psíquicas fundamentales deben concebirse en su mayor parte, como representantes de lo que sucede en un aparato fotográfico: es decir, como l as imágenes virtuales o reales, producidas por su funcionamiento. El aparato orgánico representa el mecanismo del aparato, y lo que aprehendemos son sus imágenes. Sus funciones no son homogéneas, ya que una imagen real y una imagen virtual son diferentes. Las instancias que Freud elabora no deben considerarse como sustanciales, epifenoménicas, respecto a la modificación del aparato mismo. Las instancias deben pues interpretarse mediante un esquema óptico. Concepción que Freud indicó, pero que nunca llegó a materializar.

Ven ustedes, a la izquierda, el espejo cóncavo gracias al cual se produce el fenómeno del ramillete invertido; aquí por comodidad, lo he transformado en florero invertido. El florero está en la caja y el ramillete encima.

El floreo será reproducido por el juego de reflexión de los rayos por una imagen real, no virtual, que el ojo puede enfocar. Si el ojo se acomoda a nivel de las flores que hemos dispuesto, verán la imagen real del florero rodeando el ramillete, confiriéndole estilo y unidad; reflejo de la unidad del cuerpo.

Para que la imagen tenga cierta consistencia, es necesario que sea verdaderamente una imagen. ¿Cuál es la definición de imagen en óptica? A cada punto del objeto le corresponde un punto dela imagen, y todos los rayos provenientes de un punto deben cruzarse en un punto único en algún lado. Un aparato óptico sólo se define por la convergencia unívoca o biunívoca de los rayo; como se dice en axiomática.

Si el aparato cóncavo está aquí, donde estoy yo, y el pequeño montaje de prestigitador está más allá e la mesa, la imagen no se podrá ver con suficiente nitidez como para producir una ilusión de realidad, una ilusión real. Es preciso que ustedes se encuentren ubicados en cierto ángulo. Podríamos distinguir sin duda, a partir de las diferentes posiciones del ojo que mira, cierto número de casos que tal vez nos permitirán comprender las diferentes posiciones del sujeto en relación a la realidad.

Es cierto que un sujeto no es un ojo, ya lo he dicho. Pero como estamos en lo imaginario, donde el ojo tiene mucha importancia, este modelo puede aplicarse.

Alguien introdujo la cuestión de dos narcisismos. Se dan cuenta de que en efecto de eso se trata: dela relación entre la constitución de la realidad y la forma del cuerpo, que de un modo más o menos apropiado, Mannoni ha llamado ontológica.

Volvamos primero al espejo cóncavo, podríamos proyectar sobre él probablemente todo tipo de cosas, ya se los indiqué, de sentido orgánico y, en particular, el córtex. Pero no sustancialicemos tan rápido, pues no se trata aquí, lo verán enseguida, de una pura y simple elaboración del hombrecito –que-está-en el-hombre. Si yo aún estuviera haciendo el-hombrecito-que-está-en-el-hombre, no veo por qué razón estaría siempre criticándolo. Y si lo admito es por alguna razón.

Pasemos al ojo, ese ojo hipotético del que les he hablado, pongámoslo en algún sitio entre el espejo cóncavo y el objeto.

Para que este ojo tenga exactamente la ilusión del florero invertido, es decir,, para que lo vea en óptimas condiciones, como si estuviera en el fondo de la sala, hace falta y basta una sola cosa: que hubiera, más o menos en la mitad de la sala, un espejo plano.

En otros términos, si colocamos en la mitad de la sala un espejo, al adosarme al espejo cóncavo, veré la imagen del florero tan nítidamente como si estuviera en el fondo de la sala, aunque no la vea directamente. ¿Qué veré en el espejo? Primero, mi propia cara, allí donde ella no está. En segundo lugar, en un punto simétrico al punto donde está la imagen real, veré aparecer esa imagen real como imagen virtual. ¿Se dan cuenta? No es difícil entenderlo, al volver sus casas colóquense ante un espejo, pongan una mano ante ustedes…

Este pequeño esquema no es más que una elaboración muy simple de lo que desde hace años intento explicarles con el estadio del espejo.

Hace un momento, Mannoni hablaba de dos narcisismos. En efecto, existe en primer lugar un narcisismo en relación a la imagen corporal. Esta imagen es idéntica para el conjunto de los mecanismos del sujeto y confiere su forma a su Umwelt, en tanto es hombre y no caballo. Ella hace la unidad del sujeto, la vemos proyectarse de mil maneras, hasta en lo que podemos llamar la fuente imaginaria del simbolismo, que es aquello a través de lo cual el simbolismo se enlaza con el sentimiento, on el Selbstgefühl que el ser humano, el mensch, tiene de su propio cuerpo.

Este primer narcisismo se sitúa, si quieren, a nivel de la imagen real de mi esquema, en tanto esta imagen permite organizar el conjunto de la realidad en cierto número de marcos preformados.

Desde luego, este funcionamiento es completamente diferente en el hombre y en el animal, este último está adaptado a un Umwelt uniforme. Hay en él ciertas correspondencias preestablecidas entre su estructura imaginaria y lo que le interesa en su Umwelt; es decir, lo que es importante para la perpetuación de los individuos, ellos mismos función de la perpetuación típica de la especie. En el hombre, por el contrario, la reflexión en el espejo representa una posibilidad noética original, e introduce un segundo narcisismo: Su pattern Fundamental es de inmediato la relación con el otro.

El otro tiene para el hombre un valor cautivador, dada la anticiáción que representa la imagen unitaria tal como ella es percibida en el espejo, o bien en la realidad toda del semejante.

El otro, el alter ego, se confunde en mayor o menor grado, según las etapas de la vida, con el Ich –Ideal, ese Ideal del yo, constantemente invocado en el artículo de Freud. La identificación narcisista –la palabra identificación, indiferenciada, es inutilizable- la del segundo narcisismo es la identificación al otro que, en el caso normal, permite al hombre situar con precisión su relación imaginaria y libidinal con el mundo en general. Esto es lo que le permite ver en su lugar, y estructurar su ser en función de ese lugar y de su mundo. Mannoni dijo ontológico hace un rato, ¿por qué no? Yo diría exactamente: su ser libidinal. El sujeto ve su ser en una reflexión en relación al otro, es decir en relación al Ich-Ideal.

Observen ustedes que es preciso diferenciar las funciones del yo –por una parte, desempeñan para el hombre, como para todos los demás seres vivos, un papel fundamental en la estructuración de la realidad-, por otra, debe pasar en el hombre por esa alienación fundamental que constituye la imagen reflejada de sí mismo que es el Ur-Ich; forma originaria tanto del Ich-Ideal como de la relación con el otro.

¿Resulta esto suficientemente claro? Ya les había dado un primer elemento del esquema, hoy les proporciono otro: la relación reflexiva con el otro. Enseguida verán para qué sirve este esquema. Piensen que no lo traje por el puro placer de hacer construcciones divertidas. Será extremadamente útil, pues permitirá situar casi todas las cuestiones clínicas, concretas, que plantea la función de los imaginario, y en particular esas cargas libidinales que, cuando se las maneja, se termina por no comprender ya qué quieren decir.” P.190, 191, 192, 193, 194.

***

“La estricta equivalencia entre objeto e ideal del yo en la relación amorosa, es una de las nociones más fundamentales de la obra de Freud: la encontramos a cada paso, una y otra vez. En la carga amorosa el objeto amado equivale, estrictamente, debido a la captación del objeto que opera, al ideal del yo. Por esta razón existe en la sugestión, en la hipnosis, esa función económica tan importante que es el estado de dependencia, verdadera perversión de la realidad por fascinación ante el objeto amado y su sobrestimación.

Pues bien, no pueden dejar de percibir la contradicción existente entre esta noción del amor y ciertas concepciones míticas de la ascesis libidinal del psicoanálisis. Estas plantean, como culminación de la maduración afectiva, no sé qué fusión, qué comunión, entre la genitalidad y la constitución de lo real. No digo que no haya allí algo esencial para la constitución de la realidad, pero es necesario aún comprender cómo funciona. Porque, o uno o lo otro: o el amor es lo que Freud describe, función imaginaria en su fundamento, o bien es el fundamento y la base del mundo. Así como hay dos narcisismos debe haber dos amores, Eros y Agape.” P.194

Parte 1. Capítulo XI.

