Jacques-Alain Miller

Come iniziano el analisi?* Los análisis comienzan de muy diferentes maneras: entre lágrimas o entre risas, en la dificultad como en la comodidad, en la urgencia del pánico a veces como el Hombre de las ratas, o en la reticencia como Dora y la joven homosexual, tanto en la edad madura como en la juventud. ¿No es cierto que ningún análisis se parece a otro? Hay una variedad empírica.

Come iniziano el analisi? Los análisis comienzan siempre de la misma manera. Los teóricos del psicoanálisis mantienen sobre este punto una especie de acuerdo maravilloso mientras que se oponen con facilidad en tantos otros aspectos de la práctica y de la clínica: los análisis empiezan por la transferencia. Durante un tiempo se estuvo de acuerdo en pensar que el comienzo de la operación propiamente analítica, es decir la interpretación, debía retrasarse hasta la consolidación de la transferencia. El propio Lacan formuló: Al comienzo estaba la transferencia.

Come iniziano le analisi? Todos los análisis comienzan de la siguiente manera:

Ese pequeño aparato significante es la respuesta de Lacan a la pregunta “¿Cómo empiezan los análisis?”. Comenté esa fórmula con frecuencia (1). Aunque conserva la opacidad suficiente para volver a examinarla, aislar sus motivaciones y, me atrevería a decir, sus límites. Al menos en nuestra perspectiva actual, la de la conclusión de la cura.

Nuestra perspectiva actual es la de una práctica del psicoanálisis que ya no es la del tiempo de Freud y quizás comience a no ser la del tiempo de Lacan. Sin duda el psicoanálisis propiamente dicho es freudiano en sus fundamentos. Al mismo tiempo, casi un siglo de práctica ha modificado las condiciones de su ejercicio de una manera que llega a repercutir en sus propios fundamentos. Una de las manifestaciones más visibles de esa modificación es la prolongación de la duración de la cura. Es algo sobre lo que tenemos que interrogarnos.

 

Lectura

La pregunta que planteó el último viernes por la noche el representante turinés del Colegio de Médicos, en el Centro cultural francés, tiene toda su pertinencia (2). Se refería a la expresión “selección de pacientes”.

Un análisis se legitima por la noción de que hay cierto tipo de síntomas que no atañen a la medicina. Síntomas, a decir verdad muy particulares, de los que creemos, de los que el paciente cree, que se curan por la revelación de su causa, es decir que aparecen y se mantienen en el sujeto por el hecho de que su causa está presente en él y le es a la vez desconocida. El psicoanálisis considera que en ese caso el poder patógeno de la causa desaparece desde el momento en que es revelada, es decir enunciada explícitamente. Basta descubrir la causa para que ésta pierda su estatuto, su poder. Se comprende que esta idea continúe preocupando a la medicina. El valor de esa pregunta es el de remitirnos a la profunda paradoja en la que nos encontramos cuando autorizamos a un sujeto a comenzar un análisis. Suponemos que hay síntomas cuya causa es, para decirlo con propiedad, un enunciado que subsiste en el sujeto sin poder ser formulado por él.

Ese extraño modo de subsistencia subjetiva de enunciados indecibles fue elaborado por Freud con el nombre de represión.

Por consiguiente ese enunciado indecible, causa del síntoma, es asimilable a un enunciado escrito en el sujeto y que no se podría leer cómo habría que hacerlo. Freud llamó inconsciente a lo que es estrictamente equivalente a un texto escrito indescifrable que subsistiría como los jeroglíficos antes de que Champollion consiguiera leerlos, y que subsistían – para utilizar los términos que Lacan tomó de Saussure pero que los estoicos no ignoraban – como significantes sin significados. En ese sentido, Lacan dijo que el inconsciente es ante todo algo que se lee.

Freud comenzó por la interpretación de los sueños, por relatos de textos de sueños cuyo sentido aparente es en buena medida incoherente, absurdo, próximo al sinsentido, aunque no siempre. Freud pensó el psicoanálisis a partir de esto: que esos relatos siempre pueden ser leídos de una manera que les restituya una coherencia y una significación.

