Jésus Santiago – EBP
Me encuentro, con frecuencia, con situaciones clínicas que me llevan a interrogar sobre la aplicación del sujeto supuesto saber a los más diversos estilos de vida contemporáneos. Es Lacan quien propone que al “comienzo del psicoanálisis está la transferencia”[1]. Precisa incluso que si la transferencia se constituye como una “objeción a la intersubjetividad” es porque “el sujeto supuesto saber es […] el pivote desde donde se articula todo lo que tiene que ver con la transferencia”[2]. Me pregunto, por ejemplo, si el llamado presentismo[3], con sus operaciones narrativas, no acarrea consecuencias poco favorables para la instalación del lazo transferencial. La idea del presentismo aparece, para el historiador François Hartog, como la repercusión de la ascensión vertiginosa de un presente invasivo, masivo y omnipresente[4]. Eso significa que la experiencia del tiempo, para las diversas épocas, es múltiple. Por lo tanto, es preciso reconocer que el denominado fenómeno del presentismo impone a la práctica del analista nuevas modalidades de narrativa que, ciertamente, repercuten sobre la concepción misma de transferencia.
El núcleo reversivo del tiempo en el sujeto supuesto saber
Sugiero la hipótesis de que hay una cuestión relativa a la incidencia de la operación narrativa del presentismo sobre el modo en el que se establece el lazo transferencial. Se conceptualiza al sujeto supuesto saber como la extracción de una configuración particular de la cadena significante que remite a las características propias del llamado sujeto cartesiano[5]. En efecto, el sujeto cartesiano se define por la relación que mantiene con la cadena significante ya que, para él, ésta toma la forma de una cadena deductiva, cuyos elementos se articulan entre sí por una causalidad y una temporalidad propias. Si la experiencia analítica hace posible la introducción del inconsciente en tanto sujeto dotado de una matriz de combinaciones significantes calculables, introduce también una temporalidad entre esos elementos que es enteramente singular.
A esa cadena deductiva que se ejerce en concomitancia con el despliegue de la sucesión temporal de los elementos de la cadena significante, Lacan la denomina “núcleo de un tiempo reversivo”[6]. Por lo tanto, lo que es crucial para la práctica analítica no es la historia ni el sentido, sino el tiempo heterogéneo e irregular que se produce a través de la aprehensión del factor libidinal propio del objeto a, inherente a la operación de la transferencia. Esto sucede en tanto el objeto a es el factor que desregula el desarrollo uniforme del tiempo[7]. Si ese desarrollo uniforme se confunde con la historia, el sentido o la realidad, desregularlo es favorecer la emergencia de lo real del tiempo capaz de establecer en el sujeto otra relación con la palabra, relación necesaria para la experiencia del inconsciente. En consonancia con ese tiempo real, la transferencia es definida por Lacan como “una relación esencialmente ligada al tiempo y a su manejo”[8].
Si la naturaleza del tiempo es ir en dirección al futuro o al pasado, lo que la transferencia introduce como algo inédito es que el modo pasado del tiempo se actualiza por la presencia del analista en cuanto semblante del objeto a. La presencia del analista se torna necesaria para que se efectúe la inscripción del presente en el pasado pues, al encarnar para el analizante el factor perturbador del objeto a, la transferencia “torna el tiempo no homogéneo, esto es, genera compresiones y dilataciones del presente”[9]. Se esclarece, así, que el tiempo del analizante (T1) es el tiempo que progresa, en tanto el tiempo del analista (T2) es el tiempo que retroactúa sobre la palabra del sujeto. Ese segundo tiempo (T2) es el sujeto supuesto saber en la medida en que se trata del tiempo que el analista representa para el analizante. En la transferencia no es el saber el que cuenta, sino el sujeto supuesto saber que, a su vez, requiere de la presencia del analista como el operador capaz, en primer lugar, de redireccionar el presente al pasado, y, en segundo lugar, de traer ese pasado al presente[10].
La transferencia a la luz de la paradoja del futuro contingente
Esa temporalidad en que el sujeto se desplaza por la cadena significante ha recibido el nombre de efecto sujeto supuesto saber, teniendo en cuenta que es él el que otorga significación a la relación causal entre los diversos elementos pasados o futuros de su existencia. Para tratar esa temporalidad propia de la cadena significante inconsciente, se recurre a la “paradoja del futuro contingente”[11], aplicable al funcionamiento del sujeto supuesto saber. Como se mencionó antes, si el sujeto se presenta en el tiempo Tn, un acontecimiento puede tener lugar con él en el tiempo futuro Tn+1. En verdad, puede o no ocurrir.
