Gustavo Stiglitz
EOL (Bs. As.)
La ciencia supone un saber en lo real, mientras que el real que interesa al psicoanálisis es el del síntoma. Hay ahí un obstáculo insalvable en el acercamiento entre ambos, porque el real que interesa al psicoanálisis en el síntoma siempre implica un arreglo singular y contingente con el goce.
El síntoma no es el equivalente psicoanalítico del saber en lo real de la ciencia, porque es singularísimo. En todo caso, hay allí un saber hacer con el real de cada uno. Si con el saber en lo real de la ciencia se trata de una ley para todos, en el síntoma se trata de una ley que vale para uno solo. Dos modos de lo real, que tocan de distinta manera a los cuerpos.
Los estragos que el saber médico -tributario de la ciencia- puede producir en los cuerpos hablantes, provienen directamente de esta diplopía.
El saber médico promueve una especie de «la anatomía es el destino» en el terreno de la sexualidad. Pero no es freudiano por ello.
«La anatomía es el destino» es uno de los nombres freudianos de lo real, por lo tanto, un semblante. Y Freud mismo fue más allá de él cuando ubicó «esa singularidad que llamó ‘el núcleo del propio ser´'»[1] que definió como una oscuridad de mociones pulsionales que nos habita y no lo sabemos.
El problema de tratar los cuerpos hablantes con el modelo del saber en lo real para todos igual, explota manifiestamente en el campo de la sexuación, la posición sexual, como lo muestra el caso tristemente célebre de la literatura médica y psicoanalítica de David Reimer.
En la revista Time del 24 de marzo de 1997, la periodista en asuntos médico-sanitarios Christine Gorman, publicó un artículo sobre este caso de cambio de sexo en la infancia, del cual no había habido seguimiento,[2] que tuvo lugar en el Johns Hopkins Medical School.
Bruce y su hermano gemelo Brian nacieron en 1963 (1965, según otras fuentes[3]).
A los pocos meses, los hermanos fueron sometidos a una circuncisión por razones médicas. La operación practicada a Bruce falló y prácticamente le destruyó el pene.
En 1967 -a sus dos años de edad aproximadamente-, Bruce fue sometido a una operación de cambio de sexo por indicación del Prof. John Money, quien encontró en el caso de los hermanos gemelos la oportunidad de probar sus teorías sobre la sexualidad, ya que portaban la misma carga genética y vivían en el mismo entorno.
Money afirmaba que la identidad y la orientación sexual dependían de estímulos externos. Bruce fue nombrada Brenda, usaba ropa de nena y se la trataba como tal. Pero las cosas no fueron bien. Bruce-Brenda nunca se sintió identificada a esos semblantes. Rompía sus vestidos y jugaba juegos de niño con los varones. A pesar de contar con una «vagina» tras haber sido castrado, orinaba de pie. A sus 14 años, al conocer el secreto familiar, todo cambia de sentido para él. Se hace llamar David, y exige ser reoperado para «recuperar» algo de lo que el saber médico le había arrebatado. De lo que ocurrió luego no nos ocuparemos aquí.
En lugar de la anatomía como destino, aquí fue el mal encuentro -contingente- con el saber supuesto a la pseudociencia, lo que marcó la anatomía.
Más allá de la locura del profesor en cuestión, los analistas debemos estar atentos a lo que de las oscuridades de los goces se inscribe en los cuerpos hablantes. En este caso, el sujeto nunca consintió al texto de un capítulo de su vida. Pero es que ¿de dónde provino ese texto? ¿De qué deseo particularizado y articulado a qué ley?
Mientras que el deseo materno y la función paterna eran arrasados por el saber médico, el sujeto ya había decidido sobre su posición sexual masculina.
Estar a la altura de las grandes cuestiones de su época, eso que Lacan exigía a los analistas ‒a la vez que dudaba de que pudieran‒ se presenta en estos tiempos también bajo la forma de la defensa contra el atropello a los cuerpos hablantes.
- Arenas, G., La flecha de Eros, Grama, Bs. As., 2012, p. 20.
- Gorman, Ch., «A boy without a penis«, Time, 24 de marzo de 1997.
- Gutiérrez Vera, D., «El sexo del Otro», Ecuador Debate, Nº 78, Quito, diciembre de 2009.