Para tranquilizar a nuestro médico del viernes por la noche, digamos que antes de incitar a la operación de lectura analítica, conviene asegurarse de que los síntomas que motivan la demanda de análisis sean desde luego síntomas analíticos y no síntomas médicos.

Hay que asegurarse de otra cosa: de que el candidato al psicoanálisis es capaz de suministrar el texto que hay que leer, interpretar, e incluso hay que leerlo de diferentes maneras. Es lo que llamamos abandonarse a la asociación libre, que es una cadena, cadenas, de significantes que debe ser capaz de producir sin retroceder ante su incoherencia, su absurdo, incluso su obscenidad o su sinsentido, significantes que no domina, significantes sin amo – evoquemos a este propósito el título de Pierre Boulez, Le marteau sans maître.

La capacidad para la asociación libre es un criterio de analizabilidad. ¿Puede el sujeto establecer una nueva relación con su propio decir? Para ser analizable hay que poder decir sin hacerse cargo de lo que uno mismo dice. Cuando un orador hace una exposición ante ustedes está obligado a hacerse cargo de lo que dice. Ustedes tienen el derecho, incluso el deber, de pedirle explicaciones sobre lo que dice. Y no puede contestar: “Estaba asociando libremente”. En el análisis no se puede preguntar: “¿Por qué dice esto?”. Mientras que en la vida cotidiana se dice: “Lo digo y lo repito, lo suscribo, me considero comprometido con lo que digo”, no es éste el caso en el análisis. A menudo hay dificultades para repetir lo que se dijo en tanto que analizante.

Hay un modo de decir específico al sujeto en análisis. Se me ha ocurrido hacer una clasificación de los modos de decir. Hay diferentes modos en el discurso corriente. Un mismo enunciado puede tomar valores diferentes según el modo de decir que por sí mismo se indica. Se puede decir una frase y añadir: “No lo pienso en absoluto”, lo que cambia el valor del enunciado, o agregar: “Es otro quien lo dijo”. Hacemos esto cuando citamos. La cita es un modo específico del decir, es la vía misma del argumento de autoridad. Está también el plagio, cuando digo como propio lo que ha dicho otro.

La asociación libre, en términos de Freud, es una expresión con la que se intenta atrapar el modo de decir propio al sujeto en análisis. Es difícil delimitar lo que es ese modo de decir, el modo de decir analizante. En cierta manera, no me hago cargo de lo que digo como analizante – que indican odios, deseos, temores, pensamientos en los que no me reconozco, que rechazo. No estoy ahí, soy inocente, no soy yo.

En cierto sentido, el modo de decir propio al análisis es irresponsable. Pero no se puede ir demasiado lejos en este sentido. De otra manera se respalda el bla, bla, bla… como modo de decir analizante, el hablar-para-no-decir-nada, reducir lo que se dice en análisis a algo que no tiene importancia. Llegar a eso es incluso lo contrario del modo de decir analizante. Ya hemos hecho notar que podía haber análisis prosiguiéndose durante muchos años bajo esa forma irresponsable, análisis sin conclusión, es decir sin efectos, es quizás un cierto aligeramiento de la culpa.

Por lo tanto, para aislar el modo de decir propio del análisis no basta con formular que se trata de producir enunciados de los que uno no se hace cargo. Sigue siendo necesario que se vuelquen esos enunciados a cuenta de algo que me concierne. Si he leído a Freud o he oído hablar de él, diré que se vierten a cuenta de mi inconsciente. Esto quiere decir que no me reconozco en ellos, que no estoy ahí pero que, en cierta forma, sí estoy a pesar de todo. Eso es reconocer que el modo de decir propio del análisis, lo que digo en análisis es una lectura del inconsciente.

Hago varias lecturas del inconsciente y es de suponer que a partir de la variedad de esas lecturas se recompone, se aísla poco a poco el texto que se dice y que se lee sin saberlo. A partir de la palabra se recompone el escrito inconsciente. A partir de esas lecturas, se recompone el enunciado indecible. Esto basta para indicarnos que en las entrevistas llamadas preliminares hay dos cosas fundamentales: asegurarse de que nos vemos con síntomas de tipo analítico y con un sujeto capaz de hacer lecturas del inconsciente.

