RÚBRICA 1

TRANSFERENCIA

De la forma a lo amorfo y retorno

Marcela Antelo – EBP

 

Por lo tanto, no es que Lacan sueñe que en el psicoanálisis se puede por la palabra hacer crecer las manos a los mancos incluso si hay órganos que en su funcionamiento se dejan, en efecto, mejorar por él[1].

J.-A. Miller

Supongamos que una joven llegue al primer encuentro con un analista, apenas consumada la evaporación de un padre, el suyo, después de una no tan lenta agonía. Una mentira de la doxa: el tiempo de prepararse. Su tiempo ahora sería el de la urgencia. Puede descubrir que su padre no era eterno, aunque la armadura de su amor lo sea. Puede descubrir que el cuerpo del dolor se suelta de la imagen. La envoltura formal de su presencia en un primer encuentro sería la del trauma, en el sentido de herida, trou-ma, que ya no desconocemos. Supongamos que un agujero negro se abre de cara a su joven familia. No hay masa amorfa aquí y si la forma inquebrantable de un drama, la “infiltración mortal”[2] en la vida. Se deposita esta cosa en la sesión. ¿Como habrá mañanas que canten?, o paz al atardecer, ¿Cómo sigue?, podría ser su primera pregunta.

Esta es la forma que alguien puede traer a la palabra en su primera sesión, que resistiremos a clasificar de preliminar, evocando el debate de la primera noche preparatoria del ENAPOL del 12 de mayo pasado; sería una herejía, tal como hacer caer un primer beso en la caja de las preliminares sexuales. La primera sesión no hace serie, se queda sola y una, única, como marca.

Miller enseña que el analista y el analizante están del mismo lado en relación a la Cosa.

[…] el psicoanalista tiene relación con una cosa que se mueve y se conmueve por la palabra. Es por eso que dije “cosa” y no “objeto”. Precisamente, es porque la Cosa freudiana habla que se puede hablar con ella y el psicoanálisis es supuesto ser aquel que sabe hacerla hablar y que sabe hablar con ella[3].

En este caso el hablar hace camino, sus cadenas de goce sentido lo animan. Sabemos por los poetas que la muerte une y que es la vida que separa. Si el inconsciente es del orden de lo “no realizado”, si la falla se abre al decirse, si el inconsciente viene del futuro y no del pasado, si su hiancia es preontológica, la masa amorfa puede nacer de lo formalizado gracias a la inquietante conversación con la cosa que practicamos.

Dicho de otro modo, el abono, la suscripción al inconsciente, puede nacer de la “dominancia de la letra en la transformación dramática que el diálogo puede operar en el sujeto”[4].

En el activo, hacerse dialogar, el ofrecerse al diálogo, como el Lacan de los Escritos recoge de Freud, la Cosa desanda de su forma abriéndose a lo informe, a la masa amorfa, tan bien presentada en la primera preparatoria. Después si, el camino de retorno hecho de jalones de significantes Uno que solo todas las otras sesiones de la serie dejarán consistir.

Finjo e hinco una hipótesis.


[1] Miller, J.-A., “De lo ontológico a lo óntico”, “El Uno solo”, clase del 9 de marzo de 2011, Freudiana, n.º 62, p. 19, mayo/agosto 2011. Trad. Alicia Calderón de la Barca.

[2] Miller, J.-A., “El yo y la muerte”, Donc. La lógica de la cura, Buenos Aires, Paidós, 2011. p. 135.

[3] Miller, J.-A., “De lo ontológico a lo óntico”, op. cit.

[4] Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente freudiano o la razón desde Freud”, Escritos 1,Buenos Aires, Siglo veintiuno, 2014. p. 470.

