Luís Tudanca – EOL

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Introducción

Lacan formula en el Seminario 10, La angustia, por primera vez, que: “… lo que el análisis descubre en el síntoma es que el síntoma no es llamada al Otro, no es lo que [se] muestra al Otro”[1].

Lo dice en el contexto del análisis que realiza del acting out, en el que sí se verifica que se trata de una llamada al Otro.

Pero Lacan no se queda en eso, agrega: “El síntoma, en su naturaleza es goce, no lo olviden, […] no los necesita a ustedes como el acting out, se basta a sí mismo”[2].

Privilegio, en esta oportunidad, subrayar la ausencia de llamada al Otro y el “se basta a sí mismo”. Intentaré justificar en lo que sigue dicha elección.

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Punto 1: Síntoma e inconsciente necesitan un broche

Si el síntoma se basta a sí mismo no pareciera ser un dato primario su articulación al inconsciente.

Jacques-Alain Miller lo dice así: “El inconsciente y el síntoma no pertenecen al mismo orden; afirmar que se anudan […] es proponer que son distintos”[3]. Eso quiere decir que para hablar de síntoma e inconsciente se precisa de alguna otra cosa que permita esa articulación que no va de suyo.

Aceptemos que, presentadas así las cosas, debemos suponer un síntoma bífido: sin Otro (solo), y con Otro.

No es muy arriesgado afirmar que el síntoma puede tener a bien relacionarse con el inconsciente, como puede ocurrir que mantenga su no relación de base.

Eso nos llevaría a hablar del síntoma con inconsciente y del síntoma sin inconsciente.

Hay un punto en que Miller afirma que se necesita un broche entre inconsciente y síntoma[4] .

El broche es esa “alguna otra cosa” que permitiría una articulación entre inconsciente y síntoma y que tiene, nos dice Miller, distintos valores: Otro, Nombre del Padre, Phi mayúscula, cumpliendo su función “… entre elementos fundamentalmente separados”[5].

Con inconsciente supone, entre otras cosas, el inconsciente estructurado como un lenguaje, lo que le permite a Lacan formalizar el cuaternario metafórico a partir del cual se explican las formaciones del inconsciente, el síntoma como metáfora, su relación posible con la verdad, en fin, el inconsciente transferencial.

Sin inconsciente explicita: se terminó el desciframiento o ni siquiera se inició. A nadie le interesa historizar, ni los dramas de la familia de origen; pero a la vez estamos en el dominio de lalengua, que no es estructura, y del goce del síntoma.

Se podría ampliar este apartado, pero me detengo aquí no sin recordar que Lacan nos advirtió que: “Toda crítica que fuera nostalgia de un inconsciente en su primera flor, de una práctica en su audacia todavía salvaje, sería ella misma puro idealismo”, a lo cual opone “… nuestro realismo”[6].

Conclusión provisoria: el broche es necesario al sostener la hipótesis, de la que intentaré desplegar más argumentos, de que no hay relación, hay disyunción entre síntoma e inconsciente.

Disyunción acá “… significa no relación”[7] y pone un límite a la noción de estructura.

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Punto 2: Síntoma y sinthome

He hablado hasta ahora de síntoma con y sin inconsciente.

Si queremos dar un paso más en este tema, ahí donde venimos hablando de síntoma, deberíamos hablar de sinthome.

Si hablamos de sinthome se profundiza la diferencia que vengo presentando en términos de disyunción.

Miller lo presenta de la siguiente manera: “… el inconsciente deja de ser un dato inicial. Para tomar aquí un atajo, diré que el dato primitivo es el sinthome[8]. El sinthome “ya no es una formación del inconsciente que puede ser sometida al desciframiento”[9].

Si no se puede someter al desciframiento desfallece lo que llamamos sujeto en psicoanálisis.

Sí, pero ahora entramos de lleno en el terreno del parlêtre, del cuerpo hablante.

Eso lleva a distinguir fuertemente entre síntoma y sinthome. Miller lo plantea de la siguiente forma: “¿Cuál es pues la diferencia entre el sinthome y el síntoma? Que el sinthome designa precisamente lo que el síntoma tiene de rebelde al inconsciente, lo que en el síntoma no representa al sujeto, lo que en el síntoma no se presta a ningún efecto de sentido que produzca una revelación”[10].

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Punto 3: Desabonado del inconsciente

En la última noche preparatoria para el próximo ENAPOL que lleva por título “Empezar a analizarse”, a partir de los textos que presentaron Blanca Sánchez y Marina Recalde, muy precisos, tuve la oportunidad de recomendar la lectura del capítulo cinco del curso de Miller Sutilezas analíticas.

Planteaba en esa noche que si nos colocamos del lado de la diferencia entre síntoma y sinthome eso abre dos vías: una que llamé la más clásica, la del síntoma articulado al inconsciente; y una segunda vía, muy actual, donde se puede incluir la expresión que Lacan usó con Joyce y que Miller retoma en el capítulo que mencioné: desabonado del inconsciente.

