Nieves Soria Dafunchio

EOL (Bs. As.)

El psicoanálisis enseña que yo, cuerpo y realidad son construcciones convergentes, imposibles sin la mediación de lo simbólico. La pregunta que me causa en vistas a nuestro próximo Encuentro es acerca de los efectos de la declinación de la nominación paterna y la emergencia de nuevas nominaciones sobre los cuerpos.

Si bien encontramos anticipaciones desde el comienzo de la enseñanza de Lacan, es sobre el final de la misma que nominación y anudamiento se vuelven conceptos indisolubles, equivalentes. Lacan establece la nominación edípica como un anudamiento borromeo entre los tres registros, por un cuarto anillo, de modo que ningún registro queda directamente implicado en relación con otro. Cuando éste es el tipo de anudamiento, el cuerpo es una construcción que se sostiene de una función eminentemente simbólica, que media entre el cuerpo imaginario y el cuerpo real.

En esa mediación hay lugar para el acto de palabra, corazón de la intervención analítica, ya que el goce corporal está íntimamente atravesado por un orden simbólico flexible, aunque no extensible.

Las nuevas nominaciones, por el contrario, hacen más presentes las dimensiones imaginaria y real del cuerpo, planteando una dificultad para la intervención analítica, a cuya modalidad clásica a veces los nuevos sujetos parecen impermeables.

En un extremo encontramos el nombrar-para, un tipo de nominación que en los años ’70 (en su seminario Les non dupes errent) Lacan señala como prefiriéndose cada vez más a la nominación paterna. Se trata de un tipo de nominación para la cual generalmente basta con la madre, quien designa un proyecto para el hijo, encerrándolo en un orden de hierro. Lacan indica que en estos casos lo social toma prevalencia de nudo. Su correlato clínico son cuerpos rigidizados en una nominación que localiza el goce sin flexibilidad, y que da lugar a las tribus monosintomáticas propias de la época, nominaciones anónimas que tienen un efecto de ser, de anudamiento: anorexias, bulimias, obesidades, adicciones, TOC, panic attack, fobia social, etc.

En la práctica con estos casos la pregunta que emerge es cómo equivocar la rigidez de la nominación propiciando a la vez un entramado simbólico más amplio para que el sujeto pueda realizar un nuevo anudamiento prescindiendo de aquél. Cómo conseguir con el corte y el empalme operar a la vez equivocando y orientando una nueva trama.

En el otro extremo encontramos nominaciones lábiles, nominaciones imaginarias que deslizan, que se hacen presentes bajo la modalidad de un goce disperso, vacío, en el centro de la experiencia analítica de estos sujetos. Sujetos errantes, en los que no es posible encontrar ningún efecto de ser fuerte, tampoco de deseo, sujetos que declaran no saber qué quieren en distintos ámbitos de sus vidas. Se trata de sujetos que son sucesiva o simultáneamente polisintomáticos, presentando una estructura polimorfa, cuyo correlato es un cuerpo que no cae en ningún lugar.

En la práctica con estos casos la pregunta que suele plantearse es cómo introducir una orientación que posibilite un tejido de lo simbólico que sostenga el cuerpo y haga agujero localizado, alejándolo de la pura dispersión de lo real, cómo orientar la cura en una función efectiva de nominación.

Me interesa la investigación alrededor de estas intervenciones analíticas que, lejos de la ortodoxia clásica pero muy cerca de la precisión que posibilitan la lógica y la topología, nos obligan vez a vez a reinventar el acto de palabra.