Cuestión de fondo:
Revalorizar el amor: ¿esto quiere decir que el amor algún
día fue valorizado y se degradó, y es preciso re-valorizar-lo?
O quizás, entonces, ¿es preciso encarar el amor sobre
la óptica del valor (de uso y de cambio), a partir de un
cambio en su estatus?
Yo, el Partenaire y el Amor
“Yo lo amaba. Porque era él y porque era yo”.
Todos conocen sin duda esta explicación, dada por Michel de Montaigne sobre el porqué de su gran amistad con Etienne de la Boétie, el autor de El discurso de la servidumbre voluntaria. Nuestro Chico Buarque, por cierto, compuso una canción basada directamente en esa frase de Montaigne.
La respuesta de Montaigne me inspiró una adivinanza: ¿si él era él y yo era yo, y los dos estaban completos, por qué grieta pasaría el amor…?
Fueron necesarios algunos siglos para que Freud, bautizando el amor con un nuevo concepto, Übertragung, la transferencia, pudiese resolver la adivinanza: habría alguna cosa entre Montaigne y de la Boétie, bajo la forma de una asociación – histórica o lingüística -, que ni era uno ni era el otro, y por eso se amaban. El amor necesita, entonces, remitir a un tercer elemento, bajo pena de no existir. Si el existe, es porque viene de otro lugar… Esto está conectado, naturalmente, al fundamento mayor del psicoanálisis, que es el postulado de que el sexo humano no tiene un objeto adecuado.
Con Lacan aprenderemos no solo que los dos elementos de cualquier encuentro no se completan, sino también es el hecho de no completarse la condición del tercero como suplencia. El “no hay relación sexual”, en este sentido, es lógicamente anterior y más extenso que la idea de que los objetos sexuales no son naturalmente adecuados.
Además de explicar el amor, la solución de la adivinanza también indica que están aquí las condiciones para las relaciones entre el amor y el deseo. El amor, el amor común, el amor humano, que persigue semblantes y en esa búsqueda hace a veces sufrir miserablemente, tiene que recorrer un camino, que es de lenguaje, para finalmente consistir, a pesar de la aparente estabilidad y fijeza de los cuerpos. Y cuando consiste, o es preciso que el sujeto se mantenga en la ilusión de haber encontrado el objeto adecuado, hasta donde y hasta cuando esto es posible (la discrepancia entre el amor y su objeto acaba apareciendo, como todos sabemos); o entonces un nuevo amor surgirá en la escena del mundo: en la experiencia amorosa de cada uno y como marca cultural. Es tarea esencial del psicoanálisis y en esto él es insustituible, ayudar en el surgimiento de ese nuevo amor, y constatar de que transformación – en los modos de gozar, probablemente – proviene su surgimiento.
Con el nuevo amor, habremos conocido una revalorización del amor. No en el sentido del rescate de un valor que habría existido en los tiempos heroicos y se degradó a lo largo del tiempo, sino en la aparición de un valor inédito en condiciones que no existían antes. El amor mantiene su destino de relación con los semblantes, es propio de él, pero ligado a algo diferente a la pura circulación de los significantes, que representan un objeto que de hecho no podrá ser localizado.
Función mediadora del amor
Creo que todas las religiones y todas las sabidurías, o casi todas, antiguas y actuales, de alguna manera anunciaron el amor como la salida al sufrimiento humano. Cada una de ellas a su manera, todas, o casi todas, reconocieron la función del amor como un Jano – que también tenía la función de mediador – entre la virtud y el pecado.
Lacan, que no era religioso y tampoco apostaba sus fichas en las sabidurías antiguas o nuevas, definirá esa función mediadora del amor en el Seminario sobre la angustia con la frase lapidaria que es ampliamente conocida:
“Solo el amor permite al goce condescender al deseo”
La posición del amor como mediador entre goce y deseo no es exactamente una localización, es mas un pasaje. Lo que está localizado, lo que constituye la mediana entre goce y deseo, completa Lacan, no es el amor, sino la angustia, lo cual es una constatación clínica muy precisa.
Jacques-Alain Miller nos explica la función mediadora del amor:
“ El amor es mediador porque desplaza o falsifica a minúscula, transformándolo en el objeto meta, convirtiéndolo en agalma..”[1].
En otro contexto y otra época, Miller hizo una afirmación que va en la misma dirección:
“…el amor- en este caso el amor de transferencia- es un desconocimiento, o quizá mejor, un engaño; que en el amor hay un engaño (tesis bien conocida) porque se esconde el objeto a como desecho.”[2]
O sea, el objeto a, en esa falsificación (palabra fundamental para hablar del amor, que no es concebible sin ella), en la medida en que se esconde como desecho, cambia su lugar, de estar detrás del sujeto, donde Lacan lo sitúa como causa del deseo en el Seminario 10, hacia adelante, lugar de los objetos preciosos que el sujeto persigue. Siendo así, cada objeto precioso, o cada serie metonímica de objetos preciosos, carga en sí misma la marca de la falsificación que le dio origen. Pienso que es una manera simple de entender la función de la causa del deseo. El objeto es causa del deseo porque funda la falta que está en la raíz del deseo. El objeto, entonces, y su falta estructural, es también lo que permite que el deseo esté siempre en movimiento.