Lo primero que habría que destacar es que desabonado del inconsciente no es desabonado del sinthome.

Así como nos acostumbramos a decir que hay que pensar la neurosis desde la psicosis y no al revés, ¿se abriría la posibilidad de empezar a pensar los abonados del inconsciente desde los desabonados del inconsciente y no al revés?

Miller realiza un movimiento en esa dirección. Primero plantea que el sinthome “… se propone allí donde no hay inconsciente; es, si se quiere, el negativo del inconsciente”[11].

Pero inmediatamente abona la idea de que “…es muy posible ‒y es lo que yo creo, por otra parte‒ que el sinthome implique una enseñanza para los sujetos abonados al inconsciente”[12].

Son conocidos los desarrollos de Miller en este curso en los que acerca, incluso se podría decir hace equivalentes los términos singularidad y sinthome, sostenidos en la idea de que hay sinthome en cada uno.

Desarrollos que retoma en El ultimísimo Lacan donde reafirma que “El sinthome es lo singular en cada individuo”[13] y que “El inconsciente no es, en efecto, lo que hay de singular en cada individuo”[14]. Agregaría: para el inconsciente, el Otro; para el sinthome, el Uno.

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Punto 4: Empezar a analizarse

En la excelente presentación que la Comisión Científica del XI ENAPOL elaboró para nuestro próximo encuentro se afirma: “…la orientación por lo real está presente desde la primera consulta” y, más adelante “…el sujeto contemporáneo, en sus nuevos modos de presentación sintomática, encuentren un espacio propicio para alojarse”[15].

Ahora bien, notemos que en lo citado se habla de síntoma y no de inconsciente.

“Empezar a analizarse” es un título provocador: ¿se refiere solo a los abonados al inconsciente? ¿Es que solo ellos podrían analizarse? ¿Qué término usar para los desabonados del inconsciente si nos privamos de “analizarse”?

Buscaré otro, bien lacaniano, tratamiento. Propongo: De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de los desabonados del inconsciente.

Debo reconocerlo, no estoy convencido. ¿Por qué no llamar análisis a lo que venimos haciendo desde hace mucho tiempo con los desabonados del inconsciente?

Otra vez llega en mi auxilio Miller en su capítulo cinco de Sutilezas analíticas. Allí él plantea “una práctica posjoyciana del psicoanálisis, esa que no recurre justamente al sentido para resolver el enigma del goce, esa en la que no se cuentan hystorias, sino que, más allá del discurso del inconsciente, apunta a restituir, en su desnudez y fulgor, los azares que nos llevaron a diestra y siniestra”[16].

Una práctica posjoyciana es una tremenda definición. Pero se puede captar la orientación, su lógica, aunque no la comprendamos del todo: es una práctica más centrada en el sinthome que en el inconsciente.

Aclaración: no queda descartada la operación abonado del inconsciente. Pero hay que reconocer que hoy hay menos candidatos y, aun así, muchos sujetos siguen consultando a un analista.

Lo diré sin vueltas: Hay personas que no tiene buena onda con el inconsciente. ¿Nos quedamos cruzados de brazos?

Y adónde conducimos a los abonados al inconsciente… a lo incurable, o sea, al sinthome, que estuvo desde el principio.

Esta práctica posjoyciana  recurre a las invenciones posibles que cada singularidad va tejiendo, va construyendo en un análisis.

En eso Lacan avisó: cuando un sujeto llega a consultarnos no sabe. ¿No sabe qué? No sabe saber hacer ahí con su sinthome.

Miller llega a hablar de “invenciones de corporización”[17].

Acompañamos al sujeto en ese ejercicio, pero no exactamente como secretarios. No tomamos nota, zurcimos, tejemos, bordamos; Lacan habló de suturas y empalmes con el ¿analizante?

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¿Conclusiones?

Este texto es preliminar. Ninguna conclusión. Nada más que un aporte a la conversación que nos debemos dar.


[1] Lacan, J., (1962-1963) El seminario, libro 10, La angustia, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 139. Lo agregado entre corchetes pertenece al autor del texto. [N. de E.]

[2] Ibid.

[3] Miller, J.-A., (1986-1987) Los signos del goce, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 366.

[4] Miller, J.-A., (1998-1999) La experiencia de lo real en la experiencia analítica, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 258.

[5] Ibidem.

[6] Lacan, J., (1967) “La equivocación del sujeto supuesto saber”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 352.

[7] Miller, J.-A., La experiencia de lo real en la experiencia analítica, op. cit., p. 270.

[8] Miller, J.-A., (2005-2006) Piezas sueltas, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 19.

[9] Ibidem.

[10] Ibid., p. 72.

[11] Miller, J.-A., (2009) Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 91.

[12] Ibidem.

[13] Miller, J.-A., (2006-2007) El ultimísimo Lacan, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 133.

[14] Ibid., p. 134.

[15]Argumento del XI ENAPOL “Empezar a analizarse”. Recuperado en: https://enapol.com/xi/argumento-y-ejes/

[16] Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, op. cit., p. 96.

[17] Miller, J.-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 399.