Habría que plantear la pregunta de si esos síntomas, que desaparecen cuando es revelada su causa, existen verdaderamente. Decirlo así les puede parecer, a quienes no tienen la experiencia, ciencia-ficción, algo del orden de lo fantástico. Pensamos que esos síntomas existen en la medida en que desaparecen mediante el análisis. Creemos haberlo comprobado. Dejo al margen esa pregunta para hacer notar que todavía no hemos dicho una palabra de la transferencia y planteo mi segundo punto.

 

Libido

Al decir Libido después de Lectura compruebo que seguimos el mismo camino de Freud que descubrió la transferencia retroactivamente en un segundo tiempo.

La transferencia no estaba prevista por Freud. Para él el análisis era esencialmente un ejercicio de lectura, de desciframiento, en el que el analista guía al paciente. La noción de transferencia apareció históricamente como una consecuencia sorprendente de la lectura, asistida, del inconsciente. El análisis es una lectura del inconsciente asistida por el psicoanalista. Es así como Freud concebía la práctica que inventó en relación con su concepto de inconsciente. A continuación, Freud comprobó un hecho: la importancia que cobra para el paciente quien lo asiste en su lectura del inconsciente e intentó explicarlo. Ese guía, ese intérprete no le es indiferente al sujeto. Freud notó, aunque en un segundo tiempo, que era objeto de una vinculación especial del sujeto, que se hallaba investido, que atraía la libido. Es el nombre que Freud daba a esa cantidad móvil de interés psíquico con connotación sexual. Comprobó que el sujeto empezaba a interesarse vivamente, y de maneras diversas, en el analista y que éste se hallaba especialmente valorizado. Freud daba cierta importancia al comienzo del análisis a los sueños que daban prueba de esa valorización libidinal del analista. Nosotros seguimos dando importancia, al comienzo del análisis, a los sueños de transferencia en los que el analista aparece en persona o bajo otras figuras.

Hay que hacer notar que el término de transferencia apareció bajo la pluma de Freud precisamente a propósito de la interpretación de los sueños. Ubertragung es una palabra que Freud empezó a utilizar respecto de los personajes del sueño que tienen una identidad manifiesta y de los que nos percatamos de que sirven de vehículo a otros personajes. Había en el sueño por lo tanto un desplazamiento, bajo una forma individual, de atributos y propiedades de otros individuos. Desde el origen la transferencia es para Freud una especie de metonimia imaginaria.

En un primer momento, este hecho le pareció fastidioso, molesto, y después le dio una connotación positiva hasta hacer de él una condición sine qua non del análisis. Su explicación es la siguiente: esa emergencia de la transferencia se debe al desplazamiento sobre la persona del analista de un conjunto de sentimientos que se referían originalmente a los personajes fundamentales de la historia del paciente, especialmente a los padres. Freud comprobó esa emergencia libidinal y consideró que la libido infantil se hallaba movilizada hacia el analista. Lo explicó por el hecho de que la transferencia, según él, traduce ya un primer levantamiento de la represión.

Aparecieron a continuación las ventajas de la transferencia como metonimia libidinal imaginaria. La emergencia de la transferencia señala la adopción del analista por el analizante: el analista entra en la familia. Esto confiere también al analista – Freud era especialmente sensible a ese rasgo – la autoridad del padre o de la madre, la autoridad del Otro primordial.

La ventaja esencial que Freud vio en la transferencia, entendida en ese sentido, es que en adelante el paciente dará crédito al analista, que su palabra de intérprete tendrá la posibilidad de dar resultado, de tener efectos. Esto es muy necesario, según Freud, puesto que por la represión el paciente no quiere leer su inconsciente de la manera correcta. Hay una especie de resistencia interna al discurso. Contrariamente a ello, a partir del momento en que se reconoce la autoridad del analista, éste tiene el poder de guiar la lectura del paciente. Dicho de otra manera, por medio de la transferencia el analista accede, para el sujeto y a nivel del inconsciente, a una posición de dominio que a Freud le parecía indispensable para ejercer el análisis, para guiar la lectura del inconsciente. En este sentido, hizo de la transferencia la condición de la interpretación. Esta espera inicial del análisis se ha estandarizado mucho en la práctica del psicoanálisis.