“El comentario esencial de Freud es que resulta casi indiferente que una elaboración de la libido –saben lo difícil que es traducir Verarbeitung y elaboración no es totalmente adecuado- se produzca sobre objetos reales u objetos imaginarios. La diferencia sólo aparece más tarde, cuando la orientación de la libido se efectúa sobre objetos irreales. Esto conduce a Stauung, a embalsar la libido, lo cual nos introduce al carácter imaginario del ego, puesto que se trata de su libido.” P.199

“La noción de Anlehnung no carece de relación con la noción de dependencia desarrollada posteriormente. Pero es una noción más amplia y más rica. Freud hace una lista de los diferentes tipos de fijación amorosa, que excluye toda referencia a lo que podría llamase una relación madura, ese mito del psicoanálisis. Existe ante todo, en el campo de la fijación amorosa, de la Verliebtheit, el tipo narcisístico. Está fijado pues se ama primero, lo que uno mismo es, vale decir, como Freud lo precisa entre paréntesis, uno mismo; segundo, por lo que uno ha sido; tercero, por lo que uno quisiera ser; y cuarto, la persona que fue una parte del propio yo. Es el Narzissmustypus.

El Anlehnungstypus no es menos imaginario, pues está fundado también en una inversión de identificación. El sujeto se ubica entonces en una situación primitiva. Ama a la mujer que alimenta y al hombre que protege.” P.201

***

“Se trata aquí de la seducción que ejerce el narcisismo. Freud señala lo fascinante y satisfactorio que es, para todo ser humano, la aprehensión de un ser que presenta las características de ese mundo clausurado, cerrado sobre sí mismo, satisfecho, pleno, que representa el tipo narcisístico. La compara con la seducción soberana que ejerce un bello animal.” P.202

***

“Y Freud emplea aquí Ich-Ideal, que es exactamente simétrico y opuesto a Ideal-Ich. Signo de que Freud designa aquí dos funciones diferentes. ¿Qué quiere decir esto?…”p.203

“Uno está en el plano de lo imaginario, el otro en el plano de lo simbólico, ya que la exigencia del Ich-ideal encuentra su lugar en el conjunto de las exigencias de la ley.” P.204

***

“Sí, estamos en la estructuración. Exactamente allí donde se desarrolla toda la experiencia analítica, en la unión de lo imaginario y lo simbólico. Hace un rato, Leclaire planteó el interrogante acerca de la función de la imagen, y la función de, lo que él llamó la idea. Sabemos bien que la idea nunca vive sola. Vive con todas las otras ideas, ya nos lo enseño Platón.” P.208

Parte 2. Capítulo XI.

“Digamos que en el mundo animal, todo el ciclo del comportamiento sexual está dominado por lo imaginario. Por otra parte, es en el comportamiento sexual donde se manifiesta la mayor posibilidad de desplazamiento, incluso en el animal. Lo empleamos ya a título experimental cuando le presentamos al animal una trampa, una falsa imagen, un compañero macho que no es más que una sombra provista de sus características principales. En ocasión de las manifestaciones del fenotipo que, n muchas especies, se produce en el momento biológico que llama al comportamiento sexual. La posibilidad de desplazamiento, la dimensión imaginaria, ilusoria, es esencial a todo lo que pertenece al orden de los comportamientos sexuales.

¿Sucede o no lo mismo en el hombre? Esta imagen podría ser ese Ideal-Ich del que hablábamos hace un rato. ¿Por qué no? No obstante, no se nos ocurre llamara Ideal-Ich a esta trampa. ¿Dónde situarlo entonces? Aquí se revelan los méritos de mi aparatito.” P. 210 – Se refiere a su esquema óptico -.

***

“Como sabemos, las manifestaciones de la función sexual en el hombre se caracterizan por un desorden eminente. Nada se adapta. Esa imagen, en torno a la cual nosotros, psicoanalistas, nos desplazamos, presenta, ya en la neurosis o en la perversión, una especie de fragmentación, de estallido, de despedazamiento, de inadaptación de inadecuación. Existe una especie de juego de escondite entre la imagen y su objeto normal, suponiendo que adoptemos el ideal de una norma en el funcionamiento de la sexualidad ¿Cómo podemos entonces representarnos el mecanismo por el cual esa imaginación en desorden llega finalmente, sin embargo, a cumplir su función? P.21.

***

“¿De qué se trata sino de ver cuál es la función del otro, del otro humano, en la adecuación de lo imaginario y lo real?

Volvemos a encontrar el pequeño esquema. Le añadí en la última reunión un perfeccionamiento que constituye una parte esencial de lo que intento demostrar. La imagen real sólo puede verse de manera consistente en determinado campo del espacio real del aparato, el campo que está delante del aparato constituido por el espejo esférico y el ramillete invertido.

Hemos situado el sujeto en el borde del espejo esférico. Pero sabemos que la visión de una imagen en el espejo plano es exactamente equivalente, para el sujeto, a lo que sería la imagen del objeto real para un espectador que estuviese más allá de ese espejo, en el lugar mismo en que el sujeto ve su imagen. Podemos pues reemplazar el sujeto por un sujeto virtual, SV, situado en el interior del cono que delimita la posibilidad de la ilusión, o sea en el campo x´y´. El aparato que he inventado muestra pues que, estando colocado en un punto muy cercano a la imagen real, puede vérsela no obstante en un espejo en estado de imagen virtual.Esto es lo que se produce en el hombre.

¿Cuál es el resultado? Una simetría muy particular. En efecto, el sujeto virtual, reflejo del otro mítico, es decir, el otro que somos, está allí donde primero hemos visto a nuestro ego: fuera nuestro, en la forma humana. Esta forma está fuera nuestro, no en tanto está hecha para captar un comportamiento sexual, sino en tanto está fundamentalmente vinculada con la impotencia primitiva del ser humano. El ser humano sólo ve su forma realizada, total, el espejismo de sí mismo, fuera de sí mismo. Esta noción no figura aun en el artículo que estudiamos, sólo surgirá más tarde en la obra de Freud.

Lo que el sujeto, que sí existe, ve en el espejo es una imagen nítida o bien fragmentada, inconsistente, incompleta. Esto depende de su posición en relación a la imagen real. Demasiado cerca de los bordes, se ve mal. Todo depende de la incidencia particular del espejo. Sólo en el cono puede obtenerse una imagen nítida.

De la inclinación del espejo depende pues, que veamos, más o menos perfectamente, la imagen. En cuanto al espectador virtual, aquel al cual ustedes sustituyen mediante la ficción del espejo para ver la imagen real, basta que el espejo plano esté inclinado de cierto modo, para que esté en el campo desde donde se ve muy mal. Por este sólo hecho, también ustedes ven muy mal la imagen en el espejo. Digamos que esto representa la difícil acomodación de lo imaginario en el hombre.

Podemos suponer ahora que la inclinación del espejo plano está dirigida por la voz del otro. Esto no existe a nivel del estadio del espejo, sino que se ha realizado posteriormente en nuestra relación con el otro en su conjunto: la relación simbólica. Pueden comprender entonces que la regulación de lo imaginario depende de algo que está situado de modo trascendente –como diría Hyppolite—siendo lo trascendente en esta ocasión ni más ni menos que el vínculo simbólico entre los seres humanos.

¿Qué es el vínculo simbólico? Para poner los puntos sobre las íes, digamos que, socialmente nos definimos por intermedio de la ley. Situamos a través del intercambio de símbolos, nuestros diferentes yos los unos respecto a los otros: usted es Mannoni y, yo, Jacques Lacan; estamos en cierta relación simbólica que es compleja, según los diferentes planos en que nos coloquemos, según estemos juntos en la comisaría, en esta sala o de viaje.

En otros términos, la relación simbólica define la posición del sujeto como vidente. La palabra, la función simbólica, define el mayor o menor grado de perfección, de completitud, de aproximación de lo imaginario. La distinción se efectúa en esta representación entre el Ideal-ich y el Ich-Ideal, entre yo ideal e ideal del yo. El ideal del yo dirige el juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro. Y de esta relación con el otro depende el carácter más o menos satisfactorio de la estructuración imaginaria.

Semejante esquema ilustra que lo imaginario y lo real actúan al mismo nivel. Para comprenderlo, basta perfeccionar un poco más el aparato. Supongan que este espejo es un vidrio. Ustedes se ven en el vidrio y ven los objetos que están más allá. Se trata justamente de eso: de una coincidencia entre ciertas imágenes y lo real. ¿De qué otra cosa hablamos cuando evocamos una realidad oral, anal, genital, es decir, cierta relación entre nuestras imágenes y las imágenes? Hablamos justamente de las imágenes del cuerpo humano, y de la humanización del mundo, su percepción en función de imágenes ligadas a la estructuración del cuerpo. Los objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él, están en el mismo lugar que el objeto imaginario. Lo propio de la imagen es la carga por la libido. Se llama carga libidinal a aquello por lo cual un objeto deviene deseable, es decir, aquello por lo cual se confunde con esa imagen que llevamos en nosotros, de diversos modos, y en forma más o menos estructurada.” P.211, 212, 213,214

***

“Esto representa que en el hombre, no puede establecerse ninguna regulación imaginaria, verdaderamente eficaz y completa, si no es mediante la intervención de otra dimensión. Esto es lo que busca, al menos míticamente, el análisis.

