La hostilidad entre el hombre y la mujer fue descripta por Freud en su texto “El tabú de la virginidad”. Allí, usó la expresión “lucha entre los sexos”[1] para referirse a la violencia resultante del encuentro, cuando lo que prima es un “poder contrario al amor”[2], de lo que se infiere que sería el amor quien podría mitigar este incordio fatídico.
Lacan utilizará la misma expresión que Freud cuando dice: “Más aún, por abolir la polaridad cósmica de los principios macho y hembra, nuestra sociedad conoce todas las incidencias psicológicas propias de llamado moderno de la lucha de los sexos”[3].
En esta mención a la polaridad cósmica, Lacan alude al Yin y al Yang, conceptos del taoísmo que son usados como fuerzas fundamentales: el Yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción; el Yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración.
Lacan[4] se acercó a los principios del taoísmo a partir del Tao Te Ching, allí se sostiene que nada existe en el Mundo que no sea Yin y Yang, la fuerza centrífuga y la fuerza centrípeta y del equilibrio de ambos surge una tercera fuerza que los contiene: los taoístas la denominaron “Fuerza Superior” o “La Fuerza Conciliadora”, los hindúes la llamaron “Prana”, los católicos, como San Juan de La Cruz, «La fuerza del Amor”.
Laurent en “El tao del psicoanalista”[5] indicará que este sistema de tres permite que se pueda operar con el vacío ya que no es un simple hueco, así como tampoco una entidad neutra, por su mismo surgimiento es activo, genera y da lugar a las diversas transformaciones y posibles intercambios.
El modo de abordaje del vacío para la cultura china es uno de los motivos más importantes que despierta el interés de Lacan por estas ideas milenarias. Para el taoísmo, el pensamiento se sostiene en una estructura ternaria: Cheng recuerda que Lacan le dijo: “… en suma, no es el Uno el que comanda al Dos, sino el Tres que trasciende al Dos”[6].
El soplo del vacío central es mediador con respecto al Yin y al Yang, quienes sin este vacío central estarían sin mediación posible y no habría polaridad cósmica, mientras que, con la intervención del vacío central, se abre un campo de interacción. Así la figura del mediador en derecho, tan presente en nuestra contemporaneidad, habla de la ausencia de tal principio. Desde aquí, podemos volver a la idea de Lacan acerca de la abolición de la polaridad cósmica de los principios macho y hembra, a falta del soplo del vacío intermedio: lucha entre los sexos. Que en Freud sería… un poder contrario al amor.
Silvia Ons
[1] Freud, S., “El tabú de la virginidad”, Obras Completas, tomo XI, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1976.
[2] Ibid p.195.
[3] Lacan, J., “La agresividad en psicoanálisis”, Escritos II, México, Siglo Veintiuno, p. 85. 1975.
[4] Cheng, F., “Lacan y el pensamiento chino”, Referencias en la obra de Lacan Nº 35/36, Buenos Aires, Publicación del Campo Freudiano en Argentina, pp. 63-82, 2008.
[5] Laurent, É., “El Tao del psicoanalista”, El caldero de la Escuela, N.º 74, Buenos Aires, Publicación mensual de la Escuela de la Orientación Lacaniana, 1999.
[6] Cheng, F., “Lacan y el pensamiento chino”, op. cit., p. 73.
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