¿Cómo empiezan los análisis? Por la espera del analista. Espera verse investido por una posición de dominio para interpretar.

Hasta Lacan hemos tenido sobre esto una doctrina muy precisa. Primero, esperar la emergencia de la transferencia para interpretar. En segundo lugar, esta doctrina acentúa la regresión del paciente porque se considera que para que el análisis comience verdaderamente, es preciso que el paciente esté en una posición infantil respecto de la autoridad del analista, que es de tipo parental. No lo digo con una finalidad satírica porque volvemos a encontrar, en los esquemas del discurso analítico que nos dio Lacan, la posición del amo y del esclavo, la del amo asignada al analista y la del esclavo al sujeto analizante. Esa disimetría, esa jerarquía, está implicada en la regresión del paciente. En tercer lugar, esto implica que la transferencia es un fenómeno de repetición que demuestra, que pone en evidencia, la función de la repetición en el inconsciente. Se supone que el sujeto repite, a propósito del analista, las actitudes y los sentimientos que tuvo respecto de los personajes fundamentales de su historia.

Las tesis de “Tres ensayos para una teoría de la sexualidad” refuerzan esa conceptualización de la transferencia como fenómeno de repetición. En ese segundo momento del descubrimiento freudiano que representa los “Tres ensayos…”, los primeros objetos se han perdido y, tras el período de latencia, el sujeto busca indefinidamente en su vida amorosa nuevas ediciones del objeto prototípico que se perdió. De ahí se sigue toda la doctrina de Freud sobre la vida amorosa.

Este es el punto exacto en que se inserta la concepción de la transferencia como fenómeno de repetición y tampoco ahora tengo la menor intención de sátira porque la noción de que el analista es tal objeto, lugarteniente del objeto perdido, acabará por ser formulada por el propio Lacan. Cuando formula al analista como objeto a en la posición de amo, está en el registro de esa transferencia-repetición. La noción de que el analista es el lugarteniente del objeto perdido puede explicar por qué atrae hacia él la libido del analizante. Melanie Klein especialmente formuló el final de análisis no en términos de identificación con el analista sino en términos de pérdida del objeto haciendo del final de análisis una modalidad del duelo. Esto se inscribe en el contexto de la doctrina de los “Tres ensayos para una teoría sexual” que fue el texto fundamental en el que se apoyó Abraham, del que procede la propia Melanie Klein. Cuando Lacan dice que “la transferencia es la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente” está en este registro.

 

Lectura y libido

Llego a mi tercer punto. He desarrollado, en un primer momento, aquello que atañe al desciframiento, a la lectura y a la interpretación del inconsciente. En un segundo tiempo, aludí a todo lo que atañe a la libido, al amor, al deseo, a la pulsión, en el registro de la transferencia. Lo más sorprendente es la discontinuidad entre la primera y la segunda vertiente y que esta dicotomía refleja el reparto que hay entre la “Interpretación de los sueños” y los “Tres ensayos para una teoría sexual”. Tenemos, por un lado, todo lo que concierne a la técnica de la interpretación – esto tiene su consistencia – y, por otro lado, todo lo que incumbe a la libido en la transferencia – que también tiene su consistencia.

Lo más sorprendente de la teoría analítica hasta Lacan era la separación de esas dos vertientes, el hecho de que no estaban articuladas una con otra. Lacan comenzó teorizando la interpretación en la vertiente simbólica, por una parte, y, por otra parte, la transferencia en la vertiente imaginaria. Hasta que se le hiciera evidente – podemos comprender por qué al entender todos los equívocos de la transferencia todavía en nuestro uso actual, porque aún no somos desde luego lacanianos – que todo lo que proviene de la metonimia imaginaria de la transferencia, del reparto de los sentimientos a propósito del analista, de su parecido más o menos acentuado con los personajes fundamentales de la historia, de la actitud que tiene que tomar el analista para conformarse imaginariamente a esa metonimia, eran efectos imaginarios de la transferencia. Hay efectos imaginarios de la transferencia, no son negables, pero el esfuerzo de Lacan consistió en distinguir los efectos imaginarios de la transferencia y el resorte de la transferencia que hay que encontrar en lo simbólico. Ahí es donde se inscribe ese matema que les recordé.

