Patricio Alvarez

Director VI ENAPOL

Tenemos –como mínimo‒ tres teorías sobre el cuerpo en Lacan. Con ellas, se elabora una clínica que se va complejizando.

Las normas del Ideal del yo construyen el cuerpo especular. En la base está la norma principal que la regula: el nombre del padre. Lacan construye toda su clínica de las estructuras a partir de esa relación entre simbólico e imaginario. Pero de esa clínica estructural puede desprenderse también una clínica del cuerpo: así, el cuerpo fragmentado esquizofrénico se opone a la multiplicación de las imágenes del semejante en la paranoia, donde Schreber percibía a las cuarenta o sesenta almas de Flechsig. La disolución imaginaria de la histeria, en la que un cuerpo tiene la movilidad de las metáforas y metonimias, se opone a la fortificación yoica del obsesivo, que infla su narcisismo y hace perder al semejante en sus laberintos.

Es también una clínica donde la norma fálica organiza al cuerpo, donde la fobia arma el mapa del cuerpo amenazado por la castración, y se opone a la perversión, donde el cuerpo que se trasviste o que agrega al otro la decoración de un zapatito, son modos de producir el falo imaginario y así desmentir la amenaza.

Una vez construido el gran edificio de las estructuras clínicas, hace su entrada lo real, que agita la armonía de las normas simbólico-imaginarias, y el edificio se habita con el objeto a.

Este segundo cuerpo no es tan simple. Consiste en un cuerpo topológico, en el que hay un agujero central provisto de un borde, la zona erógena freudiana, y alrededor de ese borde se construye la superficie del cuerpo, en la que recién ahí tendrá lugar la identificación especular. A esto se añade otra operación simbólica, la castración, que simboliza el agujero como falta y le da una unidad al cuerpo.

Con el objeto se construye una segunda clínica del cuerpo, que se vuelve más sutil: pequeños detalles marcan el erotismo de los cuerpos, orientan la elección amorosa, determinan las pasiones. La neurosis pone en juego la relación entre el cuerpo y la angustia. La psicosis demuestra la relación entre el objeto y la imagen: así, el paranoico irá a golpear en el semejante al kakon, ese mal que localiza en el Otro. El autista, que no dispone del agujero real, tendrá la máxima dificultad para construir un borde y con él, un cuerpo. El esquizofrénico dispone del agujero y sus bordes, pero no logra armar con sus órganos una unidad corporal.

El sádico grita triunfal: «he tenido la piel del imbécil», al obtener el reverso de goce del cuerpo de la víctima. El voyeur intentará ver por el ojo de la cerradura lo que está más allá de la escena, y el exhibicionista muestra lo que el velo del pudor oculta.

También puede ubicarse en esta segunda clínica del cuerpo, lo que quedó por fuera de las estructuras: la violencia, cuyo exceso desborda las normas, el acting que pone en escena lo que el Otro no aloja. Los tatuajes que intentan pasar el goce a la palabra por medio de la escritura, el fenómeno psicosomático que pasa el goce a la escritura sin la palabra. La angustia deslocalizada que no encuentra un marco, el pasaje al acto que demuestra que el marco no existe. La depresión como caída de la causa del deseo, las adicciones como acceso a un goce que degrada el deseo.

La tercera teorización del cuerpo es más compleja aún, y podríamos decir que está en construcción: la del acontecimiento del cuerpo. En ella, no sólo lo inicial ya no es la imagen especular, ni siquiera podríamos decir que lo inicial sea el agujero topológico. Hay algo anterior, que las produce, que es la entrada de las marcas iniciales, contingencias de un goce Uno que constituyen al parlétre. Es otro cuerpo, el cuerpo vivo, el cuerpo en el que ocurre lo que Lacan define como acontecimiento: «solo hay acontecimiento de un decir». Debe haber un consentimiento a ese decir, que agujerea al cuerpo con el sinsentido de lalengua, que hace resonar a la pulsión como eco en el cuerpo de un decir, y que lo parasita con el lenguaje. Por lo tanto, es un cuerpo que habla, como dice Lacan: es «el misterio del cuerpo que habla». Más simplemente, podemos decirlo así: es un cuerpo hablado por ciertas contingencias de un decir que produjeron acontecimiento, y es un cuerpo que con su decir hace acontecimiento.

Pero hay un problema: esto es muy intuitivo. De esta tercera conceptualización del cuerpo, falta desprender su clínica. Falta desprenderla porque aún no la hay. Para construirla, deberíamos intentar no explicarla mediante las dos clínicas anteriores, porque con la primera ya sabíamos que el significante marcaba el cuerpo, y con la segunda ya sabíamos que hay goce en el significante. Quizás, la tercera incluye a las dos anteriores, pero entonces ¿qué la distingue? O quizás, dado que una clínica se basa en lo particular de la clase, no haya que construir una clínica, y sí designar lo que hay de más singular en ese cuerpo que habla. Son muchas preguntas. Un Encuentro Americano podría servirnos quizás, para responderlas.

Acaso el profesor J.-A. Miller en 1998 hablaba con el buen Dios, y sabía que habría un ENAPOL en el 2013 que se llamaría «Hablar con el cuerpo», que tendría un afiche medio raro con unos hombrecitos deshumanizados, y por eso escribió en La experiencia de lo real: «Y hablar con su cuerpo es lo que caracteriza al parlétre. Es natural que el LOM, algo deshumanizado gracias a esta grafía, hable con su cuerpo».


Referencias bibliográficas

  • Disolución imaginaria: Lacan J., El Seminario, libro 3, capítulo VII.
  • Cuerpo topológico: Lacan, J., El Seminario, libro 9. Clase del 16-5-62. Inédito.
  • Castración, falta y cuerpo: Lacan, J. El Seminario, libro 10, capítulos III, IV, VII.
  • Autista: Lacan, J., El Seminario, libro 1, capítulos VI y VII.
  • Esquizofrenia: Lacan, J., «El atolondradicho», en Otros Escritos.
  • Sádico, voyeur, exhibicionista: Lacan, J., El Seminario, libro 10, capítulos XII y XIII.
  • Tatuaje: Lacan, J., El Seminario, libro 11, capítulo XVI.
  • Fenómeno psicosomático: Lacan, J., El Seminario, libro 11, capítulos XVII y XVIII.
  • El misterio del cuerpo que habla: Lacan, J., El Seminario, libro 20, capítulo X.
  • Eco en el cuerpo de un decir: Lacan, J., El Seminario, libro 23, capítulo I.