entonces será siempre verdadero que ocurrió en el pasado. Es aquí que aparece la significación propia del sujeto supuesto saber, pues será siempre necesario y verdadero que haya ocurrido en el pasado. En otros términos, para la significación que el sujeto otorga al acontecimiento Tn+1, es imposible que lo que ocurrió en el pasado pueda no haber ocurrido. Lo esencial de esa paradoja es explicar de qué modo la retroacción temporal transforma lo posible en necesario. En suma, lo que está en cuestión es el hecho de que el acontecimiento pasado pueda ser, retroactivamente, significado como necesario[12]. Por lo tanto, en Tn, lo que ocurrirá en el futuro (Tn+1) es simplemente posible. Así, si en Tn+1 eso aconteció, se tornó eficaz, aparece la significación de esa eficacia. Es simplemente porque se reproyecta esa eficacia en el sentido contrario – o sea, del presente en dirección al pasado– que se puede decir que el acontecimiento pasado ya era necesario. Según Miller, “es la instancia del tiempo que siempre relega lo posible a lo necesario, es la instancia del tiempo que hace advenir la necesidad lógica del ‘estaba escrito’”[13]. En última instancia, si el acontecimiento es siempre contingente – marcado por una apertura de los posibles–, el sujeto supuesto saber, a su vez, es siempre la introducción de una significación que capta la causalidad del acontecimiento pasado como necesaria.
Se puede decir que el presentismo plantea dificultades para la instalación del sujeto supuesto saber, pues éste consiste en la estructura temporal que exige la escritura del pasado en el presente. Retroactivamente, el sujeto supuesto saber aprehende una relación necesaria entre un acontecimiento pasado y el presente. Se trata de una relación causal que supone un sujeto que se capta afectado por la materialidad significante que se constituyó en el tiempo pasado. Esa articulación entre la temporalidad retroactiva del pasado en el presente y la cadena significante concierne, en mi opinión, a la conceptualización más refinada del sujeto supuesto saber.
Solo hay diferentes formas de fallar
En el Seminario Aun, Lacan llega a decir que la experiencia del sujeto con la palabra, sobre todo en lo que respecta a su significado, tiende a tornarse rutina. No hay razón para ninguna veleidad en cuanto a la preponderancia de las leyes del lenguaje y de la palabra, y prevalece, en efecto, la pérdida de la fuerza poética e interpretativa de lo simbólico. Lo simbólico se muestra transfigurado por la afectación de la disyunción radical entre el significante y el significado, lo que hace necesario pasar por la “buena rutina” del lazo social para que el vacío de significado pueda llenarse con algún sentido[14]. Es posible constatar, en lo cotidiano de la práctica analítica, situaciones en que la experiencia del sujeto con la palabra padece del relativismo que denota su naturaleza de artefacto, vaciada muchas veces de sentido e impotente para lidiar con lo imposible de soportar del síntoma. Se puede afirmar que la función de la palabra, tal como sucede en el caso del presentismo, es un indicio de que el avance del trabajo analítico no tendrá lugar si el analista permanece a la espera de la emergencia del lazo transferencial confundido con el sujeto supuesto saber.
Creo que el funcionamiento de la tríada clásica síntoma-demanda-transferencia, propia de la clínica del retorno de lo reprimido, es puesta en cuestión en muchos casos de jóvenes que buscan tratamiento analítico. Las nuevas configuraciones de la transferencia no se asientan del lado del sujeto dividido; por el contrario, ellas parecen colocarse en relación con la proliferación de la función del S1, en una época en que el síntoma del tipo anoréxico o toxicómano –síntomas denominados corporales, muchas veces confundidos con las llamadas psicosis ordinarias– no constituye, en el sentido usual del término, formaciones del inconsciente. Vale decir que esos síntomas no se presentan por medio del régimen significante ordenado por el Nombre del Padre, sino más bien por las prácticas pulsionales que se evidencian como técnicas vitales de goce, las que contrastan con el sujeto del inconsciente. Si el síntoma aparece más del lado del S1, difícilmente podrá articularse a la demanda, pues ésta tiene su fundamento en la privación de ser del sujeto, o sea, en su división.
Del mismo modo que nuestra época experimenta los límites de la interpretación semántica, la conducción de la transferencia genera también interrogantes en cuanto a su manejo. La estrategia transferencial deja de estar enteramente referida a la articulación entre el síntoma y la demanda y, por lo tanto, no se puede limitar a la demanda de significación dirigida al saber inconsciente. Es en ese sentido que, en el caso de los nuevos síntomas, ella se configura como articulada al rasgo identificatorio o al objeto de goce preferencial del sujeto. Al personificar los nuevos modos y estilos de vida, los jóvenes están en buenas condiciones para expresar, en sus síntomas e inquietudes, el desengaño con el mundo en que prevalece la degradación de los significantes-amos capaces de velar la verdad de la no-relación sexual. No basta con diagnosticar la inexistencia del Otro, es preciso admitir que la entrada triunfal del objeto a en la escena del mundo trajo consigo la propagación, cada vez más extensiva, del real de la no-relación entre los sexos. Para Miller[15] la invención propia de la práctica lacaniana que se orienta por la última enseñanza de Lacan debe tomar como punto de partida fundamental el principio de que “sólo hay diferentes formas de fallar”.