En el camino que nos conduce a esa extraña máquina, el primer resorte simbólico que Lacan descubrió en la transferencia es la demanda. El enunciado en análisis es siempre una demanda. Por el solo hecho de demandar se plantea en el horizonte el Otro que puede satisfacer. Por lo tanto, el analista es en el análisis el Otro de la demanda. Desde el momento en que hay demanda, está el Otro de la demanda y el analista ocupa ese lugar. Al decirlo así Lacan recuperó mucho de lo que concernía a la transferencia-repetición. Efectivamente, desde el momento en que el analista es el Otro de la demanda se puede decir que el paciente vuelve a formular sus demandas más antiguas en el análisis y que el analista soporta una tras otra todas las figuras históricas del Otro de la demanda para el sujeto.

Podríamos desarrollar esto. Come iniziano le analisi? Los análisis comienzan con la demanda. La transferencia es un efecto de la demanda e incluso se podría decir que desde que hay demanda hay transferencia. Es totalmente defendible.

Lacan formuló un segundo resorte simbólico de la transferencia mucho más potente, mucho más radical, al que llamó sujeto supuesto saber. Es un concepto muy complejo y muy expresivo a la vez para todo el mundo, sobre todo el término suposición. Se comprende bien que no hay certeza, que hay un hecho de creencia, o al menos un hecho de confianza y una relación de garantía. Situar así el resorte simbólico de la transferencia es una elección teórica tomada con el objeto de obtener ciertos efectos en la práctica del análisis. Antes se ponía el acento en el analista, en los sentimientos que se tenían por él, sobre lo que él debía manifestar – se hablaba, por ejemplo, de la neutralidad benevolente. Con esta invención de Lacan, del sujeto supuesto saber, se pone por el contrario el acento en el modo de decir, y se funda el análisis no en la repetición libidinal sino en la relación del sujeto con la palabra. El sujeto supuesto saber en términos de demanda incluye que la demanda inicial del análisis es la demanda de significación. Digamos: la pregunta “¿Qué quiere decir eso?”.

Si leen el comic que se llama Peanuts, conocerán el personaje llamado Charlie Brown – un sujeto algo depresivo en conjunto. La hermana de Charlie Brown ilustra una posición muy distinta que es más bien de desconfianza y de rechazo respecto del orden significante. Por esa razón tiene muchas dificultades en la escuela: ella no entra en el juego.

Y en un comic reciente de Peanuts encontré algo formidable. La hermana de Charlie Brown hace un descubrimiento y se lo cuenta a Charlie Brown. A partir de entonces cuando le dicen algo ella siempre dice: What is it supposed to mean? ¿Qué se supone que quiere decir? En francés se diría más bien: Qu’est-ce que je dois comprendre? [En castellano podría decirse ¿Cómo debo entenderlo?]. Es una pregunta teñida de hostilidad respecto del otro. Supone que lo que el otro dice nunca es exactamente lo que quiere decir. No podemos considerar totalmente equivocada a la hermana de Charlie Brown. Es de suponer que hay siempre una significación escondida, más bien malintencionada, en el interior del sentido manifiesto.

Ese What is it supposed to mean? apela al Otro del Otro, es una demanda de metalenguaje. Demanda al otro que hable dando las instrucciones de uso de su palabra al mismo tiempo que habla, es decir: “Me has dicho eso, explícame ahora lo que debo comprender de lo que me has dicho”. Es reclamar la regla para comprender el significante.

Esto pone el dedo en lo que Wittgenstein había señalado sobradamente: que nunca se puede formular la regla para comprender el significante. Si formulan una regla para comprender el significante, se les preguntará después la regla para comprender la regla. Según Wittgenstein, no se puede formular la regla para comprender: hay que mostrarlo, hay que hacerlo. Por la conducta, por el comportamiento es como se puede demostrar lo que eso quiere decir.

