El analizante, en el transcurso de su análisis y aún en el dispositivo del pase, atraviesa un desencanto de la lógica del deseo.
Es el pasaje que Lacan realizó en su enseñanza desde pensar el fin de análisis en relación al atravesamiento del fantasma hasta la solución por la vía del sinthome, que implica separarse de los amores con la verdad y también de la épica del deseo y su relación al ser y al deser. Ahora se trata no de la falta en ser, sino del agujero.
Eso conlleva un cierto desencanto, que se refiere a la ruptura entre la verdad y lo real.
Una vez que la lógica del deseo en relación al Otro de la palabra ha cedido, se tratará de la letra como marca de goce en el cuerpo que no responde al desciframiento.
El hablante-ser ha reducido la cuestión del Otro hasta llegar al Uno.
Ahora sabe que no puede comunicarse con el Otro de la verdad. Eso lo deja un tanto solo.
Lo que conlleva, no solo un desencanto, sino también una paradoja: si se presenta al pase, tiene que consentir a la ficción del Otro del psicoanálisis, justamente cuando ha experimentado la soledad del Uno.
Sin embargo, en su práctica como analista necesitará aún de la ficción.
He experimentado ese desencanto y esa paradoja en mi pasaje por la experiencia del pase, en dos momentos muy diferentes de la teoría y de la práctica.
Participé de uno de los dos primeros Carteles del pase de la EOL, en 1996.
En ese primer Cartel, se trataba de la épica del deseo. Un sueño había entrado en la historia, el sueño que nos había llevado a la fundación de la Escuela: el pase.
Fue una sorpresa descubrir que los pasantes hablaban más de su novela familiar que de los resortes de su práctica.
El Cartel quedó en interrogación sobre ese problema crucial del psicoanálisis.
El pase no es solo la puesta a prueba del fin de análisis de un sujeto, también es el deseo de trasmitir a la comunidad el modo en que el horror al saber se transformó en ese deseo de saber particular que es el deseo del analista.
Mi conclusión, en ese momento fue: seguimos en deuda con lo real.
Mi experiencia, en otro Cartel del pase ocho años después, me enseñó otra cosa. Más relacionada con lo que pienso actualmente.
Leyendo a Lacan con Miller, me interesé en la segunda versión del Pase, no ya la del 67 sino la del 76. El texto en el que Miller se basa es el “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”. Desde allí es posible entender al Lacan de los Seminarios 23, 24 y 25.
La primera versión de Lacan nos dice que hay un saber que concierne al sujeto en tanto ser de deseo.
Pero en 1976, ya se trata del fracaso del inconsciente transferencial y de la relación del hablante-ser al Uno y su relación al cuerpo y a la existencia.
Ahora constatábamos un cierto desencanto en la relación del sujeto con el amor a su novela familiar. Los términos de su solución eran singulares y contingentes.
En esta solución, el hablante-ser no debe retroceder en relación a ese desencanto.
Pero aquí el entusiasmo del deseo es reemplazado por un esfuerzo de poesía.
Se trata de una apuesta decidida por lo real, que Miller ha denominado el ultra pase.
¿Cuál es el destino del amor de transferencia y del deseo del analista en este pasaje de la ficción a la poesía?
Mónica Torres (EOL-AMP)