Gerardo Arenas

EOL (Bs. As.)

En el Seminario 18 Lacan reconoce dos fallos en su construcción de los cuatro discursos: el objeto que en ellos circula es un semblante que no representa lo real del goce, y esa construcción solo permite concebir el surgimiento de algo nuevo como un cambio de discurso. Esto no es muy alentador. ¿Para qué invertir años en una experiencia que no ofrece más cambios que los posibles pasajes entre unos discursos que en nada tocan lo real?

Lacan necesita pues recuperar el rumbo, y la distinción significante/letra lo lleva a dar otro estatus a lo real. Para ello redefine la letra como litoral entre el saber y el goce, dos dominios que entonces nada tienen en común. Este goce es pues algo muy distinto del plus-de-gozar de los discursos, que pertenece al mismo dominio que el saber (por ser semblante). La letra es producto de un accidente, no un efecto estructural necesario, y su singularidad aplasta lo universal. En calidad de litura (mancha o tachadura en un escrito o en el cuerpo) rompe el semblante, disuelve lo imaginario y hace goce al presentarse como torrente del significado en lo real. De aquí se deduce el nuevo estatus de lo real: si antes sólo era lo imposible para la estructura simbólica (necesaria y universal), ahora es también contingente y singular. Este real se agrega al anterior, no lo sustituye ni lo cancela, pero es una condición estructurante de lo real imposible.

Entre las implicancias que esto tiene, algunas permiten vislumbrar un nuevo estatus del cuerpo. Las dos aserciones complementarias enunciadas como Haiuno y el Otro no existe implican un cambio de axiomática que radicaliza el estatus del goce como experiencia del cuerpo (Uno). Esta experiencia puede prescindir del lazo simbólico con la máquina significante (Otro) y es por ende primaria con respecto a él. El cuerpo se goza, y ese goce no es como el objeto a, producto de la articulación significante que depende de la existencia del Otro. Por eso se promueve la noción de parlêtre, con su acento sobre un cuerpo que ya no es el imaginario, producido por el encuentro con el Otro en el estadio del espejo, sino el cuerpo real, gozable.

¿Cómo calibrar las consecuencias de la separación entre síntoma e inconsciente que Lacan introduce en RSI cuando dice que la función del síntoma es escribir salvajemente el Uno mediante una letra? Esta escritura es salvaje pues no está determinada por el significante y su estructura ni por una convención social. Si el S1 conmemora una irrupción de goce, entre él y la letra escrita por el síntoma no hay relación universal ni necesaria sino empalme singular y contingente. Una vez formado así, el síntoma no cesa de escribirse, y lo inicialmente contingente se torna necesario. La rotación de los cuatro discursos se sigue de allí, pero su antecedente lógico –la circularidad modal de las escrituras (contingente, necesaria, posible e imposible)– abre en cada vuelta las puertas a que algo nuevo se escriba por medio de lo real contingente y singular.

El nuevo estatus del síntoma significa mucho más que constatar que no hay síntoma sin cuerpo. Al ser acontecimiento de cuerpo, el síntoma es un real contingente y singular, pues ningún acontecimiento es necesario o universal. Como sede de este acontecimiento, además de ser gozable el cuerpo debe poder recibir como letra la marca escrita por el síntoma, y es por ello literable.

Estos dos neologismos, «gozable» y «literable», dan las principales notas del nuevo estatus del cuerpo, dependiente de la definición del síntoma como acontecimiento real, contingente y singular.


  1. Reseña de las páginas 235-239 de Arenas, G., En busca de lo singular, Grama, Bs. As., 2010.