Rômulo Ferreira da Silva (EBP)

En el texto “La negación”, de Freud, podemos localizar el mecanismo de Austossung, de expulsión, como el punto de partida para la configuración del ser.

A partir del principio del placer, lo que es expulsado por ser desagradable se establece de forma radical en el decir del sujeto, “eso no soy yo”. Por otro lado, aquello que se presenta como experiencia placentera es introyectado como propio.

OSucede que el elemento expulsado fue experimentado por el viviente marcándolo como modo de satisfacción sin compromiso con el placer. Es, sin embargo, el goce que se presenta como paradojal, que dice respecto del sujeto, aquel que fue radicalmente rechazado. O sea, “lo malo, lo extraño al yo y lo exterior son para él, en un principio, idénticos”².

Esta operación de constitución del sujeto se da míticamente sin la interferencia de lo simbólico. Se trata de la participación de lo imaginario y de lo real en la constitución de un cuerpo que goza, sustraído del alcance de lo simbólico. Como tal, permanece en lo real, porque lo imaginario no es capaz de estabilizarlo.

Lacan en su conversación con Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud en 1954, nos aclara: “pues es así como hay que comprender la Einbeziehung ins Ich, la introducción en el sujeto, y la Austossung aus dem ich, la expulsión fuera del sujeto. Es esta última que constituye lo real, en tanto es el dominio de lo que subsiste fuera de la simbolización”³.

Podemos concluir que el odio adviene del resultado de la Austossung, en la hiancia entre real e imaginario, y es estructurante para el sujeto.

Lacan dará varias orientaciones para entender el odio a ese goce que no concuerda, que no sigue el modelo del Ideal del yo, y que a la vez, ofrece al sujeto su mejor versión.

Ese goce que se instaura fuera del abordaje fálico no puede ser negativizado y se presentará al sujeto siempre, ya sea como goce suplementario, como goce del Otro o como goce femenino, que, no-todo, escapa a cualquier intento de concordancia.

Es el goce externo al sujeto que retorna como el más intimo de su existencia.

La concepción freudiana sobre la constitución de ese extraño más intimo orientará los desarrollos de los últimos Seminarios de Lacan, cuando indica que la única manera de abordar lo real es por la vía de lo imaginario, un imaginario puro desvinculado de lo simbólico.

En el Seminario 20, Lacan presenta la angustia como lo que surge entre lo imaginario y lo real sin la intermediación de lo simbólico. Es por eso que podemos aprehender la angustia como el afecto que no engaña, vivenciada sin la maraña de los significantes.

Constatamos en la clínica que, para desangustiar a un sujeto es preciso introducir algo de lo simbólico. El simple hecho de dar lugar a la palabra puede generar importantes efectos apaciguadores.

Angustia y odio se articulan por estar localizados ambos en la hiancia entre real e imaginario. Podemos decir, que el afecto que no engaña y la pasión del odio son índices de lo real.

Sin embargo, si es posible abordar la angustia ofreciendo significantes que puedan enredarla en una verdad mentirosa; frente al odio no hay nada que decir. Exige la destrucción del Otro en un intento de hacer que éste jamás haya existido.

Es el sueño de una solución final para lo que no cesa de no escribirse. Cuanto más se elaboran estrategias para que ese real desaparezca, más ex-siste al sujeto, presentándose como causa del odio.

El único tratamiento posible es poder imaginar, en el sentido de una imagen desvinculada de lo simbólico, que, para cada uno, pueda bordear el odio de sí mismo, estructurado en su existencia.

Traducción: Marita Salgado

Revisión: Silvina Molina


¹ N. A.: Texto extraído de la discusión que tuvo lugar en La EBP – Sección SP, el 26 de noviembre de 2018, que contó con la presentación del tema del IX ENAPOL, por Romildo do Rêgo Barros.

² FREUD, S., “La negación” (1925). In: Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid, TIII, 1973, p. 2885

³ LACAN, J., “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud”. In: Escritos 2, Siglo XXI, Editores, México, 1980, p. 149.