Por lo demás, Charlie Brown saca rápidamente las consecuencias de la posición de su hermana. Él está hundido en un profundo sillón – rumiando sin duda negros pensamientos -, y le responde: “Haces bien en decirme eso porque así yo ya no te diré nada”, lo que es razonable. Solo que su hermana tiene la última palabra y le dice: What is it suppose to mean? La hermana de Charlie Brown tal vez pueda ayudarnos a comprender el forzamiento de Lacan en psicoanálisis que consistió en desplazar la transferencia. Lacan cambió el lugar de la transferencia. Decidió situar su resorte en un lugar donde nunca antes se había pensado en ponerlo: ahí donde el significante está separado de su significación.

Su punto de partida es el algoritmo S/s – una fórmula de “La instancia de la letra…” -, arriba el significante, abajo el significado (3). El esquema complejo, al que llamó algoritmo de la transferencia, es una modificación, una aplicación, del esquema del significante y el significado al problema de la transferencia. Esto quiere decir: hablen, escriban, y si aplicamos ese algoritmo, el significante y el significado se separan de forma enteramente natural. Por un lado, se encuentran las palabras, el material, los sonidos, las letras, toda la materia significante y, por otro – es otro registro -, está lo que se comprende, el significado, lo que eso connota, lo que quiere decir en el diccionario, pero también cómo eso les llega a las entrañas, les remueve, lo que eso quiere decir para ustedes. Todo eso está en el lado de la s pequeña.

Son dos órdenes diferentes, dos registros: el mismo enunciado en el plano de la materia significante hará muy diferentes efectos a personas diferentes. Comprenderán, les evocará cosas diferentes. A partir del momento en que se acepta esa distinción entre el significante y el significado, se convierte en una verdadera regla que opera sobre todo lo que se dice y sobre todo lo que se expresa.

Lacan agregó a Saussure que esos dos registros no son simétricos, ni naturalmente acordes. Uno es determinante, el significante, el otro determinado, el significado. Por otra parte, el efecto de significado no se produce enseguida sino a partir de un cierto tiempo, depende del término al que se da el valor organizativo, es decir, del término del que se hace el punto de capitón, o el significante-amo. Si ese significante se desplaza lo que va a comprenderse en el discurso se modificará igualmente.

Lacan eligió eso para estructurar así a la transferencia. Dio el algoritmo de la transferencia como una modificación de ese algoritmo. Quiso hacer de la transferencia un algoritmo, una regla del discurso.

Come iniziano le analisi? La respuesta de Lacan por tanto es: Los análisis comienzan por el significante de la transferencia.

¿Qué es el significante de la transferencia? El artículo definido es lo que cuenta aquí, el significante de la transferencia, un significante destacado, singular. El significante de la transferencia es aquél a propósito del cual el sujeto se pregunta: “¿Qué quiere decir?”. Para que un análisis comience es preciso que el sujeto haya encontrado el significante de la transferencia. Puede ser cualquiera que le haga ese efecto. Es preciso desde luego que la significación le importe, que suponga que va algo de ustedes en la solución de la pregunta: “¿Pero qué quiere decir esto?”.

¿Por qué es un significante? Es un significante en la medida exacta en que se plantea la pregunta de lo que quiere decir. En ese momento toma valor y estatuto de significante: es el significante de la transferencia en la medida en que la respuesta se busca en un analista. No solo tienen que preguntarse: “¿Qué quiere decir esto?”, es preciso aún que les lleve, que les incite a buscar el complemento en un analista.

¿Qué es un analista? No entremos en ese debate. Preguntémonos simplemente cuál es su función. La respuesta de Lacan es: Nada más que otro significante. Encontraron un significante del que no saben lo que quiere decir, y buscan otro significante que se articule al primero. Dicho de otra manera, el significante de la transferencia los mueve a ir a buscar lo que quiere decir dirigiéndose a un analista como otro significante. Pero un analista no es el significante de la transferencia, Lacan insiste, es cualquiera, a diferencia del significante de la transferencia que, él, es el, singular. Es un analista, cualquiera, particular en el sentido de Aristóteles, es decir uno entre otros. Un analista es siempre un analista entre otros. Por lo demás, los pacientes lo dicen a menudo: “Pensé ir a ver a tal, pensé ir a ver a cual y me decidí por venir a verle”. Haciendo aflorar siempre el uno-entre-otros de ese significante articulado al primero.

