Gerardo Arenas (EOL)
Venecia, 1610: Galileo da a luz la ciencia (Mensajero sideral). Londres, 1620: Bacon le quita la placenta del lenguaje (Nuevo instrumento) y así funda su método. Leiden, 1637: Descartes pretende restituirle el yugo filosófico. Por eso no es científico su método, el del Discurso. Lo muestra su última obra, Las pasiones del alma (1649), que abre las puertas a ese “océano de falsa ciencia” que Berkeley mapeó y que no cesa de crecer. Descartes nos legó buena matemática, novedosa filosofía, escasa ciencia y una peligrosa bisagra que articula esas tres cosas con la charlatanería. Quien compare lo que sobre el miedo dicen el artículo LVIII de su tratado sobre las pasiones y los sistemas de valencia negativa en la obsesión,¹ además de deplorar cuán poco cambiaron las cosas en cuatro siglos (vino medieval clasificatorio en asépticos odres posmodernos), hallará en la pseudociencia contemporánea y sus Research Domain Criteria muchos genes cartesianos y algunos tomistas, pero pocos galileanos.
Aunque el psicoanálisis no es ciencia, debe precaverse de la bisagra cartesiana. Cruzarla puede enfermarlo. Es su riesgo congénito. No está a salvo.
Bien lo ilustra la historia del principio de placer. Durante dos milenios fue la del genial Epicuro y sus amigos hedonistas racionales, hasta que en el siglo XIX Fechner quiso hacer de ella una ley de procesos no conscientes –aunque fuera imposible validarla o refutarla– que sedujo a Freud. Descartes, proscripto de su obra salvo por dos sueños inanalizables,² puede sin embargo vanagloriarse de haberla infestado: Disfrazado de Fechner, avanzo enmascarado. Ni siquiera el Más allá… lo erradicó: el ahorrativo principio de placer siguió enquistado en la derrochona economía de los habitantes del lenguaje, tanto que Freud, arrojando el niño con el agua sucia, al fin renunció a su mejor guía estructural.³ Lacan, por no haber olvidado que si olvidamos las palabras perdemos al parlêtre, logró reciclarla.⁴ Con ello alejó al psicoanálisis, por un tiempo, de la bisagra envenenada – pese a lo cual aún seguimos creyendo que el principio de placer vale en el ser hablante.
Conviene tenerlo en cuenta a la hora de abordar las pasiones en la experiencia analítica. Aristóteles constituyó la epistéme antigua cuando le proscribió ocuparse de lo singular, Bacon fundó la ciencia moderna en el exilio del sujeto vacío, y nosotros, los analistas, debemos ocuparnos de ambos residuos del discurso científico.⁵ Ahora bien, si perdemos de vista el significante (causa del sujeto) y el estilo sinthomático que da a los lazos libidinales la singularidad que nos incumbe, la bisagra cartesiana puede infestarnos y hacernos merecedores del desprecio cultural.
Por eso, debemos cuidarnos de chapucear sociología y de mirarnos en el espejo de las neuronas, pero también de arrastrar el incensario de la malignidad del goce. Recordemos que el psicoanálisis siempre navega entre la Escila de la ciencia y la Caribdis de la religión,⁶ y que la potencia paradigmática de una singularidad bien elegida y con valor de brújula, tal como el arrobamiento pintado por Duras y analizado por Lacan,⁷ vale más que mil ejemplos particulares de un universal siempre problemático para nosotros.
Notas
¹ PITTENGER, C. (ed.) Obsessive-Compulsive Disorder, Oxford up, Nueva York, 2017, pp. 690-696.
² FREUD, S. “Carta a M. Leroy sobre un sueño de Descartes”, Obras completas, Amorrortu, caba, 1991, t. XXI, pp. 201-202.
³ _________ “Inhibición, síntoma y angustia”, Obras completas, op. cit., t. xx, pp. 83-161; ARENAS. G. Pasos hacia una economía de los goces, Grama, caba, 2017, pp. 18-24.
⁴ LACAN, J. “La tercera”. Revista lacaniana de psicoanálisis, 18, 2015, pp. 9-32.
⁵ ARENAS, G. “Una brújula defectuosa”. Lo real puesto al día, en el siglo XXI, Grama, caba, 2014, pp. 33-37.
⁶ ___________ Sobre la tumba de Freud, Grama, caba, 2015, pp. 26-28.
⁷ LACAN, J. “Homenaje a Marguerite Duras, por el arrobamiento de Lol V. Stein”. Otros escritos, Paidós, caba, 2012, pp. 208-216.