¿Cuál es mi deseo? ¿Cúal es mi posición en la estructuración imaginaria? Esta posición sólo puede concebirse en la medida en que haya un guía que esté más allá de lo imaginario, a nivel del plano simbólico, del intercambio legal, que sólo puede encarnarse a través del intercambio verbal entre los seres humanos. Ese guía que dirige al sujeto es el ideal del yo.

La distinción es absolutamente esencial, y nos permite concebir lo que ocurre en el análisis en el plano imaginario, y que se llama transferencia.

Para captarla – éste es el mérito del texto de Freud – hay que comprender qué es la Verliebtheit, el amor. El amor es un fenómeno que ocurre a nivel de lo imaginario y que provoca una verdadera subducción de lo simbólico, algo así como una anulación, una perturbación de la función del ideal del yo. El amor vuelve a abrir las puertas – como escribe Freud sin ambages — a la perfección.

El Ich-Ideal, el ideal del yo, es el otro en tanto hablante el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica, sublimada, que en nuestro manejo dinámico es a la vez semejante y diferente a la libido imaginaria. El intercambio simbólico es lo que vincula a los seres humanos, o sea la palabra, y en tanto tal permite identificar al sujeto. No hay aquí metáfora: el símbolo da a luz seres inteligentes, como dice Hegel.

El Ich-Ideal, en tanto hablante, puede llegar a situarse en el mundo de los objetos a nivel del Ideal-Ich, o sea en el nivel donde puede producirse esa captación narcisística con que Freud nos machaca los oídos a lo largo de este texto. Observen que en el momento en que se produce esta confusión, no hay ya ninguna regulación posible del aparato. Dicho de otro modo, cuando se está enmorado, se está loco, como lo expresa el lenguaje popular. Quisiera ilustrar aquí la psicología del flechazo. Recuerden a Werther cuando ve por primera vez a Lotte cuidando a un niño. Es una imagen perfectamente satisfactoria del Anlehnungstypus en el plano anaclítico. Esta coincidencia del objeto con la imagen fundamental para el héroe de Goethe, desencadena su apego morta. Habrá que elucidar, la próxima vez, porqué ese apego es fundamentalmente mortal. Esto es el amor. En el amor se ama al propio yo, al propio yo realizado a nivel imaginario.

Nos matamos intentando resolver este problema: ¿cómo puede producirse la transferencia en los neuróticos, tan trabados en el plano del amor? La producción de la transferencia tiene un carácter absolutamente universal, verdaderamente automático, mientras que las exigencias del amor, por el contrario, son, como todos lo saben, tan específicas… No todos los días encontramos lo que está hecho de tal modo que pueda brindarnos justo la imagen de nuestro deseo. ¿Cómo es posible entonces que en la relación analítica la transferencia, de igual naturaleza que el amor – Freud lo dice en el texto que di a examinar a Granoff – se produzca incluso antes, puede decirse, que el análisis haya comenzado? Ciertamente, quizá no sea del todo igual, antes y durante el análisis.” P. 215, 216.

Parte 1. Capítulo 12

“Ya que usted fue quien tuvo la amabilidad de acosarme hoy, no veo porqué no comenzar recordando el tema Hegeliano fundamental: el deseo del hombre es el deseo del otro.

Es esto lo expresado en el modelo del espejo plano. Volvemos a encontrar también aquí el clásico estadio del espejo de Jacques Lacan, ese momento de viraje que aparece en el desarrollo cuando el individuo hace de su propia imagen en el espejo, de él mismo, un ejercicio triunfante. Por ciertas correlaciones de su comportamiento podemos entender que se trata aquí, por vez primera, de una captación anticipada del dominio.” P.222

“El sujeto localiza y reconoce originariamente el deseo por intermedio no sólo de su propia imagen, sino del cuerpo de su semejante. Exactamente en ese momento, se aisla en el ser humano la conciencia en tanto que conciencia de si. Porque reconoce su deseo en el cuerpo del otro el intercambio se efectúa. Es porque su deseo ha pasado del otro lado que él se asimila al cuerpo del otro, se reconoce como cuerpo.” P.223

***

“…Mientras que es indudable que, si hay para nosotros un dato fundamental, anterior incluso a toda emergencia del registro de la conciencia desdichada, este es justamente la distinción entre nuestra conciencia y nuestro cuerpo. Esta distinción hace de nuestro cuerpo algo ficticio, de lo cual nuestra conciencia es incapaz de desligarse, pero del que ella se concibe –tal vez no sean estos los términos más apropiados- como distinta.

La distinción entre conciencia y cuerpo se efectúa en ese brusco intercambio de roles que tiene lugar en la experiencia del espejo cuando se trata del otro.

…nos reconocemos como cuerpo en la medida en que esos otros, indispensables para reconocer nuestro deseo, también tienen un cuerpo, o más exactamente, que nosotros al igual que ellos lo tenemos.” P.223, 224

***

“El cuerpo como deseo despedazado buscándose, y el cuerpo como ideal de sí, vuelven a proyectarse del lado del sujeto como cuerpo despedazado, al mismo tiempo que ve al otro como cuerpo perfecto. Para el sujeto, un cuerpo despedazado es una imagen esencialmente desmembrable de su cuerpo.” P.225

***

“El hombre alcanza la culminación de su libido antes de alcanzar su objeto. Por allí se introduce esa falla especial que se perpetúa en él en la relación con otro, infinitamente más mortal para él que para cualquier otro animal. Esta imagen del amo, que es la que él ve como imagen especular, se confunde, en el hombre, con la imagen de la muerte. El hombre puede estar en presencia del amo absoluto. Lo que está originariamente, se lo hayan o no enseñado, en tanto está sometido a esa imagen” p.226

***

“Entonces, el sujeto adquiere conciencia de su deseo en el otro, por intermedio de la imagen del otro; imagen del otro que le proporciona el espectro de su propio dominio. Así como es harto frecuente que en nuestros razonamientos científicos reduzcamos el sujeto a un ojo, también podríamos reducirlo a un personaje instantáneo captado en relación a la imagen anticipada de si mismo, independientemente de su evolución. Pero resulta que se trata de un ser humano, que ha nacido en estado de impotencia y al que, muy precozmente, las palabras, el lenguaje, le han servido de llamado, y de los más miserables cuando de sus gritos dependía su alimeto.” P.235

***

“Para concebir la incidencia de la relación simbólica en mi pequeño modelo, basta suponer que lo que produce los virajes del espejo –los que presentarán al sujeto, en el otro, en el otro absoluto, diferentes figuras de su deseo—es la intervención de las relaciones de lenguaje. Hay conexión entre la dimensión imaginaria y el sistema simbólico, en la medida en que en él se inscribe la historia del sujeto, no el Entwickelung, el desarrollo, sino la Geschichte, o sea aquello en lo que el sujeto se reconoce correlativamente, en el pasado y en el porvenir.” P.237

Parte 2 capítulo 13

“Cuando Freud habla del ego, o se trata en absoluto de algo incisivo determinante, imperativo que podríamos confundir con lo que la psicología académica denomina instancias superiores. Freud señala que debe tener una relación muy estrecha con la superficie del cuerpo. No se trata de la superficie sensible, sensorial, impresionada, sino de esa superficie en tanto está reflejada en una forma. No hay forma sin superficie; una forma se define por una superficie: por la diferencia en lo idéntico, es decir, por la superficie.

La imagen de la forma del otro es asumida por el sujeto.

Está situada en su interior, es gracias a esta superficie que, en la psicología humana, se introduce esa relación del adentro con el afuera por la cual el sujeto se sabe, se conoce como cuerpo.

Por otra parte, ésta es la única diferencia verdaderamente fundamental entre la psicología humana y la psicología animal. El hombre sabe que es un cuerpo, cuando en realidad no hay ninguna razón para que lo sepa, puesto que está en su interior. También el animal está en su interior, pero no tenemos razón alguna para pensar que se lo representa así.

