Lo nuevo en el amor

A partir del tema de nuestro Encuentro, una pregunta se impone: ¿qué sería exactamente lo nuevo en el amor?

En cuanto a lo nuevo, se trata de las manifestaciones de un «nuevo real»[1], él mismo producto del discurso de la ciencia y sus derivas tecnológicas. Se trata de un real que ya no está marcado por las prohibiciones al goce sino, por el contrario, por su incitación, facilitado por los alcances de la técnica. El contexto de lo nuevo se ve marcado, así, por nuevas modalidades de encuentro con «la hiancia intrínseca al goce»[2], es decir, nuevos encuentros con lo imposible cuando éste ya no está más cubierto por el velo de las interdicciones paternas.

Esto da como resultado lo que llamamos «nuevos síntomas». Freud ya había detectado esa correlación entre la formación de nuevos síntomas y la civilización. Es lo que él busca interpretar a partir del aumento de enfermedades nerviosas y neurastenias producto de la “moral sexual” de su época. Y es precisamente en este contexto donde se produce la invención de una nueva modalidad de amor, el amor de transferencia. Una forma de demanda que, contrariamente a lo que se esperaría en el ámbito amoroso, no debe ser satisfecha ni suprimida: “el camino que debe seguir el analista no es ninguno de estos; es un camino para el que no hay modelo en la vida real”[3]. Vemos aquí cómo se instala “un nuevo amor” a partir de la aparición, en este caso, del discurso analítico. Es lo que permite a Lacan poder afirmar, a partir de la lectura del poema “Una Razón”, de Rimbaud, que el surgimiento de “un nuevo amor” es signo de que hemos cambiado nuestro discurso[4].

Por el hecho mismo de que el “hablanteser” se confronta con lo no programable en la relación entre los sexos, y una vez que ha encontrado el camino que le permite tener en cuenta este imposible, es que Miller señala la apertura a la “pasión por lo nuevo” [5]. El término allí es preciso, “pasión”, en el sentido de que estamos ante algo que nos supera y nos atraviesa. Y que quede claro que, para poder soportar esa “pasión por lo nuevo”, es necesario que cada analista, desde su experiencia, pueda trazar su propio camino para encontrar en él su “vía de escape”. En este sentido, podemos decir que no basta que un analista sea capaz de interpretar la “subjetividad de su época”, si no tiene en cuenta que esta interpretación en sí misma deriva del trazo singular que, a partir de su análisis, le proporciona las condiciones para esta interpretación. Y es precisamente en el horizonte de un camino de análisis donde Lacan menciona lo que podría ser un “nuevo significante”, es decir, un significante “que no tendría ningún sentido” y que abre una nueva vía de acceso “para eso…que yo llamo lo real”[6].

En cuanto al amor, y siguiendo la brújula lacaniana, no podemos perder de vista la relación que Lacan establece entre el amor y el sujeto supuesto saber: «aquel a quien supongo el saber, lo amo»[7]. Sin embargo, podemos decir que, debido a los cambios realizados en la relación con el saber en la actualidad -el saber ya no es más un objeto a ser buscado en el campo del Otro[8] se hace cada vez más evidente una dimensión del amor de transferencia que se sitúa más allá de la demanda de saber. ¿Qué sería del amor de transferencia, por ejemplo, como demanda de pura presencia, cuando los signos del amor parecen reducidos a la mera intermitencia presencia / ausencia?

Por otro lado, cuando el amor se presenta bajo la forma de demanda -en este sentido sabemos que él participa de las “pasiones del ser”- no podemos perder de vista que, en el horizonte de esta demanda, podrá haber un encuentro con un partenaire desmesurado. De estos partenaires, Lacan aísla algunos que, para nosotros, tienen un valor paradigmático: la Dama del amor cortés, el Dios de la mística o, incluso, la enigmática figura del “prójimo” de la máxima “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. En cada una de ellos, el camino del amor revela la satisfacción de la pulsión que está presente tanto en su rostro de Eros como en el de Thanatos.

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En la enseñanza de Lacan, en varios momentos, nos encontramos con formulaciones sobre el amor bajo la forma de aforismos. Un breve examen del aforismo nos indica que se trata de una proposición o una máxima con valor de verdad, donde se condensa un principio con consecuencias, incluso prácticas. O, como señala Lacan, se enuncian aforismos que no necesariamente parten de un orden preconcebido. Podemos agregar que se basan en una enunciación basada en la experiencia misma. En nuestro trabajo hacia ENAPOL, ciertamente nos detendremos en algunos de estos aforismos. Destaco dos de ellos aquí: «Sólo el amor permite al goce condescender al deseo”[9], lo que nos permite establecer la distinción y también la articulación entre el amor, el deseo y el goce a partir del circuito de la pulsión; y este otro que, podemos decir, está a la entrada de su última enseñanza: «el Goce del Otro (…) del cuerpo del Otro, que lo simboliza, no es el signo del amor»[10]. Evidentemente, no se trata de repetir estos aforismos como mantras, sino de privilegiar su valor de orientación, buscando su alcance en la experiencia a partir de los elementos que le dan consistencia.

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Entonces, ¿dónde buscar lo nuevo en el amor?

