Lacan plantea que para una mujer un hombre puede ser un estrago[1]. Esta frase siempre me interrogó. ¿De qué depende esta condición? ¿Del hombre, de la mujer, o del azar?

En el Seminario 20[2], introduce una indicación de gran utilidad clínica, que quiero proponer como una vía para orientar una respuesta. Dice que el amor como pasión puede ser la ignorancia del deseo. Y vincula esta ignorancia del deseo al estrago del amor, cuando está comandado por el ideal de hacer de dos Uno, es decir, cuando persevera en el rechazo de la no relación sexual. En esta configuración, quiero presentar dos viñetas:

En su testimonio de pase, Ana Lucia Lutterbach Holck[3] refiere que comenzó su análisis “una vez más devastada por el amor”. Identificada al objeto idealizado, se hacía amar como “La mujer que se alojaba toda en el agujero del Otro, resultando en erotomanía histérica y seducción”, e ignorando que el reverso de esa posición de objeto supervalorado encubría “una identificación petrificante al objeto del fantasma masculino”. El análisis le posibilitó ubicar que identificada al objeto desecho, “transmitía al partenaire las coordenadas de su goce masoquista”, dando así consistencia al Otro. Podemos pensar que el amor envolvía el goce fantasmático, sin permitirle condescender al deseo.

En otro caso, estudiado por Dalila Arpin en su libro Parejas célebres[4], encontramos que se verifican casi las mismas coordenadas, pero aquí el amor es un velo necesario a lo que no tiene inscripción fálica, y el estrago se producirá con su caída. La autora señala que para Marilyn Monroe, “a falta de ser el falo que le falta a la madre le queda la solución de ser La mujer que falta a los hombres”[5]. Y ubica cómo para ella, el deslizamiento de su lugar de objeto sexual a objeto desecho, le permitía extraer “una satisfacción de tipo masoquista…, en lazo con la tiranía del superyó, concretamente la exigencia de volverse el objeto ideal”. Marilyn se inventa un cuerpo deseado por todos y un nombre propio que la sitúa como la única. Ambas cosas le permiten sostenerse pese a su fragilidad, pero según su propio testimonio, permanece ajena a la sexualidad. Su arreglo es exitoso, pero al final, cuando pierde la mirada de amor de su partenaire, Arthur Miller, ella se siente dejada caer, sumergiéndose en la tristeza.

Jacques-Alain Miller ha señalado que en la medida en que la demanda de amor dirigida al Otro sobrepasa el límite fálico y retorna como un exceso, el estrago se presenta como la otra cara del amor[6]. Cuando lo ilimitado de las concesiones que puede hacer una mujer no encuentra el límite debido a la ausencia del signo de amor, acontece la devastación.

Tal vez, estudiar lo nuevo en el amor, sea el modo más atinado que tenemos los analistas de la orientación lacaniana, de interpretar una época que parece haber perdido el sentido de su función.

Paula Vallejo
Buenos Aires, EOL-Sección La Plata


[1] Lacan, J., El seminario, Libro 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2005, p. 99.

[2] Lacan, J., El seminario, Libro 20, Aún, Buenos Aires, Paidós, 1995, pp. 12 y 13.

[3] Lutterbach Holk, Ana Lucia, “Escrituras”, Revista Lacaniana, N° 9, Buenos Aires, EOL, 2009, p. 14.

[4] Arpin, Dalila, Parejas célebres. Buenos Aires, Grama, 2018, p. 81 y ss.

[5] Lacan. J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis”, Escritos II, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985, p. 547.

[6] Miller, J.-A., El partenaire-síntoma, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 276.