La teoría psicoanalítica del amor elaborada por Freud concibe al amor desde la perspectiva de la repetición. A lo largo de su obra se lo puede apreciar:

  • “El hallazgo del objeto de amor es propiamente un reencuentro”. Tres ensayos para una teoría sexual (1905).
  • “Existe un cliché (para el ejercicio de la vida amorosa) que se repite de manera regular en la trayectoria de la vida”. Sobre la dinámica de la transferencia (1912).
  • “Ciertas personas eligen su posterior objeto de amor según un modelo”. Introducción al narcisismo (1914).

Para Freud habría existido un tiempo anterior en el que el ser humano habría encontrado un objeto de amor fundamental que va a determinar toda elección futura. Toda elección de objeto en realidad no es otra cosa que un substituto de un objeto de amor primordial.

El Edipo freudiano viene a aportar el marco referencial por excelencia a la teoría freudiana del amor: todo amor es repetición. Así, cuando se ama no se trata de un encuentro amoroso sino de un reencuentro.

No es esta la posición de Lacan en relación al amor. Para Lacan el amor de transferencia no es repetición, sino todo lo contrario, el amor lacaniano es invención, como señala J.-A. Miller en Lógicas de la vida amorosa (1).

Lacan en el Seminario XI sugiere no confundir la transferencia con la repetición: “… la transferencia no es por sí sola un modo operatorio suficiente si se la confunde con la eficacia de la repetición, con la restauración de lo que está escondido en el inconsciente…” (2).

Concebir el amor de transferencia como repetición de una vivencia anterior es confinarlo al registro del automaton del registro de lo simbólico; por el contrario, Lacan a partir del Seminario Aun ligará la transferencia al registro de lo real, del lado de la Tyché. Lo que la marca no como repetición sino como invención.

La concepción psicoanalítica del amor, antes de Lacan, había estado circunscrita a las dimensiones imaginaria y simbólica, tomadas de las ideas freudianas sobre el amor narcisista y el amor anaclítico o por apuntalamiento, definidos por Freud en Introducción al narcisismo.  Lacan viene a introducir el registro de lo real en el amor de transferencia, aportando una total novedad.

En el Seminario XX Lacan considera que una invención  puede venir a ocupar el lugar del vacío del “rapport” sexual inexistente, a funcionar como suplemento de ese agujero en lo real. En el apartado tercero del capítulo IV, El amor y el significante, afirma: “Lo que suple al rapport sexual es el amor”. (3).

En el seminario XXI seminario, inédito, Los no incautos yerran,  en la clase del 19 de Febrero de 1972, Lacan declara:

“… el inconsciente no descubre nada, no hay nada que descubrir en lo real, solo que existe allí un agujero, entonces el inconsciente inventa. Todos inventamos algo para llenar el agujero en lo real, allí donde no existe el rapport sexual. Allí donde se produce un troumatisme Uno inventa, inventa lo que puede” (4).

En razón de la ausencia de programación sexual se inventa “un modo de relación en el que cada quien se las arregla, aunque no sin cierto fracaso, es decir un sinthome”,  expresa Jacques-Alain Miller en la entrevista La invención del partenaire, realizada en France-Culture el 16.06.2005 (5).

Frente al agujero en lo real surgen tres inventos por parte del parlêtre, nuevo nombre propuesto por Lacan para el inconsciente: el goce, el deseo y el amor. Cada uno de ellos se presenta dotado de un partenaire.

El goce, expresión de la demanda imperativa e insaciable de la pulsión, no conoce límites, no necesita del Otro para realizarse. Su pareja está referida a su propia satisfacción, facilitando que el cuerpo del parlêtre goce de sí mismo, es la pulsión autoerótica freudiana.

El deseo, enigmático,  necesita hacer pareja con el Otro, quien introduce un límite, lo que puede o no ser deseable. El deseo no sabe lo que desea y  en hartas ocasiones queda eclipsado, desaparecido frente a la pulsión.

Entre los dos viene a situarse el amor como tercera invención resultante de la suplencia, aquí podemos ubicar la frase de Lacan del Seminario X: “Sólo el amor permite al goce condescender al deseo.” (6)

 El amor, instalado en una realización de pareja, permite creer que se puede conseguir al Otro que le hace falta al deseo y también facilitar el acceso a la satisfacción a la que aspira la pulsión.

El amor se inventa un “partenaire” casi divino, a quien exaltar e idolatrar, un objeto elevado -en ocasiones- a la dignidad de La Cosa. Sin embargo, a pesar de la función de mediación, que ejerce el amor entre la pulsión y el deseo, la inexistencia de la relación sexual sigue presente más allá de los encuentros del amor.

Lo real pulsional, correlato de la inexistencia del “rapport” sexual, invade el campo del amor, en las categorías freudianas referidas.

El amor narcisista es el tipo de amor que, mayormente, pone en evidencia la inexistencia del “rapport” sexual, en tanto excluye al Otro. Es la variante del amor ligada al registro del Uno, campo de la pulsión autoerótica.

El amor anaclítico comporta de por sí, un tipo de amor que incluye al Otro. El amor anaclítico hace existir al rapport sexual al introducir al partenaire como solución frente al agujero en lo real, abriendo así las puertas para  que la pulsión pueda intervenir en los asuntos del deseo.

Pudiera decirse que, si el amor narcisista está íntimamente ligado a la pulsión, el amor de tipo anaclítico lo está en relación a la invención frente al agujero en lo real. Es el nudo topológico del amor.

La revalorización del amor, planteada por Lacan en el Seminario Aun y destacada por Miller en su curso El partenaire-síntoma, introduce la participación del amor en la sexualidad femenina, en la que juega un papel fundamental un Otro marcado por la castración, pero que mantiene su condición de único, de irreemplazable (7).

El goce femenino sería un goce erotomaníaco, ligado al Otro, mientras que el goce masculino sería de tipo fetichista, sometido a la inflexibilidad pulsional. El goce masculino necesita feminizarse, es decir permitir la introducción del Otro, marcado de castración, para poder amar.

Pero no sólo el amor tramita la inexistencia de la relación sexual: el discurso, vale decir el lazo social, también abreva en tal agujero.

“El lazo social es el término que responde al rapport sexual”, afirma  Miller (8).

Formular el tratamiento de lo real pulsional por intermedio del amor abre una nueva perspectiva en relación a la transferencia. El amor de transferencia permitiría que la pulsión pueda necesitar del  Otro para orientarse en la senda del deseo.

La invención del amor en la experiencia analítica tiene incidencia sobre lo real pulsional, llevando a la reducción de la transferencia, al develarse la inconsistencia del S(A/), conduciendo a la invención mayor surgida para bordear el agujero en lo real: el pase.

Por Ronald Portillo


Notas

1) Miller, J.-A., Conf. Porteñas # 2, Lógicas de la vida amorosa, Paidós, P. 26.

2) Lacan, J., Le Seminaire XI, Cap. XI, Seuil, P. 131.

3) Lacan, J., Le Seminaire XX, Aun, Cap.IV, Seuil, P. 44.

4) Lacan, J., Le Seminaire XXI, inédito, Lección del 19.02.72.

5) Miller, J.-A., Entrevista en “France-Culture”, 16.06.2005.

6) Lacan, J., Le Seminaire X, L’angoisse, Seuil, P. 209

6) Miller, J-A., El partenaire-síntoma, Cap. VII, Paidós, P. 159.

7) Íbid. P. 167.