Sobre “Los orígenes del totalitarismo”¹ de Hannah Arendt

Mayra de Hanze (NEL)

Arendt, autora de Los orígenes del totalitarismo, diagnosticará en el totalitarismo un mal radical que osó declarar el “carácter superfluo de la vida humana”².

Apartándose completamente del concepto freudiano de pulsión de muerte, desbroza la banalidad del mal, cuando propone al New Yorker cubrir el proceso de Otto Adolf Eichmann, ex dirigente del sector IV-B-4 de la Oficina Central de Seguridad del Reich.

La narradora relata la biografía de un alemán común, esa persona “media” y “normal” la impresiona a lo largo de todo el proceso, pues revela ser absolutamente incapaz de diferenciar el bien y el mal. Arendt observa sarcásticamente su lucha heroica contra la lengua alemana, sus fórmulas estereotipadas y su lenguaje administrativo, ni una sola frase que no fuera un cliché. Era imposible comunicarse con él, no porque mintiera, sino porque este hombre tenía el triste don de consolarse con pronunciar frases hechas, como si citara palabras de confección u órdenes. Eichmann le dio la oportunidad de demostrar que, sin haber sido monstruos sádicos o torturadores inveterados, la gran mayoría de quienes hicieron el nazismo compartían esa condición banal, de renuncia al juicio personal.

En otras palabras, Eichmann es una ilustración concreta de la manipulación de la humanidad característica del totalitarismo, sin ser estúpido en el sentido estricto, ese burócrata ponía de manifiesto una pura ausencia de pensamiento.

Más inquietante aún, “horrorosamente normal” cometiendo crímenes de una nueva especie, era incapaz de juzgar, pero se arroga el derecho de decidir quién debe y quien no debe habitar este planeta. Es Kant deformado. Era culpable porque había obedecido, y sin embargo, la obediencia se consideraba una virtud.

La terrible, la indecible, impensable banalidad del mal, no quiere decir inocencia, Arendt está a favor de la pena de muerte, puesto que el derecho está destinado a castigar los crímenes que este hombre cometió, y no a la persona incapaz de distinguir entre el bien y el mal. Junto con otros, ella desea que Eichmann sea llevado a una corte internacional, pues el crimen contra los judíos era también un crimen contra la humanidad³.


¹ ARENDT, H. Los orígenes del totalitarismo. Espanha: Alianza Editorial.

² KRISTEVA, J. El genio femenino. La vida, la locura, las palabras. Tomo 3. Paidós, México, 2003, p. 466.

³ ___________ Tomo 1, p. 162-166.