Jésus Santiago

 

Es probable que Amy sea un caso de excepción a la tesis que sostiene a la toxicomanía como una tendencia contraria al amor, tal como lo propone Miller: “es un antiamor, ya que prescinde del partenaire sexual y se consagra al partenaire asexuado del plus de gozar”.1

Al tratar el caso de Amy se elige hacer foco en el cuestionamiento al modo singular en que la ruptura fálica, propia de la drogadicción, se presenta en la sexuación femenina. Así, ¿la ruptura fálica y el amor-devastación van juntas en sujetos en los cuales prevalece el no-todo fálico? Veamos como aparece esa conjunción entre la ruptura fálica y el amor-devastación en una de sus primeras canciones, Fuck me pumps. Pareciera que la letra presenta una narrativa en la que la cantante discute irónicamente con otra mujer sobre la aparición recurrente de lo femenino en la fantasía de un hombre como un objeto desvalorizado, rebajado y sin valor.

Si el casamiento con el falo en una mujer se expresa, en principio, por la investidura libidinal y narcisística del cuerpo propio –ser el falo-, ¿no es justamente su fracaso lo que está en cuestión en la drogadicción femenina, y  es eso a lo que apuntaría la letra de la canción?

Hay en Amy una cierta percepción nihilista de lo femenino, en la medida en que una mujer se ve forzada a resignarse a ser partenaire-amor con la condición de tornarse un objeto depreciado. Esto coincide con algo que es típico en el alcoholismo femenino: la desinvestidura narcisística del cuerpo propio, lo que es fatal para una mujer en el juego de las interacciones con el partenaire amoroso. Sus letras dan el mensaje de que es inevitable para el hombre, poseedor del goce fálico, tomar una mujer como un objeto rebajado. Ninguna posibilidad de que sea un conector para que una mujer pueda encontrarse en el amor, cuya condición es consentir a ser Otra para sí misma.

En Addicted, la ruptura fálica es aún más explícita pues Amy se presenta como radicalmente desinvestida para volverse partenaire amoroso causa de deseo de un hombre. Allí dice: “Soy mi propio hombre. No hago diferencia si termino sola…prefiero ser mi propia compañía y fumar la hierba de mi propia cosecha. Esto me tiene más adicta que cualquier pene (…)”.

Cuando escribe Back to black, el síntoma de las adicciones cohabita con su loco amor por Blake. “Cuando nos conocimos, fue atracción mutua, instantánea y fatal, y nunca dejó de ser así. Sé que Amy y yo vamos a estar juntos. Ella es el amor de mi vida”. Con ese título sombrío –Back to black-, dice de su vuelta a la oscuridad y del luto en la primera vez que terminaron, el corte con su pareja amorosa. Como artista ella intenta, de alguna manera, sacar provecho del drama del amor que la lacera y la devasta. Sobre esto escribe: “Cuando me separé de aquel tipo, no tenía más donde volver”

Amy escribe en la canción que, en esa ruptura, Blake no tuvo tiempo para arrepentirse ya que seguía ligado, en su fantasía, con la antigua pareja. Back to black dice más o menos lo siguiente “Volviste a lo que conocías tan alejado de todo lo que pasamos y piso un complicado terreno…tu regresas con ella y yo, para la oscuridad. Solo dijimos adiós con palabras, morí cien veces”.

Si el encuentro de Amy con Blake se dio vía un amor a primera vista, es necesario considerar las dos dimensiones que se imponen para el sujeto. Tanto el destello que viene del rayo, como el lado foudrayant, esto es, destructivo y mortífero del amor. Si el amor puede volverse un drama, marcado por los efectos devastadores, es porque el destello que deriva del encuentro puede rápidamente transformarse en la fuerza destructiva del rayo. Como partenaire, Blake es el blanco de los excesos de la demanda dirigida a los dioses oscuros que puedan, en su inconsciente, hacer existir La mujer. Prevalece en ella el amor narcisístico, que trae en sí el tenor mortífero de la búsqueda de la imagen ideal con la cual el sujeto busca su triunfo en su propia ruina. En esta renuncia radical dirigida a la vida, el cuerpo hablante, en su máxima miseria, rechaza todas las ofertas que vienen del Otro que nada puede… y es exactamente en eso que encuentra su ser. Es lo que se enuncia en Rehab pues el “no, no, no” del tratamiento es, finalmente, solo un detalle de su rechazo intransigente del Otro.

La autenticidad del arte de Amy es innegable, sea como intérprete vocal comparable a las grandes divas del jazz, sea por su capacidad de inventar lo nuevo como auxilio de lo viejo. El arte no le fue suficiente para atravesar el amor-devastación, en que el sujeto no precisa de nadie, encontrando en el circuito cerrado de su goce autístico su propio partenaire. Amy no puede hacer de su arte el partenaire-síntoma. No puede jugar la partida con su partenaire-goce, imponerle la ley singular del síntoma, un medio para consentir a que, frente a la opacidad indecible del deseo, no haya saber en lo real sobre el amor.

Traducción: Silvina Rojas


1- Miller, J.A. El Otro que no existe y los Comités de ética” Paidós Buenos Aires. 2005  p.295