Llegamos al final. Último Asuntos! de nuestro VIII ENAPOL, y como último tema: la familia analítica. Pasamos del psicoanálisis en extensión, al psicoanálisis en intensión, al final…
Como dice Elena Levy Yeyati en este último Boletín, «nada estaría menos justificado que el sintagma familia analítica«, ya que, cuando hablamosde familia analítica, tenemos que preguntarnos por la relación colectiva con la Causa y el Ideal. Silvia Salman lo enuncia muy bien en el video que acompaña este Boletín: hay también en la Escuela una aspiración a un carácter grupal basado en la transferencia, pero que se relaciona más con lo que tiene la Escuela como institución. Pero el trabajo de Escuela, tiene que ver justamente con cómo desbaratar los efectos de masa que son inevitables cuando se forma un conjunto, permitiendo un lazo que sostenga al psicoanálisis en el tiempo.
Cuando nos referimos al concepto teórico de Escuela, decimos La Escuela de Lacan, no decimos ni nuestra Escuela, ni la Escuela que fundó Lacan, porque el acto de fundación de Lacan fue un cortocircuito que cobró el valor de un «Yo, no ustedes», tan solo «como siempre lo estuve», un «no con ustedes». Miller dice al respecto: que cada uno de sus miembros, procede del acto de fundación de un solitario. Es por eso que en «Teoría de Turín: sobre el sujeto de Escuela», puede agregar: «Instituir una Escuela, es constituir las soledades en comunidad de Escuela». Encrucijada en la que se vio Lacan entre la Soledad y lo colectivo, es decir, cómo anudar el fin del análisis, experiencia más allá de la identificación, con una construcción colectiva de Escuela, creada por él mismo para quienes optaron por él, que se declararon por la Escuela de Lacan, aquellos para quienes su enseñanza era más valiosa que el reconocimiento por parte de la IPA, ocupando el lugar del iniciador, en el centro y principio de la Escuela. Pero sin embargo, «Corresponde situar como una leyenda negra la monarquía ejercida por Lacan en su Escuela» (Miller, Vida de Lacan).
La solución Escuela no se trata de un sujeto colectivo, ni de democracia, ni de amor al padre, ni de masa religiosa, sino del reconocimiento del lugar único que ocupa con relación a la causa del psicoanálisis, y reafirma su tesis de que la singularidad es lazo, no solamente soledad. Se ve en esta operación el propósito decidido de Lacan por un lazo entre analistas capaz de forzar los efectos de transformación en una masa. Un nuevo lazo. Algo diferente a lo que muy bien plantea Graciela Brodsky en este Boletín, en torno a la paridad, y cómo el sujeto analizado «puede soportar mejor la diferencia, puede disfrutarla, puede dejar de insistir en reducir el Otro al Uno».
Una frase de Miller sobre el lugar de Lacan como creador de la Escuela de Lacan: «No se trata de una vía colectiva, pero conduce, por la caída de los significantes-amo, a hacer de cada uno, por decirlo así, un hijo perdido como lo fue Lacan. […] entendiendo por tal un orfanato de hijos perdidos». Es decir, ¿se trata de la orfandad en comunidad, pero no a la búsqueda de un nuevo padre?
Nos toca a nosotros hacer de nuestra Escuela la Escuela de Lacan, aquella que no se deje aspirar por el rasgo unario universal y homogeneizador, sosteniendo un deseo vivo de cada uno en ella, para inventar, frente a cada impasse de la Escuela, caso por caso, de qué manera respondemos más allá de la respuesta estandarizada por la vía de la identificación al Otro. Cómo cada uno puede ser el que responda, por fuera de las respuestas masificantes e identificatorias, e incluso se revele, frente a ese entramado que muchas veces funciona como una ley para todos, alejándonos de la Escuela de Lacan. O como dice Flory Kruger en este último boletín, «rivalidades, acuerdos, desacuerdos, competencias, amores, lo que conocemos como la transferencia, esto es parte de lo que dentro de una Escuela se vive, pero tenemos que tener presente que la Escuela no puede ser solamente eso», y lo que hace la diferencia, es el pase.
Pero además, en este último Boletín, se cierra con un tema de gran actualidad: del padre a las parentalidades, y allí Fernando Gómez se pregunta por una época en la que cada día nos confrontamos más con el intento de borramiento de la diferencia de los sexos, y también Gustavo Stiglitz, propone pensar a la familia como una «máquina de instilar, inseminar lo simbólico para dar lugar al cuerpo hablante».
Pues bien, para aquellos para quienes el psicoanálisis es la posibilidad de ir más allá del padre, pero no sin servirse de él, este VIII ENAPOL será la oportunidad de hablar de los asuntos de familia, para ir más allá de ellos.
¡Los esperamos!
Alejandra Glaze
Directora del VIII ENAPOL