Sobre “La cinta blanca” de Michael Haneke

Tânia Abreu (EBP)

Comparto algunos interrogantes que me surgieron luego de ver la película La cinta blanca, dirigida por Michael Haneke – que aborda el tema del mal y la violencia-, ganador de la Palma de Oro de 2009. En 1913, en una aldea del norte de Alemania que vive bajo el mando de un médico, un pastor y un barón; ocurren una serie de extraños accidentes que desencadenan una búsqueda desenfrenada de los responsables. La figura central es la de un profesor, narrador y protagonista de las escenas de amor, empeñado en develar el misterio. La cinta blanca tiene una función ambigua: al mismo tiempo que marca la pureza infantil, al ser colocada en los brazos de los niños, se convierte en una marca de un mal a corregir.

La tesis de los críticos¹ es que una educación infantil rígida y sin amor –transmitida en la película, entre otros recursos, por el objeto voz siempre impostado con austeridad-, puede ser considerada el origen del mal en la vida adulta. La película tiene como escenario la Primera Guerra Mundial -manifestación más cruda de que la pulsión de muerte es primaria- pero apunta al nazismo.

A pesar de ser una película rodada en la Alemania de la primera mitad del siglo XX es de una actualidad sorprendente. La crítica dice: “(…) La cinta blanca demuestra que, en cualquier tiempo y lugar, el mal solamente es capaz de producir grandes hecatombes cuando corrompe primero a las personas comunes en sus relaciones más íntimas e invisibles”².

La pregunta es: ¿una educación rígida, ejercida en nombre de una moral hipócrita y religiosa, es la base del odio, de la cólera y de la indignación? ¿El origen del mal es de modo tan lineal como proponen los críticos? ¿O, esa atmósfera retratada en la película ya es una representación de lo primario, constituyente del ser hablante, la pulsión de muerte? ¿Los cuerpos infantiles, con las cintas blancas incorporadas, son objetos de goce para los adultos?

La memoria en Freud fue erigida bajo las marcas mnémicas que se reordenan, que existen en una mezcla de tiempos, el pasado, el presente y el futuro. El futuro es quien determina el pasado, en esa lógica que rompe con el determinismo lineal. La contingencia de un acontecimiento, encuentro con lo real, determinará la naturaleza del acto, violento o no. Après coup es un concepto fundamental, pues el futuro determinará lo que fue el pasado, de modo contingente, no lineal, necesario para asegurar que hay violencia donde no se permitió gozar. Aquí entra la rigidez.

Traducción: Federico Oyola

Revisión: Tainã Rocha

Billetes

¹ ALONSO, S. L. “O tempo que passa e o tempo que não passa” In: Revista Cult. Abr 2006.

² SOBRINHO, M. “Crítica de A fita branca”. Disponible en: www.planocritico.com/critica-a-fita-branca/. Acesso em mar. 2019.