De esa articulación de los dos surge una significación, s minúscula que en la transferencia tiene esa particularidad de ser una significación de inconsciente. Esa significación remite siempre a lo reprimido que no es sino un supuesto texto escrito. ¿Por qué ese saber supuesto es supuesto ser sujeto? En la medida misma en que él se expresa en lo que dice como analizante.

What is it suppose to mean? ¿Qué quiere decir todo eso? Quiere decir que el forzamiento de Lacan consistió en formular que la transferencia es la interpretación, en tanto que da una significación de inconsciente a tal significante.

Sin duda, para ir al analista hay que haber interpretado ya el propio síntoma dándole una significación de inconsciente, es decir, “No sé leer esto solo”.

La experiencia ofrece esos casos en los que el comienzo del análisis es estrictamente asimilable a un auténtico desencadenamiento. Diría sin ser demasiado radical, para responder a la pregunta Come iniziano le analisi?, que en este sentido los análisis empiezan como las psicosis, porque en ellos el significante se encuentra en su poder desencadenante, en el registro de lo que se llama los fenómenos intuitivos.

En los fenómenos intuitivos, en el momento del desencadenamiento de la psicosis, se produce ese fenómeno del significante del que se pregunta, perplejo, qué quiere decir. Se está tanto más seguro de que ese significante quiere decir algo cuanto que no se sabe qué quiere decir. Dicho de otro modo, hay una significación de significación en el sentido en que se dice: “Eso quiere decir algo”. Se está seguro de que es un significante que está ahí y, al mismo tiempo, no se puede formular la significación que tiene pero, como dice Lacan, hay una suerte de vacío enigmático en ese lugar. Ese significante que deja perplejo al sujeto se convierte en desencadenante del delirio.

Sin duda hay una diferencia entre el significante de la transferencia y ese significante del delirio.

En principio, el significante de la transferencia está en la articulación con el significante cualquiera, pero no es imposible – y digo que Lacan formuló su algoritmo de la transferencia según una estructura homogénea a la del desencadenamiento de la psicosis – que el significante del delirio precipite que el sujeto acuda a alguien a quien hablar y que puede ser un analista.

En la psicosis no se llega a hacer surgir la significación de inconsciente. A partir del significante que constituye el enigma, el sujeto supuesto saber, gira a la paranoia y toma el valor del sujeto supuesto querer el mal o querer gozar de mí.

No hay nada de excesivo en plantear un parentesco de estructura entre el psicoanálisis y la psicosis, en el momento de su comienzo de desencadenamiento. El propio Lacan pensó en hacer del análisis una paranoia dirigida. El verdadero comienzo del análisis es así asimilable al desencadenamiento del delirio interpretativo. No por nada se habla de interpretación en la psicosis. En el sujeto neurótico en análisis vemos que pueden aparecer ciertos fenómenos de franja que dependen de una forma de delirio interpretativo.

Sin duda, cuando en la psicosis se produce el abrochamiento de un significante cualquiera tenemos los fenómenos de transferencia delirante. El objetivo del tratamiento es llegar al lugar del significante cualquiera, realizar no una metonimia transferencial sino una metáfora delirante, es decir elaborar un significante cualquiera capaz de efectuar para el sujeto una significación temperada.

Con este forzamiento, Lacan quiso – no digo que lo haya conseguido – modificar nuestra perspectiva sobre la transferencia.

Primero, desvalorizar todo lo que depende de la transferencia sentimental. En segundo lugar, hacer palidecer todo lo que atañe a la transferencia imaginaria, los personajes parentales, etc. En tercer lugar, enseñar al analista que la preocupación por su actitud, su aspecto, su fachada, no es lo esencial. Lo esencial no es su neutralidad benevolente, su posible infatuación. Lo esencial es no volverse un obstáculo a la estructura interpretativa de la transferencia, diría a la estructura sui interpretativa de la transferencia. Como cuarto punto, para terminar brevemente, es cierto que ese esquema tiene límites. Lacan percibió esos límites cuando plantea de manera global que toda esa fórmula es equivalente al objeto que llama agalma.

