Mirta Berkoff (EOL)

El problema del sujeto es que ese país extranjero es su país natal, lo más íntimo de sí.
J.-A. Miller[1]

Extimidad

Todo sujeto es extraño a su ser más íntimo.

Eso mío que anida en el Otro, ese manojo de goce que me pertenece pero no está en mí, puede ser lo más familiar que encuentre en el Otro pero también lo más extraño.

No hay palabras para nombrarlo, es un resto, que brilla para el deseo, pero su belleza vela el horror de un goce inquietante, «Es algo que está en mí pero que anida en el Otro».[2]

Es la inclusión del objeto a, lo que queda de la absorción de la Cosa en el Otro, una vacuola de tejido extraño, fuente de mi amor y de mi odio.

 

El complejo de intrusión

En «Pegan a un niño»[3] Freud destaca que este fantasma es respuesta al desamparo subjetivo producido por la aparición del rival. Al nacer un hermano el niño se ve destronado, caído del lugar que tenía y que lo hacía creer ser alguien en la familia.

El hermano funciona como un intruso que precipita al niño de la cima de su omnipotencia. Allí el sujeto se capta en su desaparición, se queda sin recursos simbólicos, hilflosigkeithttps://ssl.gstatic.com/ui/v1/icons/mail/images/cleardot.gif freudiana.

El sujeto neurótico lucha por no desaparecer, por no desvanecerse, echando mano al fantasma.Tanto Freud como Lacan plantean que este fantasma aparece en un momento en que la existencia del sujeto se ve cuestionada.

El sujeto pierde su lugar, y se enfrenta al vacío donde no tiene ninguna representación posible en la lengua. No hay en el Otro ningún significante que pueda responder por lo que es.

Según Freud, el fantasma se articula allí, el niño encuentra como solución al problema de su desaparición a causa del rival el fantasma de fustigación.

La aparición del hermano en la relación familiar tiene el estatuto de una intrusión[4] cuando deja de ser el simple semejante en el que poder reflejarse. Se hace presente en él esa porción refractaria a la identificación que habita tanto en él como en el sujeto y es inasimilable.

El semejante como intruso es altamente inquietante es lo más familiar pero lo más extraño. Freud lo llamó unheimlich.

 

Fraternidad y segregación

Lacan en el Seminario 17 dice: «…sólo conozco un origen de la fraternidad es la segregación».[5] «Nunca se ha acabado del todo con la segregación. Puedo decirles que siempre encontrará la ocasión para arraigar más y mejor. Nada puede funcionar sin eso en tanto el a (…) es efecto del lenguaje».

La segregación es respuesta del sujeto ante la intrusión de lo distinto en lo semejante. Se excluye lo que inquieta, que no es más que el propio goce alojado en el Otro, lo que resta de la Cosa en el Otro.

Freud en» Psicología del colegial»[6] dice: «Nuestros compañeros de colegio son los sucesores de hermanos y hermanas». A partir de aquí es fácil ver que la rivalidad fraternal y su complejo de intrusión se pueden desplazar. Lo que se juega no es entonces sólo la agresividad imaginaria que se dirige al semejante sino algo tan complejo como la segregación.

¿Cómo se pone en juego el fantasma «pegan a un niño» cuando el compañero, resulta un espejo inquietante, cuando funciona como intruso fraterno cuyo real no se reconoce?

El compañero aparece siendo portador de ese goce indecible que ha sido excluido. El compañero es segregado porque su goce es perturbador.

Se golpea en él lo segregado por estructura. Ataco en mi compañero mi ser más íntimo, mi Kakon.

 

«Bullying«

En la injuria del llamado «bullying» se ataca al Otro en su ser, sin saber que se está atacando de sí mismo lo más íntimo. Se lo humilla. Se apunta en el compañero, que funciona como hermano intruso a lo indecible del propio goce, a «lo que no se ha podido integrar de la propia alteridad en la imagen narcisista y unitaria del yo». [7]

Este rechazo al goce inasimilable en el Otro es el fundamento de la segregación. ¿ Cómo podría el sujeto amar a su compañero, al Otro, como a sí mismo si no estamos a nivel del narcisismo, si el corazón de sí mismo es el de su goce? Pues, «bien», dice Miller, «esto no es muy amable». [8]

¿Entonces, hoy, cómo vamos a responder los psicoanalistas a la segregación puesta al orden del día, cuando el resguardo de lo innombrable del goce falla y lo siniestro retorna al campo del sujeto?

«Cualquier intento de domesticación es vano pues es sólo la tentativa de encontrar un significante que podría adecuadamente llamar al resto de la cosa en el Otro».[9] Apostamos en cambio, a darle al sujeto, a través del discurso analítico, la oportunidad de asumir que a partir del golpe, percusión inicial en el cuerpo, no hay ya en el Otro ningún significante que pueda responder por lo que él es.

NOTAS

  1. Miller, J.-A. y otros. Desarraigados. Buenos Aires: Paidós, 2016.

  2. Miller, J.-A. Extimidad. Buenos Aires: Paidós. 2010, p. 67.

  3. Freud, S. (1919) Pegan a un niño. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales. Obras completas. Tomo XVII. Buenos Aires: Amorrortu. 1997.

  4. Lacan, J. La familia. Buenos Aires: Argonauta. 1992.

  5. Lacan J. El Seminario, libro 17, El reverso del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

  6. Freud, S. (1914) Sobre la psicología del Colegial. Obras completas. Tomo XIII. Buenos Aires: Amorrortu. 1997.

  7. Bassols, M. La violencia contra las mujeres. Extraído de Desescritsmiquelbassols.blogspot.com.ar y Laurent. E, Racismo 2.0. Revista Consecuencias 12.

  8. Miller, J.-A. El partenaire-síntoma. Buenos Aires: Paidós. 2008, p. 139.

  9. Miller J.-A. Extimidad. Op. cit., p. 71.