RÚBRICA 2

Tiempo / Temporalidad

La entrada, entre el acontecimiento y la sorpresa

Fabiana Chirino – NELcf

La temporalidad es un aspecto que se encuentra en el corazón mismo de la experiencia y práctica analítica. Dos dimensiones del tiempo, en una interesante complejidad se entrecruzan. Una dimensión lógica, donde el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir, se presentan tanto en las entrevistas preliminares, en la entrada en análisis, como en el final.

Lacan plantea que la instancia del tiempo se presenta bajo un modo diferente en cada uno de los momentos, revelando una discontinuidad tonal, esencial para su valor. “Cada momento, en el tránsito hasta el siguiente, se reabsorbe en él, subsistiendo únicamente el último que los absorbe”[1]. Así, la génesis del tiempo se produce en el mismo movimiento lógico.

Desde esta perspectiva, las entrevistas preliminares se precipitan a partir de un instante de ver, emergencia de un malestar que perturbó el funcionamiento o lazo que sostenía al sujeto, quien a partir de un deseo de comprender se dirige hacia a un Otro, poniéndose en juego la transferencia. La elaboración propia del tiempo de comprender, concluye cuando se produce en el sujeto una localización e implicación en lo que opera como una satisfacción en el centro de su síntoma, lo que precipita un momento de concluir, que dará lugar a la entrada en análisis. De este modo, se dará la superposición de un momento de concluir (las entrevistas preliminares) y la apertura de un nuevo instante de ver, esta vez en relación con los modos de satisfacción, construcciones fantasmáticas, defensas frente a lo insoportable. Es un trabajo sobre las singularísimas coordenadas que dieron lugar al necesario modo de gozar en cada parlêtre.

Pero podríamos pensar otra dimensión del tiempo, vinculada al acontecimiento y la contingencia, que hace de corte a la diacronía sostenida en el lenguaje y la palabra. En este contexto, la entrada en análisis, es efecto de un acontecimiento, contingente y sorpresivo, el cual se da en el contexto de la regularidad producida por las entrevistas preliminares, caracterizadas por cierta repetición, bordeamiento, insistencia. Para Miller, la sesión analítica asentada en la repetición, es ese lugar en el que se produce, el acontecimiento de la interpretación[2].

El surgimiento de algo nuevo, es efecto de un acontecimiento producido por la presencia y acto del analista. Desde esta perspectiva, no es el tiempo el que produce el acontecimiento, sino el acontecimiento lo que produce una escansión y con ello instaura la discontinuidad tonal del tiempo, marca un antes y un después. Citando a Miller: “el acontecimiento tiene un estatuto que le es propio, es en la medida en que crea el tiempo”[3].

La entrada en análisis, es efecto del acontecimiento imprevisto. Es efecto de lo que el analista pudo contingentemente escuchar, aislar, señalar, subrayar, hacer resonar más allá del sentido, a nivel del goce que habita en el ser hablante. Consentir a ello, dará lugar a un trabajo que Miller señala como una mutación subjetiva con relación al goce[4], que continuará hasta el final del análisis donde operarán nuevamente los tres tiempos lógicos.

Entre tanto, la sorpresa viene del acto analítico, el cual de repente, sorpresivamente, hace legible algo del modo de gozar, fuera de sentido, inscrito en el cuerpo del ser hablante, haciendo un corte en el tiempo eterno del fantasma. De allí que la orientación por lo real “será el esfuerzo de aislar ese trozo, alrededor del cual gira una vida”[5].

Empezar a analizarse es una experiencia que se inscribe entre la regularidad de lo ya sabido, que insiste y se repite, y lo nuevo que sorprende. Revelaciones que sostienen el deseo de saber, que irá desplazándose del Otro Sujeto Supuesto Saber, al saber leer de otra manera lo que siempre estuvo allí, pero con lo que puede hacerse, cada vez, de otra manera.


[1] Lacan, J., (1945) “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”, Escritos 1, Buenos Aires, Siglo veintinuno, 2003, pp. 187-204

[2] Miller, J.-A., (1999-2000) Los usos del lapso, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 208.

