Al responder una pregunta en la clase 9 del Seminario 23, Lacan afirma:
“La hipótesis del inconsciente, como subraya Freud, solo puede sostenerse si se supone el Nombre del Padre. Suponer el Nombre del Padre, ciertamente, es Dios. Por eso, si el psicoanálisis prospera, prueba además que se puede prescindir del Nombre del Padre. Se puede prescindir de él con la condición de utilizarlo”[1].
Veamos algunas de las preguntas que nos trae esta afirmación.
¿Cómo seguir estas ideas en una pareja homosexual? Esto merece un trabajo que llegue a las raíces del problema.
¿Qué significa un psicoanálisis exitoso? ¿Y qué significa prescindir del padre a condición de servirse de él?
Son buenas palabras sobre un análisis que accedió al pase clínico. Implica dos momentos: El instante de saber, que depende del atravesamiento del fantasma, un saber sobre el modo singular de gozar de cada uno, y un saber hacer, que implica la identificación al Sinthoma, y un saber hacer con eso que se sabe.
La travesía del fantasma permite la luz en la sombra opaca del goce, en la mentira sobre el goce que el goce fantasmático oculta. Un saber verdadero sobre el goce del Sinthoma y él, el Sinthoma, nos remite al padre y al nudo, que mantiene unidos los tres nudos, que tienden a separarse. Para poder hacer con el Sinthoma-padre-nudo, una condición es que las mutaciones de goce en el trabajo analítico hagan de él un Sinthoma que, a pesar de ser el mismo, al final es cuantitativamente diferente.
Otra perspectiva surge a partir de otra frase de Lacan del mismo Seminario:
“La perversión solo quiere decir versión hacia el padre”[2]
Se trata de un giro, un cambio en la relación con el padre para que, sirviéndose de él, usando algún elemento de su amor, mute[3] el goce en más amor y deseo. O sea, salir del goce edípico, abrir un camino para nuevas formas de goce frente al imperativo categórico que ordena: “¡goza!”. Prescindir del padre superyó que se eterniza en el goce edípico de la queja y del resentimiento, para poder, a partir de su propia pulsión, ir más allá.
Ese giro debe tener sus raíces en el cuerpo, en lo íntimo del hablanteser. Como recuerda Leonardo Gorostiza, servirse del padre «es apropiarse de él en su propia constitución como hablanteser»[4]
Es el amor del padre lo que permite mutar el goce fijo del Sinthoma en resto de goce más amor y deseo y, así, poder ir más allá de él. Sin ese amor, el hablanteser permanece conectado al padre por el odio o por la demanda de amor, ambas formas disfrazadas de goce.
Lacan en el Seminario … o peor, funda el campo Uniano, un campo de goce sin significante. Abraza la escritura borromea como goce que se escribe en lo real. Se trata de un giro radical.
En la perspectiva borromea, los tres nudos están separados. Es el sinthoma que los mantiene unidos. Miller considera que «podemos liberarnos del síntoma» siempre que el análisis permita «que los tres redondeles se mantengan unidos”[5].
Bernardino Horne (AME – EBP – AMP)
Traducción: Marlon Cortés
Revisión: Silvina Rojas
[1] Lacan, J. El Seminario 23. Paidós, 2005, p. 133
[2] Ibid., p. 20
[3] Mutar, en el sentido de mutaciones que vemos en los virus.
[4] Gorostiza, L. “Después del pase”. Revista Lacaniana de Psicoanálisis, EOL, Grama, Año VIII, No. 15, noviembre de 2013, p. 66-81.
[5] Miller, J-A. Piezas sueltas, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 66