Tania Coelho dos Santos
EBP (RJ)
Me extrañó mucho el título de esta intervención de Miller –»Mariage homosexuel: oublier la nature»– publicada en Le Point (3/01/2013). Cito, para introducir mi pregunta, una pequeña parte: «La naturaleza dejó de ser creíble. Desde que sabemos que está escrita en lenguaje matemático, lo que ella dice, cuenta cada vez menos (…) El ideal de la justa medida no es más operativo».
Me pregunto: ¿se trata de olvidar la naturaleza? Argumento que la naturaleza es del orden del semblante. Decir después de Freud que «la anatomía es el destino» es lo mismo que decir que sólo se la puede abordar a través de la fantasía. ¿La fantasía de quién? ¿La fantasía del religioso? ¿La fantasía del científico? ¿La fantasía del neurótico? En apoyo a mi posición, recuerdo las palabras de Lacan del Seminario 18 (1). La identidad de género no es más que el destino de los seres hablantes para repartirse, en la edad adulta, entre hombres y mujeres. Para el muchacho, se trata de hacer de hombre, agente de cortejo tal como éste se define a nivel animal. El comportamiento sexual humano consiste en cierta conservación de este semblante animal. Entre los seres humanos, este semblante, se transmite en un discurso. El discurso sexual es un vehículo de lo real en tanto imposible de imaginarizar. Para alcanzar al otro sexo, es preciso no tomar el órgano masculino por lo real, pues él solamente se funda como instrumento de la cópula por medio de un arreglo significante. El psicótico ignora que la naturaleza no es real, porque ella es semblante. Lo que el transexual no quiere, por ejemplo, es el significante. Sólo gracias a los efectos del significante, aquello que está escrito en el cuerpo como anatomía puede ser leído como destino. Para hacerlo como se debe, es preciso que nos engañemos mediante el «error común» de creer en la naturaleza.
La alianza del capitalismo con la ciencia incide sobre el cuerpo y el lazo social en la redistribución de la sexuación. Por esta razón la anatomía no es ya sino «el destino» de algunos o de algunas. En la civilización contemporánea, la experiencia de la discrepancia entre la identificación simbólica y la anatomía –que defino como la percepción imaginaria, pero también la experiencia real del cuerpo– ya no es una excepción a la regla.
Nadie es considerado un psicótico por no creer en la nominación simbólica que su cuerpo recibió del Otro. Es perfectamente aceptable, en nuestros días, que un hombre desacredite el valor fálico de su órgano anatómico. El hecho de ser portadora de una vagina y de un útero puede no valer absolutamente nada para una mujer que cree ser un hombre. ¡Ellos no cuestionan en lo más mínimo imitar a la naturaleza!
Aun así, en estos días, se quieren casar y tener hijos imitando a los amantes de la naturaleza. La lucha por el matrimonio para todos muestra que el movimiento gay no reivindica más el derecho a una excepción homosexual. En los años 70 el discurso gay rechazaba el sueño naturalista de la felicidad familiar con sus funciones ready-made: marido, mujer, papá, mamá, bebés. Él representaba el máximo de libertad pulsional. A lo largo de los años, este discurso demostró ser incapaz de producir nuevos semblantes. El discurso gay contemporáneo propone que se pueden casar dos maridos o dos esposas y tener hijos con papá-papá y mamá-mamá. Basta con echar un vistazo en las series americanas para verificar que es así como suceden las cosas. Los significantes amos producidos por la fantasía de la naturaleza son ahora reivindicados por todos, sean o no neuróticos. La única cosa que triunfa en nuestros días, aparentemente, es la voluntad de los antiguos rebeldes de ser iguales a todo el mundo.
Traducción: Cecilia Parrillo
Notas
- Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2010, p.31.