RÚBRICA 1
TRANSFERENCIA
Reabrir al sujeto el camino de tu sentido
Ana Lydia Santiago – EBP
¿Cómo pensar un discurso analítico orientado a facilitar la instalación de la transferencia, frente a las presentaciones actuales[1]?
Frente a lo que se presenta actualmente, Jacques-Alain Miller nos señala un individualismo nunca antes visto, extremo en su carácter de sobrevaloración de la función del Uno. El declive de la función paterna, la caída de los ideales, el ascenso del objeto a al cenit de la civilización han preparado el terreno para el individualismo de masas, las nuevas formas de narcisismo y las exigencias en nombre de la individualidad. Esta última, sobre todo, se dice que se vive en la esfera íntima de lo particular y, por tanto, se toma como una verdad que se impone al Otro sin negociación: “Soy lo que digo que soy”.
Este contexto da expresión a la era de la inexistencia del Otro, cuya principal consecuencia para lo simbólico en el siglo XXI es su mutación en una articulación de semblantes. El orden de los semblantes tiende a imponerse como elucubración del saber, al mismo tiempo que se deduce de lo real y lo encubre con construcciones. ¿Cómo podemos pasar de ahí a la elucubración del saber inconsciente sobre lalengua, sobre el cuerpo hablante?
La semblantización del mundo ha hecho que el objeto se convierta en el semblante del ser. Estamos ante un desplazamiento de la relación S1-S2 en una relación entre S1–a –como indica Laurent[2]–. En esta relación el síntoma conecta un significante identificatorio y el objeto a, una parte del goce, su semblante del ser. He aquí la dificultad relativa al principio mismo de la operación psicoanalítica, ya que el psicoanálisis tiene su punto de partida en el establecimiento mínimo S1-S2 de la transferencia[3]. El inconsciente sólo puede ordenarse como discurso en la experiencia analítica. De esta experiencia depende la elucubración transferencial destinada a dar sentido a la libido, que es la condición necesaria para que el inconsciente sea interpretable[4].
Si el analista se enfrenta cada vez más al inconsciente real, es decir, al inconsciente en el que S1 y S2 están radicalmente separados, ¿cómo privilegiar lo que Lacan sitúa entre ambos, a saber, el espacio de un lapsus[5]?
De la enseñanza de Lacan se extraen tres orientaciones:
– el analista debe “operar convenientemente”[6], es decir, darse cuenta del alcance de las palabras para su analizado y operar como un retórico, sugiriendo, sin imponer en modo alguno algo que tendría consistencia[7];
– se supone que el analista “sabe leer de otro modo”, es decir, sabe transformar un S1 en causa de deseo, dejando su lugar a la invención[8];
– el analista se sirve de una “fraternidad discreta”[9]. En un mundo en el que el orden es “todos iguales”, en el que ya no hay ninguna anormalidad a nivel mental, la oportunidad de reabrir al sujeto la vía del sentido es acogerlo en una fraternidad discreta, pero sabiendo que somos demasiado desiguales[10].
No todo es semblante, existe lo real. Para afirmar la inconsistencia en el llamamiento a la igualdad – Todo el mundo es normal, se responde: Todo el mundo es loco. Así, el psicoanalista adhiere su práctica al Zeitgeist de la época, pero para insinuarse en el síntoma, para intentar alcanzar el cuerpo hablante, para producir en él un acontecimiento, para alcanzar el goce. Esto hace de la interpretación que instala la transferencia un decir que toca el cuerpo, apuntando al hablanteser.
Traducción: Magali Rodríguez.
Revisión: Silvina Molina.
[1] Disponible en: https://enapol.com
[2] Laurent, E., “Parentalités après le patriarcat”, Quarto 33, mars 2023, pp. 62-66.
[3] Miller, J.-A., “El eps de un laps”, El ultimísimo Lacan, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 13.
[4] Miller, J.-A., “Presentación del tema del IX Congreso de la AMP”. Disponible en: https://www.congresamp2014.com
[5] Lacan, J., (1976) “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 599.
[6] Lacan, J., (1977-1978) “El seminario, libro 25, El momento de concluir”, clase del 15 de noviembre de 1977 (inédito).
