Gustavo Zapata

 

Freud se ocupa de la cólera por primera vez en el caso de Emmy von N. destacando su condición de “efecto penoso” de ciertos sucesos traumáticos, que aparecían dislocados del montante de excitación que le estaba asociado y se convertían así en elementos patógenos entre los que había que buscar las causas de los síntomas somáticos y psíquicos de las neurosis. Este caso en particular parece marcar un punto de inflexión para Freud en su praxis por muchas razones, entre otras porque le permite constatar que el trabajo de reconexión de la huella mnémica con el afecto reprimido resultaba más eficaz que la orden post-hipnótica que “borraba” el recuerdo patógeno, tal como lo demuestra en su trabajo con Catalina, y como lo consigna en un trabajo contemporáneo a sus Estudios sobre la histeria¹, Obsesiones y fobias. Y es interesante que en el Proyecto de una psicología para neurólogos, contemporáneo también con estos dos textos, Freud consigna la hipótesis metapsicológica de la degradación del efecto patógeno del recuerdo por la actividad intensificada de la descarga del afecto concomitante². En la observación número 4 de Obsesiones y fobias, Freud muestra claramente cómo opera ésto en el tratamiento de una joven que hacía objeto de su odio infinito a las criadas de su casa porque ensuciaban su idea del amor:

La joven había sido testigo involuntario de una escena amorosa de su madre. Al sorprenderla se cubrió el rostro y se tapó los oídos, haciendo luego todo lo posible por olvidar la escena, que la repugnaba, y cuyo recuerdo la hubiera obligado a separarse de su madre, a la que amaba tiernamente. Consiguió, en efecto, el deseado olvido; pero la cólera que despertó en ella ver ensuciada su idea del amor persistió en su ánimo, asociándose a ella poco después le idea de una persona que pudiese reemplazar a su madre³.

Elabora luego, de un modo minucioso, la aparición, función e incidencia de la cólera en el caso del Hombre de las ratas, acuñando la idea de cólera inconsciente, introduciendo además la idea de que la cólera puede revertirse sobre el sujeto:

Durante el estudio le invadió la nostalgia de la ausente y pensó en la causa de su ausencia, surgiendo entonces en él algo que en un hombre normal se habría limitado a un impulso ligeramente hostil contra la anciana enferma: “¡También es un fastidio que esa vieja se haya puesto enferma precisamente en el momento en que tanto deseo ver a mi amada!” Algo análogo, pero mucho más intenso, fue lo que apareció en nuestro paciente: un acceso inconsciente de cólera, que, junto con la nostalgia de la mujer amada, halló su expresión en la exclamación siguiente: “¡Quisiera ir allí y asesinar a esa vieja, que me priva de la vista de la mujer a quien quiero!” Inmediatamente sigue el mandato punitivo: “Mátate tú para castigarte de tales impulsos coléricos y asesinos⁴.

Aporta además la aserción de que, en el obsesivo, la cólera puede ser objeto de represión por el miedo del sujeto a su intensidad o magnitud. En Totem y tabu reflexiona en torno a la función del tabú como forma de arreglárselas con las formas variadas de la cólera de los dioses (o demonios), verdadera representación de lo real sin ley de la naturaleza en el cuerpo social, y en El Moisés de Miguel Ángel, da a la cólera un lugar preeminente en el simbolismo del monumento destacando el talento sin igual de Miguel Ángel para plasmar la tensión que la cólera induce en el cuerpo por efecto del empuje irrefrenable al movimiento que implica. En el historial del hombre de los lobos, los tempranos accesos de cólera del niño Sergei aparecen referidos a la decepción que produce la violencia de la amenaza de castración proferida por quien hasta entonces se había constituido en un objeto libidinalmente privilegiado, la chacha⁵. Más directamente, hace de la cólera un derivado de la pulsión, en la medida en que funciona para su satisfacción:

Cuando el padre regresó a finales de verano o principios de otoño, los accesos de cólera del niño hallaron una nueva finalidad. Contra la chacha habían servido para fines sádicos activos; contra el padre perseguían propósitos masoquistas. Exteriorizando su maldad, obligaba al padre a castigarle y pegarle, esto es, a procurarle la deseada satisfacción sexual masoquista. Así, pues, sus accesos de cólera no eran sino tentativas de seducción. Correlativamente a la motivación del masoquismo, hallaba también en tales castigos la satisfacción de su sentimiento de culpabilidad. Recuerdo cómo en uno de tales accesos de cólera redobló sus gritos al ver acercarse a su padre. Pero el padre no le pegó, sino que intento apaciguarle, jugando a la pelota con la almohada de su camita⁶.

