Flory Kruger
EOL

 

Cuando comenzamos a pensar el tema para el próximo ENAPOL la idea que surgió con más fuerza fue la de la violencia. Lo que intentamos siempre en referencia a los temas del ENAPOL, siendo que se trata de encuentros orientados hacia el exterior de las Escuelas, o sea hacia la extensión, es encontrar temas que interesen e interroguen el momento actual.

Por lo tanto, el tema de la violencia nos pareció adecuado, ya que sus manifestaciones en nuestros días, son múltiples y diversas. Había pues que encontrarle una particularidad desde el psicoanálisis que le diera un marco más acotado y fue así como llegamos a considerar el título que finalmente se aprobó:

“Odio, cólera, indignación”. Con un agregado: “Desafíos para el psicoanálisis”.

Tres afectos de una total vigencia en la actualidad.

Cuando dije: más acotado, fue porque lo que nos interesa trabajar son estas tres pasiones, estos tres afectos, pero vinculados con el psicoanálisis, por eso surge el subtítulo: “desafíos para el psicoanálisis”.

El psicoanálisis es entonces, la brújula que nos orienta, es el que le pone un marco al tema de las pasiones que de por sí, tendrían un alcance mucho más general, incluso es tentador referirse al tema desde una mirada sociológica, política, antropológica, en fin…un tema que da para ser estudiado desde otras disciplinas.

Vivimos cada vez y con más frecuencia, la experiencia de distintos actos de violencia, robos, secuestros, asesinatos, la discriminación de las mujeres, las guerras.

Esto nos demuestra que la violencia crece en el mundo, se multiplica en el entorno y también llega a nuestros consultorios, por lo tanto, debemos tomarla como un objeto de estudio, como nuestra perspectiva de aquí en mas hacia el ENAPOL.

No nos queda mucho tiempo, pero sí, muchas ganas de encontrar algunas respuestas.

En la primera presentación que hicimos en la EOL, me referí a una de las formas del odio tan actual entre nosotros no solo en la Argentina, sino en todos los lugares donde habita un ser humano, me refiero al sentimiento de extranjeridad.

Lo extranjero, lo más extraño a nosotros mismos, suele ser la base del racismo. Pero también podemos pensar que hay algo extranjero en cada uno de nosotros.

Desde el psicoanálisis pensamos que el estatuto del sujeto, por el modo de su constitución que es a partir del Otro, es un extranjero que tiene su hogar en el Otro. Lo extranjero es una cualidad del ser humano en la medida en que se verifica que en la propia subjetividad habita algo que al sujeto se le hace extraño.

Ese algo puede ser una manifestación del inconsciente como un sueño, un lapsus, un acto fallido o bien un síntoma, algo que se le impone más allá de sus buenas intenciones conscientes.

Esta extranjeridad no se enfrenta sin angustia, ya que el sujeto cree ser alguien, pero descubre que está habitado por algo que le resulta extraño, aunque sea suyo. Lo extranjero entonces, vive dentro de cada uno de nosotros.

También se llama extranjero al sujeto que deja su país para trasladarse a otro. Cuando este sentimiento de no aceptación de lo extranjero se localiza fuera del sujeto, tiene un nombre, se llama racismo.

El racismo es una pasión del ser que está conectado con un odio visceral que toma al cuerpo.

Lacan lo define de una manera simple: como lo insoportable del goce del Otro, de que el Otro no sea como uno y sobre todo, que no goce de acuerdo a nuestra tradición.

El sujeto siente que ese otro goza a su costa, siente que el otro viene a aprovecharse de lo suyo, viene a quitarle algo sin pagar el precio correspondiente, que le sustrae una parte de su goce.

Pero en mi intervención de hoy me voy a referir a otro aspecto, me quiero detener a pensar la presencia de los afectos en el interior mismo de la práctica analítica, en sintonía con el tema de este Congreso que lleva por título precisamente: “el juego de las pasiones en la experiencia psicoanalítica”.

Freud se encontró tempranamente en su consultorio con el amor, la pasión y el odio, a partir de sus queridas histéricas. Comprobó que la transferencia era uno de los lugares privilegiados en donde estas pasiones se ponían en juego, con los efectos tanto positivos como negativos de lo que su presencia y sus intervenciones provocaban.

La llamó transferencia positiva cuando funcionaba como motor del tratamiento y transferencia negativa cuando obstaculizaba la cura.

Pero cuando estos afectos adquieren el peso de la pasión en el interior mismo del tratamiento analítico, ¿qué ocurre? ¿Cuál es su destino?

La pasión amorosa, en la medida en que se presenta como un atravesamiento del semblante de la transferencia, impide el trabajo del análisis, desarticula el acto.

Una paciente cuya insistencia en el planteo de su amor por su analista termina al final de una sesión abrazándolo y forzándolo a besarla, esto impide, rompe la posibilidad de un trabajo analítico. Freud lo llamó transferencia erótica.

Del mismo modo, la pasión del odio, es un punto de ruptura que se transforma, una vez desencadenado, en un incurable.

En cambio, la transferencia negativa puede tramitarse.

Para Lacan la transferencia positiva y negativa como la pensaba Freud, es representada como un afecto, por lo tanto, la ubica en el eje imaginario. En cambio le da prioridad e importancia a la transferencia a partir del SsS. Cito: “En cuanto hay en algún lugar el Sujeto supuesto que se supone saber, hay transferencia”².