Michel Silvestre, en un artículo ya antiguo sobre el amor, hablaba del encuentro con el deseo a partir, justamente, del necesario fracaso del amor:
“Tomar el cuerpo del partenaire sexual parte por parte y percibir que falta, que es un fracaso, sirve finalmente para continuar deseando sin estar satisfecho con uno mismo”
En otro pasaje del mismo artículo, Silvestre intenta responder a una pregunta que todos nos debemos hacer: ¿Qué podemos esperar del psicoanálisis, cuales son las condiciones necesarias para que subsista?
“Si podemos esperar algo del futuro del psicoanálisis, (responde Silvestre) es bajo la condición de que tengamos por objetivo el de estremecer, al sujeto en su relación con la pulsión de muerte, y la única manera de conseguirlo es tener en consideración aquello que hay en el análisis de amor de transferencia. Es, me parece, una de las formas de comprender porque Lacan define el amor como dar lo que no se tiene”[3].
Silvestre propone en esa frase una articulación entre tres elementos: el amor de transferencia como recurso contra la pulsión de muerte, o contra la destrucción, y la conocida definición lacaniana del amor como dar lo que no se tiene.
La frase de Silvestre remite aún a algunas cuestiones de gran importancia sobre la presencia y el papel del psicoanálisis en el mundo: ¿será que el amor de transferencia trajo algo de nuevo para el amor y para el mundo? Y, además de nuevo, ¿será ese recurso eficaz contra a destrucción? Y finalmente, ¿será que el amor de transferencia es una forma de revalorización del amor?
Estamos habituados a pensar en el amor de transferencia como una variante del amor en general, con la particularidad de ser aplicado a las condiciones impuestas por el artificio analítico. En términos prácticos: dada una búsqueda de cura o de saber (una búsqueda puesta en acto, digámoslo así), surge el amor en consecuencia. En el Seminario XX, Lacan condensó esa cuestión con una frase: “aquel a quien le supongo el saber, yo lo amo”.
Se piensa menos, tal vez, que el amor de transferencia tiene en relación al amor en general una particularidad, que dejo aquí como hipótesis: que el objeto del amor de transferencia – entendido como aquel que hace trabajar en un análisis – tiene origen en el resto, en el desecho de la operación que resultó en la falsificación del objeto a, en cuanto el objeto del amor en general incide en aquello que apareció como precioso, por fuerza de la falsificación.
El amor de transferencia seria de cierta manera el aprovechamiento del desecho en la creación de un nuevo discurso, como afirmaba Miller en “La Salvación por los desechos”.
En 2004, durante el Congreso de la AMP en Comandatuba (BA), Jacques-Alain Miller terminó su conferencia, llamada “Una fantasía”, con un argumento sobre un cambio en la relación entre el saber y el amor. Más que cambio el término empleado por Miller es inversión:
“las consideraciones que he debido saltear conducían a una inversión de lo que decimos tradicionalmente: el sujeto supuesto saber es pivote de la transferencia. Me parece que el último Lacan dice otra cosa, si puedo decirlo, dice más bien: la transferencia soporte del sujeto supuesto saber.”[4]
Y, un poco adelante, concluye, y yo concluyo con él:
“Es decir que el inconsciente no existe. El inconsciente primario no existe como saber (no hay un saber previo, que sería objeto de la búsqueda del analizante). Para que devenga un saber, para hacerlo existir como saber, hace falta el amor.”[5]
Romildo do Rêgo Barros
Traducción: Ana Ibañez
Revisión: Silvina Rojas
[1] Miller, J.-A., La Angustia. Introducción al seminario X de Jacques Lacan. Gredos, Barcelona 2018. p.74.
[2] Miller, J.-A.,“Una charla sobre el amor”, Conferencias porteñas. Tomo I, Buenos Aires 2010.p.233.
[3] Silvestre, M.: “Sur l’Amour”, en Demain la Psychanalyse, p. 303. “Si nous pouvons espérer en l’avenir de la psychanalyse, c’est à condition de nous donner pour objectif d’ébranler le sujet dans son rapport à la pulsion de mort, et le seul moyen d’y parvenir est de tenir compte de ce qu’il y a dans l’analyse d’amour de transfert. C’est, me semble-t-il, l’une des façons de comprendre pourquoi Lacan définit l’amour comme donner ce qu’on n’a pas….”. La tradución a portugues es del próprio autor del texto.
[4].Miller, J.A,: ”Una Fantasia”. Conferencia de Comandatuba. 2004.
[5].Miller, J.-A.: ibidem.