Sobre “Señor de las moscas” de William Golding1¹
Elizabeth Siqueira (EBP)

Para Lacan², el superyó es la parte opaca y tiránica de la ley, que se manifiesta de modo paradojal, obsceno y feroz como ruptura, disenso y capricho. Queda bien claro en la obra Señor de las moscas (1954), del Nobel de literatura William Golding.

El autor nos muestra hasta dónde se puede llegar, en términos de odio, cuando la voluntad de goce es amo. En su novela, es esa la voluntad que transforma a un grupo de niños naufragados, bien educados; en individuos anónimos, enmascarados, movidos por la intención de matar.

Durante la Segunda Guerra Mundial, un avión cae en una isla desierta, y sobrevive sólo un grupo de niños en edad escolar. Aunque no consigan entender lo que ocurrió, al principio esos niños se maravillan con la oportunidad de vivir como quieran sin la restricción impuesta por ningún adulto. Mientras aguardan un posible rescate, se organizan bajo el liderazgo de Ralph, pero, de a poco, y por voluntad propia, transforman la isla en un escenario de violenta disputa por el poder.

Rápidamente pasa a imperar la ley del más fuerte contra el más débil, y la disputa por el poder se produce de modo más feroz e impiadoso, llevándolos a los confines de la condición humana, y distanciándolos vertiginosamente del orden simbólico, y de aquello que fueron un día.

La lucha sangrienta por el poder entre niños sorprende y nos deja perplejos, tocándonos de modo profundo e irreversible. Es aterrador observar la decadencia y la barbarie que hace de los niños una presa fácil, dócil y absolutamente mutable. Jack es un prototipo de esto, dado que, al principio, se presenta como un joven lleno de orgullo y con espíritu de liderazgo, pero, a medida que el tiempo pasa, se transforma en un tirano sanguinario, asesino sin límites, fuera de control, que no duda en sumergirse en la brutalidad.

Se ve así cómo, en ciertas condiciones favorables, el odio desligado del amor y fuera de su ambivalencia estructural en los sujetos divididos, lleva a la disolución del lazo con el Otro. La organización social regida por las leyes de la palabra y del lenguaje se esfuma y, en su lugar, se instala algo sin límites, como el Poder. Jack, el líder de la horda, inventa un camuflaje y, por detrás de él, los niños se entregan y dan libre curso a un goce mortífero. El pasaje al acto colectivo arrastra consigo a esa “horda sin padre”³.

Traducción: Marita Salgado


¹ GOLDING, W., Señor de las moscas. Alianza editorial, 2012, Buenos Aires.

² LACAN, J., El Seminario, Libro XX, Aún. Paidós, 1985, Barcelona.

³ ZALTZMAN, N., L‘esprit du mal. Olivier, Paris, 2017, p. 18.