[7] Asnoun, M. J., “Transferencia”, Scilicet. El orden simbólico en el siglo XXI, VIII Congreso de la AMP, Buenos Aires, Grama ediciones, 2011, p. 344.
[8] Nitzcaner, D., “Transferencia”, Scilicet, Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia, XI Congreso de la AMP, Buenos Aires, Grama ediciones, 2018, p.338.
[9] Miller, J.-A., “Todo mundo es loco”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.° 32, Buenos Aires, Grama ediciones, 2022, p. 16.
[10] Lacan, J., “La agresividad en psicoanálisis”, Escritos 1, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 2021, p. 127.
RÚBRICA 2
Tiempo / Temporalidad
Mutación(es)
Paola Cornu – NELcf
¿Qué hace que un sujeto decida consentir a confrontarse al horror de saber y empezar a analizarse?
Siempre es una respuesta singular y heterogénea, caso a caso. Sin embargo, leer lo que ocurre en una por una sesión, dará cuenta de una temporalidad singular, “a ritmo propio” de cada experiencia y de su recorrido analítico, desde la solicitud de una primera entrevista al análisis propiamente dicho, en la que no hay vuelta atrás, en tanto que algo ha sido tocado de una u otra forma, consintiendo a ello o no.
Un analizante retoma las sesiones, luego de un lapso de tiempo y dice aprés coup de una sesión, al voltearse sorprendido: “antes no quería saber por eso me las arreglaba para no venir, hoy es diferente”. Confrontándose a otro decir.
De esta forma consentir, por un lado, a soltar lo mismo y, por otro, dejarse tomar y tocar por lo nuevo, implica un coraje-femenino, en aquel que se propone a partir de su malestar padecido y sufrido hacer algo con aquello.
Así, a la entrada: la instalación de la transferencia formalizada en un significante cualquiera, significante de la transferencia que se articula a un analista entre otros[1], y en el que un enigma sobre el malestar sintomatiza el padecimiento que atormenta al parlêtre y que vía el síntoma analítico posibilita que los andamiajes del análisis comiencen a rodar anudándose a la transferencia analítica: de esta forma significante de la transferencia y síntoma analítico trenzados dando lugar al trabajo del tejido que comienza a leerse en el análisis.
¿Y antes? ¿Qué ocurre en las entrevistas preliminares? Es un tiempo necesario para que el parlêtre lea en el enredo en el cual está atrapado y localice algo del desorden del cual se queja. Es un tiempo de espera para el analista que en su operación –deseo del analista mediante y el acto analítico– permita vía el consentimiento del parlêtre “empezar a analizarse”, marcando otro tiempo, el tiempo de concluir pero para iniciar una apuesta a una experiencia: la analítica. Y en su recorrido hacer la experiencia del Uno; de lo real, de lo que se presenta como lo insoportable de soportar, lo imposible; como así la experiencia del Otro que no existe y en el que pueda surgir del inconsciente un trozo de real. Si se lleva la experiencia analítica hasta el final, hasta las últimas consecuencias, en ello aquel que decide tomar la oferta de la Escuela propuesta por Lacan, “el pase”. Así seguir analizándose en la Escuela: un analizado-analizante que tenga a bien “creer en el inconsciente para reclutarse”, hasta el punto de reducir su formación a las formaciones del inconsciente”[2].
De esta forma Mutación y mutaciones a lo largo de la experiencia analítica permitirán pasar al momento de concluir, podríamos leerlo, desde una rectificación subjetiva de goce, de la posición de goce que permita saber leer lo que se pone en juego de su modo de lazo gozoso con el semejante y el Otro, a la destitución subjetiva producto de la experiencia analítica en un advenir analista: deseo de psicoanálisis y consentir al lugar del Ya-Nadie.
[1] Miller, J.-A., Cómo terminan los análisis. Paradojas del pase, Buenos Aires, Grama ediciones, 2022, p. 271.
[2] Miller, J.-A., “Introducción a las paradojas del pase”, Matemas II, Buenos Aires, Manantial, 2008, p. 114.