[3] Ibid., p. 234.

[4] Ibid., p. 217.

[5] Tarrab, M., “Un corte en el tiempo del fantasma”. Ornicar digital, 2007. Disponible en: https://wapol.org/ornicar/articles/157tar.htm

RÚBRICA 3

PERSPECTIVA DEL SÍNTOMA

Psicoanálisis en el mercado

Nicolás Bousoño – EOL

En la plaza de mi barrio, los domingos tiene lugar una feria; una heredera de aquellos mercados de barrios tiempos donde se iba a comprar la carne y la leche del día.

En la feria de la plaza el intercambio palpita. Los puesteros se demoran eligiendo lo mejor para cada vecino; gente mayor y parejas jóvenes se pasan recetas de cocina, consejos, ideas; los niños juegan. Allí se hacen presentes vecinos de casi toda América, se oyen diferentes acentos, conversan, se comentan novedades, se hacen chanzas. En suma, se hace política de la seria.

Días atrás Juan –el verdulero– comentaba orgulloso a quien quisiera escucharlo que está entrenando, dejó de tomar cerveza todos los días –solo toma una, con amigos y cuando juega Boca–, no come más harinas, que bajó veinte kilos en tres meses y se siente muy bien, que es muy joven para sentirse como se sentía.

Me alegro y me intereso por él. Me cuenta entonces que había intentado entrar en la policía y habiendo aprobado los exámenes lo habían rechazado por su obesidad. Le pregunto cómo se le había ocurrido el intento y me dice que todos lo mandaban a que fuera y que él, sin pensarlo mucho, se mandó. “Soy muy mandado”, agrega.

Sorprendido le pregunto cuándo sucedió y me responde que poco más de unos tres meses atrás.

“¡Ah! Fue eso” le digo. Me mira con algo de extrañeza y apunta: “¿Vos decís? –piensa–. “Sí… tenés razón…”, consiente. “Fue eso. Qué… ¿Sos psicólogo?”. Asiento y agrega entonces: “¿No me querrás psicoanalizar vos?”.

La situación me invitó a algunas reflexiones. Que haya sujetos que no acudan a buscar un analista no es nada nuevo, pero eso no quiere decir que no puedan encontrarse con la oportunidad de reconocer una trama subjetiva detrás de sus acciones, en sus palabras. Eso no es un análisis, pero es una condición al menos necesaria para iniciarlo.

Esa trama no está favorecida por EL MERCADO actual con sus propuestas mágico-biologicistas de tratamiento; eso no quita que el analista pueda hacerse presente allí con la respuesta que constituye su deseo, con una lectura de las demandas ordinarias que ofrezca la oportunidad de que algo de lo dicho resuene, dándole relieve a su valor singular para destacar la responsabilidad por la vida propia, allí donde se puede elegir, lejos de cualquier sumisión a los distintos mandatos que nos atraviesan.

Lacan se planteaba “he logrado en suma lo que en el campo del comercio ordinario quisieran poder realizar tan fácilmente: con oferta, he creado demanda”[1]. Entiendo que seguir su orientación implica interrogarse por lo que ofrecemos para que las demandas puedan dirigirse a nuestro campo, para que las irrupciones de goce que constituyen gran parte de los sufrimientos actuales puedan ubicarse en esa trama y, eventualmente, transformarse en una interrogación.


[1] Lacan, J., (1958) “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 2, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 2009, p. 588.

VARIACIONES

Eva Salazar*

El encuentro con lo singular

“Sueño III” (12 x 15 cms.) técnica: aguafuerte sobre papel.

“Sueño VI” (12 x 15 cms.), técnica: aguafuerte sobre papel.

“Linaje” (200 x 100cms.), técnica: carboncillo sobre papel.

“Navegantes” (19.5 x 27cms.), técnica: aguafuerte y aguatinta sobre papel de algodón.

