El hermoso mundo (1960), René Magritte.

Entre empezar, entrar, comenzar y fuera de sentido…

“Entrada y comienzo” parecen nombres de un mismo hito, habilitando así, un lugar y un tiempo para que –si se consiente a ello– algunas cosas ocurran… En psicoanálisis, quizá valga la pena diferenciar ambos significantes; el inicio cronológico de lo que podría derivar en una entrada en análisis, parece no ser lo mismo que situar –si es que es posible– cuando alguien ha empezado a analizarse.

“Instante de ver, tiempo de comprender y momento de concluir”[1], sufren una variación en dicha secuencia, para pensar “la entrada”. Una vez que concluyen las entrevistas preliminares, inicia un tiempo de comprender –que no tiene una cronología determinada– donde se desplegarán diversas formaciones del inconsciente y su posible desciframiento. Pero ¿son estas manifestaciones y la suposición de saber inherente a la transferencia, garantía de que un parlêtre ha empezado a analizarse?

Miller, hablando de psicoanálisis y amor[2], plantea que corresponder al amor del otro es del orden del milagro, no puede calcularse ni anticiparse. Quizá, guardando la distancia necesaria con el “amor artificial”, empezar a analizarse tenga algo de esta premisa. Si bien el psicoanálisis aplicado se sustenta en una lógica específica y en consideración de sus elementos se dirige una cura, no hay cómo prever el momento o la forma en que los dichos del analizante devengan en decir, ni cómo asegurar que el “deseo del analista” se presente sin las resistencias que se suscitan por parte de la persona que ocupe ese lugar. Sin embargo, la transferencia nos da ciertas pistas, y en el terreno de la verdad y el goce, hay lugar para un real contingente, que solo en retroacción podrá ser enunciado y vivenciado por el analizante como un comienzo de análisis.

Empezar a analizarse implica consentir a una experiencia de discurso y cuerpo, y una vez que ocurre no hay vuelta atrás; se pasa por otros discursos para volver al analítico. La cura transcurre entonces en distintos tiempos y habrá que probar cada vez que se está en posición analizante. Lo que en un primer momento mortificó al sujeto, podrá quizás enlazarse a un real que oriente su propia existencia, posiblemente consecuencia de una “interpretación inolvidable”…

“El encuentro con el psicoanálisis abrió otra partida”[3], es un decir de Alejandro Reinoso en su penúltimo testimonio, esto dirige la luz al asunto que ahora nos llama. Es posible considerar que un ciudadano juega una partida con la civilización: elige de ella –sin saberlo claramente– algunos de los rasgos con los que hace la trama de su síntoma y se bate en una lucha cuerpo a significantes. Para este joven que era entonces Alejandro eso cambió en el momento en que empezó un análisis, abrió “otra partida”, esta vez con su inconsciente, con eso que en él hablaba.

Al ras del sentido acostumbrado, consistente, del sentido común, alguien se sorprende en el paso que da a una experiencia del fuera de sentido; empezar a analizarse tiene que ver con esto, con la sorpresa de cuando se fuga el sentido. Y no es que a esta experiencia alguien pueda acostumbrarse en lo sucesivo, ya que el empezar no se signa sino hasta que aparece –por ejemplo– dicha sorpresa en una sesión… y otras cada vez.

Con ello advienen efectos en el cuerpo, lo imaginario se conmueve, el espacio y el tiempo también se alteran. El cuerpo en el que resuena la pulsión, el cuerpo gozante, es alcanzado, tocado especialmente por algunas palabras y silencios; se encamina el cuerpo hablante a una forma inédita de goce, es ese cuerpo que se inaugura en un análisis y en ningún otro lugar del mundo. El fuera de sentido abre una fuente de posibilidades significantes más allá de lo racional, de lo intelectual, de modo que la entrada a la posición analizante pone en acto una relación con lo fallido de la cadena significante, por donde se colarán palabras fuera de contexto, fuera de sintaxis, fuera de cálculo que estarán anunciando y enunciando otros registros del propio hablante, su forma en que ex-siste y la manera en que el cuerpo ha sido su partenaire. Lo real es convocado por un analista y es el analizante quien da acuse de recibo.

A partir de lo dicho por Marcela Almanza en la Revista Glifos es posible decantar que empezar a analizarse funda una relación con lo real:

[…] dar lugar a la temporalidad propia de cada parlêtre en la vía de atender al modo absolutamente singular con el que cada uno da cuenta de su encuentro con lo real escuchando atentamente las resonancias, la repercusión sin par de aquello que se desprende de ese acontecimiento, para no subsumir lo imposible de soportar, a ninguna regla ni a ningún standard[4].

Para cada analizante existirá el instante en que empezó a analizarse –siempre nuevo, como la primera vez, cada vez que ocurra a lo largo de su proceso– y es probable que alguno pueda hacer una elucubración de saber, un esfuerzo de nombrarlo para conseguir transmitir algo de eso. Formalizarlo –se dice– al darlo por hecho solamente por sus efectos.

