María Eugenia Cardona (NEL)
Desde el surgir del psicoanálisis -la familia y sus asuntos- han estado en el centro del famoso descubrimiento Freudiano. El Edipo instaurado en el centro del deseo humano, será sede del encuentro con lo traumático, donde los lazos libidinales se articulan, se fijan los modos de satisfacción de la pulsión y cada uno escribe su pequeña historieta subjetiva guiado por sus Identificaciones.
Entendiendo a la familia como un mito (novela familiar) con un orden significante que se impone, significantes amos (S1), fantasmas, semblantes y por debajo como un pegamento que no se ve: Un goce no dicho –posición de goce secreta, irreductible, que tiene efectos sobre la singularidad de cada sujeto, que por tener el parentesco comparte, y los une inexorablemente.
La familia, como lo dice Miller, es siempre un lugar donde se aprende la lengua materna, la lengua que cada uno habla es cosa de familia. Tiene su origen en el malentendido, en el desencuentro, en lo original de esa (des)proporción entre el hombre y la mujer. La familia, por lo tanto, transmite el «malentendido». Transmisión que pone en juego la relación que tienen aquellos que encarnan la función materna y paterna respecto a la castración, la sexualidad femenina y a su propio vacío estructural.