Las horas acumuladas en el diván, han sido como ver una película que me habían contado. Me escucho repitiendo fragmentos de mi vida. He empezado a escribir una nueva historia donde algunas partes aún están en blanco para escribirlas luego, otras seguirán estando ausentes.

Muchas preguntas y pocas respuestas surgen al hacer esta pausa semanal. Como analizante, entendí que no hay respuestas, lo que encuentro son espacios donde mis pensamientos toman otras formas, a través de mis dibujos, mis pinturas, mis grabados, ahí no hay nada que explicar. Hilvanar el hacer diario con mis pensamientos; sea en la vigilia o durante mis sueños va tejiendo mis obras.

Desde siempre estuve inmersa en el mundo de las artes gráficas y plásticas. Dediqué muchos años a aprender con excelencia diferentes técnicas de dibujo, pintura, escultura, grabado, diseño, historia del arte, estilos, proporciones, cánones, planos, perspectiva, distancias, ejes, límites, diagramación, lo estético, los colores complementarios, los matices, los tonos, el alto contraste, lo lógico, en fin, lo más cercano a la “realidad”.

Empecé a identificar que tenía conflicto en aceptar mi singularidad, mantenía una continua complacencia con el “Otro”. El “Otro” ocupaba mucho espacio, quedando mi mente apretada, justa, con ruido, que por muy grande que fuera el lienzo era insaciable. Hasta que tuve un encuentro con lo real que, aunque fue desconocido, inusual, amplio, vertiginoso, me hizo encontrar otras vías.

Empecé un proceso de vaciar y quitar conocimiento, restar carga académica, color y cualquier trazo que me sugiriera rigidez a lo que hacía; que en vez de pretender que un boceto fuera perfecto, sería más simple, no debería tomarse más de 15 minutos. Al pasar ese tiempo, pasaría al siguiente sin calificar su resultado.

Elegí utilizar la técnica del carboncillo; técnica primaria utilizada desde la pintura rupestre. La ventaja de esta es, su resultado inmediato que es muy satisfactorio, trazo directo, alto contraste, sin oportunidad de borrar.

Paralelo a esta etapa descubrí que al liberar un poco al “Otro” de mi mente tenía espacio para dar lugar a interpretar gráficamente una diversidad de temas que me interesaban como mis memorias, mi mundo onírico, imágenes sueltas que encuentro en el inconsciente, espacios que siempre disfruté recordar, escribir o pintar.

Quizá mi continua búsqueda de querer que todo coincidiera, que tuviera explicación, que fuera coherente, que gustara al “Otro”, me estaba alejando de esa parte tan profunda, silenciosa y única, de alojar en otros ámbitos de mi vida esa singularidad.

El psicoanálisis me llevó de manera tácita a realizar mis procesos creativos de otra manera. Ahora disfruto de la gama de técnicas que manejo sin agobio; converso con el material, lo toco y lo siento, como un espejo me refleja qué técnica o color elegir.

Me pasa muy frecuente en los últimos grabados en aguafuerte que he estado realizando. He tenido unas experiencias muy particulares, no solo transcribo las imágenes que sueño o recuerdo, sino también imágenes que veo sobre la superficie del cobre, pidiendo ser dibujadas; mi mano sigue al ojo que obedece a las formas que quieren contar historias, recordar momentos o simplemente ver a través de ese portal mágico labrado por el ácido que corroe el metal.

Es un universo más amplio y curiosamente el formato que trabajo es más pequeño, más íntimo; es justamente en esa intimidad que recoge la fugacidad del inconsciente que aparece algo de mi singularidad.

* Eva Salazar es una artista visual contemporánea nacida en Guatemala. Se desempeña como profesora de arte y trabaja con distintas técnicas artísticas; como ser óleo, acuarela, grabado y bordado. Ha expuesto en distintas galerías de arte en Guatemala, Italia, Estados Unidos, Austria y Corea del Sur.