Voy a hablarles sobre el libro[1] de Pedro Mairal.
¿Qué mejor que el amor para indagar lo nuevo?, pregunta Gabriel Racki en vías al X Enapol.[2] Lo nuevo “abre un campo para el psicoanálisis, no de esperanza, sino de pasión (…) por lo nuevo (…)”.[3] Miller nos propone no responder con una voz canónica, no ser hijos del padre.[4]
Lo breve. El amor. Lo eterno. Si lo eterno fuera el padre, el Ideal, el matrimonio, Mairal nos regala 11 cuentos donde lo eterno se agrieta y entra lo nuevo, encarnado en un amor breve. “Iba a inventar que Perla le contó esa tarde nuestros juegos a Darío para darle celos y que el tipo me venía a buscar a la noche, me perseguía, yo en bici y él en camioneta, yo iba hasta la costanera, me tiraba al agua, me escondía (…) Pero no fue así.”[5] Este cuento nos revela el invento-Mairal.
En Un verano feliz un golfista se escapa de Punta del Este a Hiroshima, burdel al que iba con amigos en los 80. El anillo: él va a una fiesta (dijo que iba a fútbol) y pierde el anillo de bodas en un sitio de lo más inconveniente. En Cero culpa ella le cuenta al analista que el marido mira porno y que mientras tanto se enamoró de un fotógrafo que la lleva realmente a conocer Buenos Aires.
En Sudor, hace un análisis de éste: el sudor se debe a la pasión, los amores discretos no sudan. ¿Versión posmo de los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan ahí, de Silvio?[6]
Mariana Schwartzman (EOL)
[1]Mairal P. (2019), “Breves amores eternos”, Buenos Aires, 2019, Emecé. El título de este escrito es parte del cuento Sally Mendez.
[2]Racki G.,“ahh?! 1 – El Boletín del X Enapol.
[3]Ibíd.
[4]Ibíd.
[5]Mairal P., op. cit, p. 114.
[6]Me refiero a una parte de la hermosa canción “Óleo de una mujer con sombrero”, de Silvio Rodríguez.