El hombre se aprehende como cuerpo, como forma vacía del cuerpo, en un movimiento de báscula, de intercambio con el otro. Asimismo aprenderá a reconocer invertido en el otro todo lo que en él está entonces en estado de puro deseo, deseo originario, inconstituido y confuso, deseo que se expresa en el vagido del niño. Aprenderá, pues aún no lo ha aprendido, tan sólo cuando pongamos en juego la comunicación.” P.253

“En el origen, antes del lenguaje, el deseo sólo existe en el plano único de la relación imaginaria del estadio especular; existe proyectado, alienado en el otro. La tensión que provoca no tiene salida. Es decir que no tiene otra salida—Hegel lo enseña– que la destrucción del otro” p. 253, 254

***

Punto 4 capítulo 13

“La relación imaginaria primordial brinda el marco fundamental de todo erotismo posible. El objeto de Eros en tanto tal deberá someterse a esta condición. La relación objetal siempre debe someterse al marco narcisista e inscribirse en él. Ciertamente, lo trasciende, pero lo hace de modo tal que resulta imposible su realización en el plano imaginario. Esto constituye para el sujeto, la necesidad de lo que llamaré amor.” P.259

Parte 1 capítulo 14

“En el sujeto humano, el deseo es realizado en el otro, por el otro –en casa del otro, como dijo el Dr. Pujols –. Es éste el segundo tiempo, el tiempo especular, el momento en que el sujeto ha integrado la forma del yo. Pero sólo pudo integrarla después de un primer juego de báscula, por el cual, precisamente, cambio su yo por ese deseo que ve en el otro. A partir de entonces, el deseo del otro, que es el deseo del hombre, entra en la mediatización del lenguaje. Es en el otro, por el otro, que el deseo es nombrado. Entra en la relación simbólica del yo (je) y el tú, en una relación de reconocimiento recíproco y de trascendencia, en el orden de una ley ya preparada para incluir la historia de cada individuo.” P.263

***

“Resumiendo. A la proyección de la imagen le sigue constantemente la del deseo. Correlativamente, hay re-introyección del deseo. Movimiento de báscula, juego en espejo. Por supuesto, esta articulación no se produce una sola vez. Se repite. Y en el curso de este ciclo, el niño re-integra, re-asume sus deseos.” P.265

***

Parte 2 capítulo 14

“Sea lo que fuere, si la libido primitiva está relacionada con el estado prematuro, la segunda libido es de naturaleza diferente. Va más allá, responde a una primera maduración del deseo, sino del desarrollo vital. Al menos es lo que debemos suponer, a fin de que la teoría se mantenga en pie y que la experiencia pueda ser explicada. Hay aquí un cambio radical de nivel en la relación del ser humano con la imagen, con el otro. Es el pivote de lo que se llama la maduración, en torno al cual gira todo el drama edípico. Es el correlato instintual de lo que en el Edipo ocurre en el plano situacional.” P.267

***

“La ruptura de las amarras de la palabra permite que el sujeto vea, al menos sucesivamente, las diversas partes de su imagen, y que obtenga lo que podemos una proyección narcisista máxima. En este sentido, el análisis es aún bastante rudimentario, puesto que consiste, es preciso decirlo, en soltar todo, viendo luego lo que esto producirá. No es inconcebible que las cosas hubieran podido, podrían ser conducidas de otro modo. Pero es evidente que esto solo puede tender a producir al máximo la revelación narcisista en el plano imaginario.” P.269, 270

Parte 1 capítulo 15

“En ese momento, el deseo es sentido por el sujeto, y no puede sentirlo sin contar con la conjunción de la palabra. Este es un momento de pura angustia, y nada más. El deseo emerge en una confrontación con la imagen. Cuando esta imagen que había sido des-completada, se completa, cuando surge la faceta imaginaria que no estaba integrada, que estaba suprimida, entonces aparece la angustia. Este es el punto fecundo.” P.278, 279

***

“Una vez realizado el número de vueltas necesarias para que aparezcan los objetos del sujeto, y para que su historia imaginaria sea completada, una vez nombrados y reintegrados los deseos sucesivos, tensionarios, suspendidos, angustiantes del sujeto, sin embargo, no todo está terminado. Lo que primero estuvo en O, y luego en O´, y después de nuevo en O, debe trasladarse ahora al sistema completado de los símbolos. Así lo exige la salida del análisis.

¿Dónde se detendrá esta remisión? Deberíamos impulsar la intervención analítica hasta entablar diálogos fundamentales sobre la valentía y la justicia, siguiendo así la gran tradición dialéctica?

Esta es una pregunta. No es fácil responderla porque, a decir verdad, el hombre contemporáneo se ha vuelto singularmente poco hábil para abordar estos grandes temas. Prefiere resolver las cosas en términos de conducta, adaptación, moral de grupo y otras pamplinas. De ahí la gravedad del problema que plantea la formación humana del analista.” P.293, 294

Parte 3 capítulo 17

“Contrariamente a lo que se cree desde el comienzo, para el niño, están lo simbólico y lo real. La totalidad de lo que vemos componerse, enriquecerse y diversificarse en el registro de lo imaginario parte de esos dos polos. Si creen ustedes que el niño está más cautivo de lo imaginario que de lo demás, en cierto sentido tienen razón. Lo imaginario está ahí. Pero nos es totalmente inaccesible. Sólo es accesible a partir de sus realizaciones en el adulto.” P.319

Parte 1 capítulo 18

“Incesante báscula del espejuelo que, a cada instante, da una vuelta completa sobre sí mismo: el sujeto se agota en la persecución del deseo del otro, que jamás podrá captar como su propio deseo, porque su propio deseo es el deseo del otro. Se persigue a si mismo. En esto radica el drama de esa pasión celosa que también es una forma de relación subjetiva imaginaria.” P.323

“A fin de cuentas, gran parte de la experiencia analítica no es más que esto: la exploración de los callejones sin salida de la experiencia imaginaria, de sus prolongaciones que no son innumerables pues descansan en la estructura misma del cuerpo en tanto que ella define como tal, una topografía concreta. En la historia del sujeto, o más bien en su desarrollo, aparecen ciertos momentos fecundos, temporalizados, en los que se revelan los diferentes estilos de frustración. Son los huecos, las fallas, las hiancias aparecidas en el desarrollo las que definen estos momentos fecundos.” P.324

***

Parte 2 capítulo 18

“La relación del amo y el esclavo es un ejemplo límite, puesto que, claro está, el registro imaginario donde se despliega sólo aparece en el límite de nuestra experiencia. La experiencia analítica no es total. Se define en otro plano que el plano imaginario: en el plano simbólico.” P.325

***

Parte 4 capítulo 18

“Esto también despierta ecos en mis oídos. Pero no concibo el fin del análisis del mismo modo. La fórmula de Freud: donde el ello estaba, el yo debe estar, es entendida habitualmente como una grosera especialización, y, a fin de cuentas, se reduce la reconquista analítica del ello a un acto de espejismo. El ego se ve en sí mismo que no es más que su última alienación, tan sólo más perfeccionada que todas las que hasta entonces conoció.” P.338

Parte 3 capítulo 19

“Es muy agradable ver lo lejos que llega el autor y, a la vez, las dificultades que encuentra. Para él, todo sucede a nivel de lo imaginario. Cree que el fundamento de la transferencia es la proyección en la realidad de algo que no está allí. El sujeto exige a su compañero ser una forma, un modelo, por ejemplo, de su padre.” P.348

Parte 1 capítulo 20

“Esa precisión es la siguiente: la función de la transferencia sólo puede ser comprendida en el plano simbólico. Todas las manifestaciones en donde la vemos aparecer, incluso en el dominio de lo imaginario, se ordenan en torno a este punto central”. P.357

Parte 1 capítulo 21

“Para situar los problemas que a ella se refieren, es preciso partir del punto central al que nos ha llevado nuestra investigación dialéctica, a saber, que no se puede explicar la transferencia por una relación dual imaginaria; el motor de su progreso es la palabra.” P.379

***

Parte 3 capítulo 21

“Este esquema presentifica lo siguiente: sólo en la dimensión del ser, y no en la de lo real, pueden inscribirse las tres pasiones fundamentales: en la unión entre lo simbólico y lo imaginario, esa ruptura, esa arista que se llama el amor; en la unión entre lo imaginario y lo real, el odio; en la unión entre lo real y lo simbólico, la ignorancia.” P.394

Parte 2 capítulo 22

“Aprendan a distinguir ahora el amor como pasión imaginaria del don activo que él constituye en el plano simbólico. El amor, el amor de quien desea ser amado, es esencialmente una tentativa de capturar al otro en si mismo, de capturarlo en si mismo como objeto. La primera vez que hablé extensamente del amor narcisista fue -recuerden- en la prolongación misma de la dialéctica de la perversión.” P.401

***

Parte 3 capítulo 22

Hay otra forma de abordar el problema de la transferencia: hacerlo a partir de ese nivel de lo imaginario cuya importancia no dejamos de subrayar aquí. El desarrollo relativamente reciente de la etología animal nos permite darle una estructuración más clara que la que le daba Freud. Pero esta dimensión –imaginare- fue nombrada efectivamente como tal en el texto de Freud. ¿Cómo podría haberlo evitado? Ya lo vieron este año en Introducción al narcisismo: la relación del ser viviente con los objetos que desea se articula con condiciones de Gestalt que sitúan como tal a la función de lo imaginario.

La teoría analítica no desconoce la función de lo imaginario; pero introducirla tan sólo para tratar la transferencia equivale a ponerse orejeras, pues la encontramos en todas partes y, particularmente, cuando se trata de la identificación. Pero tampoco hay que emplearla a tontas y a locas.” P. 409

***

En el hombre, lo imaginario está reducido, especializado, centrado en la imagen especular…que constituye a la vez los callejones sin salida y la función de la relación imaginaria.