La presencia del acto analítico en lo contemporáneo exige un cambio de paradigma clínico, sobre todo en el ámbito de la transferencia, en la medida en que su ejercicio pasa a ser correlativo de la dimensión de lo real que falla incesantemente. Con esto quiero decir que la práctica lacaniana debe instruirse en el terreno en que lo imposible y las fallas en lo real se extienden de un modo que intensifican la descreencia en el saber sobre el carácter descifrable del síntoma, especialmente cuando el desciframiento remite a los mensajes del inconsciente.
Una de las cuestiones con la que se confronta el analista en el manejo de la transferencia concierne al lugar para el sujeto supuesto saber en un mundo que, frente a la presencia desenfrenada del “eso falla”, fuerza al sujeto a responder con las ficciones-grampas que se fabrican en ausencia del saber descifrable del inconsciente. Si los síntomas se vuelven cada vez más un affaire del significante amo (S1), se requiere del psicoanalista un supuesto saber leer de otro modo[16],puesto que es preciso saber leer la materialidad de éste, esto es, en qué el significante amo se consustancia en la letra que produce el acontecimiento de cuerpo. Frente a la prevalencia del síntoma cuya economía de goce es el acontecimiento de cuerpo, el núcleo de la transferencia se desplaza de la suposición de saber descifrable a la suposición de saber leer de otro modo el síntoma.
Traducción: Magalí Rodriguez
Revisión: Tainã Rocha
Referencias:
- Hartog, F., (2003), Regímenes de historicidad: presentismo y experiencias del tiempo, México, Universidad Iberoamericana, 2007, p. 16-17.
- Lacan, J., (1964), “Posición del inconsciente”, Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2010, p. 798.
- Lacan, J., (1967) “Proposición del 9 de octubre de 1967”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012. p. 265.
- Lacan, J., (1972-73) El seminario, Libro 20, Aun, Buenos Aires, Paidós, 2009, p.55.
- Lacan, J. “El seminario, Libro 25, Momento de concluir”, 1978 (inédito).
- Lipovetsky, G. y Charles, S., (2004) Les temps hypermodernes, Paris, Grasset, 2004.
- Miller, J.-A., (2000) La erótica del tiempo, Buenos Aires, Tres Haches, 2003, p. 51.
- Miller, J.-A., (2002-03) Un esfuerzo de poesía. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, Buenos Aires, Paidós, 2016.
- Miller, J.-A., (2005), “Una fantasía”, Revista Lacaniana de psicoanálisis, n.º 3, Buenos Aires, Grama ediciones, 2005, Pág. 15.
- Miller, J.-A., “L’introduction à l’érotique du temps”, La cause freudienne, Nouvelle Revue de Psychacanalyse, n°. 56, mars 2004, p. 63-85.
- Santiago, J., (2019) “Transferência e acontecimento de corpo: suposto-saber-ler de outra forma”, Curinga, Escola Brasileira de Psicanálise, n°.47, Minas Gerais, jan/jun, 2019, p. 47-60.
[1] Lacan, J., (1967) “Proposición del 9 de octubre de 1967”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012. p. 265.
[2] Ibid., p. 265-266.
[3]Hartog, F., (2003), Regímenes de historicidad: presentismo y experiencias del tiempo, México, Universidad Iberoamericana, 2007, p. 16-17.
Como precisa François Hartog, el empleo del neologismo presentismo no remite a ninguna realidad dada ni observable. No se presta, por lo tanto, a las grandes caracterizaciones de las épocas civilizatorias, asimiladas muchas veces como entidades inciertas y vagas. Se trata, según él, de un artefacto conceptual que valida su alcance interpretativo al ser capaz de captar las grandes escansiones en la experiencia con el tiempo en diferentes regímenes de la vida social, los cuales se apropian, de modo distinto, del pasado, del presente y del futuro.
[4] Ibid, p. 39-40.
[5] Lacan, J., (1964) “Posición del inconsciente”, Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2010, p. 798.
El sujeto calificado como cartesiano se constituye como el presupuesto del inconsciente, como Lacan lo demuestra en su seminario 11 “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”.
[6] Ibidem.
[7] Miller, J.-A., (2000) La erótica del tiempo, Buenos Aires, Tres Haches, 2003, p. 51.
[8] Lacan, J., (1966) “Posición del inconsciente”, op. cit, p. 803.
[9] Miller, J.-A., “L’introduction à l’érotique du temps”, La cause freudienne, Nouvelle Revue de Psychacanalyse, n°. 56, mars 2004, p. 63-85.
[10] Ibid, p. 77.
[11] Miller, J.-A., (2000) La erótica del tiempo, op. cit, p.19.
[12] Ibid, p. 20.
[13] Miller, J.-A., “L’introduction à l’érotique du temps”, op. cit, p. 77.
[14] Lacan, J., (1972-73) El seminario, Libro 20, Aun, Buenos Aires, Paidós, 2009, p.55.
[15] Miller, J.-A., (2005) “Una fantasía”, Revista Lacaniana de psicoanálisis, n.º3, Buenos Aires, Grama ediciones, 2005, Pág. 15.
[16] Lacan, J. “El seminario, Libro 25, Momento de concluir”, 1978 (inédito).