Nicolás Mascialino. EOL – AMP
“Pulmones”, de Duncan Macmillian, es una comedia dramática que alcanzó gran repercusión a nivel mundial. Representada en un espacio vacío, sin escenografía, sin cambios de iluminación ni de sonido para indicar un cambio de lugar o de tiempo, comienza de lleno con un planteo de él mientras hacen la fila en el supermercado: deberíamos tener un bebé.
No es la enormidad que implica para ellos la decisión aquello que me interpeló para elegir esta obra, sino uno de los argumentos por los cuales desistirían. El detalle que quiero plantear como novedoso es el siguiente: “Si realmente te preocupa el futuro de la humanidad, entonces no tengas hijos”. Hablan de un concepto nuevo de la ecología que es “la huella de carbono”[1]: “Podría volar a Nueva York ida y vuelta todos los días durante 7 años y todavía no dejaría una huella de carbono tan grande como si tengo un hijo. Diez mil toneladas de CO2. Es el peso de la Torre Eiffel. Sería como parir la Torre Eiffel”. El argumento toma más peso cuando se devela que al tener un segundo hijo ese efecto aumenta exponencialmente junto con las chances de que esos hijos se reproduzcan y así lo hagan las siguientes generaciones.
Considero que el planteo subvierte la pregunta “¿a qué mundo estoy trayendo a mi hijo?” por “¿qué le estoy haciendo al mundo trayendo este ser?” Creo que el planteo presenta una novedad en las modalidades contemporáneas de los lazos de amor, sobre todo en lo que a sus retoños se refiere.
[1] Se trata de un indicador ambiental que pretende reflejar la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo.