Elida Ganoza
NEL

Si bien la contemporaneidad ya no está estructurada por el a priori del amor del padre, Lacan con su lectura nos aporta, en el recorrido de su enseñanza, formulaciones precisas sobre el padre y su relación con el amor.

La carencia del padre y sus constantes mutaciones en la familia, hacen que el padre ya no sea el pater familias. Lacan lo puntualiza enunciando la función del e-pater[1] con un juego de palabras entre épater (impactar) y el latín pater (padre). Usando en francés el “e” privativo, afirma que “el e-pater ya no nos impacta. Ésta es la única función verdaderamente decisiva del padre y que, en cualquier plano, el padre es el que debe impactar en la familia […] No es obligatorio que sea el padre carnal […] Habrá otros que la impacten” [2]. Lacan da un lugar relevante a la manera cómo el padre sabe hacerse un nombre ante sus hijos, a la manera como despertará su admiración y quizás su amor; pero también agrega que puede ser cualquiera.

En su Seminario R.S.I. en la conocida lección del 21 de enero de 1975, Lacan nos dice: “Un padre no solo tiene derecho al respeto, sino al amor, si dicho amor, dicho respeto -no van a creer lo que van a oír- está père-versamente orientado, es decir, hace de una mujer el objeto a que causa su deseo” [3]. Es de esa padre-versión que extrae la garantía de su función de síntoma.

Apreciamos, con su orientación de ir más allá del Edipo, que Lacan aborda el estatuto del padre situándolo ya no en relación con la madre sino con una mujer, al cual está ligado como única en su deseo y en su goce sexual. Así, al hacer de una su causa, su síntoma, transmitirá su versión singular de cómo se las arregló con el encuentro con el Otro sexo. Posición ética que transmitirá a partir del ejemplo. El amor está orientado por un goce acotado que vivifica el deseo. Al ligar Lacan al padre con el objeto a imprime una nueva orientación y ofrece una respuesta a la clínica actual.

Lacan con estas versiones, pone el acento en un padre vivo, en tanto existencia contingente, uno por uno, por fuera del padre como universal y esta existencia la verifica en tanto que rechaza toda norma, todo estándar, toda tradición. Es así, como el padre se define por el hecho de ofrecer una solución, presentar un semblante y de ser capaz de dar una versión de lo que es este objeto a para él ¿Es posible valernos de estas coordenadas sobre el padre para acceder a un nuevo amor por él, al final del análisis?

“… se puede prescindir del Padre con la condición de utilizarlo” [4]

 ¿Se trataría de ir más allá del padre, prescindiendo de él y su amor ideal o superyoico, con la condición de utilizarlo en el anudamiento sinthomático? ¿Cuál sería el destino posible del amor al padre al final del análisis? ¿Es posible un nuevo amor al padre? Podemos recurrir a los A.E. para encontrar en sus respuestas singulares mayor luz sobre este tema.

Laurent plantea que “al final de la experiencia analítica, la transferencia cambia radicalmente. Es lo que Lacan pudo nombrar como un «amor más digno» y pasa por una nueva lectura del amor que se dirige al «padre».” [5].

 


[1] Lacan, J., El Seminario, Libro 19, …o peor, Buenos Aires, Paidós, 2012 p. 204.

[2] Lacan, J., Ibid.

[3] Lacan, J., Seminario 22, R.S.I., lección del 21 de enero de 1975. Inédito.

[4] Lacan, J El Seminario, Libro 23, El Sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 133.

[5] Laurent, E. «¿El psicoanálisis se cura de la transferencia?” En Revista Lacaniana, N.º 18, Bs.As. EOL, 2015, p.181.