Esta mesa me reúne con viejos camaradas, compartí con ellos los inicios del Campo Freudiano, la fundación de las Escuelas, es un camino que nos ha marcado y nos ha hecho compañeros de una misma ruta.[1] Es algo especial estar aquí juntos a pesar de todo, encontrándonos gracias a la iniciativa de nuestro común amigo, Ricardo Seldes.
El amor y la falta
Cuando empecé a pensar cómo intervenir hoy, me di cuenta de que el título del X ENAPOL era, verdaderamente, una apuesta muy fuerte: “Lo nuevo en el amor”. Normalmente lo nuevo nos sorprende, no sabemos que es nuevo hasta que lo encontramos; no nos podemos anticipar, porque si nos anticipamos ya dejó de ser nuevo. Estamos, entonces, en una coyuntura difícil, ¿cómo hacer para inventar lo nuevo? Uno no inventa lo nuevo, de pronto surge algo y es ¡oh!: a veces con el tinte de la decepción (no es lo que esperaba…), y a veces con el color del buen encuentro.
Entonces, me puse a imaginar. Si hubiera algo nuevo en el amor, ¿qué sería?
Mi primera respuesta fue: si hubiera algo nuevo en el amor tendría que estar por fuera del narcisismo, que es la doctrina clásica que nos legó Freud sobre el amor. Amarse a uno mismo a través del otro es una buena fórmula que resume bien las variantes del narcisismo: amar el otro que es mi ideal del yo, amar al otro que es mi semejante, amar al otro como fui amado. Lacan formaliza eso a través del estadio del espejo. Se trata, finalmente, del registro imaginario del amor, ese que estamos acostumbrados a escribir entre a-a’. No quiero decir que esto sea ajeno al registro del amor, sólo que no sería justo decir que es lo nuevo cuando el texto de Freud es de 1914.
Lacan, por cierto, intenta ir más allá y articula entonces el amor al falo, es decir, a la castración. Es muy firme esta orientación, este camino que toma Lacan, y valdría la pena preguntarse -ya que queremos interrogarnos sobre lo nuevo en el amor- si en algún momento abandona esta articulación entre amor y castración. Y si pensamos que la abandona, habría que localizar bien dónde, porque son muchos los ejemplos que insisten en la articulación del amor y castración a pesar de los años que pasan entre un registro y otro.
Sin lugar a duda, la referencia más familiar que tenemos sobre la articulación entre amor y castración es la que afirma que amar es dar lo que no se tiene[2]; allí el amor está claramente relacionado al falo como faltante: lo que no se tiene. Es una orientación bien distinta a la de Freud. Les traje, por ejemplo, unos párrafos que me gustan mucho y que evoco cada vez que puedo. Los encuentran en la Conferencia 33: “Sólo la relación con el hijo varón brinda a la madre una satisfacción irrestricta, es en general la más perfecta, la más exenta de ambivalencia de todas las relaciones humanas”. Y en el mismo párrafo, un poco más abajo, termina con esta idea sorprendente: “el matrimonio mismo no está asegurado hasta que la mujer haya conseguido hacer de su marido también su hijo, y actuar como madre respecto de él”.[3] Se trata, manifiestamente, de la articulación entre el falo y el niño, de la ecuación niño-falo a la que se suma, por desplazamiento, el propio hombre en tanto que portador. Lacan modifica esto: no se trata del falo como presencia, metaforizado por el hijo, sino del falo como ausencia; es dar lo que no se tiene. Acá el falo no vela la castración como en los ejemplos de Freud, acá la castración es la condición misma del amor.
Con esa misma lógica, en el Seminario 8 Lacan construye la metáfora entre el amante y el amado. También en el Seminario 8, en relación a la escena que Alcibíades le hace a Sócrates, Lacan formula que hay que haber atravesado todo temor a la castración para poder hacer semejante declaración de amor[4], y deja así abiertas la vía para entender el efecto de feminización que el amor produce en el hombre, puesto que a ellas la castración no les funciona como amenaza.