Y es precisamente a partir del SsS que define la transferencia positiva, porque sostiene que cuando le supongo el saber a alguien, lo amo.

Lacan vincula la transferencia negativa con la agresividad, lo cito: “Debemos sin embargo, poner en juego la agresividad del sujeto para con nosotros, puesto que esas intenciones, ya se sabe, forman la transferencia negativa que es nudo inaugural del drama analítico”³.

Es una manera de decir que la relación analítica debería sostenerse en una supuesta confianza, pero muchas veces esto no ocurre.

Sin embargo no la vincula con el odio sino con la ambivalencia y utiliza un modo muy simpático para referirse a ambas, en el caso de la positiva, dice: “avoir à la bonne” que es cuando miramos al analista con buenos ojos, en cambio la negativa es cuando lo tenemos “a l´oeil” entre ojos, cuando le tenemos ojeriza⁴, entre ceja y ceja, decimos en la Argentina.

En un Seminario que dictó Miller en Madrid sobre la política de la transferencia, utiliza un término muy preciso en relación con la transferencia negativa, dice que es cuando el analista está bajo sospecha y la vincula con la desconfianza, lo cual complica la relación analítica en la medida en que hay que contar con un vínculo de confianza hacia el analista para poder analizarse⁵. Esta desconfianza tiene todo su peso en la medida en que va en contra del SsS.

Estos ejemplos nos indican la necesidad de interrogar los fundamentos de la pasión para poder orientarnos cuando se hacen presente en nuestra práctica.

Lacan a diferencia de Freud y gracias a él, cuando se acercó al psicoanálisis ya contaba con la transferencia y con los desarrollos que había hecho Freud al respecto y es importante señalar que, en un primer período de su enseñanza, inspirado en la agresividad propia del Estadio del espejo, las llamó “pasiones del alma”. Se trataba de los afectos narcisistas del sujeto recluido en su yo.

En el Escrito de la Dirección de la cura, Lacan retoma el tema de la pasión, pero ahora, como “pasiones del ser”: amor, odio ignorancia. Estamos en la época de la falta en ser como la pasión del neurótico. Lacan plantea que esa pasión es la que se despliega en el corazón de la experiencia analítica, el sufrimiento del neurótico por su falta en ser.

El amor, como la búsqueda del ser en la imagen del otro, el odio como la búsqueda de la destrucción del otro y la ignorancia como la expresión de lo que el sujeto ignora en su petición. El sujeto sigue pidiendo apasionadamente porque hay una ignorancia de lo que pide.

En Televisión vuelva a hablar de las “pasiones del alma”, pero si las primeras tenían que ver con la imagen i(a), estas últimas tienen que ver con el objeto a. Este objeto es el resto de goce que el significante no puede capturar, entonces se trata de ver como el saber significante se las arregla con algo íntimo, su extimidad, para tramitar el goce.

Una de las pasiones que menciona es la depresión que llama tristeza o cobardía moral. Es un saber triste, es un saber que quiere dejar fuera al goce. Se le contrapone otra pasión que es el gay savoir, saber alegre. Es el saber que hace la experiencia de saber que aquello que quiere captar, no se puede, pero lo sigue intentando. En este sentido es un motor. Lacan lo toma como causa por eso lo relaciona con el entusiasmo. Aquí el objeto a no está tomado como resto sino como motor.

Y finalmente el odioamoramiento, el sujeto que odia apasionadamente pero quizá lo que tiene escondido, es un amor. Esto puede llegar a la destrucción del otro. En esta época la pasión está ligada al goce.

Para finalizar quería introducir no sólo lo que desde el lugar del analizante se produce a nivel de los afectos, es decir, la transferencia, sino también lo que el analista desde su posición o desde su intervención provoca.

Podemos decir que hay una violencia en juego producida por la posición del analista en la dirección de la cura. Esta violencia se llama ética del forzamiento.

¿En qué consiste esta ética del forzamiento?

En orientar la cura no precisamente por el camino del placer, que es el intento de todo sujeto en análisis, sino todo lo contrario.

Se trata de ir en contra del principio del placer que se hace presente en la voluntad de decir, en la voluntad de explicar, en la voluntad de hacer teorías sobre uno mismo, en la voluntad de obtener el sentido perdido, en la voluntad de obtener una toma de conciencia.

La ética del forzamiento se expresa en las interpretaciones del analista que lejos de sumar sentido a lo que el paciente dice, lo confronta con sus propios dichos, separándolo de su voluntad de decir.

Seguimos entonces en esta línea de interrogación, orientados por el deseo que todo ENAPOL nos despierta.

Hasta setiembre entonces, donde nos encontraremos nuevamente para seguir trabajando juntos en esta acogedora ciudad.

 


 

Notas

¹ Texto presentado en el Congreso EBP. 12, 13, 14 de abril, 2019. Odio, cólera, indignación – desafíos para el psicoanálisis.

² LACAN, J. Seminario 11. Paidos, 1986, p.240.

³ LACAN, J. La agresividad en psicoanálisis. Escritos 1, Siglo XXI Editores. 1975, p.100.

⁴ LACAN, J. Seminario 11. Paidos, 1986, p.130.

⁵ MILLER, J. A. La transferencia negativa. Tres haches. 2000, p.16.