María Elena Lora

NEL

Si el siglo XX fue el siglo de lo real, de la amenaza nuclear, del pasaje a la certeza de la ciencia; hoy estamos ante la inminente amenaza biotecnológica, la alteración del genoma humano, las clonaciones y la consecuente perturbación de las leyes de lo real. Pero el real propuesto por Lacan no es el real de la ciencia y, por ello, «…en el siglo XXI se trata, para el psicoanálisis, de explorar otra dimensión: la de la defensa contra lo real sin ley y fuera de sentido» [1].

Las crisis de las normas han incrementado la desconfianza en los S1, que aluden a lo social, lo jurídico, lo político, produciéndose la emergencia de un mundo tomado por una agitación de lo real. Un ejemplo de este extravío se manifiesta en la negación de la muerte y el desborde de la violencia.

Así, discurrimos atrapados entre el capitalismo y la ciencia. La muerte parece ocurrir lejos de nosotros, en la televisión, en un hospital, la familia ya no acompaña el ataúd al cementerio, ¿se habrá perdido la capacidad de aceptar la muerte? O más bien, la vemos tan continuamente: personas golpeadas, mujeres asesinadas, cuerpos despedazados en explosiones. Pero, evidentemente no miramos los cuerpos torturados, golpeados, pues estos nos recordarían la muerte, nos concentramos eso sí en la escena del crimen, en las flores o las vigilias a la luz de las velas.

Por otra parte, frente a la dictadura del plus de gozar y sus consecuencias, expectamos el estallido y el desborde de actos violentos: violencia física, violencia sexual hacia las mujeres, feminicidios como expresiones de la agitación de lo real y del actual malestar en la civilización. Esta apreciación de la época nos interpela a los analistas y nos convoca a reflexionar ante las horrendas muecas de esta epidemia social.

El que la violencia contra la mujer haya pasado de estar ubicada en la esfera privada a situarse en la agenda jurídica y política de varios países, ha permitido conocer las cifras macabras de mujeres asesinadas. Por ejemplo, en Bolivia, en los dos primeros meses de 2013 se registraron 25 muertes violentas de mujeres, calificados de homicidios intencionados o feminicidios.

Para frenar este tipo de violencia se proponen nuevas leyes con condenas más duras y acciones drásticas como la castración química. Asimismo, se puede observar que la atrocidad a la que están expuestas las mujeres, es abordada por el discurso de género y desde allí se intenta explicar la razón de estos hechos, atribuyéndolos a la presencia de un machismo en la sociedad. Esta explicación reduccionista, vinculada a la existencia del machismo, evidencia la falta de interrogación sobre las causas de un acto violento y la ausencia de un tratamiento de la feminidad, del goce, del cuerpo, que permitan cernir lo real en juego.

La enseñanza de Lacan muestra cómo el discurso capitalista promueve un movimiento circular que intenta excluir lo imposible. Además, enfatiza el goce femenino como goce suplementario, que no cae todo él bajo la significación fálica e introduce en el mundo una diferencia radical; goce femenino que no se puede controlar, encuadrar. Esta perspectiva lleva a afirmar que, en el origen de cualquier rechazo y destrucción del otro, anida el intento de borrar del mundo esta diferencia perturbante.

El feminicidio, las formas de violencia en el siglo actual son actos que cobran una especificidad pues se presentan «sin vestiduras y muestran el desgarro del Ideal y la preeminencia del objeto» [2]. De esta manera, para el psicoanálisis estos actos están enraizados al «eso falla» [3], al no hay de la relación sexual y como dice Miller «son, ante todo, signos de la no relación sexual (…) son como puntos de interrogación en la no relación sexual» [4] que expresan de modo singular la falta de unidad entre el ser hablante y el goce.

Así, la inexistencia de la relación sexual y la presentificación en la mujer del no-todo, objetante a lo universal, habita en el núcleo de esta problemática –tan promocionada socialmente– de la erradicación de la violencia, con leyes contra el maltrato, contra el feminicidio, donde prevalece la evaluación. Se instala el control y se desconoce cómo en cada uno de estos actos, se trata del goce, del modo singular de anudar una relación particular con el cuerpo del otro. Es decir, se trata de leer la manera en que cada ser hablante vive la pulsión, un pedazo de real.


Notas

  1. Miller, J.-A., «Lo real en el siglo XXI», Presentación del tema del IX Congreso de la AMP, http://www.eol.org.ar/la_escuela/Destacados/Lacan-Quotidien/LC-cero-216.pdf
  2. Tendlarz, S.E., Dante, C., ¿A quién mata el asesino?, Grama, Bs. As., 2008, p. 197.
  3. Miller, J.-A., Punto Cenit, Diva, Bs. As., 2012, pp. 44-45.
  4. Ibíd., pp. 52-53.