“Comenzar a analizarse”; ni catálogo, ni análogo, la tercera vía… ¡la función de la llave! fue nuestra consigna de trabajo. Una empresa apasionante con la que fuimos abriendo cada uno de los textos. Allí los hallazgos que fuimos presentando, en citas y en bibliografía razonada, fueron armando una tensión entre lo fragmentario del recorte y su anclaje en el centro de la experiencia analítica y de la formación. La clínica de los inicios a la vez que la clara orientación de la voz reflexiva fueron la brújula.

Ahora les presentamos “en los umbrales”, una nueva serie que es nuestro modo de festejar el trabajo de Escuela desde el detalle que cada uno de los lectores-investigadores ha querido subrayar, recortar o imprimir a la tarea.

Cita elegida por Flávia Cêra

Me prometí empezar un día un psicoanálisis.

(…)

¡Desperfecto del deseo! Allí donde estaba con el pensamiento, en un lugar híbrido entre Althusser y sus cursos de filosofía para científicos, la economía política y el sindicalismo estudiantil sin orientación, me encontraba perdido, inmovilizado. Era el momento de retomar el camino que había percibido en el encuentro con Freud. Althusser había escrito sobre Lacan y había comentado la reanudación del proyecto freudiano por el psicoanalista francés, con tinta fresca. Compré entonces mi primer ejemplar de los Escritos en 1966. Pero ese libro permanecía lejano, cerrado. Un amigo de entonces y de hoy, camarada de fortuna y de infortunios varios, me confirmó que, aunque pareciera mentira, Lacan existía, y que practicaba el psicoanálisis en París. El problema era que, por lo numerosas que eran las demandas, había que esperar largos meses para obtener una cita. (…) Obtuve una cita para la vuelta de vacaciones, el 12 de septiembre de 1967 a las 15.30 horas. Lo sé porque todavía conservo la carta de respuesta de Jacques Lacan. Después de largos años, lector del seminario sobre ‘la carta robada’, la he colgado en la pared, carta fuera de sentido, llegada a destino después de un largo recorrido en el cual todo se ha dicho.

Laurent, É., “El surfista de la hiperletra y los suburbios del significante” La regla del juego. Testimonios de encuentros con el psicoanálisis, Madrid, Editorial Gredos, 2008, p. 163

Cita elegida por Paúl Mata

Un sentimiento que no puedo describir se apoderó de mi alma, una sensación que no admite análisis, para la que el aprendizaje de otros tiempos resulta inadecuada y para la que, creo, ni el futuro podrá ofrecerme la clave. Para una mente constituida como la mía, esta última consideración es un mal verdadero. Nunca, lo sé, nunca estaré satisfecho con la naturaleza de mis concepciones. Sin embargo, no debe sorprenderme que estas concepciones sean indefinidas, ya que tienen su origen en fuentes demasiado nuevas. Un nuevo sentido, una nueva entidad, se suma a mi alma.

Poe, E., “Manuscrito hallado en una botella”, Narraciones extraordinarias 1, Edimat Libros, Madrid, 2011, p. 116.

Cita elegida por Delia Molina

Lacan era el principal tema de discusión, el motivo para encontrarnos, la ocasión de largas charlas por París, donde, gracias a él, surgían cuestiones que no siempre nos atrevíamos a plantearnos. Algunos pretendían comprenderlo. Comprender todo en él. Yo no los envidiaba. A veces, me gustaba mucho no entender nada. Y fue a partir de ese conocimiento de lo incomprensible cuando se operó el vuelco. El deseo de entrar en psicoanálisis. Yo digo entrar en análisis. Porque de eso se trataba exactamente. De un comienzo.

Adler, Laure , (Periodista, escritora), “Una dignidad necesaria”. La regla del juego. Testimonios de encuentros con el psicoanálisis, Madrid, Editorial Gredos, 2008, p.14

Cita elegida por Nicolas Dedovich

Las seis. Una vez más, Gloria.

-Aguarde un momento.

-Escúcheme, ¿puede tomarme o no?

-No corte, el doctor Lacan quiere hablarle…

¿Hablarme? Todo lo que yo quería era que me recibiese.

¿Acaso masajistas, dentistas o sastres exigían una entrevista previa antes de concederme una cita?

Inmediatamente después, la voz monocorde, morosa, que redoblaba la vocal de cada sílaba…

-¿Sí?

-Querría verlo.

Enfrenté un largo silencio.

-¿Por qué? -dijo Lacan.

Al final, me oí decir:

-No le encuentro la vuelta.

Rey, Pierre. , (1989). Una temporada con Lacan. Buenos Aires. Letra Viva. 2005. p. 49.

Cita elegida por Florencia Esteban

Se necesitarían horas, temporadas enteras, la eternidad del relato para poder dar cuenta de una forma aproximada.

Habrá supervivientes, por supuesto. Yo, por ejemplo. (…)

¿Pero se puede contar? ¿Podrá contarse alguna vez?

La duda me asalta desde este primer momento.

Estamos a 12 de abril de 1945, el día siguiente de la liberación de Buchenwald. La historia está fresca, en definitiva. No hace ninguna falta un esfuerzo particular de memoria. Tampoco hace ninguna falta una documentación digna de crédito, comprobada. Todavía está en presente la muerte. (…)

No hay más que dejarse llevar. La realidad está ahí, disponible. La palabra también.

No obstante, una duda me asalta sobre la posibilidad de contar. No porque la experiencia vivida sea indecible. Ha sido invivible, algo del todo diferente, como se comprende sin dificultad. Algo que no atañe a la forma de un relato posible, sino a su sustancia. No a su articulación, sino a su densidad. Solo alcanzarán esta sustancia, esta densidad transparente, aquellos que sepan convertir su testimonio en un objeto artístico, en un espacio de creación. O de recreación. Únicamente el artificio de un relato dominado conseguirá transmitir parcialmente la verdad del testimonio. (…)

Puede decirse todo de esta experiencia. Basta con pensarlo. Y con ponerse a ello. (…) Corriendo el riesgo de caer en la repetición más machacona. Corriendo el riesgo de no salir victorioso del empeño, de prolongar la muerte, llegado el caso, de hacerla revivir incesantemente en los pliegues y recovecos del relato, de ser tan sólo el lenguaje de esta muerte, de vivir a sus expensas mortalmente.

Semprún, J., La escritura o la vida, Buenos Aires, Tusquets Editores, 2011, pp. 25, 26.