El límite está en que en ella no se encuentra lo que constituye la vida, los colores, de la concepción libidinal de la transferencia. Lacan percibió que ahí el objeto no era evidente, no estaba en funcionamiento – lo que corregirá en su esquema del discurso analítico situando al analista en posición de objeto a.

¿Cuál es el objeto aquí? El objeto presente es la nada. La significación de inconsciente proviene de la articulación misma. El analista no tiene que ocuparse demasiado de los rasgos por los que puede prestarse a una confusión aprovechable con los personajes de la historia. El analista es ante todo el envoltorio de la nada de esa significación de inconsciente.

Así aparece el valor de lo que llama la segunda regla del análisis que completaría la primera regla de la asociación libre, la regla de abstinencia – no satisfacerse en una satisfacción de orden sexual con el analista. Esa regla de abstinencia formula que el objeto en juego es el objeto nada. En el análisis, en ese sentido, el analizante come nada. Hay una anorexia implicada en la propia estructura transferencial. Por eso Lacan podía decir que la transferencia era “la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente”, en la medida en que el análisis es la no-relación sexual puesta en escena.

Ahora bien, hay otro límite de esta perspectiva. El punto de vista según el cual el análisis es un modo de decir o un modo de leer el inconsciente no satura la práctica actual. Para decirlo rápidamente y en conclusión, esa perspectiva no explica sin mediación en qué se ha convertido el análisis hoy, es decir no simplemente un modo de decir o un modo de leer el inconsciente sino un modo de gozar del inconsciente.

Al decir que el análisis es un modo de gozar del inconsciente, está claro que lo asimilo a un síntoma, a lo que estoy autorizado por la noción eminentemente freudiana de neurosis de transferencia. Es especialmente difícil de desanudar en la conclusión del análisis el síntoma de la transferencia.

Sepamos que cuando autorizamos a un sujeto a comenzar un análisis, le damos acceso a un nuevo modo de gozar de su inconsciente. Tenemos que saber cómo se satisface la pulsión en el análisis y mediante la transferencia, cómo se satisface la pulsión acordada al objeto nada. La anorexia puede sernos en esto un cierto índice.

Aquí comienza otro capítulo, no la vertiente simbólica de la transferencia o la vertiente imaginaria, sino su vertiente real en el sentido de Lacan, lo real de la transferencia. Al comienzo del análisis se puede percibir ya en el sujeto candidato la anticipación, el presentimiento, de la satisfacción, del goce, que hallará en el análisis. Evocamos aquí a casos sorprendentes en que el análisis dura mucho tiempo y la elaboración es nula, en los que el sujeto no manifiesta implicación en su palabra. Esos casos ponen en evidencia la satisfacción encontrada por el sujeto en el modo de decir que le permite el análisis. Se trataría de delimitar cómo se satisface en el análisis esa pulsión en el nivel en que el sujeto es feliz. La pulsión jamás fracasa. Puede fallar su objetivo pero siempre alcanza su meta.

A propósito de la conclusión de la cura, no basta con decir que se llega al término de la elaboración de saber. No basta con decir que la multiplicidad de lecturas permite reconstruir el texto inconsciente. Hay que saber aún cómo se renuncia al goce del análisis.

Traducción: Carmen Ribés
Revisión y establecimiento: Silvia Elena Tendlarz


Notas

* Intervención en el Coloquio del Campo freudiano en Italia, Come iniziano el analisi, en Turín los días 22, 23 y 24 de abril de1994. Texto establecido por Catherine Bonningue y publicado en La Cause freudienne, n° 29, pp. 7-15. Publicado en español en Cuadernos Andaluces de Psicoanálisis, n°26, Málaga, Grupo de Estudios Andaluz, 2000, pp. 12-22.

1) Cf. Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela” (1968), Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 266.

2) El 22 y el 23 de abril se organizaron dos noches dedicadas a Jacques Lacan.

3) Cf. Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, Madrid, Siglo XXI.