Marina Recalde

EOL

Integrantes del grupo de trabajo:
Jorge Assef, Cecilia Rubinetti, Ruth Gorenberg, Nora Capelletti, Paula Gil, Marcela García Guida, Celeste Viñal y Marina Recalde.

Partimos de interrogar la premisa por la que fuimos convocados: «la histeria hoy». Es decir, que ubicaba afirmativamente que hay una histeria, hoy. Lo que nos preguntamos, al pensar los casos actuales y también por los fundamentos del psicoanálisis mismo, qué es lo que hace que hoy podamos afirmar: se trata de una histeria. Es decir, cuáles son los parámetros que nos orientan para indicar si se trata o no de una neurosis histérica. Así, llegamos a la premisa de que nos íbamos a orientar por el padre, el falo, el síntoma, la Otra mujer, el lazo al Otro y el deseo. Nociones que parecieran haber quedado perimidas pero que sin embargo aún siguen orientando nuestra práctica.

En función de ello, hicimos un rastreo de las diferentes referencias al padre, al falo y a la histeria, por varios Seminarios de Jacques Lacan.

Y nos topamos con la ruptura que se da en El Seminario 18, a partir de la clínica de la histeria, donde comienza a diferenciar falo y Nombre del padre: «Pero finalmente no fue solo desde este ángulo donde encaré la metáfora paterna. Si escribí en alguna parte que el Nombre del Padre es el falo, (…) fue porque en esa fecha no podía articularlo mejor. Seguro es el falo, por supuesto, pero es asimismo el Nombre del Padre. Si lo que se nombra del padre, el Nombre del Padre, es un nombre que tiene eficacia, es precisamente porque alguien se levanta para responder». (1) Es decir que la histérica requiere del Nombre del Padre para hacer hablar al referente mudo. Y es en relación a ese goce que se ordenan todos sus síntomas. Es el síntoma el que habla de eso mudo, cumpliendo la función del Nombre del Padre de hacerlo hablar.

Nos preguntamos entonces si para armar una histeria hay que pasar necesariamente por el padre. Si es así, ¿qué pasa si esto falla? ¿Es posible prescindir del amor al padre en la histeria? En este sesgo se nos dificulta pensar por qué seguir llamando «histeria» a aquello que Laurent presenta como «histeria rígida». Evidentemente son casos que no responden a la histeria clásica, pero ¿la podemos seguir ubicando como histeria, si se sitúan por fuera del sentido? ¿Sigue siendo una histeria cuando se sostiene sola, no necesitando del Nombre del Padre? ¿Cuando nada de la significación fálica ni del amor al padre se puede allí ubicar? ¿O más bien son presentaciones rígidas de la histeria, tal como la ubica Lacan, lo cual daría a la cuestión un sesgo fenoménico y no estructural?

La histeria sería un modo de defensa frente al real sin sentido. Hay otros, que no tienen como referencia al padre. ¿Se trata de histeria?

La bibliografía que hasta ahora hemos trabajado o que tenemos en perspectiva trabajar es: seminarios de Jacques Lacan, el texto «Hablar con el propio síntoma, hablar con el propio cuerpo», de Eric Laurent, que enmarca el Enapol, los diferentes textos publicados en la web del Enapol a propósito del Encuentro, la conferencia de cierre del último Congreso, de Jacques-Alain Miller, el texto presentado en el cierre por Mauricio Tarrab en Miami, el texto de Javier Aramburu, «La histeria hoy», el texto de Oscar Zack, «Hay otra histeria», la entrevista a Marie-Hélène Brousse sobre histeria, la clase de Claudio Godoy en la maestría, «Consideraciones sobre la histeria», de Lacan, «Efecto retorno de la psicosis ordinaria», los Papers del ENAPOL, Sutilezas analíticas, las 13 clases sobre El Hombre de los lobos, de Jacques-Alain Miller, textos nuestros escritos a propósito de este tema, casos clínicos extraídos de nuestros consultorios. Como verán, son muchos textos, pero hay algunas cuestiones que son interesantes de poner en tensión para poder avanzar sobre la histeria.


Notas

  1. Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Bs. As., 2009, p. 159.