La imagen del yo –por el sólo hecho de ser imagen, el yo es yo ideal- resume toda la relación imaginaria en el hombre. Por producirse en un momento en que las funciones no están aun plenamente desarrolladas, adquiere un valor saludable, que la asunción jubilatoria del fenómeno del espejo expresa suficientemente; sin embargo, no por ello deja de estar en relación con la prematuración vital, y en consecuencia, con un déficit originario, con una hiancia a la que su estructura queda ligada.

Esta imagen de sí, el sujeto volverá a encontrarla constantemente como marco de sus categorías, de su aprehensión del mundo: como objeto, y esto, teniendo como intermediario al otro. Es en el otro siempre donde volverá a encontrar a su yo ideal, a partir de allí se desarrolla la dialéctica de sus relaciones con el otro.

Si el otro satura, colma esa imagen, se convierte en objeto de una carga narcisista que es la

Verliebtheit. Recuerden a Werther encontrando a Carlota en el momento en que ella sostiene

en los brazos a un niño; ella justo coincide con la imago narcisita del joven héroe de la novela.

Por el contrario, y si siguiendo la misma línea, si el otro aparece frustrando al sujeto

en su ideal y en su propia imagen, genera la tensión destructva máxima. Por un pelo, la relación imaginaria con el otro vira en un sentido o en otro; es esta la clave de los problemas que Freud plantea en lo que concierne a la súbita transformación entre amor y odio en la Verliebtheit.” P.410, 411

***

“El fenómeno de la transferencia encuentra la cristalización imaginaria. Gira en torno a ella y con ella debe reunirse.

En O, coloco la noción del yo (moi) inconsciente del sujeto. Este inconsciente está constituido por lo que el sujeto esencialmente desconoce de su imagen estructurante, de la imagen de su yo, es decir, las capturas por las fijaciones imaginarias que fueron inasimilables en el desarrollo simbólico de su historia; esto significa que eran traumáticos.

¿De qué se trata en el análisis? Se trata de que el sujeto pueda totalizar los diversos accidentes cuya memoria está conservada en O en forma tal que su acceso le está cerrado. Ella sólo se abre por la verbalización, es decir por la mediación del otro, o sea por el analista. A través de la asunción hablada de su historia, el sujeto se compromete en la vía de la realización de su imaginario truncado.

A medida que el sujeto lo asume en el discurso se produce ese complemento de lo imaginario que se realiza en el otro, en la medida en que se lo hace oír al otro.

Lo que está en O pasa a O´. Todolo proferido desde A, del lado del sujeto, se escucha en B, del lado del analista.

El analista lo escucha, pero a la vuelta también lo oye el sujeto. El eco de su discurso es simétrico al carácter especular de la imagen. Esta dialéctica giratoria, que les represento en el esquema por una espiral, ciñe cada vez más cerca a O y O´.El progreso del sujeto en su ser, debe finalmente llevarlo a O, pasando por una serie de puntos que se reparten entre A y O.” p.412

***

“Sólo después de haber intentado unas cuantas salidas imaginarias fuera de la prisión del amo, de acuerdo a ciertas escansiones, a ciero timing, sólo entonces podrá el obsesivo realizar el concepto de sus obsesiones, es decir, lo que ellas significan.” P.416

Capítulo I. p. 27; p. 28; p. 33

(Defensa del sujeto)> “…El sujeto se defiende de su desamparo y, con ese medio que le brinda la experiencia imaginaria de la relación con el otro, construye algo que, a diferencia de la experiencia especular, es flexible con el otro”. (Pág. 28 versión en portugués, pág. 28 versión en español)

Capítulo II. p. 42; p. 47; p. 49; p. 50

(Relación de homología entre los dos pisos del grafo del deseo)> “Sin duda, ustedes no son incapaces de adivinar desde ahora lo que puede tener de rico el hecho de que, en el campo abierto entre los dos discursos, se inscriba una relación imaginaria que reproduce de manera homóloga la relación con el otro en el juego de prestancia.” (Pág. 47 versión en portugués, pág. 47 versión en español)

Parte 1.

Capítulo III. p. 65; p. 69

(En una alucinación hay en juego significantes y no imágenes)> “Si una alucinación nos plantea problemas que le son propios, se debe a que están en juego significantes y no imágenes, ni cosas, ni percepciones, esas falsas percepciones de lo real, como dicen.” (Pág. 65 versión en portugués, pág. 65 versión en español)

Capítulo IV. p. 82

Capítulo V. p. 95; p. 102; p. 110

(El señuelo del sujeto)> “Detrás de ese sufrimiento se mantiene el señuelo, el único al cual el sujeto puede aferrarse en ese momento crucial. ¿Y cuál es? Es justamente el del rival, el del asesino del padre, el de la fijación imaginaria.” (Pág. 110 versión en portugués, pág. 110 versión en español)

Capítulo VI. p. 113; p. 119; p. 123; p. 125; p. 126; p. 127

(La relación sujeto objeto, la dimensión del narcisismo)> “La identificación con la imagen del padre no es más que un caso particular de lo que ahora debemos abordar como aquello que constituye la solución más general de la relación sujeto objeto, de la confrontación del sujeto tachado con la a del objeto, a saber, la introducción de la función imaginaria bajo su forma más general, es decir, la dimensión del narcisismo.” (Pág. 126 versión en portugués, pág. 126 versión en español)

Capítulo VII. p. 129; p. 120; p. 131; p. 134; p. 135; p. 136; p. 138; p. 140; p. 142; p. 144; p. 145; p. 146; p. 147; p. 148

(Asunción de la posición genital, castración)> “De ello parte el hecho de que, en toda asunción de la posición madura, la posición que denominamos genital, se produce algo que tiene su incidencia en el nivel imaginario: se llama castración.” (Pág. 135 versión en portugués, pág. 135 versión en español)

 

Parte 2.

Capítulo VIII. p. 159

(Sentido del fantasma entre dos líneas del grafo del deseo)> “La restitución del sentido del fantasma, que es algo imaginario, se inscribe en el grafo entre estas dos líneas: entre el enunciado de la intención del sujeto por un lado, y por otro lado la enunciación en la cual el sujeto lee su intención bajo una forma profundamente descompuesta, parcelada, fragmentada, refractada, por la lengua.” (Pág. 159 versión en portugués, pág. 159 versión en español)

Capítulo IX. p. 173; p. 174; p. 181; p. 184; p. 186; p. 187; p. 189; p. 190

(a minúscula, localización de un fantasma)> (“No es él, en la medida en que aquí hay otro, otro imaginario, a minúscula – primera indicación que les permite localizar en esta escena un fantasma como tal y que les confirma la validez de esa localización.” (Pág. 187 versión en portugués, pág. 187 versión en español)

Capítulo X. p. 192; p. 193; p. 194; p. 196; p. 198; p. 199; p. 200; p. 201; p. 208; p. 209

(El deseo y su relación con el fantasma)> “Así como el yo se constituye en cierta relación con el otro imaginario, el deseo se instituye y se fija en cierta relación con el fantasma.” (Pág. 193 versión en portugués, pág. 193 versión en español)

Capítulo XI. p. 214; p. 215; p. 219; p. 221; p. 228

(La caricia, el falo)> “Gran parte de las actividades de la caricia pone en juego el falo, en la medida en que, como ya les mostré, éste se perfila imaginariamente en el más allá del partenaire natural.” (Pág. 221 versión en portugués, pág. 221 versión en español)

Capítulo XII. p. 236; p. 241; p. 242; p. 243; p. 244; p. 245; p. 246; p. 247; p. 248; p. 250; p. 254

(La madre, identificación primitiva ideal del sujeto)> “Se trata de la relación del sujeto con su propia imagen, con su semejante, pero en la medida en que el sujeto ve a este semejante en cierta relación con la madre –que aquí es la madre como primitiva identificación ideal, como primera forma del Uno.” (Pág. 243 versión en portugués, pág. 243 versión en español)

Parte 3.