RÚBRICA 3
PERSPECTIVA DEL SÍNTOMA
Las pasiones del objeto a y el deseo del analista
Roberto Bertholet – EOL
Ficciones
La historia muestra que, para el tratamiento de malestares, angustias, debilidades, pasiones y locuras, no se lo ha esperado al psicoanálisis. El parlêtre –desde hace miles de años– ha inventado diferentes ficciones (mitología, astrología, religión, magia, medicina, derecho, política, filosofía, ciencia), a fines de una cierta regulación del goce.
La mayoría, hoy en día, siguen siendo buscados como refugios y alivios del sufrimiento.
En esa larga historia de semblantes y discursos, de más de doce mil años, el psicoanálisis es el más joven y, en comparación, al que menos gente recurre. Sigue vigente aquella observación de Freud en 1933 –no exenta de humor–: hay más gente que cree en los milagros de la Virgen que en el inconsciente[1].
Pasiones del objeto a
Entre los siete pecados capitales establecidos por Gregorio Magno en el siglo V, encontramos algunas de las “pasiones del alma”, referencia cartesiana que utiliza Jacques Lacan en “Televisión”. Entre tales pasiones, encontramos llamativamente modos de goce muy actuales, promovidos por el discurso capitalista: el aburrimiento, la excitación maníaca y la tristeza.
En la última clase de su curso Extimidad, Jacques-Alain Miller propuso leer las pasiones del alma como pasiones del objeto a[2].
El deseo del analista
El objeto a, generador de un agujero en el Otro, un agujero con sus bordes significantes, en el Seminario 16 será, no solo causa de deseo, sino también “corazón de la pulsión” y, al mismo tiempo, “enforma del Otro”[3].
Entonces, al parlêtre de estos tiempos, apasionado por su debilidad mental y/o por su locura, a quien le cuesta “horrores” dejarse tomar en un lazo de amor, no le viene nada mal un analista que no retroceda frente a las pasiones del alma y pueda provocar la ocasión para que ese goce opaco y autista no sea exclusivo.
La operación de lectura de Jacques-Alain Miller, cuando considera a las pasiones del alma como pasiones del objeto a, son una orientación para la práctica, en la medida en que el objeto a, en tales pasiones, no causa deseo sino todo lo contrario. El objeto a, en el abatimiento, en el aburrimiento, en la tristeza, podrá ser –en un caso– la voz del superyó que impone una necesidad de castigo mortífera, haciendo que el parlêtre sea “feliz” en su pasión masoquista.
El deseo del analista, entonces, en algunas ocasiones, tendrá la oportunidad de convertirse en el partenaire éxtimo de un parlêtre habitado por las pasiones del objeto a, para hacer posible el “comenzar a analizarse”.
[1] Freud, S., (1933 [1932]) “34ª conferencia. Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones”, Obras completas, vol. XXII, Buenos Aires, Amorrortu, 1992, p. 141.
[2] Miller, J.-A., (1985-1986) Extimidad, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 465.
[3] Lacan, J., (1968-1969) El seminario, libro 16, De un Otro al otro, Buenos Aires, Paidós, 2008.
La cuarta vía de investigación propuesta en el argumento del XI ENAPOL1 es una invitación a los practicantes a mantener viva la posición analizante de quienes encarnan el discurso psicoanalítico.
La orientación es la relación que cada practicante sostiene con el psicoanálisis mismo, con sus dilemas políticos, impasses de formación, encrucijadas éticas o desafíos con la clínica contemporánea. Es con estos ejes que hemos convocado a un colega de cada Escuela para que pueda desplegar desde su posición de analista, pero también atravesado por la posición de analizante, alguna de estas aristas.
En esta oportunidad tenemos el texto propuesto por Diana Wolodarsky de la EOL.
Formación del analista: paciencia, oportunidad, riesgo
Diana Wolodarsky – EOL
Estas líneas se reorientan luego de la Conversación de Miller con los jóvenes, realizada el 10 de junio reciente. Recorto una clara y precisa orientación política y clínica para los analistas, sintetizada en tres términos: paciencia, oportunidad, riesgo.
Tres índices que señalan la posición de un analista despierto, para intervenir desde la transferencia, en el tiempo del acto, librado a su juicio intimo orientado en su formación, en su análisis y en el control.
