Sobre “Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto¹” de Daniel J. Goldhagen

Silvia Elena Tendlarz (EOL)

El libro de Goldhagen, publicado en 1996, plantea como idea central que el genocidio nazi de los judíos no fue perpetuado solo por los miembros del partido nacionalsocialista, ni tampoco se limitaban a obedecer órdenes, sino que miles de alemanes “corrientes”, no necesariamente afiliados, participaron voluntariamente y con entusiasmo. La tesis central es que esto fue posibilitado por el antisemitismo reinante en Alemania de muy larga data que llevó a que todo el pueblo alemán embistiera contra los judíos y participara en la maquinaria de exterminio.

Retoma tres instituciones creadas para su ejecución entre 1941 y 1945: los batallones de la policía del orden formados por reservistas de mediana edad apenas nazificados que “cazaban” y exterminaban a los judíos, los campos de trabajo que los atormentaban hasta su muerte y las marchas de la muerte en la que muchos murieron por agotamiento. Sus fuentes son los testimonios de los Tribunales alemanes de la post-guerra. Su examen no se limita entonces a los asesinatos en las cámaras de gas. El caso del batallón 101, compuesto por muchos profesionales de Hamburgo, se ha vuelto paradigmático. A todos ellos se le dio la posibilidad de no participar en las masacres sin recibir una represalia pero muy pocos se retiraron. Se pregunta cómo es posible que los alemanes “corrientes” cometieran tales crímenes sin apenas vacilar y su respuesta recae sobre el antisemitismo alemán, tesis discutida en el medio académico.

En cambio, las jóvenes generaciones alemanas de fines del siglo XX querían salir del silencio de sus padres y saber qué sucedió por lo que le dieron una muy buena acogida, poniendo de manifiesto los horrores de una ideología basada en el odio y en la segregación.

Podemos preguntarnos cómo el sistema de identificaciones del “nosotros” genera “otros” despojados de toda humanidad que impacta no solo en la maldad de los verdugos sino en la “zona gris” de aquellos que contribuyen sin pensar en lo que hacen, que aceptan en silencio, volviéndose apáticos, desinteresados o indiferentes, o que sencillamente no actúan de ningún modo para acoger y hacer resonar el dolor de existir del “otro”.

¿Cómo preservar una ética que oriente nuestra solidaridad en un mundo vuelto cada vez más extraño e indiferente, amurallado en un “nosotros” cada vez más circunscripto?

 

Billetes

¹ GOLDHAGEN, D. J. “Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto”. Madrid: Taurus, 1997.