Manuel Zlotnik (Buenos Aires, EOL)
En el Seminario 22 Lacan hace una fuerte aclaración con respecto al amor y el respeto al padre, en tanto no dependen de ninguna “buena” cualidad del padre, es decir no pasa porque el padre sea bueno, tierno, inteligente, generoso, etc., lo que hace respetable y amable a un padre es justamente algo que parece estar en las antípodas: su pere-versión, y Lacan aquí es indeclinable: la pere-versión es la única garantía de su función de padre[1].
Ya no se trata del padre mítico de la horda sino de alguien de carne y hueso que con sus síntomas, sus goces y sus limitaciones se las arregla para unirse a una mujer que sería causa de su deseo, el padre de la horda domina el goce del Otro, por el contrario el padre que propone Lacan consigue un arreglo siempre contingente con sus síntomas (sus limitaciones) para unirse a alguien que de alguna manera representa lo mas heterogéneo para él y que justamente de esa unión salga una descendencia.
Hay algo de inexplicable en el amor al padre, a pesar de todo lo malo que pudo haber sido un padre, aún inexplicablemente se lo sigue queriendo y eso de alguna manera nos saca del lugar de victimas ¿Entonces qué será lo inexplicable? ¿Será justamente su pere-versión?
Lacan lo llama pere-versión, padre-versión y esa es la versión mas acabada de la pluralización de los Nombres del Padre, ya no hay un único padre simbólico totémico, más bien hay infinitas versiones, es decir modelos de padres.
Entonces un padre es amado por cómo se las arregló con sus limitaciones para unirse a otro ser heterogéneo a él, el amor entonces depende de lo que se puede hacer con el síntoma, el amor tiene que ver con que la limitación linde con lo ilimitado, no en vano Lacan se refiere al amor como valentía ante fatal destino[2], fatal destino de las limitaciones por eso valentía para enfrentarlas.
Así como Sócrates es amado por Alcibíades por ser un deseante por excelencia, el padre es amado también por como se dejó llevar por la causa de su deseo, claramente el amor en este caso será el efecto entonces de una causa.
[1] Lacan, J., El seminario, libro 22, RSI Clase del 21/1/75, Ornicar? (1975-1976), pp. 2-5.
[2] Lacan, J., El seminario, libro 20. Aún, Buenos Aires, Paidós, 1985, p. 1975.