Tres términos que señalan no ceder ante el deseo y en la búsqueda de lo real.
Desde esta perspectiva, empezar a analizarse está en el principio.
En el apartado Variaciones[1] del Boletín del XI ENAPOL nos encontramos con la pregunta: “¿Cómo poder dar cuenta de que se ha empezado a analizarse, sin que eso desemboque en la vía testimonial de la propia experiencia?”.
Lacan se ha dedicado fundamentalmente a la formación del analista, a ubicarlo en el banquillo a fin de que se interrogue y de cuenta de su acto.
Es así que demuestra que no hay “El” analista, así como la relación sexual no existe.
No se trata de la persona, se trata de aquel que, advertido de las incidencias de su fantasma, decide llevar un análisis hasta el final. Operar separado de sus identificaciones imaginarias, apegado a la naturaleza del objeto a y dispuesto a leer en la escucha el impacto de la palabra en el cuerpo del sujeto que demanda.
En Sutilezas analíticas[2] Miller ubica que el afecto que conviene al deseo del analista es el desapego, muy diferente al entusiasmo.
¿Como ubicar este momento?
Sin duda no nos referimos a un tiempo cronológico sino lógico, en tanto las pistas del goce y lo real marcan una escansión entre el tiempo de la demanda y el tiempo del consentimiento subjetivo de quien hace esa demanda. También está el acto del analista que sabrá sancionar ese cambio de estatuto en quien deviene analizante. Aquel que da consentimiento al inconsciente y sus tropiezos.
Este antes y después podemos situarlo en una publicación que se llamó en el XI Encuentro Internacional del Campo Freudiano: “Los usos de una práctica”[3].
Allí leemos esa distancia entre las entrevistas preliminares y las entradas en análisis.
Lacan da pocas referencias respecto a las entrevistas preliminares. En De un discurso que no fuera del semblante, dice: “Valorar lo que se hace cuando se entra en un psicoanálisis tiene su importancia y en todos los casos, en lo que a mí concierne, se indica con el hecho de que siempre procedo a numerosas entrevistas preliminares”[4].
La otra cita responde a “De la incomprensión y otros temas”: “No hay entrada posible en el análisis sin entrevistas preliminares”[5].
Como podemos ver, se trata de un Lacan del año 71, allí donde ya estamos en un momento de cambio de axiomática en su enseñanza. Es la que da cuenta del pasaje de la lógica del sujeto a la del parlêtre.
¿Podríamos decir que cuando algo de este efecto se atrapa en la enunciación del sujeto, estamos a la puerta de la entrada en análisis?
La vía del síntoma
Este momento implica un nuevo anudamiento entre contingencia e imposible a diferencia de necesidad y repetición.
Vale tomar en cuenta en este punto el decir de Miller en Todo el mundo es loco[6]: “Separar el discurso analítico y el matema quiere decir que no se puede preparar operadores del discurso analítico. A los llamados psicoanalistas no se los puede preparar con la enseñanza, solo se los prepara con la experiencia… hay oposición entre enseñanza y experiencia”.
Es en la diferencia del para todo del discurso del Amo del no todo discurso analítico.
Finalmente, si los primeros momentos auguran el camino del final, paciencia- oportunidad-riesgo se juegan desde el primer llamado que un sujeto realiza a un analista. Cada cual con su estilo, pero en una orientación. Esa es la variación posible que se extrae de la propia experiencia de cada análisis. Una posición que es válida tanto para el analista en su práctica como en su posición de lazo respecto de la Escuela sujeto.
[1] Husni, P., Mozzi, V., Ap/bertura #1, Boletín del XI ENAPOL: “Empezar a analizarse”. Disponible en: https://enapol.com/xi/portfolio-items/ap-bertura-1/
[2] Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 55.
[3] Vitale, F.; Wolodarsky, D. et al., “Entrevistas preliminares”, Los usos de una práctica, documentos de trabajo de la EOL, Buenos Aires, EOL, 2000, p. 39.
[4] Lacan, J., (1971) El seminario, libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 58.
