Por Diana Campolongo (EOL)
En la época de las nuevas parentalidades, no parece absurda la frase de una joven atrapada en los enredos familiares.
¿Podemos considerar que la familia es en algún sentido un significante amo para el psicoanálisis?
Freud le dedicó todo su desarrollo del Complejo de Edipo, edificado en cuatro términos. Lacan lo retoma para formalizar la normativización que la Metáfora Paterna produce en un sujeto y fijar así un orden, simbólico.
Si bien «Lacan siguió la vía trazada por Freud», se desvía luego, y «…el Edipo -dice Miller- pasará a ser sólo una de las soluciones del sujeto, una forma normalizada: su prisión».
Este movimiento de lo simbólico a lo real reorganiza los lugares del padre, del hijo, del falo, y de la mujer.
La familia está presente. Sea por el amor, la culpa, el rechazo o el reproche.
Lo familiar puede ordenar o desordenar la vida de un sujeto y, por lo tanto, contiene en sí una inestabilidad de sentido.
Es a partir de lo que dice un sujeto que leemos cuál es la función que tiene en la singularidad de su existencia.
El psicoanálisis supone que el sujeto ha hecho una operación sobre el orden natural y sobre el jurídico, y será singular en la medida que en el trayecto de una cura se puedan reinterpretar, separados, esos significantes «familiares», que lo han determinado.