La novela de Sándor Márai, La mujer justa, narra las complejidades producidas alrededor de los enigmas de la pasión, la búsqueda de la felicidad, la soledad, el dolor, el engaño y los secretos del amor.
El drama que pone en escena a sus tres protagonistas comienza con la aparición de una misteriosa cinta morada que Marika encuentra entre las pertenencias de Péter, su marido, y que para ella es señal indiscutible de la existencia de la otra mujer, la rival, la que se supone es la mujer justa que porta el misterio de la feminidad, la responsable del fracaso de su matrimonio y de la falta de correspondencia amorosa.
Por su lado Péter, quien parece ir en busca del milagro del amor eterno, revela que ese objeto es el portador de un recuerdo imborrable que lo une secretamente a Judit hasta tanto su reencuentro con ella sea posible.
Para Judit se tratará de renuncia, sacrificio, resentimiento y venganza con aquel hombre que no dio el paso esperado y del cual, alguna vez, estuvo enamorada.
El transcurso de la vida los coloca a ambos frente a una suerte de amor imposible, en espera, quizás, de concretarse algún día… Pero sorpresivamente, cuando esto sucede, no asistimos a la expresión de una reciprocidad amorosa ideal, sino a una respuesta subjetiva absolutamente singular.
Allí donde cae el espejismo de la complementariedad y se manifiesta lo evanescente del amor, lo que aparece en escena es la contracara del ideal: el desengaño, la traición, las mentiras y la desilusión.
En este punto retomo lo planteado por J. Lacan cuando dice “No hay relación sexual porque el goce del Otro considerado como cuerpo es siempre inadecuado -perverso, por un lado, en tanto que el Otro se reduce al objeto a- y por el otro, diría, loco, enigmático ¿No es acaso con el enfrentamiento a este impasse, a esta imposibilidad con la que se define algo real, como se pone a prueba el amor? De la pareja, el amor sólo puede realizar lo que llamé, usando de cierta poesía, para que me entendieran, valentía ante fatal destino”[i].
Si la relación sexual es imposible y presentifica lo que no cesa de no escribirse, pues no hay una condición necesaria y suficiente para ambos sexos que los haga complementarios, eso no quita que cada parlêtre conserve la esperanza de encontrar la armonía, el complemento perfecto, la persona justa, la pieza ideal que encaje adecuadamente para hacer funcionar el engranaje de una maquinaria que, inevitablemente, siempre encontrará un punto de falla.
Si en el ser hablante no se da la relación, es solo a partir de allí que puede enunciarse lo que la suple, es decir, el amor, que surge como metáfora de lo que no hay.
Así, la misteriosa cinta que circula entre los personajes de la novela revela el valor agalmático que ha tomado para cada quién haciéndolos hablar, bordeando el enigma, el agujero del sin sentido que los une o los separa y que siempre los deja a medio camino entre el encuentro fugaz de los cuerpos y la imposibilidad.
Habrá, además, condiciones de amor (siempre vinculadas al fantasma) que irán a inscribirse al lugar exacto donde no hay relación sexual.
Marika decía que “lo amaba porque era triste y solitario”. Para Péter, esa condición quedaba ubicada en el rasgo de degradación, sumado a la turbación del primer encuentro con Judit, donde la mirada entre ambos indicaba para él que allí, inequívocamente “había ocurrido algo”. Para Judit, parece tratarse de cierta condición articulada a la privación “estuve enamorada de él… porque aún no vivía con él. Estas dos cosas nunca van juntas”.
Queda en evidencia que “…no tenemos acceso al Otro, del Otro sexo, sino por la vía de las pulsiones parciales. […] Por esta razón no se puede establecer el lazo, la relación sexual con el Otro, con excepción de esta vía que no es pulsional, que es la única susceptible de relacionarse con lo que nos resta del Otro, la vía del amor” [ii].
Para finalizar, retomo una formulación de esta trama, para seguir elaborando…
“El amor existe o no existe. ¿Qué más hay que saber?”
Marcela Almanza
[i] Lacan, Jacques: El Seminario, libro 20: Aun. Buenos Aires: Paidós, 1991, p.174
[ii] Miller, Jacques-Alain: El partenaire-síntoma. Buenos Aires: Paidós, 2008, p.275