[5] Lacan, J., (1971) “De la incomprensión y otros temas”, Hablo a las paredes, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 49.
[6] Miller, J.-A., (2007-2008) Todo el mundo es loco, Buenos Aires, Paidós, 2015, p. 337.
VARIACIONES
Helvécio Ratton1
Cine, arte, psicoanálisis
En el mes de abril, el cineasta brasileño Helvécio Ratton participó en una actividad preparatoria para el XI ENAPOL, realizada en la EBP-Sección Minas Gerais, llamada “El lodo y el inicio de un análisis”. La conversación fue conducida por los colegas Sérgio Laia, Sérgio de Mattos y Renata Mendonça, miembros de la EBP/AMP y ocurrió en torno a la película El Lodo2, recientemente lanzada por Helvécio. La obra –un guion adaptado del cuento homónimo del escritor minero Murilo Rubião– narra la historia de Manfredo (Eduardo Moreira), que busca al psicoanalista Dr. Pink (Eduardo Parara) para tratar su depresión. Después del evento, Helvécio Ratton conversó con el Boletín Ap/bertura sobre los efectos que el debate le causó y las perspectivas que se abrieron.
Boletín Ap/ertura: Helvécio, durante la actividad abordamos cuestiones sobre el inicio de un análisis y la función del analista. Para comenzar un análisis, es necesaria la instauración de la transferencia, del sujeto supuesto saber. Un cierto amor al inconsciente, podríamos decir. Solamente a partir de ahí el analista puede formar parte del inconsciente del analizante. De manera conjunta, entendemos al analista no como un dato objetivo, sino como una derivación de la fantasía del analizante. A partir de ese debate, ¿qué efectos de apertura se han producido para usted en relación a su película?
Helvécio Ratton: El encuentro de El Lodo con la EBP me trajo nuevas y enriquecedoras lecturas sobre la película. La más importante de ellas, sin duda, fue la percepción de la figura del analista, Dr. Pink, como una creación del propio analizante, el personaje Manfredo. Cuando vemos El Lodo desde esta perspectiva, las fronteras entre realidad y fantasía, que ya eran difusas desde el principio, parecen aún más difíciles de percibir. Al principio de la película, escuchamos la alarma insistente de un celular en la pantalla oscura. Después de varios toques, la imagen se revela y vemos una habitación donde un hombre, a regañadientes, despierta en su cama. Es decir, la señal es clara: vamos a ver una narrativa de la mente de este hombre. De ahí en adelante, la sucesión de acontecimientos que oscilan entre lo real y lo absurdo, sin que nada nos diga si lo que vemos es verdad o fantasía, parece difícil de ser comprendida y vista con claridad. Todo parece borroso, sin foco. Sin embargo, por paradójico que parezca, la imagen proyectada se vuelve nítida a nuestros ojos cuando vemos al analista, el Dr. Pink, como parte del inconsciente del analizante, Manfredo. Esta nueva mirada sobre El Lodo nos revela otra historia y tuvo para mí la fuerza de una verdadera iluminación.
Traducción: Josefina Elías.
Revisión: Silvina Molina.
1 Cineasta brasileño, nacido en Divinópolis y creador de la productora Quimera Filmes, en sociedad con Simone de Magalhães Matos. Es director de En Nombre de la Razón (1979), Bautismo de Sangre (2006), El Lodo (2020) y otros. En abril, Ratton participó en una actividad preparatoria para ENAPOL en la Sección Minas, en la que tuvimos una conversación sobre la película El Lodo.
2 O Lodo.
lacan
“Cuando alguien viene a verme a mi consultorio por primera vez, y yo escando nuestra entrada en el asunto en algunas entrevistas preliminares, lo importante es la confrontación de cuerpos. Justamente por partir de ese encuentro de los cuerpos, estos quedarán fuera de juego una vez que entremos en el discurso analítico. No obstante, en el nivel donde funciona el discurso que no es el discurso analítico, se plantea la cuestión de cómo logró ese discurso atrapar cuerpos”.
Lacan, J., (1971-1972) El seminario, libro 19, …o peor, Buenos Aires, Paidós, p. 224.
Imágenes de Friedensreich Hundertwasser y René Magritte.