Versiones de la castración
Un cambio radical parece producirse en el Seminario 20, donde Lacan presenta el amor como suplencia de la inexistencia de la relación sexual. Pero, pensándolo bien, el amor como suplencia no deja de estar inserto en la lógica de la castración si se tiene en cuenta lo que Miller propone en su último curso, “El Uno solo”: la relación sexual que no hay es el último eslabón en la reelaboración, por parte de Lacan, de la castración freudiana.[5] Desde el “no hay Otro del Otro”, pasando por el “no hay metalenguaje” y el “no hay transferencia de la transferencia”, por ejemplo, encontramos distintas versiones del “no hay” con las cuales Lacan va desimaginarizando la castración freudiana hasta desembocar en lo que sí queda radicalmente por fuera de la dialéctica de la falta, que es el “hay”, la existencia del goce más allá de la castración.
Entonces, en rigor de verdad, en el camino que va desde “el amor es dar lo que no se tiene” hasta el Seminario 20 no salimos, verdaderamente, del registro que enlaza amor y castración.
Como queremos trabajar lo nuevo en el amor, me gustaría hacer una precisión sobre el subtítulo del ENAPOL, que habla de las formas contemporáneas del lazo. Es frecuente encontrar en nuestra comunidad la articulación entre el discurso capitalista y el amor. Quería, simplemente, recordar cómo Lacan presenta dicha articulación. Lo hace en el texto Hablo a las paredes -lo encuentran en esos pequeños libros que recopilan diferentes conferencias de Lacan-. Allí se lee que “el discurso capitalista no quiere saber nada de la castración, forcluye, entonces, las cosas del amor”.[6] Lo cito para indicar que, aun cuando se refiere a las consecuencias del discurso capitalista sobre el amor, la referencia de Lacan vuelve a ser la castración.
Un saber imposible
Me interesa comentar un texto que es contemporáneo del Seminario 20 donde encuentro algo -no me animaría a decir nuevo- pero algo que me hace pensar, e invito a que me acompañen en esto, que no es sencillo. El texto es la “Nota italiana” y voy a leer un parrafito de la página 330 y 331 de los Otros Escritos. Lacan afirma allí que la relación sexual solo se demuestra imposible por la escritura: “Sin intentar esa relación con la escritura no hay medio, en efecto, de llegar a lo que yo (…) proponía como un fin por donde el psicoanálisis se igualaría a la ciencia: a saber, demostrar que esa relación es imposible de escribir”.[7] Su ambición en ese momento es que el psicoanálisis se iguale a la ciencia, estamos en el Lacan de los años 70. Si el psicoanálisis se equiparara a la ciencia, debería no solo proferir, sino demostrar que esa relación es imposible de escribir. No basta con saber que no hay relación sexual, “ese saber no es nada. Porque de lo que se trata es que al acceder a lo real (el psicoanálisis) lo determine tan bien como el saber de la ciencia”.[8]¿Qué es esta ambición de que el psicoanálisis consiga determinar lo real, así como lo hace la ciencia? ¿Qué es lo que la ciencia determina en el contexto de lo que estamos comentando? Que hay saber en lo real a la espera del buen prestidigitador que lo haga emerger, dice Lacan. Si lo trasladamos a nuestro campo, nos encontramos en registro de la repetición, es decir, un saber que ya está escrito y que hay que hacer emerger. Es una idea acorde con la del inconsciente como un saber no sabido que hay que poner de manifiesto, pero se trata siempre de un saber que ya está ahí.
Lacan no va por ahí. Su idea es que así como la ciencia determina que hay un saber en lo real, el psicoanálisis debería determinar que hay un saber que falta en lo real: el de la relación sexual. No es un saber no sabido, es un saber que no hay, imposible de escribir.
Entonces, Lacan habla del pase (recuerden que se trata de la Nota Italiana, donde propone el pase como dispositivo para conformar el grupo italiano) Dice: “… intentar, a partir de ellos, [los AE] que de todos modos han dado sus pruebas en el saber, aumentar los recursos gracias a los cuales llegaríamos a prescindir de esa molesta relación [la relación sexual que no hay] para hacer que el amor sea más digno que la abundancia de parloteo que constituye hoy día…”. [9] Hay que tener en cuenta que en el Seminario 20 Lacan afirma que en el análisis no hacemos otra cosa que hablar de amor.[10] Hablar de amor es un goce que está en el lugar del goce que falta ¿cómo hacer entonces del amor algo más digno que el parloteo al que estamos acostumbrados?