El llamado a ¡Empezar a analizarse! es especialmente importante para la colectividad de las Escuelas de la orientación lacaniana, es tener presente y siempre vivo, lo que Lacan mencionó en su escrito “El psicoanálisis. Razón de un fracaso”: “es el analista el que deviene el verdadero psicoanalizado, como lo percibirá con tanta más seguridad cuanto más cerca se encuentre de estar a la altura de la tarea”[5].

Bienvenidos los lectores atentos de esta publicación ¡de aquí a Buenos Aires!

Edna Elena Gómez Murillo y Giselle Cardozo Stabile

Responsables de Contenido-Boletines de la NELcf hacia el XI ENAPOL


[1] Lacan, J., (2003) “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”, Escritos 1, Buenos Aires, Siglo veintiuno, p.187.

[2] Miller, J.-A., “Amamos a aquel que responde a nuestra pregunta: ¿Quién soy yo?”. Entrevista realizada a Jacques-Alain Miller por Hanna Waar para la Psychologies Magazine Nº 278, octubre, 2008. Recuperado en: https://ampblog2006.blospot.com/2008/10/millerqui-suis-je.html

[3] Reinoso, A., (2022) “El malestar en la cultura en el diván y fuera de él”, Bitácora Lacaniana Nº 10, Buenos Aires, Grama ediciones, p. 216.

[4] Almanza, M., (2020) “Una nueva apuesta por el deseo”, Glifos Revista Virtual de la NELcf Ciudad de México, Número extraordinario, junio 2020, p. 20. Recuperado en: https://nelmexico.org/wp-content/uploads/2021/01/glifos-13-extra.pdf

[5] Lacan, J., (1967) “El psicoanálisis. Razón de un fracaso”, Otros escritos, Buenos Aires, Grama ediciones, 2012. p. 366

Los valores personales (1952), René Magritte.

Aperturas y bisagras

Escribimos este texto en condición de responsables, por la EBP, de los Boletines del próximo ENAPOL. Dado que el Encuentro ya cuenta con un rico Argumento y que el Boletín ha desarrollado sus ejes temáticos –presentados en el número inaugural-, entendemos nuestra contribución como una bisagra entre las ideas y las cuestiones que fueron enunciadas por la Organización del ENAPOL y todas las demás que aún tendrán lugar en ese espacio, por iniciativa de los colegas de nuestra comunidad.

Un gozne, una bisagra, es la figura evocada por Lacan para orientar el trabajo de la Escuela[1], este colectivo que se funda, paradójicamente, en la radicalidad del deseo que solo puede ser de cada uno. Esto nos hace pensar en una segunda dimensión de la bisagra en nuestro trabajo.

Habrá, sin duda, una acción directamente ligada a ese colectivo, que consiste en elaborar la lista de invitados, recibir producciones espontáneas, cuidar la forma, la circulación y los plazos de cada texto, además de proponer contenidos que amplíen el abanico de ideas. Pero, lo que articula esa función y lo que la pondrá en movimiento es aquella faz deseante, que podrá dar ritmo, cierre, Ap/bertura. Nos corresponderá, entonces, transmitir, a lo largo de este recorrido, lo que nos entusiasma en el trabajo rumbo al XI ENAPOL.

En la última frase del Argumento, Jorge Assef, María Cristina Giraldo, Sergio de Mattos e Oscar Zack, hacen una observación decisiva sobre las consecuencias del título que nos reunirá. Cuando partimos del “Empezar a analizarse”, “las vías de investigación que se abren para nuestro próximo Encuentro Americano terminan produciendo una torsión que nos involucra e interpela”[2].

Esa frase vibró y resonó. Estamos implicados. Nuestro Encuentro es Americano. ¿Cómo eso nos interpela?

Desde el final hasta el principio, releemos el argumento con esa cuestión en mente, en cuerpo. Allí reencontramos las preguntas fundamentales que nos reunirán: ¿Cómo mantener viva la posición analizante de aquellos que encarnan el discurso psicoanalítico en el día a día? ¿Qué lleva a un sujeto a buscar un analista en los tiempos que corren? ¿Cómo se inician los análisis hoy? ¿Cuándo empieza un análisis? ¿Cómo cambió la clínica del comienzo del análisis en los últimos años?

No obstante, cada una de ellas adquiere un nuevo alcance cuando nos preguntamos cuál sería la importancia de enunciarlas y responderlas teniendo en cuenta nuestros lugares, nuestras lenguas, nuestras referencias. Teniendo en cuenta que se trata de un Encuentro Americano. Si esto también entusiasma a algunos de los que se dedicarán a ese espacio, nuestra bisagra habrá valido la pena.

Fernanda Costa y Rodrigo Lyra

Responsables por Contenido-Boletines de la EBP rumbo al XI ENAPOL

 

Traducción: Magalí Rodriguez
Revisión: Silvina Molina


[1] Estos términos derivan del término cardo, mencionado por primera vez en la “Nota Anexa” (1971) al “Acto de Fundación” (1964) (En Otros escritos, 2012, p. 252). Más tarde, en el cierre de la Jornada de Carteles de la EFP de 1975, Lacan desarrolla la relación entre cardo, cartel y bisagra (Lettres de l´ École Freudienne de Paris N° 18).

[2] Argumento del XI ENAPOL, Recuperado en: https://enapol.com/xi/argumento-y-ejes/