Capítulo XIII. p. 261; p. 262

(Anhelo edípico de muerte del sujeto)> “Se ve entonces que la inconciencia del sujeto concerniente al anhelo edípico de muerte está encarnada, en la imagen del sueño, bajo la forma del anhelo de que el padre no sepa que el hijo tuvo contra él el anhelo de muerte aliviadora. Él no sabía, dice el sueño absurdamente, que estaba muerto.” (Pág. 262 versión en portugués, pág. 262 versión en español)

Capítulo XIV. p. 290

Capítulo XV. p. 302; p. 307; p. 316; p. 319

(El significante y la relación imaginaria con el cuerpo)> “(…) el significante, para decir el vocablo –es lo mismo que enseño, y paso mi tiempo diciéndoles esto-, lo proveemos con nuestro imaginario, quiero decir, con nuestra relación con nuestro propio cuerpo, ya que lo imaginario es eso.” (Pág. 307 versión en portugués, pág. 307 versión en español)

Capítulo XVI. p. 326; p. 337

(En el lugar de la palabra se instaura el orden de la verdad)> “(…) la palabra hace algo que se distingue de todas las formas inmanentes de captura de uno con respecto al otro, ya que se instaura un elemento tercero, a saber, ese lugar del Otro en el cual, aunque sea mentirosa, ella se inscribe como verdad. Nada equivale a esto en el registro imaginario.” (Pág. 326 versión en portugués, pág. 326 versión en español)

Capítulo XVII. p. 340; p. 342; p. 343; p. 345; p. 346; p. 347; p. 348; p. 354

(La dialéctica del deseo gira en torno al objeto a)>“El objeto esencial en torno al cual gira la dialéctica del deseo es a. El sujeto allí se pone a prueba frente a un elemento que es alteridad en el nivel imaginario, tal como ya lo hemos articulado y definido muchas veces. Es imagen y es pathos.” (Pág. 345 versión en portugués, pág. 345 versión en español)

Capítulo XVIII. p. 361; p. 362; p. 364; p. 365; p. 371; p. 372; p. 373

(Referencia de Hamlet a la imagen del otro)> “En síntesis, a propósito de los méritos de Laerte, Hamlet se refiere a la imagen del otro como algo que no puede absorber por completo a quien la contempla.” (Pág. 364 versión en portugués, pág. 364 versión en español)

Capítulo XIX. p. 382; p. 383; p. 384; p. 386

(Mecanismo psicótico, textura imaginaria )> “Ya he indicado el parentesco entre lo que en ese momento se produce y un mecanismo psicótico: el sujeto no puede responder a ese duelo más que con su textura imaginaria (Pág. 383 versión en portugués, pág. 383 versión en español)

Capítulo XX. p. 403; p. 406; p. 407; p. 408; p. 409

(El sentido más profundo de la castración)> “Dicho de otro modo, algo real, sobre lo cual él tiene influjo en una relación imaginaria, es elevado a la pura y simple función de significante. Éste es el sentido último, el sentido más profundo, de la castración como tal.” (Pág. 406 versión en portugués, pág. 406 versión en español)

Capítulo XXI. p. 418; p. 419; p. 425; p. 427; 430

(La respiración en plano imaginario, simboliza al corte)> “La respiración es ritmo, la respiración es pulsación, la respiración es alternancia vital, no es nada que en el plano imaginario permita simbolizar precisamente aquello que está en juego, a saber, el intervalo, el corte.” (Pág. 427 versión en portugués, pág. 427 versión en español)

Capítulo XXII. p. 436; p. 440

(El fantasma como apoyo imaginario del sujeto)> “En el punto exacto donde el sujeto no encuentra nada que pueda articularlo en calidad de sujeto de su discurso inconsciente, el fantasma representa, para él, el papel del apoyo imaginario.” (Pág. 440 versión en portugués, pág. 440 versión en español)

Capítulo XXIII. p. 461; p. 468

(Efectos de la interpretación del fantasma)> “Todo derivó del hecho de que ese fantasma fue interpretado en términos de realidad, como una experiencia real de la madre fálica. (…) que allí el sujeto hace surgir la necesidad faltante del padre, en la medida en que éste es requerido para la estabilización del deseo del sujeto.” (Pág. 461 versión en portugués, pág. 461 versión en español)

Capítulo XXIV. p. 469; p. 471; p. 479

(Efectos de ubicar un punto imaginario)> “En todo dominio es legítimo situar un punto imaginario, si podemos articular su estructura por lo que de él parte. Aquí, el punto imaginario va a permitirnos situar lo que en efecto ocurre dentro de las diferentes formas del sujeto.” (Pág. 471 versión en portugués, pág. 471 versión en español)

Capítulo XXV. p. 487; p. 494; p. 501; p. 502

(Fantasmas inconscientes recubren lo imaginario del deseo)> “(…) la forma de los fantasmas inconscientes recubre lo que en el perverso se nos presenta como algo que ocupa el campo imaginario de su deseo.” (Pág. 487 versión en portugués, pág. 487 versión en español)

Capítulo XXVI. p. 505; p. 513; p. 516; p. 517; p. 518

(Deseo del perverso, identificación con la forma imaginaria del falo)> “La dimensión imaginaria del deseo del Otro –en este caso, el de la madre-, de orden primordial, aquí representa el papel central, decisivo, simbolizador, lo cual nos permite considerar que, en el nivel del deseo, el perverso está identificado con la forma imaginaria del falo.” (Pág. 518 versión en portugués, pág. 518 versión en español)

Conclusión.

Capítulo XXVII. p. 527; p. 530

(La función imaginaria cuando está enganchada)> “¿Qué forma toma aquí la función imaginaria, en la medida de que está enganchada, en que atrae, a las dos cadenas del discurso, la cadena reprimida y la cadena patente, manifiesta?” (Pág. 527 versión en portugués, pág. 527 versión en español)

Parte 1. Capítulo I.

“La experiência moral como tal, a saber, la referencia a la sanción, coloca al hombre en cierta relación con su propia acción…” P. 11

“En efecto, si hay algo que el análisis indicó es realmente, más allá del sentimento de obligación en sentido estricto, la importância, la omnipresencia del sentimento de culpa.” P. 11

Parte 2. Capítulo I.

“¿No es evidente, totalmente normal, que los ideales analíticos encuentren aquí su lugar? Ellos no faltan. Florecen abundantemente. Medir, localizar, situar, organizar los valores, como se dice en cierto registro de la reflexión moral…”. P. 17

Parte 3. Capítulo I.

“Más de una vez, en la época en que hablaba de lo simbólico y de lo imaginario y de su interacción recíproca, algunos entre ustedes se preguntaron qué era a fin de cuentas lo real…”. P. 21

“Si, en efecto, el rey está desnudo, sólo lo está bajo una cierta cantidad de vestimentas –ficticias sin duda, pero sin embargo esenciales a su desnudez…” P. 24

***

“La estructura constituída por la relación imaginaria como tal, por el hecho de que el hombre narcisista entra doble en la dialéctica de la ficción, encontrará quizá su clave al final de nuestra investigación …” P. 24-25

Parte 1. Capítulo II.

“(…) – mi tesis es que la ley moral, el mandamiento moral, la presencia de la instancia moral, es aquello por lo cual, en nuestra actividad en tanto que estructurada por lo simbólico, se presentifica lo real – lo real como tal, el peso de lo real…” P.30-31

Parte 2. Capítulo II.

“Freud, en el curso de su llamado autoanálisis, escribe en una corta carta, la carta 73 – Meine Analyse geht weiter, mi análisis prosigue, es mi interés principal, mein Hauptinteresse, todo sigue estando todavia oscuro, incluso los problemas en juego, pero tiene un sentimento de comodidad – es, dice, como si uno no tuviese más que buscar en una cámara de provisiones para sacar de ella lo que necessita…” P. 37-38

 

 

Parte 3. Capítulo II.

“La realidad es precaria. Y, precisamente en la medida en que su acceso es tan precario, los mandamientos que trazan su vía son tiránicos. En tanto que guías hacia lo real, los sentimientos son engañosos” P. 43

Parte 2. Capítulo IV.

“El Ding como Fremde, extranjero e incluso hostil a veces, en todo caso como el primer exterior, es aquello en torno a lo cual se organiza todo el andar del sujeto. Sin ninguna duda es un andar de control, de referencia, ¿en relación a qué? – al mundo de sus deseos…” P. 68

 

 

Parte 3. Capítulo IV.

“En la paranoia, cosa curiosa, Freud nos aporta este término, que les ruego mediten en su surgimiento primordial, Versagen des Glauhens. En ese primer extraño, respecto al cual el sujeto debe ubicarse de entrada, el paranoico no cree…” P. 70

***

“¿Qué representa la emisión, la articulación, el surgimiento fuera de nuestra voz de ese ¡Tú! (Toi!) que puede surgir de nuestros lábios en tal momento de desasosiego, de desamparo, de sorpresa, en presencia de algo que no llamaré a toda prisa la muerte, sino seguramente un prójimo privilegiado para nosotros, alrededor del que giran nuestra mayores preocupaciones y que, sin embargo, no deja de embarazarnos?…” P. 72

Parte 1. Capítulo V.

“Das Ding – en el punto inicial, lógica y a la vez cronológicamente, de la organización del mundo en el psiquismo – se presenta y se aísla como el término extranjero en torno al cual gira todo el movimento de la Vorstellung, que Freud nos muestra gobernado por un principio regulador, el llamado principio del placer, ligado al funcionamiento del aparato neuronal….” P. 74

***

“Retornemos a nuestra Vorstellungen y tratemos ahora de comprenderlas, de sorprenderlas, de detenerlas en su funcionamiento, para percatarnos de qué se trata en la psicología freudiana…” P. 77

Parte 3. Capítulo VI.

