Marcela Antelo

EBP (Bahia)

Hace veinte años, poco antes de que la tecnología de la realidad virtual se volviese real, Jaques-Alain Miller escribía en «Algoritmos de psicoanálisis» sobre la utilidad de las ciencias de la información. Consigue arrancar, no sin esfuerzo, al menos una: «Estamos siempre allí: los prodigiosos gadgets micro-electrónicos que mañana lloverán sobre nuestro mundo, vienen de una revolución tecnológica, no teórica. No se puede negar que estas pastillas de saber que están en la punta de los dedos son más objetos que las enormes computadoras de 1955, y nos hacen ver bien que lo simbólico deviene más y más real» [1].

Un cartel reunido sobre «Las palabras y los cuerpos» no puede dejar de reconocer que veinte años de lluvia tecnológica ponen algo en la punta de los dedos. Las pastillas de saber, por obra de la nanotecnología de lo minúsculo, pueden ser tragadas o implantadas para mapear las partes del cuerpo otrora inaccesibles. La piel como frontera del cuerpo ya había sido virtualmente violada desde la invención de los rayos X y la observación microscópica, pero que los microrobots puedan invadir la circulación y detectar la obstrucción de las arterias, alertar aneurismas, detectar la presencia de piedras en la vesícula, o el exceso de serotonina, hace de las pastillas de saber la promesa de gozar de un saber, a gozar sin medida. Las extracciones de objetos de valor de prótesis, o el poder de la clonación, células, tejidos y órganos, se suman a la serie.

La visibilidad tecnológica se multiplica y cabe preguntarnos sobre la inminencia de una revolución teórica, consecuencia que nos permite verificar aún más que lo simbólico se torna cada vez más y más real.

El tratamiento digital de lo real ilustra la estúpida materialidad del significante, la mecánica de los sucintos 0 y 1, simbólico vacío y ciego que marcó el interés de Lacan por la cibernética y la obra de Norbert Wiener. «Cyber» deriva del griego «kybernetes«, que significa «steersman«, timonel. Tiene relación entonces al gobierno y Wiener, en 1947, definía la cibernética como una particularidad de sistemas donde la retroalimentación es fundamental, el feedback. El Cyborg, o el organismo cibernético, y sus variantes cyberbody, cyberbeing, implican un gobierno del cuerpo donde tanto el gobernante como el gobernado son parte fundamental del sistema.

Miller afirma que Lacan en su momento se sirvió de este «simbólico descarnado para desarticular el simbólico delirante que devoraba al descubrimiento freudiano» [2]. Hoy parece posible servirse de las consecuencias teóricas de la revolución tecnológica para desarticular un objeto, o mejor, la propia objetalidad, rechazada por el significante que todo calcula. La así llamada por Lacan gran Verwerfung de Descartes que rechaza el cuerpo fuera del pensamiento arrojándolo a una extensión, condenándolo así a reaparecer en lo real.

Lo simbólico descarnado penetrando en la carne inaugura esa zona compleja entre lo virtual y lo real, morada del cyber. «El cyber no es ni actual ni virtual simplemente; reside en un entre-dos, en espacios que no son ni aquí ni allá, ni presente ni ausente, ni material ni inmaterial, ni ‘como’ ni ‘como si'» [3]; ni real, ni semblante, agreguemos a la descripción de McHoul, heideggeriano contemporáneo.

Saber y cuerpo
Que el hombre se sepa como cuerpo, ese objeto «por el cual el hombre se sabe, se conoce como un cuerpo» [4], es el punto de partida que anticipa en el Seminario 1 la articulación entre cuerpo y goce a través de un mediador, el saber. El saberse como goce del cuerpo consagra al saber como medio de goce y al cuerpo como causa de saber, pasión de la ciencia médica.

Recordemos la primera tentación de Descartes: «Podría fingir no tener cuerpo…». No es por casualidad que es en el campo de la medicina donde la realidad virtual da sus pasos más osados. Eric Laurent hablando sobre la atribución real del cuerpo, entre ciencia y psicoanálisis, en una mesa redonda, parece concluir «el cuerpo no existe para la medicina de la ciencia» [5]. Presencia del cuerpo ausente.

La ciencia y su curiosidad idiosincrática nacieron con voluntad de disección y conforme a como Lacan nos lo muestra durante el año en el que aborda la angustia: «…diré que la objetalidad es el correlato de un pathos de corte». Toda función de causa se soporta en «aquella parte de nosotros mismos, aquella parte de nuestra carne, que permanece atrapada en la maquina formal» [6]. La fórmula «Es tu corazón lo que quiero y nada más» le sirve para recalcar «que nosotros somos objetales, lo cual significa que solo somos objeto del deseo en cuanto cuerpos. Punto esencial a recordar, puesto que uno de los campos creadores de la negación es apelar a algo distinto, a algún sustituto» [7].

