Por Jaime Castro
Hiperpaternidad es un significante que remite, si seguimos la definición de «Hiper», a exceso y así al goce que está en juego entre padres e hijos sometidos a cumplir con los imperativos de ser Hiperpadres, Hiperniños, Hiperadolescentes. Freud mostraba que los logros y fracasos de los hijos eran los de los padres. Solo que hoy esas aspiraciones narcisistas están bastante desligadas de ideales simbólicos que las amarren, entonces, los niños, adolescentes y padres narcisizados quedan como objetos de goce consumidos y consumidores ligados a los imperativos sociales de la perfección y la armonía familiar. Pero la perfección falla. Así, por ejemplo, la niña «perfecta» de la madre, excelente estudiante, impecablemente vestida, a los 16 años, con la irrupción pulsional en el cuerpo, le enrostra a su madre el «no-todo perfecta»: consume drogas con su novio, le miente, se maquilla en exceso, va despeinada. De un lado, Hiperpaternidad, del otro podríamos escribir «hipersíntomas», «hipergoce».