Susana Dicker (NEL)

Preguntarnos por esas tres pasiones-odio, cólera e indignación- es entrar en ese terreno que Lacan eligió separar de los afectos freudianos y, en particular, de esa versión del psicoanálisis que mantuvo la confusión con las emociones. En ese sentido es oportuno recordar la afirmación de É. Laurent: “llamamos pasión a una articulación del inconsciente con lo real del goce”¹, en tanto fantasma y pulsión están comprometidos en ella. “Una soldadura entre el saber del inconsciente y el goce”², un lazo del inconsciente y lo real a través del a en un cuerpo vivo.

Nuestra práctica se orienta a lo más singular del goce del ser hablante. De allí que cuando pensamos en estas pasiones, expresiones de ese goce singular, nos topamos con la paradoja de que no son sin la afección que el Otro produce en el parlêtre. Ya sea desde el Otro de la civilización como desde el Otro del amor, dichas pasiones del parlêtre no son sin las del Otro. Lacan lo plasmó en esa dicotomía entre pasiones del ser, de la relación con el Otro, de la alienación, y pasiones del alma, pasiones del a. Cuando es así ¿hablamos del Otro y del Uno? ¿O acordamos con el concepto de extimidad y aceptamos que el Otro es Otro dentro de mí mismo?

Allí donde el ser hablante se defiende de la pulsión que lo habita, situándola en el campo del Otro, haciéndolo responsable de lo que le ocurre, tenemos la operación del fantasma que encuentra su ocasión en un Otro habitado por un vacío donde es posible depositar la causa de la angustia, que no es sino el objeto de su fantasma. Pero podemos trazar un puente para no quedarnos atrapados en esta dicotomía en tanto la vida del parlêtre incluye el lazo al Otro y, sin embargo, es responsable de su goce, que no hace lazo. Una cita de Lacan instala ese puente: “Te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a minúscula, te mutilo”³. Es pensar la pasión de la falta-en-ser a partir del a, y hacer lugar a los arreglos singulares de cada ser hablante. He aquí lo que da al Otro su posición: se accede a él por el lugar de un goce pero, en tanto el goce está prohibido, esa posición del Otro está construida no sin el aparato significante, lo que nos instala en el terreno de la demanda. Y si se demanda dar lo que no se tiene, ya no estamos en el orden del tener sino del ser, ser de goce.

Pensar la pasión como un lazo del inconsciente y lo real a través del a en un cuerpo vivo no es sin la pulsión. Y si de ella Freud decía que su fin es activo, aunque ella sea muda, podemos concluir que las pasiones son uno de sus modos de expresión. Germán García lo dice en estos términos: “Contra la tradición que identifica la pasión con lo patológico (…) hay que decir, con el psicoanálisis, que las pasiones hablan en la decisión de tomar la palabra y en las figuras que constituyen la dimensión semántica del lenguaje, dimensión irreductible a la sintaxis”⁴.

Y esto es notable, en particular, en la cólera y la indignación. Mientras en el odio se trata de una temporalidad distinta, Lacan ubica la cólera como irrupción de lo real. “Cuando en el plano del Otro, del significante, o sea siempre, más o menos, el de la fe, de la buena fe, no se juega el juego”⁵. Disrupción que quiebra la creencia en el Otro y conmueve la trama simbólica que sostenía al sujeto.

¿Y de la indignación? “No es la cólera. (Ésta) es un afecto y la indignación es una posición subjetiva, la del que responde como sujeto en lo personal y en lo social al verse in-dignado, despojado de su dignidad subjetiva (…) Manifestar la indignación, pienso con Lacan, es negarse a ser reducido a lo innoble de un ser que tendría que tragarse la vergüenza de vivir sin el valor dado por los significantes que lo identificarían en su dignidad subjetiva”⁶.

Podemos acordar o no con Gallano pero, como psicoanalistas no podemos desconocer la relación entre la indignación y la dignidad como ética del deseo. La indignación, pasión ligada a la abyección, no es sin el objeto a como abyecto, desecho. Esto nos orienta en dirección a una política del síntoma con su antecedente en Freud, quien creyó en la dignidad de los desechos de la vida psíquica, los tomó en serio. Oportunidad del sujeto de lograr su salvación si hacemos lugar a la dignidad de su goce y apostamos a la dignidad del Sinthome.


¹ LAURENT, É: Los objetos de la pasión, Tres Haches, Bs As, 2004, p. 74.

² Ibíd., p. 74.

³ LACAN, J: Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Bs As, 1987, p. 276.

⁴ GARCÍA, G: “El retorno de las pasiones”. Disponible In: http://wapol.org/ornicar/articles/grc0029.htm

⁵ LACAN, J: Seminario 10, La angustia, Paidós, Bs As, 2006, p. 23.

⁶ GALLANO, C: “Genocidio social…”. Disponible In: https://traficantes.net/sites/default/files/Impactos%20subetivos%20del%20actual%20genocidio%20social.pdf