“No por ello deja de ser cierto que el segundo mandamiento, el que excluye formalmente no sólo todo culto, sino toda imagen, toda representación de lo que es en el cielo, en la tierra y en el abismo, me parece que muestra que se trata de una relación totalmente particular con la afección humana en su conjunto…” P. 101

 

Parte 2. Capítulo VII.

“Es claro que la libido con sus caracteres paradójicos, arcaicos, llamados pregenitales, con su eterno polimorfismo, con ese mundo de imágenes ligadas a los modos pulsionales de los diferentes estádios, orales, anales y genitales – que es también, sin duda alguna, la originalidad de la dimensión freudiana -, en suma, que todo ese microcosmos no tiene absolutamente nada que ver con el macrocosmos y sólo engendra un mundo en la fantasia…” P. 115

***

“ “Freud sanciona, de su estampilla última a esto, introduciendo nuevamente, de una vez, por todas, esa imagen del mundo, esos falaces arquetipos, allí donde deben estar, es decir, en nuestro cuerpo…” P.116

 

Parte 3. Capítulo VII.

“Este problema de la relación con el objeto debe ser leído freudianamente. Lo ven emerger de hecho en una relación narcisista, relación imaginaria. A este nível, el objeto se introduce en la medida en que es perpetuamente intercambiable con el amor que tiene el sujeto por su propia imagen…” P. 121

***

“ “A nível de la sublimación, el objeto es inseparable de las elaboraciones imaginarias y muy especialmente de las culturales. No es que la colectividad simplemente los reconozca como objetos útiles – encuentra en ellos el campo de distinción gracias al que puede, en cierto modo, engañarse sobre das Ding…” P. 123

Parte 2. Capítulo VIII.

“La articulación kleinian consiste en lo siguiente – el haber colocado, en el lugar central de das Ding, el cuerpo mítico de la madre.

La tendência agressiva, transgressiva, más primordial, las agresiones primitivas y las agresiones retaliativas, se manifiestan en primer término en relación a él…” P. 131-132

Parte 3. Capítulo VIII.

“Qué puede querer decir ese cambio de meta? Se trata realmente de la meta y no, hablando en sentido estricto, del objeto, aunque como ya se los subrayé la vez pasada, éste enseguida entre en juego…” P. 137

***

“La satisfacción del Trieb es pues, paradójica, pues parece producirse en otro lugar que ahí donde está su meta. ¿Nos contentaremos con decir, como Sterba por ejemplo, que, en efecto, la meta ha cambiado, antes era sexual y ahora ya no lo es? Por otro lado, así es como Freud la articula. Debe concluirse entonces que la libido sexual se ha transformado en desexualizada. Y por eso su hija es muda…” P. 137-138

***

“(…) por toda una imaginería, en la que vivimos en nuestras relaciones con la mujer” P. 139

Parte 4. Capítulo VIII.

“En el análisis, el objeto es un punto de fijación imaginario que brinda, cualquiera sea el registro en juego, satisfacción a una pulsión” P. 140

Parte 1. Capítulo IX.

“Si la Cosa no estuviese fundamentalmente velada no estaríamos con ella en esa forma de relación que nos obliga – como todo el psiquismo se ve obligado a ello – a cercarla, incluso a contornearla, para concebirla. Allí donde se afirma, se afirma en campos domesticados. Por eso los campos están definidos de ese modo – ella se presenta siempre como unidad velada…” P. 146-147

Parte 2. Capítulo IX.

 

“Ahora bien, si ustedes consideran el vaso desde la perspectiva que promoví primero, como un objeto hecho para representar la existencia del vacío en el centro de lo real que se llama la Cosa…” P. 151

***

“(…) hay identidad entre el modelamiento del significante y la introducción en lo real de una hiacia, de un agujero.” P. 151

 

Parte 3. Capítulo IX.

“Se trata en efecto de la cosa en tanto que ella es definida por el hecho de que define lo humano – aunque justamente lo humano nos escape.

En este punto, lo que llamamos humano sólo puede ser definido de la manera en que definí recién a la Cosa, a saber, aquello que de lo real padece del significante…” P. 154-155

Parte 2. Capítulo X.

“Abordamos aqui la experiencia freudiana como ética, es decir en su dimensión essencial, pues ella nos dirige en una acción que, siendo terapêutica, está incluída, querrámoslo o no, en el registro, en los términos de la ética. Cuanto menos lo querramos más será así…” P. 165

Parte 3. Capítulo X.

“(…) buscamos en la ilusión algo en lo que la ilusión misma de algún modo se trasciende, se destruye, mostrando que sólo está allí en tanto que significante” P. 168

Parte 4. Capítulo XI.

 

“(…) a saber, la función narcisista.

Saben que la función del espejo, que creí tener que introducir como ejemplar de la estructura imaginaria, se afirma en la relación narcisista. Ciertamente, se ha ressaltado el aspecto de exaltación ideal a que la ideologia del amor cortes apunta expressamente, es decir, su carácter fundamentalmente narcisista…” P. 185-186

Parte 2. Capítulo XII.

“Creo que todos son sensibles al hecho de que lo que les muestro aquí este año puede situarse entre una ética y una estética freudianas (…)

Intento asimismo hacerles ver que la estética freudiana…” P. 195

Parte 1. Capítulo XV.

“De modo que conviene que nos detenhamos en ese desfiladeiro, en ese paso estrecho, en el que Freud mismo se detiene y retrocede con un horror motivado. Tú amarás a tu prójimo como a ti mismo – este mandamiento le parece inhumano. (…) La verdade de que el hombre busca la felicidad sigue siendo verdadera. La resistencia al mandamiento Tú amarás a tu prójimo como a ti mismo y la resistencia que se ejerce para trabar su acceso al goce, son una solo y única cosa…” P. 234-235

***

“¿Frente a qué retrocedemos? Frente al atentar contra la imagen del otro, porque es la imagen sobre la cual nos hemos formado como yo” P. 236

Parte 2. Capítulo XV.

“¿No puede decirse, empero, que Sade nos enseña, en la medida en que estamos en el orden de un juego simbólico, una tentativa de franquear el limite y de descobrir las leyes del espacio del prójimo como tal? Se trata del espacio que se despliega en la medida en que enfrentamos, no a ese semejante de nosotross mismos que transformamos tan facilmente en nuestro reflejo…” P. 238-239

***

(…) el prójimo, sin duda, tiene toda esa maldad de la que habla Freud, pero que ella no es otra cosa sino aquella ante la que retrocedo en mí mismo. Amarlo, amarlo como a mí mismo, es a la vez, avanzar necesariamente en alguna crueldade…” P. 240

Parte 3. Capítulo XV.

“Cuando se avanza en dirección a ese vacío central, en tanto que, hasta el presente, el acceso al goce se nos presenta de esta forma, el cuerpo del prójjimo se fragmenta” P. 244

 

Parte 2. Capítulo XXII

“Asimismo, la cuestión de lo bello, en tanto que hace entrar en función el ideal, sólo puede encontrarse a ese nível en función de un paso al limite. Aun en tiempos de Kant, lo que se nos presenta como el límite de las posibilidades de lo bello…” P. 355

 

Parte 3. Capítulo XXI

 

“Podemos aqui redoblar la pregunta. ¿Es acaso esa misma sombra, que la forma del cuerpo representa, es acaso esa misma imagen la que forma una barrera o la Otra-cosa que está más allá?…” P. 355

“La primera conducta tras el nacimiento en estos seres nacidos de una partición así, que es la base de todo lo que de pronto aparece, para nosotros, bajo una luz tan romântica, es una fatalidade pânica por la que cada uno de ellos debe buscar, lo primero y ante todo, su mitad..” P. 106

“Sin duda, el passo que hemos dado indica suficientemente que el término de la finalidad no está ya en el plano del tener, sino en el plano del ser, y también que, en este progreso, en esta ascesis, se trata de una transformación, de un devenir del sujeto, de una identificación última con aquello supremamente amable…” P. 154

“En nuestra elaboración hacemos intervenir un monton de cosas, en particular un monton de funciones de identificación. Identificación con aquel a quien le pedimos algo en la llamada de amor…” P. 174

“Frente a este espejo se crea, surge, el fantasma de la imagen real del florero oculto en el aparato. Si esta imagen ilusória puede ser soportada y percibida como real, es en la medida en que el ojo se acomoda respecto a aquello cuyo alrededor dicha imagen se realiza…” P. 188

El objeto del deseo y la dialéctica de la castración

“En la posición de la partida de bridge, el S, que es él, tiene enfrente a su otro con minúscula, aquello con lo que está consigo mismo en una relación especular en la medida en que está constituido en cuanto yo…” P. 216