Las partes del cuerpo producidas por el corte, objetos perdidos e irrecuperables, soportarán la función de la causa siempre referida a una experiencia corporal. Hasta dónde me pertenece mi brazo, si me puedo transformar en el brazo derecho o izquierdo de algún otro, se pregunta Lacan al introducir la cuestión del control y del cuerpo como instrumento, la cuestión de la instrumentalización del sujeto.

La actualidad de la programación y de los algoritmos fue la base de la reconfiguración de la cultura provocada por la conversación inexorable entre las matemáticas, la física, la biología y la cibernética junto a la teoría de la comunicación y la genética en los últimos años. La biotecnología, la endofísica, la medicina hablan de drama en una conversación en curso llamada Body Works [8] (The body in the late XX century). No se trata solamente de ver, sino imaginar, controlar, intervenir, rediseñar, hasta escoger nuevas formas corporales.

En la Editorial de Ornicar? digital 70, Eric Laurent se refiere a los objetos extraídos del cuerpo: «no nos hacen creer en el alma sino en la lamelle«. La lamelle que nos anima.

El cuerpo obsoleto
El infobody o cuerpo cibernético es pasión de vanguardias artísticas que vuelven evidente la relación de desarreglo del hombre con su cuerpo, el cuerpo como partenaire sintomático del sujeto. Sterlac [9], artista y performer australiano, inventor del cuerpo expandido, dice que el cuerpo carece de «design» modular y por eso es «obsoleto», significante performativo según Lacan. Cae en la tentación de Descartes y da un paso más, aparato biológicamente inadecuado que demanda una suplencia tecnológica para savoir-y-faire con esa inadecuación fundamental. Es la tecnología la que nos define como humanos y no una estructura obsoleta de la carne incompatible con la era de la información/acción. La primera medida es liquidar la piel como barrera; antigua interface del cuerpo. Sterlac sabe de las consecuencias de borrar la zona erógena más extensa del cuerpo, según sigamos a Freud, la más profunda, si seguimos a Paul Valéry.

Nada nuevo aparecerá en el pensamiento hasta que rediseñemos el cuerpo, dice Sterlac. Nuestra tendencia al Uno, la vocación de unificar, proviene de la incompletud de nuestros sistemas sensoriales. Sterlac propone superar el dualismo cartesiano y pensar en un «cuerpo pluggeado» a un nuevo terreno tecnológico.

Se trata, por lo tanto, de lo contrario de lo que sustenta Lacan al situar la división [10] como ya realizada, sin remedio. Tal división comporta una actitud radical, de la cual partió Freud: frente al cuerpo, el médico tiene la actitud del señor que desarma una máquina.

R. U. Sirius, editor del Mondo 2000, cabeza de la vanguardia del cyberdiscurso vaticina que nos estamos tornando incorpóreos, pero mostrando la seriedad que su nombre promete, concluye: «El sexo es el único buen pretexto para ser corpóreo y sería bueno aprovecharlo al máximo antes de que pase de moda». [11]

Los pretextos para ser corpóreos inauguran una lista en la cual el psicoanálisis no puede no contarse.


Traducción: Cecilia Parrillo
* Extraído de O corpo se anima, Marcela Antelo, ORNICAR? Digital – N° 75, 29 Janeiro 1999.

  1. Miller, J-.A., » Algorithmes de psychanalyse«, «Ornicar?», n° 16, Bulletin périodique du Champ freudien, 1978, p. 17.
  2. Ibid.
  3. McHoul, A., Cyberbeing and space, Murdock University, 1997, http://jefferson.village.virginia.edu/pmc/text-only/issue.99//mchoul.997
  4. Lacan, J., El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, 5 de mayo de 1954, Paidós, Bs. As., 1984, p. 253. «El hombre sabe que es un cuerpo, cuando en realidad no hay ninguna razón para que lo sepa, puesto que está en su interior».
  5. Laurent, É., «L’attribution rélle du corps, entre science et psychanalyse«, Mental, n° 5, Bruxelles, juillet 1998, p. 58.
  6. Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, 8 de mayo de 1963, Paidós, Bs. As., 2006, pp. 232-233.
  7. Ibíd.
  8. http://www.stanford.edu/dept/HPS/153-253.html
  9. http://www.stanford.edu/dept/HPS//stelarc/a29-extended_body.html
  10. «Es absolutamente extraño estar localizado en un cuerpo, y a esa extrañeza no sería posible minimizarla, a pesar de que nos pasamos jactándonos de haber reinventado la unidad humana, esa que el idiota de Descartes había recortado», Lacan, J., El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, 12 de enero de 1955, Paidós, Bs. As., 1988, p. 116.
  11. http://www.mondo2000.com