Es decir, para Freud, la cólera deriva de un obstáculo en el circuito pulsional que, debido al empuje irrefrenable y al factor cuantitativo, obliga a la pulsión a trazar un corto-circuito para obtener su satisfacción, que no es ya el objeto en sí, sino su descarga definitiva y completa. Con lógica impecable, Freud sitúa además cómo la cólera antecede a la palabra, en la medida en que es un afecto (y por afecto Freud se refiere al efecto en el cuerpo de la emoción) que pasa al inconsciente por efecto de la represión del factor cuantitativo del movimiento pulsional, quedando huérfano de representación, de allí su concepto cólera inconsciente, que aplica también a otros afectos. Se trata pues de una elaboración muy precisa de Freud en torno a la cólera como un derivado pulsional, cuyo objeto es la descarga en sí misma, como lo presenta en la Lección XIII y la Lección XXV de las Lecciones introductorias al psicoanálisis, y en Un recuerdo infantil de Goethe en Poesía y verdad. En Inhibición, Síntoma y Angustia, a tono con el aggiornamento de la teoría que operaba desde el ángulo de la segunda tópica, incluye la cólera entre las amenazas que el superyó supone para el yo, en síntesis, al aspecto más radicalmente pulsional del superyó:

La fórmula «separación, expulsión de la horda» no se adapta más que a aquel fragmento posterior del super-yo que se ha desarrollado apoyándose en modelos sociales; pero no al nódulo del super-yo, que corresponde a la instancia parental introyectada. Dicho de un modo más general, lo que el yo considera como peligro, y a lo que responde con la señal de angustia, es a la cólera del super-yo o al castigo que el mismo puede imponerle, o a la pérdida de su amor. La última transformación de este miedo al super-yo me parece a mí el miedo a la muerte (por la vida), o sea, la angustia ante la proyección del super-yo en los poderes del destino⁷.

Preliminarmente podemos concluir entonces que la reflexión freudiana deja establecidas las siguientes coordenadas clínicas respecto a la cólera:

a) La cólera es un derivado pulsional que proviene de un obstáculo en el recorrido que traza la pulsión en su movimiento hacia la satisfacción. El corto-circuito forzado puede volcarse hacia afuera, o contra el sujeto mismo.

b) Si se vuelca hacia afuera, considerando la clínica, su satisfacción está en la descarga misma, y no en alguna substancia episódica del objeto pulsional.

c) Hacia dentro, su potencia patógena puede producir síntomas psíquicos acoplados o no a efectos en el cuerpo.

d) En cualquiera de los dos casos, su irrupción puede ser considerada un signo de la angustia.

e) En la descarga hacia afuera o hacia adentro, puede ocurrir que se agote su eficacia patógena, o puede ocurrir que ésta permanezca hasta una nueva iteración de las contingencias asociadas a su irrupción, es decir, una reactivación de la resonancia de la huella mnémica traumática.

f) A partir de la segunda tópica, adicionalmente, Freud sitúa la dinámica pulsional de la cólera en la formación de síntomas por la vía de la tensión entre el yo y el superyó.

g) Si bien la cólera pareciera ligada al registro de las neurosis en la elaboración de Freud, el modo en que la desarrolla, y cómo la sitúa en el ámbito de la pulsión, sugiere que se trata de un afecto o pasión que atraviesa las estructuras.

Claramente la perspectiva freudiana justifica un trabajo de delimitación de la clínica de la cólera. (Continuará)

 


 

Bibliografía:

FREUD, Sigmund. Obras Completas (tres tomos). Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 1981.

 


 

Notas

¹ FREUD, S., Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva, Estudios sobre la histeria, 1981, p. 80-101.

² Ver por ejemplo el apartado Afectos y estados desiderativos en Op. cit., Proyecto de una psicología para neurólogos, p. 232-233.

³ Op. cit. Obsesiones y fobias, p. 179.

⁴ Op. cit. Análisis de un caso de neurosis obsesiva (caso “El Hombre de las Ratas”), p. 1457.

⁵ Op. cit. Historia de una neurosis infantil (caso del “Hombre de los Lobos”), p. 1950-1951.

⁶ Op. cit. ibidem, p. 1953.

⁷ Op. cit. Inhibición, Síntoma y Angustia, pág. 2864.