“En el cuadro, es Psique quien está iluminada, y – tal como les enseño desde hace tempo con relación a la forma grácil de la feminidad, en el limite de lo púber y de lo impúber – es ella quien para nosotros constituye la imagen fálica…” P. 279

I mayúscula y minúscula

“Ejemplefiquémoslo con un gesto del niño ante el espejo, gesto que es bien conocido y que no es difícil de observar. El niño que está en los brazos del adulto es confrontado expresamente con su imagen. Al adulto, lo compreenda o no, le divierte. Entonces hay que dar toda su importancia a este gesto de la cabeza del niño que, incluso después de haber quedado cautivado por los primeros esbozos de juego que hace ante su propia imagen…” P. 392 a 393

 

“Una cosa está dada – que la señal de la angustia se produce en algún lugar, en algún lugar que puede ocupar i(a), el yo en cuanto imagen del otro, el yo fundamentalmente, como función de desconocimiento. Lo ocupa, este lugar, no en tanto que esta imagen lo ocupa, sino como lugar, o sea, que esta imagen puede encontrarse allí alguna vez disuelta” P. 404

“Así, conviene que tengan presente el pequeño esquema acerca del resorte del vínculo recíproco entre el investimiento narcisista y el investimiento del objeto, vínculo que justifica su denominación y que permite aislar su mecanismo. No todo objeto debe ser definido, pura y simplemente, como objeto parcial, ni mucho menos…” P. 424

“Más allá del objeto fálico, la cuestión respecto al objeto se abre – propiamente hablando – de otra manera. Si se considera esta emergencia de isla, este fantasma, este reflejo, esta imagen – casi la más sublime, diría yo, en la que se encarna el objeto como objeto de deseo, como he destacado hace un momento – está claro que el falo se encarna precisamente en lo que le falta a la imagen. Ahí se origina todo lo que será la secuencia de la relación del sujeto con el objeto del deseo” P. 433

“Ya les he indicado muchas veces la perversión resultante – y llega muy lejos, hasta el dominio político – de todo este punto de partida de la Fenomenología del Espíritu, demasiado centrado en lo imaginario” P. 34

“No creo que nunca haya habido dos tiempos en lo que yo he enseñado, un tiempo centrado en el estadio del espejo y en lo imaginario y luego, más tarde, en ese momento de nuestra historia que se sitúa en el discurso de Roma – el descubrimiento que yo habría hecho, de golpe, del significante. Ruego a quienes se interesan en la cuestión que así me plantean que se remitan a un texto que ya no es de muy fácil acceso, pero que se encuentra en todas las buenas bibliotecas de psiquiatria” P. 40

“Estas perspectivas están indicadas aquí por estas dos líneas coloreadas, la vertical en azul, marcada con el registro I de lo imaginario, la horizontal en rojo, con la Se de lo simbólico” P. 41

“En la medida en que se realiza aquí, en i(a), lo que llamé la imagen real, imagen del cuerpo que funciona en lo material del sujeto como propiamente imaginaria, o sea libidinizada , el falo aparece en menos, como un blanco” P. 50

“Este i(a) está dado en la experiência especular, pero, tal como les he dicho, esta es autentificada por el Otro. Sin volver a darles todos los elementos de la pequeña experiencia de física recreativa que me sirvió para ilustrárselo, les diré que, en el plano de i´(a), que es la imagen virtual de una imagen real, no aparece nada…” P. 51

CAPÍTULO IV

“En efecto, la forma de la castración, o sea, la castración en su estructura imaginaria, ya está dada aquí, en (-φ), en el nível de la fractura que se produce ante la proximidade de la imagen libidinal del semejante, en un momento de cierto dramatismo imaginario” P. 56

Parte 2

CAPÍTULO VII.

“¿Significa esto que nos encontraríamos como ante una espécie de descenso del espíritu, de aparición de significantes alados? ¿Que éstos empezarían por sí solos a producir sus agujeros en lo real y que ahí en medio surgiría un agujero que sería el sujeto? Me parece que cuando introduzco la división real-imaginario-simbólico nadie me atribuye tal propósito. Hoy se trata de saber, precisamente, qué le permite a este significante encarnarse” P. 100

“Esta imagen, este fantasma, ¿dónde situarlo entre imaginario y simbólico? ¿Qué ocurre ahí? ¿Es la eviración, bien conocida entre las prácticas más feroces de la guerra? Seguramente se acerca más a esto que a la fabricación de eunucos. Está la mutilación del pene, por supuesto, evocada por las amenazas fantasmáticas del padre o de la madre según las épocas del psicoanálisis” P. 102

CAPÍTULO VIII

“Por otra parte, si recuerdan ustedes la figura de Sade, advertirán que no es casualidad si lo que queda de él tras una especie de transubstanciación lograda a lo largo de las épocas, tras la elaboración imaginaria de generaciones, es precisamente la forma que Man Ray encontró adecuada para alumbrarlo cuando hubo que hacer su retrato imaginario, a saber, una forma petrificada” P. 118

CAPÍTULO IX.

“Esta señal es un fenómeno de borde en el campo imaginario del yo. El término borde es legítimo, pues se apoya en la afirmación del propio Freud según la cual el yo es una superfície, incluso, añade, la proyección de una superfície, lo recordó en su momento” P. 130

CAPÍTULO X.

“La castración, les dije, es simbólica. Es decir, se relaciona con cierto fenómeno de falta. Surge durante el análisis en la medida en que la relación con el Otro, que por otra parte no ha esperado al análisis para constituirse, es aqui fundamental. En esta simbolización – o sea, en la relación con el Otro en la medida en que el sujeto tiene que consituirse en el discurso analítico – una de las formas posibles de la aparición de la falta es el (-φ), soporte imaginario de la castración” P. 150

CAPÍTULO XV

“La diferencia está en función del nível donde colapsa el deseo del hombre con lo que él representa, más o menos imaginario, como enteramente confundido con el a” P. 220

CAPÍTULO XVIII

“Para decir enseguida las cosas tal como se articularán en el paso siguiente, diré que la función del falo como imaginario funciona por todas partes, en todos los niveles que he caracterizado mediante cierta relación del sujeto con el a” P. 280

Capítulo I.

“¿Qué es una práxis? Me parece dudoso que este término pueda ser considerado impropio en lo que al psicoanálisis respecta. Es el término más amplio para designar una acción concertada por el hombre, sera cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico. Que se tope con algo más o algo menos de imaginario no tiene aquí más que un valor secundário” P. 14

Parte 2.

Capítulo VI.

“¿Qué quiere decir esto? – sino que en el estado llamado de vigilia está elidida la mirada y se elide, no sólo que eso mira, sino también que eso muestra. En el campo del sueño, en cambio, a las imágenes las caracteriza el hecho de que eso muestra” P. 83

Capítulo VII.

“Pues el espacio geometral de la visión – aún incluyendo en él las partes imaginarias del espacio virtual, a las cuales, como saben, he dado mucha importancia – un ciego lo puede perfectamente reconstruir, imaginar” P. 93

Capítulo IX.

“El instante de ver sólo puede intervenir aquí como sutura, empalme de lo imaginario y lo simbólico, y es retomado en una dialéctica, ese tipo de progreso temporal que se llama prisa, el ímpetu, el movimento hacia delante, que concluye en el fascinum” P. 124

Parte 3.

Capítulo XI.

“Allí verán que el sujeto se constituye como ideal en el Otro, que la definición de lo que adviene como yo, o yo ideal – que no es el ideal del yo – lo ha de ajustar en el Otro , es decir, que su realidad imaginaria, la ha de constituir en el Otro” P. 150

Capítulo XII. p.

“En este espejito, que obtura lo que está del otro lado, el sujeto ve perfilarse el juego gracias al cual – según la ilusión de lo que se obtiene en la experiencia del ramillete invertido, es decir, una imagen real – puede acomodar su propia imagen en torno a lo que aparece, el a minúscula. En la suma de esas acomodaciones de imágenes, el sujeto debe hallar la ocasión de una integración esencial” P.165

Capítulo XV.

“En el dominio humano la mascarada tiene otro sentido, precisamente porque se da, ya no en lo imaginario, sino en lo simbólico” P. 201

Parte 4.

Capítulo XVI.

“La libido es el órgano esencial para comprender la naturaleza de la pulsión. Este órgano es irreal. Lo irreal no es lo imaginario” P. 213

Capítulo XVIII.

“Esta imagen en espejo, ese correlato bi-unívoco del objeto es precisamente el Lust-ich purificado del que habla Freud, es decir, la parte del Ich que se satisface con el objeto como Lust” P. 248

Capítulo XIX.

“Proyectar e introyectar (…) uno de estos términos se refiere a un campo donde domina lo simbólico y el otro, a un campo donde domina lo imaginario, y la consecuencia de esto tiene que ser que, al menos, en cierta dimensión, no se encuentren” P. 252