Sobre “Tío Vania” de Antón Chéjov¹
Felipe Maino (NEL)
Tío Vania, obra en cuatro actos. A Antón Chéjov, su autor, se lo reconoce por preferir los tornasoles antes que las disposiciones precisas. Así, resulta una pieza excelente para trenzar sentimientos y afectos. “Noches y noches que no duermo de fastidio, de rabia”, leerán en boca de Voinitsky, el tío en cuestión².
La obra se puede seguir en clave edípica: un hombre, el tío Vania, odia a un venerado profesor y lo culpa de su fracaso; lo odia también por ser quien goza de las mujeres amadas. Falla dos tiros al encararlo hacia el final del tercer acto. Nadie se colma con lo que desea, lo que no impide emerjan esas pasiones que Lacan llamó pasiones del ser. Voinitsky exige así al profesor Serebriakov resarcir su falta en ser, encontrándonos allí con la definición de Lacan para esas pasiones: “Lo que de ese modo al Otro le es dado colmar”³.
La segunda clave de lectura nos aproxima a la cólera. Se trata de ese fracaso de la correlación esperada entre un orden simbólico y la respuesta de lo real, entre clavija y agujerito⁴. Si bien en esta obra teatral encontramos el “ser o no ser” de Hamlet, prima el golpe de lo real opaco al sentido, en este caso, para la Rusia rural de fines del siglo XIX. Esta dimensión es fundamental en el teatro chejoviano; son las pasiones del alma su motor inmóvil. La melancolía, el aburrimiento y el mal humor remplazan los grandes sucesos, permitiendo que palpite lo real: el médico Astrov irritado por la explotación de la industria pero incapaz de no explotarse a sí mismo; Serebriakov disimulando su exilio de esa ciudad que ya no lo reconoce; el sentir generalizado de frivolidad, de desubicación. Y Voinitsky, furioso en su estasis.
Ese es el tono de la obra, que disuelve en la iteración del Uno los deseos del Ser. Más Godot que Hamlet, o Hamlet con Godot. Tío Vania, él mismo, cual litoral donde jala el odio como esfuerzo de semblante ante el colerizante empuje de lo real sin ley. Y valdría la pena situar aquí una ira especial, muy del progresismo moderno, me refiero al esplín, que lleva en el aburrimiento la marca del aborrecer.
¹ TCHÉKHOV, A. “Tio Vânia”. In: Jardim das cerejeiras/Tio Vânia. Trad. Millôr Fernandes. Porto Alegre, LP&M Ed., 2009.
² _________ Ibid., p. 151.
³ LACAN, J. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. En: Escritos II. Siglo XXI. Buenos Aires. 2008, p. 597.
⁴ ________ Ell seminario, libro 7: La ética del psicoanálisis. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1988.