Susana Amado (EOL)

Vamos a intentar iluminar el párrafo que nos convoca, es decir, vamos a encender algunas luces y, en consecuencia, provocar algunas sombras.

Para mayor comodidad dividiremos el fragmento en cuatro cláusulas separadas por los puntos que la enmarcan.

La primera dice así: «Cuanto más irrestricto fue el poder del padre en la familia antigua, tanto más debió el hijo, llamado a sucederle, situarse como su enemigo y sentir la impaciencia de alcanzar la dominación por la muerte del padre…»

Freud establece aquí una suerte de relación de proporción: cuanto más se incrementa el poder, más produce la reacción del odio, y esto ocurre en un ámbito que excede al de los individuos dado que se despliega en la familia.

Es sabido que las metáforas físicas en Freud son frecuentes. En este caso la secuencia parece estar calcada del principio de acción y reacción; desde luego, no puedo olvidar en la ocasión el análisis de Starobinski sobre estos términos que desde el campo de la física atraviesa el campo social, político, estético y literario.

Podríamos extendernos sobre este punto pero debemos atender a la segunda cláusula del párrafo. Dice así: «Aún en nuestra familia burguesa, el padre, negando a su hijo la independencia y los medios para procurarla, suele favorecer el desarrollo del germen natural de hostilidad, contenido en esa relación».

Comienza subrayando una condición temporal, «Aún», y un lugar histórico: la familia burguesa. Pero en vez de repetir solamente la relación anterior intercala una condición adversativa: «…negando a su hijo la independencia y los medios para procurarla», es decir, Freud sugiere la posibilidad de cambiar el articulador de la prohibición como fundamento de la familia a otro tipo de relación que lo funde. Esa posibilidad de la relación por fuera de la prohibición fue pensada por Spinoza en su Ética. En efecto, cuando la historieta de la manzana prohibida, Spinoza piensa que no se trata de una prohibición sino de la relación entre dos cuerpos, donde uno disuelve las propiedades del otro. Nuestra pregunta ahora es: ¿es posible la formación de la familia por fuera de la prohibición? Prefiero dejar esto en suspenso e ir al tercer párrafo: «El médico observa hartas veces en el hijo que el dolor ante la pérdida del padre no puede sofocar la satisfacción por la libertad al fin alcanzada».

En primer lugar, la cita textual dice: el médico. En segundo lugar, creo que la mejor interpretación de este párrafo la hace Freud en una nota dos páginas antes, donde cita la frase de un chico a quien recientemente le ha muerto el padre: «Que mi padre haya muerto lo entiendo, ahora no puedo explicarme por qué no viene a casa a la hora de la cena». La lógica del aserto es impecable: que muera no explica que falte y, por lo tanto, la muerte es una prueba de su existencia

Voy a la última clausula:»Los padres suelen aferrarse espasmódicamente a lo que en nuestra sociedad queda de la ya anticuada potestas patris familias y todo poeta que como Ibsen, ponga en primer plano de su fábula la lucha inmemorial entre padre e hijo, puede estar seguro de la impresión que causará».

En verdad, a lo que se aferran espasmódicamente los padres es al capítulo cuatro y cinco del derecho romano donde se codifica la regulación de la familia, es la frase latina que podemos leer. Subrayo de pasada que familia proviene de famulus (esclavos), es decir, las posesiones del padre.

Lo curioso es que en la cúspide de la familia burguesa sea Ibsen el autor elegido por Freud para iluminar este punto, cuando es sabido que la obra de Ibsen no está dedicada a la relación del padre con el hijo sino al lugar de la mujer.

Nos alcanza por ahora iluminar las oscuridades del texto no para disolverlas sino para estimular la discusión.