Partiré de la hipótesis de trabajo de que lo que nos puede orientar en relación con lo nuevo en el amor apunta a lo que le puede dar dignidad. En su “Nota italiana”, Lacan menciona lo que podría ser un amor más digno, más digno “que la abundancia de parloteo que constituye hoy día” [11]. Podemos decir que la dignidad buscada por el lado del amor no deja de establecer un contraste con la «degradación de la vida amorosa” que Freud había detectado como factor del deseo.

¿Cómo apreciar esta dignidad? Vale la pena recordar que en su fórmula de la sublimación – elevar el objeto a la dignidad de la Cosa – Lacan se sirve de la resonancia entre “dignidad” y Das Ding. Vemos aquí una indicación de que un “amor más digno” podría ser aquel que tenga en cuenta lo real como imposible – el Das Ding – que se refugia en cada demanda amorosa.

Por ahora, podemos hacer otras indicaciones con respecto a la dignidad del amor, a partir de la posibilidad de:

– Mantener, de alguna manera, la distancia entre la contingencia del encuentro amoroso y los intentos de inscribirlo en las redes de lo necesario, cuyo espejismo extremo, podemos decir, se expresa en la figura del amor eterno.

– Tener en cuenta que, cuando buscamos lo nuevo a través de la vertiente de la invención amorosa, esta debe tener en cuenta los elementos que, en el amor, son del orden de la repetición. Es decir, considerar que lo nuevo en el amor, en la perspectiva de la invención, concierne principalmente a nuevas modalidades de tratar con lo que se repite, o incluso, concierne también a la posibilidad de dar una nueva forma -sinthomática, decimos- a lo que se manifiesta de la ausencia de relación sexual.

– Considerar que el amor implica condescender a una forma de satisfacer la pulsión, no como renuncia, sino como elección y responsabilidad en relación a lo que se producirá como satisfacción sustitutiva. Esto implica consentir a entrar en los «laberintos del amor»[12] con sus mensajes cifrados, sus espejismos, sus engaños y desengaños, sus creencias e incredulidades. Estos elementos, podemos decir, participan de una nueva alianza con el goce, sumándose a la alianza “idiota” con el goce del Uno y su carácter aditivo y auto-referido. En otras palabras, el consentimiento para entrar en el juego del amor es considerar que toda búsqueda de un ‘match’ no puede perder de vista lo que, en cada uno, es imposible que haga par.

– Utilizar en la esfera del amor aquello que tiene valor de «carta / letra de amor», sabiendo que lo que allí se transmite, además de los significantes, es del orden de lo real que se aloja en la materialidad de sus soportes. En nuestro tiempo, esto equivale a considerar todo lo que se moviliza en términos de palabras y mensajes, así como los signos de lectura, de respuesta, o de un simple “me gusta”. Pero es también tener en cuenta su destino, las reacciones y efectos que provocan estos mensajes, que es donde se suele revelar el elemento pulsional de lo que está en juego: guardar, apagar, borrar, bloquear, silenciar, archivar …

Otros aspectos están presentes del lado de la dignidad del amor, como los que nos revelan los testimonios del pase. A partir de estos testimonios, ciertamente tendremos la oportunidad de agregar nuevos elementos a este amor más digno.

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Para concluir: no podemos perder de vista que la realización de este ENAPOL, en las actuales condiciones de distanciamiento y limitación de los desplazamientos, es, una vez más, una apuesta por el amor.

Ram Mandil (EBP)

Traducción: Marlon Cortés
Revisión: Silvina Rojas


[1] Miller, Un esfuerzo de poesía. Buenos Aires: Paidós, 2016, p.263-274.

[2] (…) una época en la cual la grieta (béance) intrínseca al goce ya no se parapeta tras el padre”. In: Miller, J-A, Un esfuerzo de poesia, p.291.

[3] Freud, S. Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. En: Sigmund Freud. Obras completas TXII. Buenos Aires. Amorrortu 1991

[4] Lacan, J. El Seminario Libro 20, Buenos Aires: Paidós, 2008 p. 26.

[5] Miller, ibid., p.291.

[6] Lacan, J. Vers un signifiant nouveau.  In: Ornicar?, nº 17-18, printemps 1979, p.23 . Hacia un significante nuevo. Disponible en: https://www.sinthomaycultura.com/wp-content/uploads/2015/03/Dossier.pdf

[7] Lacan, J. Lacan, J. (1972-1973). El Seminario, Libro 20. Aún. p.83. Buenos Aires Paidós 2008

[8] Ver sobre todo el apartado sobre una autoerótica del saber en el texto “En dirección a la adolescencia”, de Jacques-Alain Miller. Disponible en: http://www.psicoanalisisinedito.com/2015/04/jacques-alain-miller-en-direccion-la.html.

[9] Lacan, J. Lacan, J. El Seminario, Libro 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós. p. 194

[10] Lacan, J. Lacan, El Seminario, Libro 20. Aún. p. 12.

[11] Lacan, J. “Nota italiana”. En: Otros escritos. Buenos Aires: Paidós 2012. p. 331

[12]Miller, J-A. Miller, J-A. (2016) Los laberintos del amor. Disponible en: http://hectormendoza.blogspot.com/2012/02/los-laberintos-del-amor-jacques-alain.html