Si al día de hoy tengo que pensar una pequeña referencia de Lacan a algo nuevo en el amor, es esta referencia: la de esperar de los A.E., que han dado pruebas del saber que extrajeron de su propio análisis, una ampliación, algo que vaya más allá del parloteo sobre el amor al que estamos acostumbrados. Ese sería un amor más digno, el que no sería velo de la relación que no hay sino el que probaría que hay una relación que falta en lo real.
Probar lo imposible por medio de lo contingente
Concluyo con lo siguiente. La ambición de Lacan, a esta altura -estamos en el seminario 20- es que el psicoanálisis pueda, al modo de la ciencia, determinar lo real, determinar la relación sexual como imposible de escribir. ¿Y cómo lo haría? Leamos todavía un párrafo de “Televisión”: “Basta que en alguna parte la relación sexual cese de no escribirse, es decir, que se establezca la contingencia, para que comience a perfilarse lo que debe terminar de demostrar como imposible esa relación, o sea, instituirla en lo real.” Y Miller coloca como colofón: El amor.[11] Probar lo imposible por medio de lo contingente es probar lo imposible por medio del amor. Y si se trata del análisis, es probar lo imposible por medio del amor… de transferencia. Retomo, entonces, el tema del amor de transferencia que hoy hemos comentado. El amor no es solamente lo que permite condescender el goce al deseo, es también lo que permite demostrar lo imposible de la relación sexual.
Habría que interrogar a los A.E., ¿de qué manera usted encontró en su propia vida lo imposible de la relación sexual?, ¿de qué manera usted se topó con eso? ¡Cuéntenos! Y cuéntenos como esa contingencia y esa imposibilidad se pusieron en acto en la transferencia.
Y probar lo contingente por medio del amor
Todavía podría darse una vuelta más. Por el lado de la relación sexual desembocamos en lo real como imposible, pero por el lado del amor desembocamos en lo real como contingente, sin ley, un real hecho de encuentros, de contingencias, de imprevistos, donde lo que no está escrito puede llegar a escribirse, contingentemente, por azar. Entonces, para terminar, me parece que mi propuesta es que un amor más digno aspiraría no solamente a determinar lo real como imposible a través de la relación sexual que no hay, sino a determinar lo real como contingente a partir de lo que puede cesar de no escribirse en el amor. Eso daría una perspectiva nueva donde algo del saber psicoanalítico se ampliaría más allá del parloteo al que estamos acostumbrados.
In fine
El capítulo que da título a esta mesa “La revalorización del amor”, se apoya en una pregunta: ¿Puede el amor dirigirse a algo diferente de la imagen en el otro, o incluso buscar en el otro otra cosa que su respuesta en tanto gran Otro? ¿Puede el amor ir más allá del narcisismo, del signo de amor? ¿Puede, acaso, el amor apuntar al goce? ¿Se puede amar al Otro en su goce?[12] Bien, esto sí sería algo nuevo en el amor, más allá de la castración, que nos conduciría derecho a lo que Lacan llamó la sexuación femenina y a esa relación que una mujer puede tener con el Otro, más allá de la castración.
Por Graciela Brodsky
[1] Ponencia presentada en la segunda conversación hacia el X ENAPOL, “Revalorización del amor”, en mesa compartida con Ronald Portillo y Romildo do Rêgo Barros, el 17 de abril de 2021.
[2] Lacan, J., El Seminario, libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 2005, p. 359
[3] Freud, S., “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”. Obras Completas. Vol. XXII. Amorrortu, Buenos Aires, 1991, p. 124.
[4] Lacan, J., El Seminario, libro 8, La transferencia, Paidós, Buenos Aires, 2003, p. 186.
[5] Miller, J.-A., Curso de la Orientación Lacaniana, “El ser y el uno”, clase 4, 9 de febrero de 2011, inédito.
[6] Lacan, J. Hablo a las paredes, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 106
[7] Lacan, J., “Nota italiana”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 330.
[8] Ibíd. p. 331
[9] Ibíd. p. 331
[10] Lacan, J., El Seminario, libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 101.
[11] Lacan, J., “Televisión”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 565.
[12] Miller, J.-A., El partenaire-síntoma, Paidós, Buenos Aires, 2008.